La insurrección de los comuneros | Revista Credencial
 
[1] Moneda de un escudo acuñada en Popayán 1759, oro acuñado Wikimedia Commons
Agosto de 2022
Por :
José Mario Aguilera Peña*

La insurrección de los comuneros

La Insurrección de los Comuneros, que estalló en el Nuevo Reino de Granada en 1781, fue un eslabón de la cadena levantamientos que sacudieron a las colonias de España en el siglo XVIII. Estos alzamientos, que anunciaban la crisis del orden colonial, tuvieron diversas motivaciones. Por un lado, expresaron los malestares derivados de un orden basado en la división de castas y, por otra parte, evidenciaron la oposición a las medidas de la corona española que pretendían incrementar la extracción de recursos de sus colonias.

 

El detonante: la política fiscal  

 

Algunos de los principales levantamientos de la segunda mitad del siglo XVIII resultaron de la oposición a las denominadas Reformas Borbónicas. Con este paquete de reformas, España buscaba reforzar el control sobre sus colonias, incrementar sus ingresos y mantener a raya a la burocracia estrechamente relacionada con las élites locales. Las reformas también contemplaron la reorganización de las rentas fiscales al implantar los monopolios de tabaco y aguardiente. Igualmente fue expedido el decreto de “libre comercio”, el cual abolió el monopolio de Cádiz y Sevilla y autorizó el tráfico entre las colonias.

 

 

[2] Alberto Urdaneta (1845-1887) y Antonio Rodríguez (ca.1840-1898) Los comuneros 1881, xilografía de pie, Centenario de los Comuneros 

 

 

También se crearon entidades territoriales, como el virreinato del Río de la Plata (1776), y se establecieron cargos administrativos novedosos, como intendentes y regentes. Estos últimos, que tenían mayores atribuciones que los virreyes, debían impulsar en las colonias las reformas económicas y políticas ordenadas por la corona. Esto explica las visitas de los regentes José Antonio Areche y Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, quienes, respectivamente, visitaron el Perú (1776-1785) y la Nueva Granada (1777-1781). En la Nueva Granada, el regente Gutiérrez aumentó el precio de la venta al detal del aguardiente y el tabaco, incrementando los valores del arriendo de los estancos a particulares. Asimismo, diferenció el impuesto de la Armada de Barlovento del gravamen de la alcabala, lo cual implicó un cobro adicional del 2% sobre las transacciones comerciales, aumento que duplicó la tasa del impuesto recaudado a los contribuyentes.

 

Los levantamientos de 1780 y 1781 en el Perú y el Nuevo Reino de Granada estuvieron directamente relacionados con las Reformas Borbónicas. Tupac Amaru exigió la supresión de la aduana, la alcabala, la mita y los repartimientos. Luego, actuando como soberano, en noviembre de 1780 dictó un bando que concedía la libertad a los esclavizados. A su vez, las reformas fiscales fueron la principal causa de la Insurrección de los Comuneros. Sin embargo, durante su desarrollo también emergieron nuevos anhelos y aspiraciones. Entonces se reivindicaron los derechos de indígenas y criollos, se expresaron malestares frente a las formas de propiedad de la tierra y se liberaron sujetos esclavizados. El movimiento fue denominado Comunero debido a que con el vocablo el común se aludía al conjunto de vecinos de un poblado. Es decir, este fue el antecedente de la noción política de pueblo.

 

Irrumpen los tumultos

 

Las protestas contra la corona española comenzaron en 1776, cuando se expidió un decreto que prohibió la siembra de hoja de tabaco en varios territorios. Este provocó trifulcas en Mogotes, Simacota y Charalá (1777-1780). El gran tumulto del 16 de marzo de 1781 en el Socorro fue protagonizado por 2000 personas que protestaban por la fijación de los edictos que separaron los impuestos de la Armada de Barlovento y de alcabala. Posteriormente, la inconformidad contagió a pueblos cercanos y distantes, envolviendo gran parte del virreinato. En efecto, desde el primer motín en el Socorro hasta la aprobación de las Capitulaciones de Zipaquirá, el 7 de junio, se registraron 33 tumultos. Lo usual en estas protestas fue la convocación de los amotinados en la plaza pública con el ruido de tambores y voladores. Se gritaba ¡Viva el Rey y muera el mal gobierno!, mientras se asaltaban los edificios de los estancos y se incineraban los libros de contabilidad de los locales de recaudación de alcabalas, guías y tornaguías. En varios lugares, el clero organizó rezos y procesiones para intentar apaciguar los ánimos.

