EL RIO EN LA PARED

martes, 28 de mayo de 2024

EL RIO EN LA PARED

 



Mientras saborea el café con chocolate lee la frase estampada en la pared: “Qué hago yo pensando en el río de la vida que sigue fluyendo”.

La noche abierta y esplendorosa, embebida de la luna en tauro y fulgurante de estrellas, es su cúpula mágica, su protección contra las alimañas y los insectos.

Ahora reúne el placer y degusta a un mismo tiempo el café y la frase; suena Joni Mitchell a través de los parlantes y su alma se enciende, irradiando su luz hacia el oeste tapizado de verdades y presencias luminosas.

Regresa su vista perdida en el ensueño hacia la frase en la pared; el río se ha vuelto azul y gotas de agua transparente mojan su nariz asombrada.

Motivada Dios sabe por qué encanto, se zambulle de lleno en el remolino de la O del río, para comprobar instantes después que el agua está tibia y la acuna.

Suave, despejada, alineada a sí misma y absolutamente confiada en el devenir de las aguas, es depositada con dulzura en las orillas de la pequeña isla. La playa está cubierta de brillantes algas verdes y se alza frente a sus ojos una montaña azul dibujada de enredaderas florecidas.

Respira profundo, su pecho se ilumina. Tal vez ya no recuerda su procedencia pero podría dibujar su ser más interior con todo detalle. Le alcanza con la memoria que la reúne con su esencia, con su aroma peculiar.

Allí sentada sobre la fina arena blanca ve llegar a su anfitriona, vestida de celeste y jazmines.

  • Bienvenida a Sartiks, Agustina. ¿Podría ofrecerte algo para que estés completamente a gusto?

  • Ya lo estoy, -responde- Este sitio es realmente bello.

Finas arrugas surcan el rostro y las manos de la anfitriona, sonríe.

Ve la placidez de Agustina, que ya parece formar parte del paisaje y se sienta a su lado, aun jugueteando con la flor que trae entre sus manos.

- Fue placentero el viaje? .- pregunta.

  • Si, una maravillosa forma de viajar que desconocía.

La anfitriona se siente confundida; Agustina no la interroga sobre lo sucedido ni le hace preguntas, cosa usual en estos casos. Extrañamente es ella quien continúa preguntando. - Sabes quien soy?- dice tímida.

Agustina sonríe primero y luego se suelta y ríe.

  • Claro!, basta con mirarte a la cara amiga, sos mi futuro,

  • Aha, y no han surgido preguntas en tu alma intrépida ante este encuentro, querida?

  • En absoluto. Algunos de mis pasados tuvieron en ocasiones encuentros con sus futuros.

Agustina hace silencio y mira a su anfitriona detenidamente.

- Me hace feliz verte amada mía, tu expresión es feliz y apacible.

Entre ellas corazón a corazón, crece y madura plenamente su identidad, abriéndose tenue como una rosa, esa nota particular que solo el silencio que las reúne puede cobijar.

- Cuántos años tenés?- pregunta acariciando sus cabellos plateados?

- 83, -responde orgullosa.

Cada uno de esos años anhela contarle a Agustina el motivo del encuentro, así que sin dar más rodeos le ofrece el regalo que tiene para ella.

- Querida, -comienza a decir sonriente; te aseguro que he vivido historias dignas de ser contadas, he conocido seres que anhelarían ver las multitudes, he visto milagros indecibles y a mi edad te confieso, albergo secretos de poder y sabiduría.

Agradezco cada día esta existencia que siempre recuerda ser muy generosa conmigo. En mi mundo soy una guía de meditación y es por eso que he podido hallarte. Decidí dar a conocer mi historia y entonces surgió inmediatamente el deseo de que seas vos quien la escriba. Que te parece mi propuesta?, - concluyó con ojos centellantes.

Agustina quedó por primera vez impactada, desde el inicio de la inusual experiencia.

