Cráteres, fumarloas y fenómenos sísmicos: un viaje a la Nápoles más volcánica

Un must del Grand Tour

Cráteres, fumarloas y fenómenos sísmicos: un viaje a la Nápoles más volcánica

Los Campos Flégreos son una inmensa caldera volcánica que sorprende por su rareza a tan solo 9 km al noroeste de la ciudad.

Entre los siglos XVII y XIX, todo aquel que fuera de buena familia y tuviera ciertos estudios o inquietudes culturales se lanzaba a recorrer lo que se conoció como el Grand Tour, un itinerario por Europa más o menos preestablecido con lugares de obligada visita como los paisajes de Saboya, Venecia o Pompeya (tras su descubrimiento en 1748) entre muchos otros.

 

De aquellos periplos intelectuales que se realizaban en tren, barco y coches de caballos surgieron infinitas crónicas de viaje y acuarelas que firmaron desde Goethe, Chateaubriand, Nietzsche o Lord Byron hasta Giovanni Battista Piranesi, quienes pusieron su granito de arena para ensalzar las virtudes y apuntar los defectos de aquellos paisajes y paisanajes, más o menos del mismo modo que hacemos hoy los periodistas y escritores de viajes.

cráter del Solfatara
Foto: Shutterstock

En el Sur de Italia, los Campos Flégreos, un espacio insólito de volcanes humeantes, fumarolas y extraños fenómenos sísmicos —el típico bradisismo endémico en la zona—captaron fuertemente la atención de aquellos viajeros ilustrados. Primero, porque los europeos anteriores al siglo XX no estaban acostumbrados a la visión de fenómenos volcánicos (por aquel entonces Islandia no estaba de moda) y segundo, porque en aquel pedacito de territorio se concentraban un buen número de lugares descritos en la historia y en la mitología greco-romanas. 

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cráter
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El eterno cráter del Solfatara

Así, aquellos que se interesaban por los fenómenos volcánicos, acudían sin falta al cráter del Solfatara, un lugar en constante humear que a día de hoy permanece cerrado por peligro de inhalación de gases (aunque las fumarolas se dejan observar de lejos). Aquellos intrépidos aventureros también acudían a la cuenca de Agnano, otro de los cráteres del volcán, o a los vecinos cráteres Astroni o Gauro, para retratarse a tinta o a acuarela entre piedras quemadas por erupciones pretéritas.

 

Para ver los efectos del bradisismo (un fenómeno volcánico que provoca que el nivel del suelo ascienda o descienda periódicamente) solo tenían que ir a Pozzuoli y observar ese macellum o el viejo puerto romano que una vez estuvieron inundados por el mar y que hoy pueden contemplarse perfectamente emergidos del agua. Ah! y las Stufe di Nerone, un complejo termal todavía en uso a día de hoy, que conserva la surgencia original de aguas mineromedicinales y una sección de los viejos baños romanos.

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Piscina Mirabilis
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La catedral del agua romana

Los viajeros que habían leído a Virgilio, acudían en romería (y aún hoy) hasta los lugares épicos de la Eneida, entre ellos ese Antro della Sibila donde el héroe Eneas preguntó a la oráculo sobre el acceso al inframundo; y ese lago Averno, donde el poeta romano situó la mismísima entrada a los infiernos. También Piscina Mirabilis, un enorme y espectacular aljibe cavado a mano en época romana, estuvo siempre en el radar, y que pronto pasó a llamarse "la catedral del agua" por su espectacularidad.

 

Hay muchos espacios mitológicos en los Campos Flégreos —un poco más al sur cantaron las sirenas de Homero— pero también antiguas ciudades esplendorosas que deslumbraban hace dos milenios. Ahí está la antigua Cumae, que como tantas aquí primero fue griega y después romana, y que conserva sus templos de Apolo, de Júpiter y muchas más cosas que aún están por desenterrar (https://pafleg.cultura.gov.it). O la muy lujosa Baia, ciudad de vacaciones para los senadores y emperadores romanos que conserva una parte bajo las aguas del golfo (el Parco Sommerso di Baia) y otra sección imponente, las Termas de Baia, que se pueden visitar en seco bajo el sol. Este último es el mayor complejo termal que existe fuera de Roma.  

Nápoles

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