Nieta de Jacques Cousteau habla de la exploración de su abuelo y de conflicto por la herencia

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Medio Ambiente

‘Aún me complica tener el apellido Cousteau’: Céline Cousteau

Céline Cousteau, durante uno de sus recorridos.

Céline Cousteau, durante uno de sus recorridos.

Foto:Enel - Archivo personal familia Cousteau

La nieta del famoso navegante francés habla de su abuelo y del conflicto familiar por la herencia.

Ante la primera pregunta, Céline Cousteau, de 45 años, lanza una carcajada. Hace apenas unas horas había llegado a los terrenos de la Fundación San Ignacio de Huinay, en el fiordo Comau, donde se inicia la Patagonia, y no importa qué tan remoto sea este lugar o qué tan lejos esté de cualquier ciudad o pueblo, la fama de su abuelo la persigue siempre.
“¿Que si me complicó alguna vez tener el apellido Cousteau? Claro. Me complicó en el colegio y en la universidad, y después en la vida adulta. La gente me decía: ‘Ah, Cousteau, como Jacques’. ‘No, Cousteau como Céline’, les respondía yo. Aún, a veces, me complica tener el apellido”, dice. Está sentada en el comedor de una de las casas de la fundación, que se dedica a investigar y conservar las casi 34.000 hectáreas de esta zona, un ecosistema único en el mundo y prácticamente desconocido.
La nieta del explorador oceánico que hace medio siglo revolucionó los programas científicos de la televisión, mostrando imágenes de criaturas marinas impensadas hasta ese momento, lleva 15 años dedicada a la exploración marítima y terrestre. A pesar de que estudió psicología y arte, y de que hace dos décadas imaginaba su vida lejos de la saga familiar, hoy pasa su tiempo recorriendo el planeta, a veces junto a su padre, Jean-Michel Cousteau, y a su hermano Fabien; otras, con su propio equipo de producción, para grabar documentales sobre lo que está pasando en el mundo submarino, y también en el terrestre.
En Huinay grabó un capítulo de Céline Cousteau, la aventura continúa, una serie que transmitió la televisión pública francesa a finales del año pasado y que estuvo tras la huella de los lugares que visitó su abuelo y espacios nuevos para descubrir y explorar. “Hacía mucho tiempo que no había nada de los Cousteau en la TV francesa, porque existen problemas jurídicos en la familia, pero finalmente hemos podido hacerlo”, explica. Pero no pudieron usar ninguna imagen del programa El mundo submarino de Jacques Cousteau, cuyos derechos pertenecen a la segunda esposa del navegante, Francine, y los dos hijos de ese matrimonio: Diane y Pierre-Yves. Cada vez que tratan de hacer algo con ese material, se generan problemas, cuenta Céline. Y agrega: “Con solo el hecho de decir que iba tras los pasos de mi abuelo, causé como una alerta. Nos avisó un abogado. Así están las cosas”.
A la izquierda, Céline Cousteau, durante uno de sus recorridos. Abajo, Jacques Cousteau junto a sus nietos Céline (izquierda) y el hermano de esta, Fabien (derecha).

A la izquierda, Céline Cousteau, durante uno de sus recorridos. Abajo, Jacques Cousteau junto a sus nietos Céline (izquierda) y el hermano de esta, Fabien (derecha).