- Pero para eso deberías contarme mi propio futuro. Qué sentido tendría seguir viviendo?- preguntó confundida.

- Querida amiga, cómo podés pensar que yo podría ser tan injusta con vos? De ningún modo. Te lo explicaré y sé que comprenderás rápidamente. Yo soy uno de tus futuros alternativos, aunque como bien has indagado, no soy el único. Sabes que en cada paso que damos están contenidas las infinitas posibilidades, y que debido a ello navegamos entre futuros infinitos. Cada decisión que tomas se asemeja a la rama de un árbol que abre a su vez nuevas ramas, a través de las cuales se expanden tus experiencias. Cada una de ellas cambia el curso de tu historia; el trabajo que tomaste, el que no, el ómnibus que perdiste una tarde, ese sitio al que decidiste ir, el hombre que está a tu lado, el que no. Comprendes?

Actualmente y sin notarlo estás escribiendo sobre el río uno de tus futuros posibles. Ciertamente el resultado no será un libro sino tu propia vida. Lo que te propongo es la espacialísima oportunidad de que escribas de manera conciente dos versiones diferentes de tu historia, una sobre el agua de la vida, que fluye para llegar algún día hacia el océano, y otra sobre el papel. Tu historia y la mía, el fruto de tus elecciones y las mías.

Agustina continuaba muda; ante sus ojos se abría la infinidad de las posibilidades de manera más concreta que había soñado. Sabía que si aceptaba lo que la anfitriona le ofrecía, su vida daría un vuelco decidido hacia la madurez y el conocimiento.

El logro de la unidad, todos somos parte de la misma verdad, todos los seres vivientes somos maravillosas e irrepetibles versiones del Uno. Aceptar significaba realizar que aún un solo ser humano es tan solo una versión de sí mismo, pero acompañado de versiones infinitas.

-Querida, - interrumpió la anfitriona-, te estoy entregando una llave valiosa, y eso es realmente mi profunda intención. Quiero darte la llave que abre las puertas del desapego. Detrás de ella se encuentra el paisaje más bello y amoroso que hayas podido soñar.

Quien logra el desapego tiene en el mundo en sus manos porque con ese logro, el feroz egocentrismo que padecemos los humanos queda completamente derrotado. Nunca más serás esclava de tu historia.

Agustina pareció despertarse de repente y dijo:

- Me estás ofreciendo la liberación?

- Claro, mi querida! Bastará con que uno de nuestros futuros se libere, para que el alma alcance el paraíso. Se liberará nuestro infinito registro de posibilidades, exclamó completamente feliz.

- Por qué me elegiste a mi entre todos tus pasados?

- Por varias razones. Sos quien ha desarrollado el don de la palabra y además sos especial, no creo que muchos de mis pasados se hubieran animado a mirarme a la cara. Yo te ayudaré a que estés conciente de las dos historias paralelas a medida que escribas, porque esa es la segunda parte del trabajo.

  • Mis conocimientos de meditación ayudarán. El libro se publicará en Sartiks. Confío en tu talento porque se de la sutileza de tus emociones. Sé que no me equivoqué al elegirte.

La anfitriona sonrió diciendo.

- No sé quién más que vos podría haber descubierto que la O sobre la pared encerraba nada menos que un río.

- Cómo me contarás tu historia? Seguiré viajando hasta aquí?

- No, mientras dure la experiencia habrá dos seres viviendo en tu corazón. De ese modo siempre estaremos unidas.

Agustina y su futuro se abrazaron entrañablemente. Sus luces quedaron por siempre selladas con la marca que deja en su estela, el verdadero amor.


lunes, 13 de mayo de 2024

LA AZOTEA

 

¿Habrá alguien arriba, en la azotea?; no sé por qué sospecho que hay alguien. Se escuchan pasos extraños y, aquí abajo, el miedo me rodea.

¿Habrá alguien en la azotea? ¿Alguien o algo?

Llamo por teléfono a la ley pero sólo encuentro a la policía, y no me presta la más mínima atención.

