Una discusión sobre el monoteísmo y el politeísmo en el cristianismo, es la más reciente reflexión que hace el consejero y exrector de Utadeo, José Fernando Isaza, en su columna de opinión en El Espectador. El columnista señala que, aunque se considera que las tres religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo e islamismo), el cristianismo, particularmente, fue inicialmente monoteísta y posteriormente se convirtió en politeísta, con la presencia de tres dioses (Padre, Hijo y Espíritu Santo), que se ha amalgamado en una visión de monoteísmo con la Santísima Trinidad: “tres personas distintas y un Dios verdadero”.
Para Isaza, la mayoría de las religiones son, al menos, dualistas, pues reconocen a un Dios del bien y a otro, con igual poder, Dios del mal, los cuales se encuentran en constante lucha y tensión. Un ejemplo de ello es el pasaje bíblico en el que Satanás habla de igual a igual con Dios, con el fin de ‘medir’ la fidelidad de Job: “Este sádico juego, entre el espíritu del bien y el del mal, produce muerte y sufrimiento en Job y su familia. En el Nuevo Testamento, el maligno dialoga con el mesías para proponerle que este lo reconozca como el verdadero Dios. No se presenta como un ser derrotado. Los textos bíblicos dan una mayor prominencia al Dios creador, el bien, que al espíritu maligno".
De hecho, señala Isaza, inicialmente el cristianismo aceptó la visión de un único Dios, donde Jesucristo era el profeta de mayor jerarquía, “el Hijo de Dios”. Sin embargo, sugiere, uno de los primeros encuentros de esta religión con el politeísmo es quizá cuando San Pablo viaja a Atenas y menciona que el dios al que adora es aquel que aparece en el Areópago con la descripción de “Al Dios desconocido”.