El Reino Dividido y Conquistado: Del Destierro a Babilonia a los Macabeos - Historipedia

El Reino Dividido y Conquistado: Del Destierro a Babilonia a los Macabeos

ISRAEL Y LA BIBLIA 3: EL REINO DIVIDIDO Y CONQUISTADO

El reinado de Salomón empezó muy arriba, pero al final se llenó de vicios, corrupción y pecados. Encima jodió a la gente con impuestos muy altos. Con todo esto, las tribus del norte se rebelaron contra el sucesor, Roboam, quien aumentó la carga tributaria, y comenzó la división de Israel en dos reinos. Al norte continuó el Reino de Israel, con capital en Siquem; y al sur se formó el Reino de Judá, con capital en Jerusalén.

El Reino Dividido: Israel y Judá (928-587 a.C.)

ISRAEL: Fue Jeroboam I quien lideró esta rebelión contra el sur, contra Roboam, y extendió la idolatría por las diez tribus del norte. Para ello creó dos altares con becerros de oro, uno en Betel y otro en Dan, para no tener que ir todos los años a Jerusalén a celebrar la Pascua. Además Jeroboam se alió con Shesonq I, faraón de Egipto, conocido en la Biblia como Sisac, que acabó saqueando Jerusalén y todas sus riquezas, aunque Roboam siguió gobernando, pero como súbdito. Los sucesores de Jeroboam mantendrían luchas constantes contra Judá y los filisteos.

JUDÁ: En Judá, durante el reinado de Asa, se prohibieron los cultos a ídolos y echaron a todos los paganos, así como a los egipcios. Aliado con el rey sirio Ben-Hadad luchó contra Israel, cuyas luchas se intensificarían con el reinado de la dinastía de Omrí en el norte, que acababa de subir al trono tras sangrientas luchas internas.

ISRAEL: Este Omrí, en el año 885 a.C., trasladó la capital de Israel a Samaria, una ciudad construida estratégicamente sobre una colina. Para estar mejor protegidos firmó un acuerdo con la ciudad fenicia de Sidón, casando a su hijo y sucesor Acab con Jezabel, hija del rey fenicio. Este matrimonio abrió de nuevo la puerta al culto de dioses fenicios al Reino de Israel, algo que el profeta Elías no vio con buenos ojos. Cuando Acab llegó al trono levantó en Samaria un templo a Baal y un palacio conocido como la casa de marfil. Luchó contra los asirios de Salmansar III en la Batalla de Qarqar (853 a.C.) junto a una gran coalición de reinos sirios (Ben-Hadad II) y egipcios (Osorkon II). Los asirios se retiraron, pero volverían.

JUDÁ: Atalía, hija de Acab, contrajo matrimonio con Joram de Judá, y esto dio lugar a un pequeño periodo de paz y reunificación entre los dos reinos. Pero esta tía resultó ser una loca de mucho cuidao, pues reinó con tiranía y trató de imponer el culto a Baal en Jerusalén. Trató de matar a todos los miembros de la casa de David, incluido a su nieto y sucesor, que por suerte sobrevivió. Este era Joás, que fue ungido rey. Atalía acabó asesinada y el templo a Baal en Jerusalén reducido a cenizas. El conflicto entre ambos reinos volvía a la carga.

ISRAEL: En el año 841 a.C. Jehú hizo algo parecido a lo de Joás. Dio un golpe de estado en Israel, mató al pagano de Acab, echó a Jezabel a los perros y purgó a su pecadora familia. Se hizo pasar por adorador de Baal y reunió en el templo a todos los paganos que hubiese, a los que dio ropas blancas para poder identificarlos aunque huyesen. Y después matanza total. Tras eso fue ungido rey con la aprobación del profeta Eliseo y destruyó el templo a los baales de Samaria.

Jonás y la ballena. Este pequeño libro de la Biblia se sitúa más o menos por esta época. En él se cuenta la historia de Jonás, un profeta al que Yahvé encarga ir a predicar a la ciudad asiria de Nínive, la nueva potencia de Mesopotamia. Jonás se negó y trató de huir en un barco, pero en medio de una tempestad la tripulación le arroja al mar. Tras eso, un enorme pez se lo traga y Jonás está tres días en sus tripas rezando hasta que lo vomita en la costa. Jonás, flipando, acepta ir a Nínive a anunciar que en 40 días sería destruida. Los habitantes ayunaron y Dios les perdonó, y Jonás quedó como un gilipollas, aunque al final se hace amigo de Dios.