- Señor, -me dicen-, en esta ciudad suceden cosas muy extrañas, ¿entiende?

- No.

- Cosas graves, grandes robos, temibles asesinatos. Arréglese usted con su azotea.

Demasiado para soportar solo. Llamo a un amigo pero también el tiene problemas en su azotea. Realmente no se encuentra en estado de auxiliarme en este apuro.

Entonces ¿qué hago? ¿Subo o me quedo acá, expectante…?

Me quedo acá, me olvido de la azotea y me voy a dormir. Me meto entre las sábanas, intento conciliar el sueño, y no puedo. Afino mi capacidad auditiva; ya no se escuchan ruidos, eso es peor aún. Alguien debe sentirse descubierto; probablemente esté más cerca todavía.

Me quedo inmóvil, sin saber para qué lado huir. Las cortinas de la ventana se sacuden por el viento.

Se me ocurre que puedo conversar con alguien, de otra cosa para olvidar los sucesos que puedan estar ocurriendo en la azotea. Entonces llamo a una amiga y hablamos de cualquier cosa; el perro que no le come, la vecina que canta todas las noches opera, el nene que no quiere ir al colegio, el tránsito citadino cada vez más pesado; y me distiendo, pero después de un rato vuelvo a mis primitivos pensamientos.

Se escuchan pasos sobre mi cabeza, luego un serrucho como si alguien quisiera entrar. La ventana se golpea de pronto, sospecho que no puede ser otra cosa que el viento, pero temo, temo irremediablemente.

Hace horas que llegue del trabajo, y no puedo relajarme por esa serie de ruidos inexplicables, provenientes de la azotea. Justo hoy que cerramos balance! Qué horror!

Nunca ha sucedido nada extraño…. pero hoy puede ser la primera vez. Me levanto sigilosamente de la cama; los ruidos se acercan. Voy a la cocina, tomo el cuchillo de cortar carne, por las dudas, y una tijera de sastre de mi abuelo. Camino lentamente por toda la casa, y adonde voy los ruidos me persiguen. Miro hacia todos lados, no quiero que me asalten por la retaguardia.

Ahora estoy seguro de que los ruidos no son imaginarios, y que provienen de la azotea. Tengo que ser valiente, tengo que animarme a salir y enfrentar el peligro, de lo contrario no voy a poder dormir en toda la puta noche. Tomo valor y salgo al pallier del edificio; camino lentamente hacia el ascensor. Allí me encuentro con el portero de la casa. El hombre me mira extrañado; observa el cuchillo en una de mis manos y las tijeras en la otra. Yo en pijama.

- Buenas noches Sr. Nelson. ¿Qué hace despierto a esta hora, a dónde va?

- Sabe lo que pasa, - balbuceo en tono confidencial-, estoy escuchando ruidos raros, desde que llegué del trabajo. ¿Usted no los sintió?

- No, a esta hora todo el mundo duerme; es martes… -me responde aún extrañado. Me mira tan raro que me siento un idiota, pero nadie va a convencerme de que en la azotea no ocurre nada fuera de lo habitual.

- ¿Realmente no escuchó nada raro?, -vuelvo a preguntar.

- No.

- Probablemente suceda algo en el flanco que da a la calle; ¿usted está al contra frente, verdad?

- Sí. Y dígame, ¿para qué lleva esas cosas?

- Voy a inspeccionar; quiero asegurarme de que no ocurra nada fuera de lo normal.

- Ah…

No parece demasiado preocupado por mis temores.

El ascensor llega al noveno piso; allí parece que baja mi acompañante, puerta en mano desde que ascendimos el octavo. Yo seguiré uno más.

El portero del edificio desciende. Espera a que yo haga lo propio. Es un momento desconcertante.

- Ya estamos en el último piso, -dice sin salir de la confusión que siente desde que me vió.

- ¿Pero no es éste el noveno? Ah, ¿usted va a acompañarme a inspeccionar la azotea?

