Críticas de La reina Cristina de Suecia (1933) - FilmAffinity
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La reina Cristina de Suecia

Drama. Romance Suecia, siglo XVII. Durante la guerra de los Treinta Años (1618-1648) muere, en la batalla de Lutzen, el rey Gustavo Adolfo de Suecia. Hereda el trono su hija Cristina, que desde la infancia se entrega en cuerpo y alma a los problemas de estado, lo que la lleva a renunciar al matrimonio con el principe Carlos Gustavo, héroe nacional y el pretendiente preferido por todos. Sin embargo, Cristina se enamora profundamente de Don Antonio, ... [+]
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Críticas 27
Críticas ordenadas por utilidad
28 de mayo de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los primeros compases de La reina Cristina de Suecia (Queen Christina, 1933), de Rouben Mamoulian, queda definida con precisión la actitud y el singular talante de la reina Cristina (Greta Garbo), y el marcado contraste con su entorno, con una mentalidad predominante y unas tradiciones y unas prioridades políticas o palaciegas. Su singularidad se caracteriza por su condición de mujer ilustrada: dado que su día está secuestrado por sus obligaciones de reina, madruga mucho para poder encontrar un hueco en el que poder saciar su sed de lectura y conocimiento, por ejemplo, la obra Moliere, de quien le gusta su cuestionamiento de las pretenciosidad femenina, y de quien ríe con un fragmento en el que ironiza sobre el matrimonio y el hecho poco grato de tener que despertar cada mañana con un hombre al lado); su naturaleza expansiva, nada encorsetada ( cómo al levantarse sale a la terraza con escaso atavío para refrescarse felizmente con la nieve; de hecho, nos es presentada cabalgando por el bosque, como un cuerpo que es impulso vivaz); su mente abierta, flexible ( cómo cuestiona la cerril cerrazón del sacerdote luterano que no quiere permitir la contratación de extranjeros para impartir clases en la universidad de Upsala: para ella lo peligroso no es dejarse contaminar por lo extranjero, lo otro, sino la ranciedad de lo mentalidad cerrada). Y, por supuesto, la colisión entre las emociones, su condición de mujer, y el deber, su condición de reina. Todos sus consejeros quieren que sea aquello que representa, aunque eso implique sacrificar sus emociones. En primer lugar, ajustarse a normas establecidas como casarse, para tener un heredero, y además tiene que ser con un hombre sueco, en el que lo importante, también, es lo que representa, por eso es presionada para que se case con su primo, Carl Gustav, que es héroe de guerra. Precisamente, la guerra es otro de los puntos de fricción. Los aristócratas, es decir, la clase privilegiada, quiere seguir con la guerra, dado además los últimos éxitos, y quiere que el presupuesto público se invierta en la misma. La reina, por un lado, sí tiene en consideración otras voluntades, las de los campesinos, aquellos a los que obligan a participar en la guerra (incluso, se lo pregunta directamente: su respuesta es la resignada de quien está acostumbrado a subordinarse a la imposición de otra voluntad), y por otro, se muestra remisa a que prosiga la guerra. Aboga por un tratado de paz. Botines, gloria, banderas y trompetas! ¿Qué hay tras esas altisonantes palabras? Muerte y destrucción, triunfos de hombres lisiados, una Suecia victoriosa en una devastada Europa, una isla en un mar muerto. Os digo, no quiero más de eso. Quiero seguridad y felicidad para mi gente. Quiero cultivar las artes de la paz, las artes de la vida. Cristina es una voz disonante, una voz singular que se desmarca de su entorno, con respecto al cual se resiste a ser sometida. Es una mujer ávida de conocimiento, de ampliar las fronteras de su mente, o que no existan.