Los asirios acabaron con el Reino Arameo de Damasco gobernado por Hazael en el 806 a.C. Jeroboam II fue coronado rey de Israel en el año 787 a.C., y sus sucesores acabarían pagando tributos al rey asirio Tiglat-Pileser III. Sin embargo, el último rey de Israel, Oseas, que había sido impuesto por el asirio, se sublevó contra Sargón II en el año 722 a.C. Error. La ira de Asiria no se hizo esperar: Israel desapareció y pasó a formar parte del Imperio Asirio. Tras esto hubo miles de deportaciones, lo que hizo que esta gente perdiese su identidad original. Ahora son conocidos como las 10 tribus perdidas. Paganos de otras naciones fueron llevadas a Samaria para que se mezclaran con los israelitas que quedaban, y de ahí salieron los samaritanos, que serían como apestados para los judíos pues adoraban a Yahvé, pero a su vez lo mezclaban con cultos paganos.

Muchos afortunados israelitas norteños lograron huir al sur tras la invasión, a Judá, gobernado por Acaz, y la población en este reino creció como la espuma. Su sucesor, Ezequías, tuvo que ampliar el templo y las murallas de la ciudad, porque no cabían todos. Además construyó la piscina de Siloé para poder tener una fuente amplia de agua potable en la ciudad. También luchó contra el culto a la serpiente Nehustán. Pero malos tiempos llegaron debido a los insaciables asirios, especialmente con Senaquerib, que asediaron la ciudad de Laquis y después cercaron Jerusalén. Ezequías estaba acojonado, pero según la Biblia, Dios le echó un capote. Un ángel mató esa noche a casi 200.000 asirios, aunque parece ser que fue debido a la peste. Los supervivientes se piraron cagando leches. 

El profeta Isaías, uno de los más grandes del judeocristianismo, vivió en esta época. No sólo predijo la peste que acabaría con la amenaza asiria, sino que predijo cosas más lejanas en el tiempo, como el exilio a Babilonia, la llegada de un mesías y una Jerusalén gobernando en el mundo entero. Otro gran profeta de la época fue Ezequiel, que seguramente os sonará por la famosa escena de Pulp Fiction.

En el año 640 a.C. el trono de Judá fue a parar a Josías, y poco tiempo después el sacerdote Helcías encontró un libro de la Torá perdido desde hacía mucho tiempo. Todo parece que este libro fue el Deuteronomio, y esto condujo a reformas en el culto muy importantes, ya que comprobaron que llevaban violando la ley de Dios mucho tiempo. Algunas reformas fueron la centralización del culto en Jerusalén o la celebración del Pésaj, la Pascua, la conmemoración de la salida de Egipto. También se utiliza más ampliamente la menorá, el candelabro de siete brazos, que representa la zarza ardiente. El reinado de Josías fue muy próspero, pero tras la caída de Asiria en el año 609 a.C. se enfrentó al faraón Necao II y acabó muerto. Este faraón tomó Judá e impuso como rey vasallo a Joaquim.

No pasaron demasiados años hasta que el rey babilonio Nabucodonosor II derrotó a Necao II en la batalla de Karkemish (605 a.C.) y tomó el control de toda la zona. Invadió Jerusalén, deportó a Joaquim II, al profeta Ezequiel y otros israelitas e impuso otro rey como vasallo, Sedecías, en el año 589 a.C., el último rey judío. No tardó Sedecías en rebelarse contra el poder babilónico y estos fueron a tomar Jerusalén. El profeta Jeremías, hijo de Helcías, le advirtió que no se opusiese a Nabucodonosor, ya que de lo contrario lo destruiría todo, incluido el Templo de Salomón. Sedecías no le hizo caso al profeta y los babilonios destruyeron todo y a él le mataron a los hijos y después le sacaron los ojos. Era el año 586 a.C., y aquí comienza el Destierro de los judíos a Babilonia, donde vivirían los próximos cincuenta años hasta la llegada de Ciro el Grande, rey de Persia.

DESTIERRO EN BABILONIA (586-539 a.C.)

Los judíos desterrados comenzaron su nueva vida en La Ramera, como llamaban a la ciudad babilónica. ¿Por qué? Porque allí todo era perversión, materialismo, paganismo. Había mercados de mujeres, prostitución, cultos a multitud de dioses… Los judíos lo iban a pasar muy mal, primero viviendo en barriadas llamadas juderías, aunque con el tiempo fue prosperando hasta hacerse un hueco en las clases más acomodadas. Pero para evitar que toda su historia y cultura cayesen en el olvido comenzaron a recopilar las historias sobre sus patriarcas, profetas y grandes personajes y juntos fueron conformando el Tanaj, o Antiguo Testamento

Durante este periodo, La Biblia nos cuenta la historia del profeta Daniel, un chaval de 14 años que llegó en este exilio a la ciudad caldea. Al poco tiempo de llegar se vio que era un joven espabilado al defender en un juicio de adulterio contra una mujer llamada Susana. Probó mediante un hábil interrogatorio que la mujer era inocente y que los acusadores mentían. Poco después Nabucodonosor escogió a cuatro jóvenes hebreos para que fuesen educados para entrar a servir al rey. Uno de ellos fue Daniel, que aprendió mucha de su tradición literaria y costumbres.

