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Dirección: Wes Anderson
Título en V.O: Isle of Dogs
Nacionalidad: USA Año: 2018 Fecha de estreno: 20-04-2018 Duración: 101 Género: Animación Color o en B/N: Color Guión: Wes Anderson Música: Alexandre Desplat
Sinopsis: Tras extenderse una gripe perruna, todos los cánidos son trasladados a una isla llena de basura en las afueras de Megasaki City. Esta es la historia de cómo el pequeño Atari Kobayashi, con la ayuda de un propulsor Turbo-Junior en miniatura, llega hasta el islote con la intención de rescatar a su mascota, Spots.

Crítica

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Lo mejor: La belleza animada, aliada a la realidad actual.
Lo peor: Ser vista como una repetición de 'Fantástico Sr. Fox'.

Tal vez Wes Anderson haya pinchado definitivamente la burbuja de simétrico jabón que protegía su solipsista universo. Si, en 'El Gran Hotel Budapest' (2014), se permitía el lujo de reinventar la Europa del huevo de la serpiente, la que vaticinó Stefan Zweig desde su errabundo exilio, en 'Isla de Perros' toma buena nota de la crisis de los refugiados, de las corruptelas y los abusos del absolutismo capitalista y de la necesidad perentoria de responderlas desde la unión hace la fuerza del pueblo llano. Los valores de la solidaridad y la democracia rechazan cualquier asomo de sumisión.

No es que los comentarios políticos de la nueva ma ravilla de Wes Anderson ladren más alto que su feroz y lúdico sentido de la aventura, pero, si hay algo que la diferencia de la espléndida 'Fantástico Sr. Fox' (2009), su primera incursión en la animación stop-motion, es, precisamente, su preocupación por buscar (y dar con) la luz en una sociedad que está a punto de sucumbir a las tinieblas sistémi- cas del poder. Más allá de su afición por el apropiacionismo, más allá de su tendencia a encapsular sus universos en preciosas cajas de bombones, el cine de Wes Anderson parece haber adquirido, por fin, una dimensión histórica.

Influencia japonesa.

Siendo fiel a su libro de estilo formal, a la velocidad y el ingenio de sus diálogos combinados con la exquisita rigidez de su planificación, Anderson ha encontrado en la cultura japonesa el esperanto que tanto necesitaba para comunicarse con el mundo. No sólo porque invoca el cine de Yasujiro Ozu, Akira Kurosawa y Hayao Miyazaki con una pertinencia que nunca resulta obvia; no sólo porque despliega sus planos como si fueran grabados en madera del período Edo o reinventa, con la inapreciable ayuda de Alexandre Desplat, la música del teatro kabuki, sino, sobre todo, porque la línea clara, el esencialismo característico de la tradición visual y sonora del Japón ha depurado la densidad del universo iconográfco de Anderson sin restarle su singular personalidad.

Emoción y humanismo.

Cada marioneta de 'Isla de Perros' podría considerarse un ideograma; cada gesto, un personal giro caligráfco; cada emoción pura se corresponde con un trazo más o menos ligero, más o menos oscuro, de esa letra jeroglífca. Es significativo que, en este hermosísimo haiku, donde cada arqueo de ceja canino cuenta tanto como un trozo de sushi cocinado en stop-motion, algunos de los diálogos en japonés no estén ni doblados ni subtitulados. Para Wes Anderson, que se ha convertido en el cineasta humanista que siempre aspiró a ser, el lenguaje de la animación es el camino más corto hacia nuestros corazones. Con 'Isla de Perros', se ha convertido, definitivamente, en el mejor amigo del hombre.

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