Su disonancia con su entorno o circunstancia queda también sugerida en esa presentación cabalgando por el bosque. Quiere salirse de esa rígida, cuadriculada y restringida perspectiva de la realidad. Su misma apariencia masculina es otro detalle que la desmarca de su desajuste con una actitud o mentalidad preponderante. Por la alternancia de vestuario es hombre y es mujer, no se pliega a una identidad instituida. En esa secuencia inicial, es un cuerpo contemplado en la distancia que parece el de un hombre, hasta que un primer plano, que la encuadra de espaldas, revela, tras que se quite el sombrero y se vuelva, que es una mujer. Esa ansia de fuga volverá a dominarla tras su desencuentro con los representantes de la clase privilegiada, quienes solo quieren guerra y que cumpla su función reproductora de un heredero. Decide de nuevo vestirse como un hombre y cabalgar por los bosques, ya nevados, como quien disfruta de un pasajera sensación de liberación. Será cuando acontezca el encuentro con el embajador de España, Antonio (John Gilbert). En una posada, compartirán conversación y bebida. La sintonía es manifiesta. Antonio queda sorprendido con su conocimiento de Calderón de la Barca o Velázquez, pero en todo momento piensa que ella es un muchacho, hasta que, tras que el dueño de la fonda sugiera que compartan dormitorio dado que no hay disponible habitación para el embajador, se cree una situación desconcertante digna de la mejor screwball comedy: una musical coreografía de gestos y miradas dubitativas y desconcertadas mientras se van desnudando, hasta que él advierte las formas de mujer de Cristina bajo la camisa, y se acerque a ella, mientras las sonrisas de ambos se fusionan como la constatación de lo que ambos ya intuían, la atracción que estaba floreciendo entre ambos.

El despertar propicia una de las secuencias más hermosas, sino la más, de la película. Un momento particularmente mágico, memorable, que es pura musicalidad, o coreografía acompasada a las emociones y sentimientos. Cristina recorre la habitación tocando, palpando, abrazando y asiendo los objetos y muebles, como si quisiera registrar su huella en (la habitación de) sus entrañas, mientras es observada amorosamente por Antonio. Éste le pregunta qué es lo que hace, y ella responde que guardar en su memoria lo que ha sido parte de los dos días más hermosos de su vida, los que ha vivido más plenamente, tras hallar ese amor, que ella, escéptica, no creía posible (como en la conversación previa había compartido con él).
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cinedesolaris
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28 de diciembre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando el piropo todavía no era considerado una agresión machista, en alguna ocasión escuchamos aquello de tener "Más garbo que la Greta". Tampoco es que la frase sea un dechado de imaginación, pero demuestra lo extendido que estaba en España el prestigio artístico de Greta Garbo, "La Divina" diva del cine.
Pues bien, posiblemente la interpretación que hace de la reina Cristina de Suecia sea su obra culminante. La cima de La Divina.
La cinta ayuda a ello.
Trata sobre la vida de Cristina desde su entronización al trono con apenas cinco años hasta su abdicación a los 28. Su rígida educación para el gobierno, estudios, lecturas, política pacificadora, apoyo a las clases populares, fomento del arte, de la cultura y de la ciencia ... y sus pretendientes y devaneos amorosos.
Un sólido guion desgrana la vida del personaje con ciertas licencias históricas.
La realización, centrada lógicamente en Cristina, no se olvida de mostrar el ambiente cortesano con sus cancilleres, nobles, religiosos, embajadores y soldados, ni tampoco al pueblo que retrata en tabernas o en algaradas callejeras.
Excelente ritmo narrativo que con buen sentido alterna escenas de amor y de drama con otras de ingenua comicidad.
De gran brillantez algunas de ellas como reconocen las críticas. Por ejemplo el equívoco de Cristina vestida de caballero cuando conoce al embajador español que recuerda un poco a "Shakespeare in love", o cuando palpa la rueca y los objetos de la habitación como aprehendiendo la atmósfera donde acaba de pasar su noche de amor. Para terminar con el primer plano de su rostro a la manera de mascarón del proa del barco que la aleja de Suecia, la mirada perdida en el horizonte, mientras el viento hincha y agita las velas.
Perfecta ambientación, fotografía, música, interpretaciones ... Estamos ante una obra maestra de la cinematografía.
También ante una reina respetuosa y admiradora de la cultura española de la época. Estamos en nuestro Siglo de Oro y Cristina se relacionaba entonces con Calderón de la Barca, cuyo auto sacramental "La protestación" está basado en la vida de esta reina. Asimismo habla de Velázquez, trata personalmente en Roma al teólogo quietista Miguel de Molinos o recomienda la llegada a la universidad de Upsala de profesores españoles e italianos.