Ya en la corte, el rey tuvo un sueño muy chungo, y pidió a sus astrólogos que le dijesen qué significaba. La cosa es que les dijo que había olvidado el sueño, para evitar que le mintiesen. Pero ninguno le dio una respuesta satisfactoria. Y aquí apareció Daniel, que se hizo eco del tema y le dijo que él podría resolver el misterio junto a sus tres compañeros. Esa noche, Daniel soñó con el sueño del rey, en plan Inception, y le explicó lo que significaba. Soñó con una estatua colosal con pies de arcilla, piernas de hierro, cadera de bronce, cuerpo de plata y cabeza de oro. Le dijo que su cabeza era su imperio, el babilónico, pero era un imperio con pies de barro, fácil de destruir. Los otros metales simbolizaban a persas, griegos y romanos, sus futuros conquistadores. El rey flipó y le hizo gobernador de Babilonia.

Durante el reinado de Nabónido y su corregente, Baltasar, en Babilonia, Daniel fue llamado con urgencia. Baltasar estaba bebiendo de unos vasos robados del Templo de Jerusalén cuando unas letras espectrales aparecieron de pronto. Daniel descifró el texto en arameo que decía que la conquista persa era inminente. Y así fue. Los persas denunciaron a Daniel ante el nuevo líder, un tal Darío el medo, quizás gobernador. Le encerraron en un foso lleno de leones pero estos ni le tocaron. Darío, to loco, le sacó de allí y echó en su lugar a los que le habían denunciado. Daniel se quedó a vivir en Babilonia durante el reinado de Ciro el Grande, pero no se sabe qué más pasó con él, solo que tuvo sueños profetizando al imperio romano y a un mesías.

DOMINIO PERSA, MACEDONIO Y ROMANO (539-4 a.C.)

Como ya he dicho, en el año 539 a.C. el Imperio Babilónico cayó en manos de los persas dirigidos por Ciro el Grande. Este liberó a los judíos, les permitió volver a su tierra y les dejó profesar el culto que prefiriesen. Los persas se extendieron por todo Oriente Próximo y lo cierto es que los países sometidos a ellos estaban bastante contentos. Organizativamente eran bastante pros, y unificaron pesos, medidas y monedas por todo su imperio. Además daban libertad total a sus satrapías siempre y cuando pagasen sus correspondientes tributos, que no eran abusivos.

Los israelitas pudieron volver a Jerusalén, guiados por el profeta Esdras y gobernados por el sátrapa Zorobabel, nieto del rey Joaquim, y lo primero que hicieron fue reconstruir el Templo de Salomón. El lugar se había vuelto algo hostil, y los israelitas no estaban demasiado de humor para volver a la vida de antes. Les ayudó también el profeta Nehemías, que vivía lujosamente en la corte del rey persa Artajerjes, pero que decidió regresar a Jerusalén al enterarse de las penurias que estaban pasando los regresados. Acabaría convirtiéndose en gobernador de Judea. Otros profetas destacados fueron Zacarías y Malaquías, quienes profetizaron también la venida de un mesías. Mientras tanto, en la región de Samaria, los samaritanos veían con malos ojos el prestigio del templo de Jerusalén, y decidieron hacer ellos uno propio en Garizim. Con esto, se volvía a poner sobre la mesa la antigua rivalidad entre el norte y el sur. También durante este tiempo se creó la primera sinagoga, un lugar separado del templo, cuya función no era el culto sacerdotal sino la lectura e interpretación de los textos sagrados de donde más adelante saldría la primera versión del Talmud.

También por esta época tiene lugar el Libro de Ester, un pequeño cuento que trata de cómo una judía acabó siendo esposa de Asuero, identificado con Jerjes rey de Persia. Otro libro famoso es el del Santo Job, un tipo con una paciencia infinita. Vivía una buena vida, pero un día Satán retó a Dios diciendo que el amor que Job le tiene es porque es rico, feliz y tiene muchos hijos, no porque realmente lo ame. Y se lo intenta demostrar mandándole multitud de desgracias. Le manda enfermedades, ataques de nómadas, mata a su ganado, le deja pobre, hace que su mujer se pire e incluso se carga a sus hijos. Y Job sigue siendo fiel a Dios y este, habiendo demostrado que Satán se equivocaba, restituye su felicidad anterior por dos.