 

[3] Juan Francisco Berbeo 1880, xilografía de pie, Los comuneros: historia de la insurrección de 1781 Biblioteca Nacional de Colombia 

 

Durante la revuelta y la irrupción de los tumultos se produjo cierta coordinación entre miembros de las élites del Socorro y algunos sectores populares o plebeyos. Estos últimos efectuaron una gran labor de agitación, valiéndose de lazos familiares y amistades en los pueblos de la zona. Dicha alianza condujo a que fuesen electos como capitanes del común de cada localidad miembros del notablato local. La élite socorrana también mantuvo vínculos con personajes destacados de Santafé, quienes aportaron información sobre los sucesos del Perú, noticias sobre el impacto de la revuelta en las esferas de gobierno y redactaron la llamada Cedula del Pueblo. Los versos de este escrito condensaban algunas de las razones de la protesta y el horizonte de sus expectativas.

 

Nacimiento del Ejército del Común

 

Luego de la etapa de los tumultos, los comuneros comprendieron que para hacer efectivas sus pretensiones era necesario organizarse y marchar hacia Santafé. Surgió entonces el Consejo Supremo de Guerra del Socorro, organismo central de la insurrección, el cual se dividió en dos secciones: algunos de sus miembros dirigieron la marcha hacia la capital y los demás permanecieron en el Socorro, encabezando la retaguardia y conservando el orden en la región. La organización militar tuvo las características de un ejército. Se conformó un mando central integrado por el Generalísimo Juan Francisco Berbeo, dos capitanes generales y otros oficiales ayudantes. La oficialidad estuvo integrada por 226 capitanes de compañía y el mismo número de tenientes y alféreces. Además, 800 sargentos e igual cantidad de cabos se pusieron al frente de grupos de 25 soldados. Se calcula que a Nemocón concurrieron 6000 combatientes procedentes de varios pueblos de la Provincia del Socorro y 4000 soldados que aportaron los capitanes de Tunja y Sogamoso. El ejército del común, cuya bandera era rojo carmesí, contó con un cuartel en el Socorro y una red de espionaje y comunicaciones. Este fue un ejército mal armado, predominaron las armas cortopunzantes y los garrotes, que se financió mediante expropiaciones de las rentas reales, préstamos y aportes en dinero y especie.

 

 

[4] Camino a Zipaquirá © Gabriel Fernando Marín 

 

Los comuneros se dividen y capitulan

 

El ejército del común logró dos importantes victorias que aterraron a las autoridades de Santafé. La primera ocurrió el 8 de mayo de 1781 en Puente Real, durante su desplazamiento hacia la capital. Esta fue la más impactante, puesto que impidió que las fuerzas del gobierno frenasen el avance del ejército comunero. Los sublevados se apropiaron de 148 fusiles, 20000 cartuchos y dos baúles llenos de monedas de oro. El segundo triunfo ocurrió el 29 de mayo en la retaguardia, cuando se tomó sin resistencia el poblado de Girón.

 

[5] Conmemoración de la gesta de los Comuneros en Puente Nacional © El Tiempo / Édgar Vargas 

 

Por entonces comenzaron a presentarse fisuras entre los sectores sociales que participaban en la sublevación. Los pobladores más discriminados comenzaron a expresar expectativas que asustaron a los jefes de la revuelta. Por ejemplo, durante los tumultos en el Socorro corrió el rumor de que se pretendía quemar los archivos notariales para que así los terrenos quedaran “enteramente comunes”. En la misma región se ocuparon las tierras de un rico capitán comunero. Por su parte, los indígenas manifestaron la intención de recuperar sus resguardos y no seguir pagando tributos. Asimismo, se produjeron sublevaciones de esclavizados en las provincias del Socorro, Mariquita y Antioquia. Otra división se presentó en el campo en Nemocón, donde acampaba la tropa. Los jefes máximos de la revuelta optaron por la negociación, mientras que buena parte de los rebeldes era partidaria de continuar la marcha hasta Santafé. A la primera postura se sumaron los capitanes de Tunja y Sogamoso, quienes conducían la tropa más sumisa, contingentes que, junto con aquellos liderados por el indígena Ambrosio Pisco, impidieron el paso hacia la capital.       

