Críticas de Caballero sin espada (1939) - FilmAffinity
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Caballero sin espada

Drama Jefferson Smith (James Stewart), un joven ingenuo e idealista, que parece fácilmente manipulable, es nombrado senador. Ignora que en Washington tendrá que vérselas con políticos y empresarios sin escrúpulos que le harán perder la fe. Sin embargo, gracias a su secretaria, una joven que conoce muy bien los entresijos de la política, protagoniza en el Senado una espectacular y maratoniana intervención en la que, además de defender ... [+]
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Críticas 90
Críticas ordenadas por utilidad
15 de diciembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno piensa, en un año como 2018, que hacer cine político, cine sobre políticos y con un discurso político, puede resultar cansino para el público. La imagen de la clase dirigente se encuentra bajo mínimos y a ello necesariamente ha tenido que contribuir el cine. Parece que es un tema, vistas las nominaciones de "El reino" a los Goya , sobradamente trillado.

Pero uno luego ve "Caballero sin espada" y se da cuenta que el campo que labró Capra... quedó en barbecho. Y sobre él han crecido malezas, ortigas, chumberas y poco más. Lo que Capra rodó hace casi ochenta años se mantiene igual de pertinente, de revelador, de vigoroso en su denuncia e indignante en muchos momentos. Conviene reivindicarlo.
Romano
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4 de enero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clásico entre los clásicos, «Caballero sin espada» ofrece la particular visión de Capra sobre el sistema representativo y la democracia, efectuando una loable exaltación de los valores patrióticos sin caer en el chauvinismo y apelando al ideal de libertad y república que es la base teórica del sistema pero que, a causa de la corrupción, inherente al ser humano, acaba por resultar disfuncional la mayoría de las veces. El guion personifica las virtudes de idealismo e incorruptibilidad en Jefferson Smith, un personaje que sólo el gran James Stewart podía encarnar con semejante convicción. Perfectamente estructurada y con momentos inolvidables, representa una de las cumbres en la obra del cineasta siciliano.

El film plantea el discurso desde la manipulación política y lo hace prácticamente desde el comienzo, cuando Smith es elegido para suplantar a un senador que acaba de fallecer, una elección hecha en base a las conveniencias económicas de James Taylor, el personaje que típicamente encarna Edward Arnold en los films de Capra y que le viene como anillo al dedo. Capra enlaza ambos mundos por medio del senador más experimentado del partido que representa al mismo estado, Joseph Paine (magnífico Claude Rains). Este personaje marcará el equilibrio entre el triunfo de la verdad y la honestidad de Smith frente a la corrupción, la especulación y el imperio de la falacia que representa Arnold. A todo esto, el director inserta con suma habilidad la historia de amor entre Smith y su ayudante, Saunders, interpretada por una siempre solvente Jean Arthur.

Más allá de la memorable secuencia del discurso sin fin de Smith en la Cámara de Senadores, la película nos muestra la evolución del personaje y su firmeza ante los ideales. Manipulado, calumniado, falsamente acusado y vilipendiado por los medios, Smith se aferrará a sus valores más importantes, la verdad y la razón, para exponer sus argumentos, sugestionado por el manifiesto tallado en piedra que lee en el monumento a Abraham Lincoln. Especialmente inspirado resulta el montaje durante la secuencia que nos muestra a Smith recorriendo los principales centros conmemorativos de la ciudad del Potomac, como el cementerio de Arlington y los monumentos a Thomas Jefferson, George Washington y el propio Lincoln. Como digo, el recorrido visual resulta emocionante y no cae en el fanatismo y la intransigencia que otras manifestaciones han relacionado al ideario norteamericano, sino que apela al espíritu de sus fundadores y a sus principios democráticos como base para el mensaje del film y las convicciones de su protagonista. También resulta meritorio el conjunto de imágenes que ilustran la represión contra los niños que intentan promulgar las ideas de Smith a través de su humilde periódico local.

Como siempre, Capra abre el abanico de los sentimientos y nos invita a una reflexión seria acerca del sistema democrático, una preocupación que, gracias al espíritu totalmente atemporal de la película, sigue siendo tan actual como entonces. A modo de alegoría, presenta la estructura del sistema con sus virtudes y sus grietas, la mayoría de ellas abiertas por el poder mercantil. Entre otras muchas cosas, el film ilustra como pocos la evidente ilación entre las instituciones legislativas y los grandes grupos económicos, una inferencia que ha socavado los principios ideales del sistema.

Otra obra maestra de Frank Capra para pensar y analizar pero, sobre todo, para disfrutar de un cine de altísima calidad, irrepetible e intransferible.
Arsenevich
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16 de enero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los que tengan unos años o sean amantes del cine clásico, comprobarán que el director y el protagonista son los mismos que la archiconocida Que bello es vivir. Pero no esperen nada parecido a aquella colaboración entre ambos. Caballero sin espada comienza bien desde el mismo título, imaginen por un momento esa frase, ¿qué utilidad tendría ese caballero? Poca o ninguna.

