Jim Jones: la historia de 900 personas que murieron en Jonestown

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La macabra historia de la muerte colectiva impulsada por un líder religioso

Jim Jones, líder religioso que envenenó a más de 900 personas

Jim Jones, líder religioso que envenenó a más de 900 personas

Foto:Archivo particular / The Jonestown Institute

Jim Jones invitó a sus seguidores a crear un nuevo mundo, pero envenenó a más de 900 personas.

La oratoria, el carisma y la apariencia de Jim Jones deleitaron a cientos de estadounidenses. Lucía juvenil gracias a su peinado y gafas oscuras.
Este pastor creó el Templo del Pueblo y Jonestown, un pueblo en el cual se asentó la extraña secta. Casi todos los habitantes terminaron envenenados.
¿Qué ocurrió? Conozca la macabra historia.

Igualdad

Jim Jones tenía, supuestamente, ideales socialistas. Según reseñaron historiadores y cronistas, él solía defender la igualdad social y racial. Todos eran bienvenidos a su iglesia. Eso mismo predicaba con su familia, pues estaba compuesta por niños adoptados de diferentes razas.
Llegó la década de 1970 y su iglesia parecía no dar abasto con tantos feligreses. El templo estaba ubicado en San Francisco, California, y Jones decidió buscar un lugar mejor.
“En 1974, él dijo que quería que encontráramos un lugar lejos de todas las drogas y alcohol en Estados Unidos. Encontramos Guyana, en Sudamérica, el país perfecto para movernos. Era un país precioso con áreas remotas que podíamos poblar”, dijo Laura Johnston Kohl, una sobreviviente, a la cadena de noticias 'BBC'.
Guyana es un país que limita con Venezuela. En ese entonces era una colonia británica.
El país, con miles de hectáreas de selva, se convirtió en la obsesión de Jones. El líder compró algunos predios y comenzó a acabar con la vegetación a su alrededor. Para 1977 tenía, según él, todo listo para mudarse al nuevo mundo con su congregación.
Los convenció: los 'salvaría' de una especie de apocalipsis que irrumpiría en Estados Unidos.

Jonestown

Haciendo alusión a su apellido, Jim Jones creó un ‘pueblo de todos para todos’.
“Fue descrito como un paraíso, pero no era así. Al momento de estar allá, me di cuenta de que no había futuro en Jonestown. Jim se fue convirtiendo en un paranoico”, comentó Leslie Wegener Wilson, otra de las sobrevivientes, al programa estadounidense 'Today'.
Ella viajó junto a más de 900 personas para instalarse en lo que creyeron sería una ‘tierra prometida’.
“Todos estábamos buscando un lugar para encajar en el mundo, amor, aceptación y Jim Jones nos ofrecía eso”, añadió.
Allá formaron lo que varios denominaron como 'una gran familia'.
Construyeron más casas y espacios para compartir, sembraron su propia comida, disfrutaron de conciertos y, como no podía ser de otro modo, acudieron a las actividades religiosas de Jones.
“Jonestown es un lugar dedicado a vivir por el socialismo, por la equidad económica y racial. Estamos viviendo de una forma común increíble”, mencionó Jones en una grabación recuperada por el FBI en el marco de las investigaciones.

Yo, el salvador

De acuerdo con la información obtenida con el paso de los años, Jones desarrollaba un ritual muy particular cuando anochecía.
Les llamaron ‘noches blancas’: consumo de drogas, abuso sexual y hechos de violencia se presentaban en estas jornadas penumbrosas. En muchas de estas 'noches', Jones amenazó a sus fieles más atemorizados.
Y es que nadie lo podía cuestionar. Él era el 'salvador'.
Las denuncias sobre lo que ocurría en Jonestown cruzaron el Océano Atlántico y llamaron la atención de Leo Ryan, un congresista estadounidense.
Ryan tomó la decisión de viajar a Guyana. Lo hizo el 14 de noviembre de 1978 para corroborar todo. No fue solo, pues empacó maletas con su equipo de trabajo y unos periodistas de la cadena 'NBC'.
Jones se negó a recibirlos, pero ellos lograron conocer de primera mano cómo lucía el pueblo de casi mil residentes.