- ¿Azotea? En este edificio no hay azotea, -responde el portero, mientras se retira, dejándome dentro de la caja de lata, temeroso, ensimismado.
















 











sábado, 11 de mayo de 2024

CIRCULOS CONCENTRICOS

 



    


Un estremecimiento ha convertido en círculos concéntricos la superficie de su vida.

Hace días lo viene midiendo, sopesando. Rumia en cada acto su decisión, y en cada hueco. Se ha respondido toda clase de preguntas, y lo que le queda por hacer es claro. Sólo decirlo, pronunciar las palabras sabidas una detrás de otra.

La cita es a las cuatro, en el bar de enfrente de la plaza, el que está entre la cortada y la gran avenida Corrientes. Pasaje Discepolín.

Los amplios ventanales dejan ver árboles esbeltos que tiñen el paisaje con sus infinitas variedades de verde, y son el marco perfecto para las aromosas flores de los cuidados canteros.

El llegará puntual, siempre lo ha sido. Vestido impecablemente. Intentará detener el tiempo y disfrazar el juego. Pero la suerte está echada y el tiempo seguirá su curso. Para ella.

Ya se ha bañado. comienza a vestirse; los pantalones negros, remera mostaza, sandalias negras sin tacos, un largo collar con cuentas de madera. Desea estar sobria, desea irse, no retenerlo siquiera inconscientemente.

A las cuatro en el bar; también ella esta vez será puntual.

Dos altos pocillos de café, uno cortado, frente a ellos. El termina de mandar un mensaje y la mira con dulzura mientras toma su mano.

- ¿Cómo estás amor?, -le dice, como casualmente.

Ella sabe que será difícil, que será la mala de la historia, y en su frente una a una se presentan las posibles excusas que él ensayará y no lograrán confundirla.

- Bien, ¿cómo estás vos?, responde cortés.

- Bueno, sé que algo sucede así que me siento inquieto, pero supongo que estamos aquí para conversar.

- En parte, Darío.

- No comprendo.

- Tengo algo que decirte. No quiero que sigamos viéndonos.

El hombre la mira perplejo; un estremecimiento ha convertido en círculos la superficie de su vida.

- Pero...

No puede hablar simplemente, su boca no puede articular palabra. Sólo faltan dos días para la boda, y ella dice, no quiero verte más.

La boda, el salón, la iglesia, las invitaciones, el viaje, los sueños, el amor se presentan ante su horizonte, como fotos pesadas que resquebrajan sus músculos.

Finalmente consigue hilvanar algunas de las millones de preguntas que laten dentro de su cabeza, dispuestas a hacerlo estallar. Ha perdido completamente el equilibrio.

- ¿Qué te pasa?

- No puedo casarme con vos Darío. Es eso.

- ¿Pero cuándo lo decidiste? ¿No te parece tarde para pensar en eso?

- Lo decidí ayer, - responde cansada.

- Llevamos juntos tres años, vamos a casarnos...

- Sé que esto es terrible pero no hay modo de cambiarlo. Conocí a alguien y me enamoré.

El suelo cruje bajo sus pies, la tierra se abre entre ambos, la mesa se derrumba, el café se vuelca.

El se levanta y sale del bar. Camina rumbo a la plaza.

Es otro hombre, ha cambiado su mirada para siempre.

Rápidamente se familiariza con la oscuridad de su adentro y el aroma de los jazmines que reposan en cada florero de sus rincones.

Palpa la sedosa textura de ese ámbito, llega levemente y con mesura hacia sitios más rugosos, y pasa por alto una herida cortante que aún no ha cicatrizado.

Camina por los corredores de su interior a tientas, manos estiradas hacia delante para no chocar con temores o vergüenzas. Intentar rosar cada existencia sin llevarla por delante. Observa sin apuro.

Ahora puede oír la música que proviene de una quena cálida y familiar.

Lo envuelve la melodía y el aroma de los jazmines. Comienza a girar y puede divisar ahora que se encuentra en una morada tapizada por grandes almohadones.