En el año 331 a.C. llegó Alejandro Magno y todo el Imperio Persa se fue a tomar por culo. Los judíos convencieron al macedonio para que no atacase Jerusalén, y le enseñaron las profecías de Daniel que hablaban de él. Decían que se levantaría un rey valiente que dominará con gran poder, pero su reino sería quebrado no por su descendía sino repartidos a los cuatro vientos del cielo. Y eso pasó. Tras su muerte, el imperio macedonio se repartió entre los diádocos, como Ptolomeo en Egipto y Levante y Seleuco en Babilonia y Siria.

El problema llegó con Antíoco IV, rey seléucida, que luchó contra los Ptolomeos y acabó saqueando Jerusalén. Además prohibió el culto a Yahvé para imponer a los dioses griegos. Un sacerdote judío llamado Matatías el Asmoneo, junto a sus cinco hijos, instigó una revuelta contra el Imperio Seléucida cuando los griegos construyeron un templo a Zeus y sacrificaron un cerdo en su honor. Uno de los hijos de Matatías, Judas Macabeo, lideró a los judíos disidentes en contra de los invasores. Tras la victoria en el 160 a.C., Jonatán Macabeo, otro de los hermanos, fue nombrado Sumo Sacerdote. Veinte años después, Simón Macabeo logró la independencia política completa para la región y fundó la Dinastía Asmonea. La victoria de los asmoneos sobre los griegos es conmemorada todos los años por los judíos en la fiesta conocida como Jánuca, la fiesta de las luces.

Durante esta época surgió un pueblo árabe algo misterioso llamado los Nabateos, cuya capital estuvo en Petra, que seguramente os sonará por el final de Indiana Jones y la última cruzada. Esta gente nómada se convertiría en un buen aliado para los asmoneos.

Los judíos se interesaron por el nuevo Egipto helenizado y muchos se instalaron en Alejandría, donde se respiraba un clima de libertad religiosa. Fue allí donde el Antiguo Testamento, el Tanaj, fue traducido al griego por primera vez, en la llamada versión de los setenta, la Septuaginta. También durante esta época tomaron importancia sectas judaicas como los Fariseos (judíos ortodoxos que se hicieron con el control del culto oficial e instauraron las sinagogas y el papel del rabino). Estos eran partidarios de seguir la lucha contra los griegos para lograr la independencia total. No como la otra división de los macabeos, los Saduceos (rivales de los fariseos que querían dejar de luchar y que negaban la vida después de la muerte y los ángeles). Otra grupo que apareció en esta época fue la de los Esenios (monjes que se preparaban para un reino mesiánico), escritores de los famosos rollos del Mar Muerto, y los Zelotes, una especie de kale borroka judía.

Salomé Alejandra fue la última reina de una Judea totalmente independiente, ya que poco después de su muerte llegaría una guerra civil entre los asmoneos y la llegada de los romanos. En el año 64 a.C. Pompeyo hizo que prácticamente todo Oriente Próximo tuviese que pagar tributos a Roma, conquistó Jerusalén y se cargó el segundo templo. El reino asmoneo, sumido en una guerra civil entre dos hermanos (Hircano II y Aristóbulo II) y entre facciones judías (fariseos y saduceos), se fue a la mierda y fue dividido en varias provincias: Galilea, Samaria, Judea o Judá, Perea e Idumea, cuyos habitantes descendían de los edomitas. La resistencia aguantó tres años en la ciudadela de Masseda, y cuando ya no pudieron más, los casi mil judíos que quedaban, a las órdenes de Eleazar ben Yair, se suicidaron antes de ser sometidos por los romanos.

En el año 37 a.C., un idumeo fue nombrado por el Senado Romano como rey de los judíos: Herodes el Grande, al que ponemos en los belenes en Navidad. Este tío construyó mucho, como por ejemplo la gran explanada elevada sobre la que se reconstruyó el templo y que aún hoy perdura en parte. También se hizo un palacio y la fortaleza Antonia, dedicada a su amigo Marco Antonio, que en aquellos años estaba ya tirándose a Cleopatra. Pronto ambos morirían y Roma se convertiría en un Imperio. No faltaba nada para que naciese el mesías que los israelitas llevaban tanto tiempo esperando: Jesucristo.