Retrato de Pedro I de Castilla realizado por el pintor Joaquín Domínguez Bécquer en 1857.

Retrato de Pedro I de Castilla realizado por el pintor Joaquín Domínguez Bécquer en 1857.

Cultura

Pedro I de Castilla: ¿El rey cruel o el monarca justiciero?

Sus detractores lo tildaban de amigo de musulmanes y judíos, por los favores que les daba en lo político y en lo económico, en detrimento de los cristianos

3 septiembre, 2023 07:00

“... E mató muchos en su regno, por lo qual vino todo el daño que avedes oído”.

Pedro López de Ayala, cronista

María de Portugal día a luz a Pedro en agosto de 1334. Fue el único hijo legítimo de Alfonso XI, de los once que tuvo (los otros diez fueron de su concubina, Leonor de Guzmán). Bien pronto sufrió una parálisis cerebral debido a su deformidad craneal, y ese hecho, que dio al traste con muchas de sus neuronas y que además no le dejó desarrollar bien su pierna izquierda, explicaría su cojera crónica, el trastorno en su conducta y el gran número de personas que mató y mandó matar en su reinado. Obviamente, para la sección defensora del rey, esas muertes responden a la simple aplicación de la justicia, ni más ni menos.

Mientras fue príncipe, los obispos de Osma y de Palencia se encargaron de formarlo en letras, y el maestre de la Orden de Santiago lo formó en las armas. Subió al trono con quince años, y, por ser tan joven, fue el noble Juan Alfonso de Alburquerque quien dirigió el poder hasta 1353. Fueron malos años de peste negra, mucho desgaste económico en la guerra contra el musulmán en el sur, y algunas derrotas de Alburquerque en su búsqueda de alianzas con Francia. Pero en 1353, consiguió el noble la deseada coalición con los galos casando a Pedro con Blanca de Borbón. La boda fue en Valladolid en junio, la consumación del matrimonio también, y el abandono de su reciente esposa en favor de su amante María de Padilla, puede que también en ese mes. Todo muy rápido, incluso la decisión de Alburquerque de pasarse al bando de Enrique de Trastámara, quien se oponía al reinado de su hermanastro Pedro y pretendía el trono castellano. Aquí es cuando se inició esa larga lucha entre la Corona y la nobleza por el trono castellano, casi tres lustros de riñas entre los partidarios de Pedro I y los de Enrique de Trastámara, y que se extendieron por Toro, Toledo, Sanlúcar de Barrameda, Sevilla, Molina, Tarazona, Barcelona, Araviana, Nájera, Murviedro…

Fue en esos años, además, cuando Pedro forjó su fama de cruel, cuando se puso a comer sosegadamente delante del cadáver de su hermanastro Fadrique después de matarlo, o cuando la reina Blanca de Borbón fue forzada a beber unas hierbas venenosas…

Y fue por entonces cuando sus detractores lo tildaban de amigo de musulmanes y judíos, por los favores que les daba en lo político y en lo económico, en detrimento de los cristianos. Llegó incluso a abusar fiscalmente de la Iglesia y a castigar a clérigos, y estuvo excomulgado dos veces… No quería que la Iglesia mandara más que el Rey… Con todo eso, no era extraño que, muchos antes en su bando se pasaran al trastamarista.

En la primavera de 1366, Enrique regresó de su exilio en Francia con los apoyos del país galo y de Aragón, para iniciar otro periodo de ofensivas contra su hermanastro. Llegó a Burgos, se proclamó rey de Castilla en el Monasterio de las Huelgas Reales y acusó a Pedro de tirano con los suyos y defensor de los foráneos. Pedro I se marchó entonces al sur de Francia para repensar su estrategia, que no fue otra que firmar en Bayona el acuerdo de Libourne con el heredero inglés.  A cambio de la ayuda militar, el llamado “Príncipe Negro”, recibiría dinero, el puerto de Castro Urdiales y el señorío de Vizcaya. Casi nada… El 3 de abril de 1367 tuvo lugar una importante victoria del bando petrista en Nájera, con una brillante actuación de los arqueros ingleses, y con un saldo de alrededor de cuatrocientas bajas. A lomos de un caballo, Enrique pudo escapar hacia Aragón y terminó refugiándose nuevamente en el sur francés. 

Pero no iba a ser oro todo lo que relucía para Pedro I. En agosto, el Príncipe Negro se marchó de suelo castellano por incumplir Pedro el acuerdo de Libourne. En septiembre Enrique entró de nuevo en Castilla por Calahorra y empezó a hostigar y desgastar, no solo a las tropas de su hermanastro sino también su popularidad en el reino. La crueldad de Pedro estaba intacta –mandó ajusticiar a su antiguo tesorero y a algunos nobles- pero sus arcas no estaban boyantes y Enrique ya controlaba los principales puntos de Castilla central, incluida Toledo, que tenía sitiada. Pedro, desesperado, buscó apoyos en el reino nazarí de Granada, cuyos soldados atacaron ciudades cristianas como Jaén y Úbeda, que fueron quemadas, destruidas y muchos vecinos matados.

A principios de marzo de 1369, las tropas de Pedro I y los soldados musulmanes aliados entraron en Montiel, en medio del Campo de Calatrava. El día 14 ya se estaban enfrentando al ejército del de Trastámara, el cual los venció. Pedro, afligido por la derrota se refugió en el castillo de Montiel. A la desesperada, uno de sus hombres de confianza, Men Rodríguez de Sanabria, pretendió atraer a la causa petrista a Bertrand Du Guesclin, una de las piezas fuertes de Enrique de Trastámara, pero el militar francés no accedió a pesar de recibir jugosas ofertas tanto económicas como en señoríos.

Finalmente, los dos hermanastros, Pedro y Enrique, se vieron las caras en la madrugada del 23 de marzo en la posada donde se alojaba Bertrand du Guesclin. Al principio, después de tantísimo tiempo sin verse, Enrique no lo reconoció, pero alguien de la sala le recordó: “Catad que ese es vuestro enemigo”. Pedro, para que no le cupieran dudas recalcó: “Yo só, yo só”, y acto seguido se abalanzaron uno encima del otro, recibiendo Pedro una herida de daga en la cara y cayendo ambos al suelo. Como Pedro era más fuerte, a pesar de no llevar armadura y estar herido, tenía reducido a su hermanastro, por lo que Du Guesclin intervino, volteando por las piernas a Pedro mientras mascullaba: “Ni quito ni pongo rey, sino ayudo a mi señor”, y aprovechando ese escorzo, Enrique lo apuñaló de muerte.