Dejar caer su cuerpo agitado por el terremoto y se congracia, leve y seguro, con el recibimiento de la mullida pana labrada. Ha llegado a su corazón. Permanece en él, lo respira intentando llenar con su aire todos los extremos de sí mismo, para no ocultar quién es nunca más.

Miles de luciérnagas verdes y azules iluminan ahora maravillosamente el lugar.

Cuando sale por la puerta acompañado de las luces de sus visitantes, comprueba que la herida ha cicatrizado y los fantasmas ya no están al acecho en los corredores.

La quena continua alardeando su sonora magia.

Respira aliviado. La oscuridad de su adentro se encuentra iluminada.

La próxima vez tendrá mas cuidado cuando toquen a la puerta.

miércoles, 8 de mayo de 2024

DE ESTE LADO Y DEL OTRO


 


Disconformidad que no tolero,

viejos útiles sobre mi mesa;

nada alcanza.

Enmudece el intento,

duelen sangre y huesos;

el opio me sobrepasa.

Y yo aquí,

de este lado y del otro,

me hundo.

Que nadie me salve.

viernes, 3 de mayo de 2024

ESPACIOS PARALELOS

                                            



Silencio nutritivo y manifiesto apenas quebrado por el batir de las alas de una pareja de gorriones, que vuelan hacia el fresno sobre el que me recosté.
Silencio habitado por lo que siento en el corazón y en la piel, este domingo en la ciudad que se siente cobijado por la ladera de una venturosa montaña.
Mi entrecejo redondo y azul invita a los ángeles a venir,
y las hadas escuchan el convite y se asoman tras las hojas de los plátanos y los eucaliptos.

Los rayos del sol acarician tus cabellos azules y rosados. Sus corazones brillan como miles de lunas maravilladas sobre la marina senda del océano. Cantan los gorriones en su melodioso idioma desplegando un laberinto de retazos espejados, sobre su historia y la mía.

Su gorjeo es como un haz de luz entre mi pecho y tu sueño, un puente auspicioso y dorado que acorta la humana distancia.

Subida al haz de luz, danzo, uno a uno abro mis enigmas, desato los enredados hilos, descubro lo escondido, liberto las corrientes.

Me abro sin avidez ni apuro ante mis alados testigos, absortos y etéreos.
Emergen de la carne el nombre, el para qué, las sensaciones y el alivio.
La verdad deambula por mis piernas, con la natural elegancia de un cisne.

Nada es lo que parece.

Hasta los recuerdos hundidos en el fondo de la mirada sonríen satisfechos.
Abierta, serena, luminosa, cierro mis ojos y también sonrío, ajena al “60”, que dobla en la esquina.

La belleza sigue estando en la mirada.

viernes, 26 de abril de 2024

EL MAR DE AFRODITA

 

EL MAR DE AFRODITA


Me vierto íntegra en el incómodo reflejo que los perpetúa. Fantasmas que se desvanecen cuando yo me derramo, espíritus deshabitados que jamás hallarán consuelo. Se esfuman, vociferan y, finalmente, silencian su estrangulada voz inerte y sin pulso.

Me vierto líquida, gota a gota, en cuanto los dedos de mi pie izquierdo, rozan las aguas del Mar de Afrodita.

Entre hilos rojos, azules; espirales violetas, luciérnagas verdes, y círculos amarillos, las aguas del mar me abren el paso, a medida que me deslizo horizontal y tenue, sobre ellas. 

El reloj de arena, a un lado de la orilla, marca el tiempo que mueve a los seres que deambulan calle arriba; pero aquí, entre las serenas aguas de este mar cálido, apenas iluminado por la luz del atardecer, el tiempo es una gran ironía que no viene siquiera a cuento. Hay otro tiempo entre las espirales y las luciérnagas, que me van guiando hacia mi destino en el sub mundo. 

