CUENTO DEL LEÑADOR Y EL HACHA

Había una vez un leñador que aceptó una oferta de trabajo talando árboles para una gran empresa.

Las condiciones del empleo eran muy buenas, por lo que el leñador se vio en la necesidad de hacerlo perfecto.

El primer día, tras conocer a su nuevo jefe, se le dio un hacha y se le asignó una zona del bosque para que talara.

Tras la primera jornada, consiguió talar 18 árboles. Esto provocó halagos de sus compañeros y de su superior.

Al día siguiente, y más motivado aún que el primer día, se dispuso de nuevo a cortar árboles.

Sin embargo, pese a sus esfuerzos, no pudo cortar más de 14 árboles, algo que le provocó una gran frustración.

Al día siguiente, aún molesto por el poco rendimiento que había mostrado, se prometió batir el récord de la primera vez.

Sin embargo, según avanzaban los días, cada vez cortaba menos árboles: el tercer día cortó 12, el cuarto cortó 7, el quinto día 4 y el sexto día solo pudo cortar 1.

Este último día, el leñador cansado y preocupado, fue a hablar con el capataz para explicarle lo que le ocurría.

Le juró y le perjuró que estaba intentando hacer todo lo que podía, pero que no estaba siendo suficiente…

A todo esto, el jefe le preguntó:

“Pero, ¿desde cuándo no afilas tu hacha?

A lo que el leñador respondió:

“¿Afilar el hacha? No he tenido tiempo para eso, he estado ocupado intentando talar el máximo número de árboles”.

Enseñanzas

Quizás para cada uno de nosotros afilar el hacha tenga un sentido diferente. Algunos pensaran en la formación, otros en la necesidad de descansar o también en lo importante que es una buena organización.

El caso es que en el deporte o trabajo, si no tuviéramos a nadie para darnos orientaciones, es muy posible que muchos de nosotros acabáramos esforzándonos ciegamente en tareas poco productivas, porque es muy fácil perder la perspectiva.

Normalmente, si eres deportista, opositor o trabajador, siempre tienes a un entrenador, profesor o jefe para recordarte que tienes que afilar el hacha, pero si trabajas solo, corres el riesgo de dar palos a un tronco a la desesperada sin ver el verdadero problema. Por eso, de vez en cuando tienes que tomarte un respiro y reflexionar sobre lo que haces.

La próxima vez que te sientas atascado y veas que no estás avanzando, párate un momento, y recuerda la historia del leñador, porque es muy posible que necesites afilar el hacha.