Hace alrededor de 160 millones de años, la isla de Madagascar se separó lentamente de África para adentrarse en las aguas del Océano Índico como isla en solitario. Esa brecha, que hoy es de cerca de 400 kilómetros desde el extremo occidental de la isla hasta el continente africano, propició un aislamiento total que convirtió al país en un entorno natural único.
Su aislamiento tuvo consecuencias en la línea de la evolución: en la actualidad, el 95% de los reptiles que allí habitan no se pueden encontrar en ningún otro sitio del planeta. Sin embargo, la familia de los reptiles no es la única que cuenta con endemismos, pues el 89% de la vegetación, así como el 92% de los mamíferos de la isla tampoco se hallan en ningún otro lugar de la Tierra.
Esta joya de incalculable interés natural sorprende y fascina a partes iguales pero sus especies, por muy aisladas que se encuentren, tampoco escapan de la extinción como consecuencia del cambio climático, el comercio ilegal de fauna, la caza furtiva o las técnicas invasivas de agricultura que se llevan a cabo desde hace siglos. Un santuario tan frágil como deslumbrante que nunca deja de sorprender.