Todas las corrientes del Mar de Afrodita son circulares; rosadas las más leves, anaranjadas las más briosas. Unas y otras se encuentran regadas de flores que forman diseños únicos, y, según el curso que las oriente, en algunas es posible oír voces de antiguas sirenas que continúan cantando desde la más absoluta inexistencia.
Mi destino en su mar, no es llegar a ningún sitio; sólo rodar oblicua sus corrientes, deleitarme con juegos de colores, rozar con delicadeza plantas acuáticas, y mirar cómo nadan los innumerables peces de diversas especies, con una armonía que jamás he visto, en mis visitas frecuentes a los humanos.

Mi destino allí es mutar los huecos en plenitudes, enhebrar las agujas con las que bordaré, a mi regreso a tierra, pensar en lo que ocurre, visitar el Oráculo de las Ideas y el de los Encantos.  Cuidar que los arácnidos rojos no devoren los frutos que se esparcen a lo largo de todo el Canal de la Perseverancia; escuchar los Cuentos de las Viejas del Afuera, entonar los Cánticos de la Gracia; ser ondulante.

Mi destino allí abajo es diseñar en mi mente las ramas que elegiré andar en los árboles que se extienden hacia mí por las mañanas, cuando el sol sale enmarañado de fuego sobre el Mar de Afrodita, y yo respiro entre tus brazos,
extendidas las alas.

lunes, 22 de abril de 2024

COINCIDENCIAS

 


COINCIDENCIAS


Hoy a la mañana me desperté sonriente. El sol extendía sus rayos oblicuos entre las cortinas, y yo, bien descansada y llena de energía, asenté mis pies sobre el suelo fresco, y encomendé el día a mis ángeles.

Tomé el desayuno, y allí me fui a trepar techos soleados, entrecortados por plantas, enredaderas y sogas llenas de ropa reluciente y aromosa.

Esquivé los cables eléctricos caminando pacientemente, haciendo equilibrio con mis brazos extendidos, saltando pequeños abismos, a la altura de los frondosos árboles reverdecidos de noviembre.

Yo me siento, yo me pregunto, yo intuyo, yo salto.

Los maravillosos verbos se mostraban frente a mí, a medida que se iban sucediendo las difíciles esquinas, y las sinuosas terrazas con baldosas de diferentes tamaños, formas y colores.

Rejas, ventanas, macetas y flores, recibían mi paso con delicadeza. Agradecían, mostrándose bellas y prometedoras, las diversas exclamaciones que atinaba a susurrar mi voz, encantada con las diferentes escenas que se iban sucediendo ante mi sorpresa.

Chicos jugando a la pelota, o revolcándose aquí y allá, mujeres tendiendo la ropa recién lavada, adolescentes tomando sol, viejos leyendo y tomándose unos mates; un muchacho tocando la guitarra, pájaros enjaulados que a pesar de los barrotes comen y cantan; todo se abría ante mí, cada ser humano me daba la bienvenida y saludaba mi paso.

Amo trepar los techos soleados, comenzando por algún árbol simple que extienda hacia mí sus fuertes ramas. Cuando la energía brota de mi instinto y mis vértebras, no pienso en nada de lo que deba hacer, a veces ni siquiera me fijo en el vestuario.

Sólo me dejo llevar por el ímpetu redentor de ascender sobre las casas y recorrer el barrio; encontrarme a solas en alguna terraza que por alguna razón me detenga en ella, y disfrutar la vista de la gente que va viviendo a medida que las horas del día avanzan, mientras recuerdo paso a paso quién soy y hacia dónde miro, cuando lo que deseo es ver belleza. 

¿Sabés que casi me muero de risa, arrojada sobre las baldosas, justo enfrente de una medianera gastada por el paso del tiempo, cuando te vi en la otra esquina, sobre el techo de Don Cosme saludando a los vecinos?






EL RIO EN LA PARED

  Mientras saborea el café con chocolate lee la frase estampada en la pared: “Qué hago yo pensando en el río de la vida que sigue fluye...