Dejando de lado los amoríos con el Conde de Pimentel fruto exclusivamente de las necesidades del guion, es cierto que este personaje estuvo como embajador en la corte de Cristina donde dejó sentir su influencia hasta el punto que, cinematográficamente, el pueblo sospechó que su reina estaba "Hechizada por el embrujo de España" y se manifestó por las calles al grito de "¡Abajo el español!"
Por una vez Europa reconoce nuestra "leyenda blanca".
Otro detalle a agradecer a esta obra maestra del cine que vivamente recomendamos.
Lafuente Estefanía
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22 de abril de 2008
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Genial y entretenida película sobre la vida de esta reina sueca interpretada por Greta Garbo.
Además de una impecable fotografía, la película nunca aburre y las actuaciones son maravillosas.
Clásico recomendable.
Ezequiel
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18 de noviembre de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Considerada por la crítica especializada como la mejor película de su director, -el poco prolífico Rouben Mamoulian-, y también de Greta Garbo, por encima incluso de las también aclamadas Margarita Gautier y Ninotchka.
La idea de que Greta Garbo interpretara al personaje de la reina Cristina de Suecia fue de la guionista y gran amiga suya Salka Viertel, que era una de las pocas personas de Hollywood en las que la actriz sueca realmente confiaba y que además tenía muy buenas ideas sobre el tipo de películas que la estrella debía hacer. Ya por esas fechas, sus películas estaban muy influenciadas por Salka, con quien había compartido reparto 3 años antes en la película de Jacques Feyder "Anna Christie".
Greta Garbo accedió a renovar su contrato con la MGM a condición de que rodaran "Queen Christina".
Para la elección del protagonista masculino, Garbo insistió en John Gilbert, el último hombre que el Estudio quería.
La historia de este actor fue la que a buen seguro sirvió como base argumental para la oscarizada película de Michel Hazanavicius "The Artist" (2011). Gilbert, en la década de los 20´s era una estrella rutilante del cine mudo y el buque insignia de la Metro, apodado como “El gran amante”, -compitiendo como galán con Rodolfo Valentino-, y protagonizó nada más y nada menos que "The Big Parade" (King Vidor, 1925) -que es la 2ª película más taquillera de la historia del cine silente- y 3 filmes con Greta Garbo, con quien al parecer estuvo a punto de contraer matrimonio: "Flesh and the Devil" (1926); "Love" (1927) –adaptación de la novela Anna Karenina– y "A Woman of Affairs" (1928), pero con la llegada del sonido su carrera cayó en desgracia, siendo rotundamente falso el mito de que esto fuera debido a no tener una voz adecuada, -como efectivamente existieron casos de ese tipo- (su voz era normal, sin ningún rasgo ridículo o inapropiado, y sabía enunciar sus diálogos con claridad. ¿Cuál fue entonces el problema? Se barajan varias teorías para intentar explicar el descenso a los infiernos de este actor.
Una de las más consistentes es que no se adaptó al ritmo de trabajo de los grandes Estudios con la llegada del sonoro, porque gustaba de participar en múltiples tareas de la producción cinematográfica, incluida la escritura de los guiones, lo que le deparó inmumerables encontronazos con directores y productores.
Otra de las hipótesis habla de una conspiración orquestada por el jefe del Estudio, Louis B. Mayer, que no soportaba al galán a raíz de la supuesta pelea que mantuvieron ambos en el año 1926, durante la ceremonia no consumada de matrimonio del actor con La Divina, debido al parecer a un comentario grosero que le hizo el productor al actor, tras ser ambos conocedores de que Greta Garbo no se presentaría a la boda. Cuenta la leyenda, que el productor hizo que sus primeros films sonoros fueran dirigidos por un realizador poco apropiado, el actor Lionel Barrymore (quien a su vez también tenía cierta manía a Gilbert) e incluso que "sabotease" su película "His Glorious Night" de 1928, haciendo que sus diálogos fueran grabados de forma que el tono de su timbre fuera más agudo de lo que realmente era, con lo que el público terminó propinándole una sonora carcajada.
También con el paso del silente al sonoro, se preponderaban los diálogos sobre la gestualidad y los guionistas carecían de experiencia en ese terreno, y fueron actores como Gilbert quienes pagaron la novatada.
Sea como fuere, el caso es que por el año del rodaje de esta "Queen Christina", John Gilbert estaba pasado totalmente de moda y además padecía de depresión y de problemas derivados del abuso de alcohol.