 

 

[6] Entrega del oro © Gabriel Fernando Marín 

 

Esta situación fue aprovechada por el arzobispo Antonio Caballero y Góngora, quien llegó a un acuerdo con los líderes comuneros. Este fue consignado en los 35 artículos de las Capitulaciones de Zipaquirá, cuyos puntos más significativos fueron los siguientes: se abolirían los impuestos de Armada de Barlovento, de guías y tornaguías, de barajas, el gracioso negativo y la media anata. Las tasas de otros impuestos, como la alcabala, se reducirían. Además, se derogaría el estanco del tabaco y se suprimirían los peajes a la entrada de Santafé. En lo concerniente a los indígenas, estos verían reducidos sus tributos y derechos religiosos, ganarían la exclusividad en la explotación de las minas de sal y tendrían la posibilidad de regresar a los resguardos que no hubiesen sido subastados. Igualmente, en el ámbito de lo político, el regente Gutiérrez debería abandonar el reino y se preferirían los “nacionales” a los peninsulares en el otorgamiento de empleos de primera y segunda categoría. Además, se acordó institucionalizar al Ejército del Común como fuerza legítima del Reino, reivindicación que claramente amenazaba la soberanía real. Finalmente, el perdón general se concedería a todos los participantes de la rebelión.    

 

 

[7] Pablo Antonio García del Campo (1744-1814) – atribuido
Antonio Caballero y Góngora S. XVIII, óleo sobre tela, 126 x 94 cm 
Reg. 03.1.112
© Museo Colonial / Oscar Monsalve 

 

Galán defiende las capitulaciones e intenta una nueva marcha

 

El capitán comunero José Antonio Galán no estuvo presente en la firma de las capitulaciones debido a que estaba recorriendo diversos poblados durante una campaña por la hoya del río Madalena. Allí la revuelta se hizo más radical, puesto que parte de las demostraciones de inconformidad se dirigieron contra los hacendados, funcionarios y rentistas. Dicha confrontación se expresó en el tumulto que tuvo lugar el 23 de junio en Honda, ocasión cuando se escuchó el grito de ¡Mueran los blancos! Además, en su recorrido por la región, Galán agitó las tensiones al liberar los esclavizados de tres haciendas. Se le atribuye haber dicho en Mariquita que, en sustitución del rey de España, se proclamaría al rey Inca.

 

[8] Castillo Cervantes José Antonio Galán
S.f, óleo sobre tela Colección Sociedad Bolivariana de Colombia
© Marta Ayerbe 

 

Antes y después de las capitulaciones, la rebelión se expandió con fuerza por regiones como Antioquia y la Capitanía General de Venezuela, donde se reunió un ejército de 2000 hombres que llegó hasta Trujillo. En la provincia del Socorro, las protestas continuaron debido a que se consideraba que las capitulaciones no habían recogido todas las aspiraciones del común. Estas se intensificaron a comienzos de septiembre de 1781, cuando se supo que los acuerdos habían sido anulados con el argumento de que habían sido pactados mediante el uso de la fuerza. Prueba de ese malestar fueron los 18 tumultos ocurridos en la zona entre el 20 de junio y el 11 de septiembre. Cuando Galán llegó a la región, el 2 de septiembre, trazó planes para una nueva marcha e intentó reactivar el movimiento para defender lo capitulado. Sin embargo, fue apresado y conducido a Santafé donde fue ejecutado el 1 de febrero de 1782. Posteriormente fue descuartizado y sus restos se exhibieron como escarnio en varios lugares del reino. La sentencia de su ejecución ordenó regar su casa con sal y declarar infame a su descendencia.

 

 

* Doctor en sociología jurídica e instituciones políticas. Profesor Universidad Nacional de Colombia.