Pues por ahí van los tiros de ésta historia, Jefferson Smith, un hombre de pueblo, campechano, amigo de sus amigos y siempre presto a ayudar al prójimo es nombrado senador, con la intención de poder manipularlo a su antojo por los que cortan la tarta. Vamos, que vemos la realidad misma de nuestra época en la pantalla y tratándose del año 1939, increíble, pero cierto. La política "casi siempre" unida a la corrupción y a la manipulación de las personas. Lo que nunca imaginó Smith es que tendría que convivir mano a mano con políticos y empresarios que solo buscan enriquecerse cueste lo que cueste y para eso, él es la diana perfecta donde apuntar para conseguir sus propósitos. Pero no todo será tan sencillo para ambas partes. Su secretaría tendrá un papel primordial en la trama de la película.

Es curioso observar también el poder del que domina los medios de comunicación, la manipulación sobre la gente queda patente en el último tercio de la historia, da igual como pienses, si alguien te hace leer y pensar como ellos. Hoy día eso está a la orden del día. Cortina de humo lo llaman.

En mi opinión la dupla protagonista cuenta con la química perfecta y necesaria para que la historia funcione, James Stewart está en su línea, es imposible ver maldad en su persona, aunque se lo proponga y es el idóneo para interpretar a Jefferson Smith. Por otro lado insisto en recalcar a Jean Arthur, quien tiene un papel muy importante, nada de mujer florero.

El desenlace final es para enmarcar, con un mensaje muy positivo.
THE CROW
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20 de mayo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Ahora se ve, ahora no se ve”, la política como si de un número de prestidigitación se tratara presenta a todos lo que todos quieren ver, banderas, patriotismo, valores, unidad y tradición, todo es bonito y perfecto en un discurso en el que los medios de comunicación en prensa, radio y televisión difunden y amplifican el mensaje, pero extienden un tupido velo sobre una realidad oscura como la noche detrás de todas estas tramoyas, corrupción, amiguismo, influencias, represión, extorsión y en definitiva abusos de todo tipo.

Los políticos solo son marionetas en manos de las pocas personas que mueven la economía del mundo, pendientes 24 horas al día todos los días del año de que los debates políticos tengan como único objetivo el bien común, aunque en realidad el beneficio auténtico como consecuencia de las medidas tomadas, es el que irremisiblemente irá a parar a las manos de los que dirigen los hilos de forma anónima.

Frank Capra no dudó en desvelar el misterio que siempre ha regido la política en cualquier país, denunciando alto y claro la existencia de una corrupción que permite que representantes de las Cámaras no ejerzan su derecho de emitir un juicio libremente sino de forma impuesta y al dictado de lo que se les ordene, solo por mantener sus escaños y un estatus social.

James Stewart en un magnífico papel pone el contrapunto al número de magia comúnmente aceptado asumiendo las actuaciones que de un nuevo político esperaría cualquier ciudadano de bien.

Solo el poder del cine nos permite soñar, al menos durante un par de horas, con el triunfo de la verdad sobre la mentira haciendo que la luz diáfana y poderosa anule por completo a la más terrible oscuridad.
shortcut
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14 de septiembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Caballero sin espada” fue el título -tan poético como arbitrario, como ha sido costumbre aquí desde que se inventó el cine- que tuvo en España “Mr. Smith goes to Washington”, película de Frank Capra fechada en 1939 que se zambulle en las procelosas aguas de la política, parcela de la vida donde parece ser que encontrar a alguien honrado es más difícil que toparse con un ornitorrinco en el desierto de los Monegros.

Protagonizada por el bueno por antonomasia de Hollywood, ese yerno perfecto llamado James Stewart, la película se puede contextualizar resumidamente como un clásico David contra Goliat, o también de cómo un almacándida ve su inocencia interrumpida abruptamente y se transforma en adalid de las causas perdidas. “Intenta ver la vida que te rodea como si acabaras de salir de un túnel” es la frase buenista que autodefine a este don Quijote Smith, como le bautiza Saunders -la protagonista femenina espléndidamente interpretada por Jean Arthur-, quien, delante de su amigo periodista Diz Moore, afirma con lucidez: “Me pregunto si ese don Quijote no nos supera a todos. Si no es una maldición vivir siendo listos como tú y yo”.

Corrupción sistémica, libertad de prensa, limpieza en la democracia, integridad personal, ética política, voracidad empresarial, agujeros del sistema legal… muchos de estos conceptos aquí presentes los deglutiríamos más bien con escepticismo en cualquier película moderna, pero esto es el maravilloso universo Frank Capra, un lugar donde todo es posible y los hombres y mujeres de buena voluntad tienen muchas opciones de salir triunfantes, aunque sea de rebote o de forma un tanto peregrina.

Este caballero no tiene espada, ni la honda de David; sus armas sin filo son el idealismo, la nobleza y la integridad y con ellas va hasta el final sin miedo -por ignorancia o por valentía, da igual- a que la oscura selva humana le engulla y destruya. Armas que son referencias casi utópicas en este mundo pero a las que siempre merece la pena volver a encomendarse, más si es a través de una película brillante alumbrada en el terrible año de comienzo de la segunda guerra mundial.

No ganó en los Oscar a “Lo que el viento se llevó”, pero tampoco nos hace falta para colocar a Jefferson Smith en el altar de los personajes más entrañables y emblemáticos del cine de ayer, hoy y siempre.
Flashboy
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