La representación artística de la muerte en época de la peste negra
Las danzas de la muerte o danzas macabras son un género artístico que surge a finales del Medioevo como alegoría de la fugacidad de la vida en una época marcada por los continuos brotes de peste negra que convertían la muerte en algo cotidiano. Son un reflejo de la ideología religiosa de la época que, por un lado, recuerda que los placeres terrenales son pasajeros y, por otro, evoca el poder igualatorio de la muerte.
Las danzas de la muerte son manifestaciones artísticas protagonizadas por la Muerte como personaje central, que suele ser representada como un esqueleto, que inicia una danza arrastrando a diversos personajes que encarnan las diferentes clases sociales.
Una danza de la muerte completa combinaría la representación gráfica con el texto literario. Pero también existen danzas únicamente gráficas y otras rigurosamente textuales.
Estas danzas componen un género significativo del fin de la Edad Media y el principio del Renacimiento. En Europa la peste negra diezmó a aproximadamente un tercio de la población durante diversos brotes y el miedo a la plaga constituía parte de la vida diaria. Creció, por tanto, una fascinación hacia la muerte de la que conservamos varios testimonios. Esta obsesión viene dada especialmente por la discrepancia entre el esplendor de la vida y la inevitable putrefacción que acompaña a la muerte.
El origen de las danzas de la muerte es uno de los problemas a resolver, constituyendo su fechación uno de los mayores inconvenientes, debido, sobre todo, a la gran diversidad de sus orígenes.
Hay quienes defienden la primacía de los textos germánicos sobre los franceses y latinos. La mayoría de los investigadores consideran que las danzas se gestaron en Alemania (refiriéndonos, en este caso, a los orígenes literarios, pues se cree que la primera danza gráfica fue la del Cementerio de los Inocentes en París, hoy desaparecida), ya que la creencia en fiestas nocturnas en los cementerios llevadas a cabo por los muertos que salían de sus tumbas proviene de ese ámbito territorial.
Conviene aclarar que si bien en este artículo se utilizan como sinónimos los términos de danzas de la muerte y danzas macabras, en ocasiones el último se utiliza con un significado más restringido haciendo referencia a los bailes de los muertos en los cementerios que se acaban de describir, mientras que el primero designaría únicamente a la tipología que estamos analizando.
Por todo ello muchos especialistas consideran como idea germinal de las danzas de la muerte la creencia alemana en las danzas nocturnas en los cementerios. De aquí deriva la iconografía macabra que luego aparecerá junto al texto de la danza de la muerte. Se representan esqueletos o cuerpos en descomposición danzando sobre las tumbas y tocando instrumentos musicales como la flauta o el violín.
Se cree que estas figuras danzantes fueron luego vestidas con los trajes típicos de las distintas clases sociales de época medieval y, posteriormente, se habría dado paso a la representación de los vivos que bailan ante la llamada de la Muerte a su vez personificada.
Tampoco hay que olvidar que en los orígenes de este género cobran gran importancia las artes del teatro, la danza y la música.
La influencia del teatro se percibe en elementos característicos como son el diálogo, la personificación, la escenografía, etc.
Algunos investigadores opinan que el origen de las danzas se centra en los sermones eclesiásticos y en una pequeña representación teatral llevada a cabo en la iglesia a modo de escenario, sin embargo no hay documentos que lo corroboren.
La danza y la música son también unos elementos primordiales en este género. No obstante, no se conserva ningún testimonio musical de la danza, aunque la iconografía macabra presenta gran variedad de instrumentos musicales.
El elemento plástico es la base esencial de las danzas de la muerte, e incluso, a veces, lo literario parece estar subordinado con el único fin de explicar la sucesión de imágenes. Son muy escasas las que carecen de representación iconográfica, entre ellas la Dança General de la Muerte castellana. En la mayoría de casos la imagen parece acentuar el contenido didáctico del texto; los cuerpos en descomposición, esqueletos, cadáveres, tumbas, cementerios, lápidas, etc. son una advertencia acerca de la constante presencia de la muerte.
Las primeras representaciones pictóricas de la iconografía macabra se incorporaban en los Libros de Horas como un elemento más del ámbito figurativo del mundo medieval. Y, con el paso del tiempo, a fines del siglo XV las danzas macabras ya eran un motivo popular en las decoraciones de la arquitectura eclesiástica y para las ilustraciones de manuscritos y libros impresos.
En las danzas, podemos observar una evolución en la representación de los muertos que se pueden colocar en dos etapas. En la primera los muertos se muestran separados del ámbito de los vivos. Pueden aparecer hablando, moviéndose e incluso de pie pero todavía sin mezclarse con la vida misma. Con el paso del tiempo se produce un cambio y observamos cómo estos se muestran invadiendo el mundo y haciéndole bailar.
Esta transformación en las formas de representación se desarrolla paralelamente a un cambio en la mentalidad religiosa de la época. La idea de representar al cuerpo en su putrefacción pertenece a una religiosidad más severa, correspondiéndose con un cristianismo ascético, temeroso de la vida, hostil a la belleza y a la ventura. Esta modificación en la imagen de los cadáveres puede observarse también en las esculturas que decoran las tumbas. Los difuntos dormidos sobre las pesadas losas, jóvenes y bellos comienzan a alterarse hacia la segunda mitad del siglo XIV, incorporando motivos macabros similares a los de las danzas.