A Greta Garbo la tentaron con todo tipo de actores e incluso llegaron a traer de Inglaterra a Laurence Olivier, pero fue rechazando uno tras otro, hasta que se dieron cuenta que si querían hacer Queen Christina tendría que ser con John Gilbert de protagonista. Pero a pesar de acabar cediendo, los de la MGM no querían de ninguna manera que el fantasma de John Gilbert volviera de entre los muertos y ni siquiera lo mencionaron en el tráiler promocional.
En cuanto a la película propiamente dicha, si bien es cierto que no es muy fiel a la verdad histórica, -aunque sí es verídico que Antonio Pimentel fue enviado como embajador, su historia de amor con la reina Cristina es de ficción, y por ende no pudo constituir el motivo de su abdicación al trono, aparte de que físicamente era una mujer muy poco agraciada, todo lo contrario que la Garbo-, refleja muy bien otras muchas cuestiones como la ambigüedad sexual del personaje (con el morbo añadido de la consabida bisexualidad de la protagonista en la vida real), -que está tratada con mucha sutileza-, su educación como un hombre, sus dotes de liderazgo y buen gobierno, su preocupación por La Paz, su negativa al matrimonio y su preocupación por fomentar la Cultura, -fue una auténtica Mecenas de las Artes y se rodeó de artistas e intelectuales, siendo el caso más famoso de todos ellos el de René Descartes, -que desgraciadamente murió en Estocolmo de una neumonía contraída unos pocos meses después de su llegada-.
Además, la ambientación y los vestuarios son sobresalientes, reflejando con exactitud cómo se vestía en Suecia en el siglo XVII.
A nivel temático el film se debate entre la dicotomía vida privada-vida pública y en los aspectos formales transita entre el cine mudo y el sonoro, siendo innovadora en lo visual y en el uso del sonido, así como deudora de maneras del cine silente, principalmente en cuanto a la planificación de escenas, caracterización de los intérpretes, uso de maquillaje y lenguaje visual.

Continúa en spoiler por falta de espacio.
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burrito
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13 de abril de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los paralelismos de la famosa reina sueca Cristina (1626-1689) con la otra reina sueca del celuloide, La Garbo, en su momento y más con la perspectiva del tiempo, se antojan inequívocos.
Es cierto que físicamente estaban en las antípodas, dado que la hija del rey Gustavo II, era bajita, regordeta, algo contrahecha y al parecer con exceso de hormonas masculinas. Todo ello compensado con su gran inteligencia, dotes de estadista, fuerte temperamento y notable deportista.
Pero aparte de la nacionalidad ambas tenían claro que por encima de sus deberes profesionales querían ser ellas mismas y ambas, sin dar explicaciones decidieron apartarse aún jóvenes de la tiranía de sus estatus en mundos masculinos. Ambas querían "estar solas", para poder vivir acompañadas de aquello que les hiciera sentirse vivas y amadas por encima de la fama. Ambas vivieron su bisexualidad a contracorriente de sus tiempos y ambas alcanzaron la inmortalidad por su legado artístico.
Tuvo que empeñarse La Garbo en que la MGM le adjudicará el papel y romper la inercia de sus caracterizaciones de mujeres con "pasado" y ya puesta convencerlos para sustituir el valor seguro de Olivier por un John Gillbert en decadencia profesional y personal. No se equivocó en ninguna de las dos decisiones. La reina sueca quedaría para la historia asociada a su nombre y a su belleza y su antiguo amante y amigo Gillbert aportó la química y la complicidad requerida para que la historia de amor falsa añadida al aceptable biopic de la soberana no chirriara. Desafortunadamente no pudo detener el declive final de Gillbert que falleció alcoholizado tres años después.
Posiblemente el mejor trabajo de Mamoullian, aunque las escenas donde aparece el malestar popular parecen dejadas de la mano a un segundo operador y desmerecen de la cuidada puesta en escena y fotografía restante. Potente producción en general en la que Garbo parece ir décadas por delante en sus técnicas de actuación y donde el biopic histórico encaja a la perfección con cualquier comedia de enredo de Lope. Garbo luce radiante, sea con atuendo masculino o femenino, desmiente que era una actriz que no reía, y hace creíble la lucha interior entre el deber a su pueblo y su felicidad personal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
ELZIETE
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