Hay comentarios de gente que dice que esto es lo mejor que les ha pasado en su vida

“Hay comentarios de gente que dice que esto es lo mejor que les ha pasado en su vida”, dijo el congresista al frente de algunos de los habitantes, de acuerdo con las grabaciones de video recuperadas por los medios.
Ni siquiera Ryan se lo creía.
Esas palabras salieron de su boca y dieron pie a la ovación de los feligreses. Sin embargo, su cara de incomodidad persistía y se acentuaría ante cada escalofriante descubrimiento.
La mentira de Jonestown empezó a derrumbarse por un hecho nimio, pero significativo. Mientras Ryan y los reporteros recorrían el lugar, uno de los habitantes le entregó al periodista Don Harris una nota.
Un corto mensaje que sería el principio del fin.
Era un pedido de auxilio.

‘Ayúdennos a escapar’

La nota fue escrita por unos de los habitantes. Él, en nombre de otros de los pobladores de Jonestown, pedía ayuda para salir del lugar.
El periodista Harris la leyó y no podía quedarse con la duda. Al día siguiente, Jim Jones, al fin, los saludó.
Harris lo confrontó y le preguntó sobre la carta.
“Ellos dicen mentiras. ¿Qué puedo hacer yo contra las mentiras?”, reclamó Jones al ver el papel. Su temperamento llevó a ordenarles que se fueran.
“Por favor, les pido a ustedes que se vayan. No molestaremos a nadie. ¡Váyanse de aquí!”, insistió.
Como los ánimos estaban caldeados, hicieron caso. No obstante, algunas personas empezaron a unirse a ellos para salir del pueblo y eso molestó todavía más al siniestro líder.

La furia

El congresista Leo Ryan, su equipo y los periodistas se dirigieron a una pista para abordar una avioneta que los sacaría del pueblo.
Querían hacerlo con rapidez, pues tenían sospechas de que algo podría pasar. Y así fue.
Cuando estaban cerca de abordar la avioneta, un grupo de hombres llegó en un camión y les disparó. Cumplían, al parecer, las órdenes de Jim Jones.
Jackie Speier, asistente de Ryan en ese entonces y actual congresista, relató aquellos momentos en entrevista con el medio 'ABC': “Cada vez que recuerdo eso, le doy gracias a Dios porque estoy viva. Ryan empezó a correr y yo también. A él le dispararon y cayó. Yo seguí corriendo hacia abajo de una de las ruedas de la avioneta para esconderme y fingir que estaba muerta”.
Los cinco disparos que recibió Speier no le causaron la muerte.
Ryan y parte del equipo no corrieron con la misma suerte: fallecieron producto del tiroteo.
Allí también cayó Don Harris, el periodista que confrontó a Jones.

Muerte colectiva

Minutos después de ese suceso, Jones ordenó reunir a todos sus seguidores.
“Por el amor a Dios, ha llegado el momento de terminar con esto. Hemos obtenido todo lo que hemos querido de este mundo. Hemos tenido una buena vida y hemos sido amados”, decía el líder, según lo escuchado en grabaciones recuperadas por el FBI.
“Acabemos con esto ya. Acabemos con esta agonía”, sentenció.
Acto seguido: sus asistentes le entregaron a todos cianuro para que lo bebieran.
Él no lo bebió: se disparó.
Las autoridades tuvieron conocimiento de lo ocurrido con el congresista y llegaron al lugar para encontrar a más de 900 personas muertas, unas sobre otras, en una escena terrorífica.
Solo sobrevivieron algunos que lograron escapar e internarse en la selva.
“Estoy orgulloso de cómo me criaron. También, tengo que aceptar la tragedia horrenda que mi padre provocó, pero la causó él, no yo”, opinó, en el programa 'Today', uno de los hijos adoptados por el pastor, quien sobrevivió a esto y lleva su nombre: Jim Jones Jr.
La tenebrosa historia de Jones ha sido retratada en libros, documentales y películas.
Es una muestra fehaciente de los extremos a los cuales puede llegar el fanatismo.

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