Así pues, el periodo que se sitúa a finales de la Edad Media y principios del Renacimiento está lleno de estas visiones de carnes descompuestas y esqueletos. Los estrépitos de risas sarcásticas de los cráneos y el crujido de los huesos resuenan por todas partes. Algunas de estas composiciones presentan una innegable analogía con temas de la antigüedad grecorromana. Ahora en las leyendas de las tumbas que acompañan las representaciones gráficas se pueden leer advertencias de este tipo:
“Durante un tiempo, nosotros fuimos como vosotros; vosotros seréis iguales a como nosotros somos…” o “Mi cuerpo, que antaño fue bello, ahora sólo es carroña”
Una de las danzas de la muerte más representativas es la llamada Danza de Lubeck, considerada como una de las más importantes al ser la más antigua de Alemania.
Tras una epidemia de peste, a mediados del siglo XIV, el artista Bernet Notke pintó esta obra que en 1710 fue trasladada al interior de la iglesia de Santa María. Desafortunadamente en 1942 un bombardeo destruyó esta magnífica obra, pero se conservan unas fotos en blanco y negro de considerable calidad. En ellas puede apreciarse un cortejo compuesto por veinticuatro representantes de la sociedad, diez pertenecientes al estrato eclesiástico y catorce al laico. La procesión está encabezada por un esqueleto, la Muerte, que toca un instrumento y encabeza una danza en la que se presentan todos los personajes en disposición de mayor a menor grado según la jerarquía social.
Entre 1955 y 1956, tras la destrucción de los originales, el artista Alfred Melhau creó dos vidrieras en la nueva iglesia de Santa María en la que se representan los 24 personajes que aparecían en la obra anterior hoy perdida para siempre.
Sin embargo, la más conocida y famosa de todas las danzas de la muerte es la serie de xilografías con dibujos de Hans Holbein el Joven, que fueron publicadas con el título: “Las imágenes y aspectos detallados de la Muerte”. Las ilustraciones fueron dibujadas por Holbein y grabadas por Lükelburger. Holbein publicó el libro durante su estancia en Lyon, hacia 1538.
En esta obra Holbein dedica cada página a un personaje que es un prototipo de un estamento social determinado. Cada grabado va acompañado en la parte superior de una cita pertinente a la Biblia, en latín, y en la parte inferior una cuarteta tomada de versos franceses contemporáneos de la época.
En España existen danzas macabras de gran importancia, aunque el caso español es algo peculiar ya que todos los ejemplos son exclusivamente textuales.
La Dança General de la Muerte es un poema conservado en el Escorial, que se estima realizado en el siglo XV. Se piensa que no es una pieza destinada al teatro. Algunos expertos sostienen que la calidad literaria de este poema es superior a la de los textos similares conocidos en Europa. No se sabe quién es el autor del poema, aunque probablemente fue un religioso ya que demuestra familiaridad con la estructura jerárquica de la Iglesia, el latín, la poesía y muchos conocimientos de orden general. El texto presenta la misma disposición de los personajes que la danza francesa y las únicas mujeres que aparecen son las esposas de la Muerte, que no participan en la danza, son sólo observadoras.
En el poema español se indica claramente que el protagonista es, no un muerto, sino la Muerte:
“Yo soy la Muerte, que a todas las criaturas
que hay en el mundo destroza y arrasa…
A la danza mortal venid los nacidos
todos del mundo, de cualquier estado.
Los que no quisieren, con fuerza impelidos
haréles venir muy pronto al llamado”
Otro ejemplo de las danzas de la muerte en nuestro país lo encontramos en la poesía de Jorge Manrique, autor del magno poema «Coplas por la muerte del Maestre de Santiago, Don Rodrigo Manrique», su padre, que constituyen la cima de la poesía castellana del S. XV. Partiendo del tema concreto de la muerte de su padre, medita el poeta sobre el paso del tiempo: el tiempo y la muerte nivelan a los hombres en una acción democratizante, una característica propia de las danzas de la muerte, tal como ya se ha visto.
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“Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
allegados; son iguales,
los que viven por sus manos
y los ricos”
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Finalmente, cabe citar un último ejemplo de danza de la muerte presente en el Quijote de Cervantes. En esta obra cumbre de nuestra literatura, Cervantes introdujo en el capítulo XI un guiño al género que nos ocupa. En este episodio aparece un grupo de actores que van de pueblo en pueblo representando estas danzas. Cada actor iba disfrazado de un personaje de la sociedad de aquella época como era, por ejemplo, el Emperador y, obviamente, también aparece el personaje de la Muerte. Aquí lo que en realidad encontramos es un documento que afirma que en esta época aún se llevaban a cabo las representaciones teatrales de las danzas; y que Cervantes decidiese colocar este suceso en su obra, demuestra que este tipo de representaciones eran algo muy común en aquella época.
Tal como ha podido observarse a lo largo de estas líneas, las danzas de la muerte constituyen un género propio de gran importancia que surge en un periodo marcado por un cambio significativo en la mentalidad religiosa de finales de la época medieval e inicios de la moderna. Las danzas macabras presentan un desarrollo muy amplio en el que participan diversas manifestaciones artísticas (teatro, pintura, poesía, escultura,…) y que gozaron de gran despliegue territorial, presentando peculiaridades propias en cada región; pero conservando siempre los rasgos distintivos del género.