Foto:Archivo personal familia Cousteau

Jacques Yves Cousteau (1910-1997) fue marino, piloto y militar; inventó los equipos submarinos que permitieron explorar bajo el mar y cautivó a espectadores del mundo con sus documentales. Entre 1967 y 1976 filmó los 36 programas de la serie ‘El mundo submarino de Jacques Cousteau’, que lo transformaron en una superestrella. “Mira la imagen que tenía, con su gorro –dice Céline–. No vas a creer que eso fue casualidad. Todo está superpensado, y es igual con las celebridades hoy. Pero en esa época no había nada de eso. Él entendía muy bien la magia del contador de historias”.
Pero en su vida privada no había tanta fama ni éxito. Se casó a los 26 años con Simone Melchior, quien tenía 17. Con ella tuvo dos hijos: Philippe, quien murió en 1979 tras un accidente en el hidroavión que pilotaba, y Jean-Michel, el padre de Céline.
Según aparece en Jacques, la película biográfica de Cousteau, dirigida por Jérôme Salle, fue Simone quien lo convenció de dejar la marina para dedicarse a la exploración y lo empujó a comprar el Calypso, el barco con el que circunnavegó el planeta. “Ella siempre estaba viajando en el Calypso, incluso mucho más que mi abuelo. Él era más estrella, porque también tenía que hacer el trabajo de prensa, dirigir a la productora, a su asociación. Pero mi abuela no quería ser famosa, no quería estar al frente de la cámara, no le interesaba. Lo que le interesaba era navegar, y ella iba, viajaba en el Calypso desde el inicio hasta el fin de una expedición. Los demás llegaban en avión, pasaban un tiempo, hacían su grabación y regresaban a tierra”, cuenta.
En la embarcación, dice, su abuela se encargaba de todo, desde cortarle el pelo a la tripulación hasta dar consejos y preocuparse de lo que debía o no se debía comer y tomar a bordo. “Incluso mi abuelo dijo alguna vez que ella era la verdadera capitana del Calypso. Yo creo que en la película se entiende que ella fue el núcleo de este barco. Pero que no se malinterprete: ella no era una persona fácil, ni simple ni tierna. Era una persona dura. Era como tiene que ser quien vive en un barco todo el tiempo, rodeada de hombres, en el medio de la nada”.
En cambio, la película muestra a su abuelo como un hombre ambicioso y mujeriego. ¿Qué le pareció?
Es una interpretación. Conozco a Jérôme Salle. Habló con mi papá y la familia de mi tío Philippe. Hay una parte que es linda, porque es un homenaje. Y hay otra parte que no. Lo veo como un filme, para mí son actores, no es mi familia (...). A mi abuelo se lo muestra como un hombre con mucha ambición. Y sí, hay una parte de eso que es verdad. Una persona como él no puede hacer el trabajo que hace sin tener toda esa fuerza de ir adelante pase lo que pase, y a veces hay víctimas en el camino. Hay gente que salió decepcionada de la película, porque pensaron que Jacques Cousteau no era una persona tan simpática como creían.
Incluso, para algunos dejó de ser el héroe que era...
Yo creo que la culpa es de nosotros, porque un héroe no es perfecto, es humano. Pero ¿sabe qué fue lo más difícil para mí respecto de esa película? Que mi abuela nunca, nunca, quiso que su historia fuera conocida por el público. Ella era muy discreta.
A su abuelo siempre se le criticó que muchas veces maltrató a criaturas marinas para filmarlas. ¿Qué piensa usted?
(Se ríe). Es que era otra época, no se sabían esas cosas, que uno no debe hacer esto, que no hay que maltratar a un animal. Gracias a él, por una parte, se entendió y él se dio cuenta de que uno tiene que proteger las especies, que no es solo explorar. Formó parte de esa concientización. Creo que una parte que lo motivaba era la curiosidad, de querer ver, explorar, conocer. Y pasar 18 meses en el Amazonas, en el Misisipi, en el Danubio; en cada río, cada mar del mundo.
Cuando Simone Melchior falleció en 1990, se supo que su marido tenía una amante, Francine Triplet, quien había sido azafata de Air France y con quien había tenido dos hijos. A pocos meses de enviudar, Cousteau se casó con ella. Francine y sus hijos están hoy a la cabeza de la Sociedad Cousteau, organismo que tiene los derechos de los documentales e imágenes de Cousteau. También de su nombre.
Tal vez uno de los episodios más duros de la vida de los Cousteau fueron las diferencias entre Jean-Michel y su padre. En 1995, Jacques inició un juicio en contra de él porque usaba su apellido en un resort que había abierto en las islas Fiyi. Un juez falló a favor del navegante y obligó al hijo a poner su nombre completo para evitar confusiones.
Céline, ¿Jean-Michel dejó atrás las diferencias con Jacques Cousteau y su segunda mujer?
Sí, pero también es difícil, porque cada vez que quiere hacer algo, se lo impiden. Y mal, si mi papá hace un trabajo lindo, está defendiendo el mar. Toda la herencia se quedó en las manos de la segunda esposa de mi abuelo. Entonces, no podemos hacer nada. Nosotros no podemos usar ni siquiera las imágenes de sus documentales. Es un exceso de celos casi ridículo, pero ¿qué se le puede hacer?
¿Qué haría usted si tuviera los derechos?
Si yo fuera dueña de los derechos haría que nos sentáramos toda la familia, que habláramos de lo que quiere hacer cada uno y nos arregláramos. Si no se habla, qué se puede hacer, ¿pelear? No tengo tiempo para eso, hay demasiadas cosas que hacer, quiero seguir el trabajo que hago, quiero hacer algo lindo, contar historias...
Céline cuenta que su abuelo le enseñó a bucear a los 9 años. Fue en un viaje a la Amazonia, el único que ella hizo en el Calypso. Lo que vio aún está grabado en su memoria: grandes erizos, morados y azules, el piso con rocas y corales. “Estaba fascinada. Me llevaba con su mano por abajo para guiarme y no recuerdo el momento en que lo solté”.
¿Nunca más se subió al Calypso?
El Calypso no era un lugar para niños, hay que entender que en esa época no había teléfonos celulares ni comunicación fácil. Era un ambiente de trabajo, de exploración, era duro.
Debido a su trabajo, Jacques Cousteau tuvo una relación distante con sus hijos. ¿No teme que le ocurra lo mismo?
Es interesante eso, porque cuando uno se dedica a un trabajo como este creo que es difícil tener el equilibrio. Estoy todo el tiempo buscando el equilibrio, porque no quiero que mi hijo sufra porque me fascina mi trabajo; quiero llevarlo, si él quiere. Y lo he llevado por todos lados hasta sus 4 años. Y también he aprendido a decir que no.
De lo que ha visto en todos sus viajes, ¿cuál es el sector marino más complicado en el planeta hoy?
Hay varios, puedo pensar en dos de inmediato: la sobrepesca y la pesca no sostenible y la basura plástica, los químicos, todas esas cosas que echamos al mar. Esto lo sé porque converso con científicos y conozco personas que luchan contra esto, no necesariamente porque entro al océano, porque no se ve.
Tras terminar las filmaciones de su serie documental, Céline Cousteau volvió a su casa en Estados Unidos. Y en junio pasado comenzó grabaciones con su padre y su hermano para Discovery.
Céline mira por la ventana y dice que está ansiosa por bucear en las gélidas aguas del fiordo Comau. Sabe que bajo ellas se esconden corales, esponjas y medusas, algunas sin registro científico todavía de su existencia. “La gente dice, ‘qué fácil y entretenido lo que hacen’, y no, no es fácil. Todo el equipo que hay que ponerse, siempre incómodo, el agua fría. No lo hacemos porque es cómodo, sino porque es parte del trabajo. Si uno quiere vivir una vida así, conocer esos lugares, grabar historias apasionadas, interesantes, uno tiene que hacer la parte difícil también. Esto no es para perezosos”.
ESTELA CABEZAS
EL MERCURIO (Chile) - GDA
En Twitter: @ElMercurio_cl
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