Quién no recuerda la libertad en su rostro al viento de Formentera, sobre una vespino, rumbo al faro? Veinte años después de Lucía y el sexo, la historia que alumbró su fama con el Goya a la mejor actriz revelación, y tras una larga estancia en Hollywood, Paz Vega (Sevilla, 1976) regresa al cine español con el thriller psicológico La casa del caracol, la primera película rodada en la pandemia de nuestro invierno más duro. Y lo hace cogida de la mano de su hija, Ava, que debuta junto a su madre, y Javier Rey.

Además de en este esperadísimo cuento para mayores lleno de amor y terror y con presencia ya confirmada en la Sección Oficial del Festival de Málaga, veremos su talento en Mask Singer, el concurso revelación de Antena 3, y en una colaboración muy especial en la nueva cinta familiar de Santiago Segura, A todo tren. Destino Asturias, que llegará a las pantallas el 9 de julio. Todo apunta a que este verano será tiempo de Paz.

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Abrigo de Zara y pantalones y cinturón de Iro. Alfombra de Zara Home.
Borja de la Lama

La historia de La casa del caracol está basada en uno de los últimos libros más devorados, escrito por Sandra García Nieto; la produce la veterana María Luisa Gutiérrez y la dirige Macarena Astorga. Dime, ¿cómo has vivido tu regreso dentro de este claro ejemplo de empoderamiento femenino?

Como un regalo. Para todos. Que Macarena Astorga, gran profesora de cine, se estrene ahora como directora de largos de ficción es la confirmación de que nun-ca es tarde para emprender nada. Como ella dice: «¡Fíjate cuándo me llega la primera oportunidad, ¡con 52 años!». Creo que, cuando algo en la vida es para ti, será para ti. Estaba escrito que íbamos a estar aquí todas. Y que ella iba a dirigir.

¿Cuándo lo haras tú?

Uno de mis próximos proyectos está relacionado con mi propio guion. ¡Ya tengo a los productores! Es importante para mí canalizar la necesidad de dirigir y de contar una película desde mi mirada. Para prepararme estoy leyendo un libro fabuloso que se llama Lecciones de cine. Son entrevistas publicadas en la revista francesa Studio, donde Laurent Tirard conversa con los directores más importantes del mo-mento. Ahí Woody Allen dice: «Hago películas para que me gusten a mí». Yo siento lo mismo. Lo que hagamos tenemos que hacerlo para nosotros, porque, si buscas el beneplácito de la gente, ya no será tuyo. Y, cuando eres honesto contigo, es precisamente cuando haces algo que posiblemente después conecte con los demás y, sobre todo, de lo que te sientas orgulloso. Y en eso estoy. ¡Es como un parto! (Sonríe).

Hablando de alumbramientos difíciles, el rodaje de La casa del caracol lanza un mensaje sobre lo que significa reactivar la industria en tiempos de pandemia. ¿Qué puedes compartir de esa nueva forma de hacer cine desde dentro? ¡Lo valientes que son los productores por ser los primeros en enfrentarse a una película sin las garantías de antes! Ahora las aseguradoras no aseguran frente a la covid-19. Si alguien en el set se contagia, puede pararse el rodaje, con los costes tan grandes que eso supone. Y yo ya sé de uno donde ha pasado. Con La casa del caracol tengo que dar las gracias al equipo, tanto actoral como técnico, porque todo el mundo tomó con-ciencia de lo que es cuidarse. No ha habido ni un solo contagio. Si estás filmando en Málaga, como lo hicimos, en pleno vera-no, lo normal es que te vayas a tomar una copa; sin embargo, nosotros sólo íbamos del rodaje a casa y de casa a l rodaje. A sí que mi mensaje es transmitir que se puede trabajar, pero con el compromiso de todos y cada uno individualmente.

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Americana de Stella McCartney y ‘shorts’ de Zara.Butaca de Mido Decoración y alfombra de Zara Home.
Borja de la Lama
Javier Rey es encantador y superdivertido. Con él ha habido una conexión chula, franca y honesta. Cuando te encuentras con gente que es buena dela nte y detrás de la cámara, el viaje es muy bonito. Y así ha sido trabajar con él

¿Y qué fue lo que te llevó a decir que sí a pesar de exponerte en plena pandemia?

Me sedujo poder rodar en mi Andalucía. Pero, sobre todo, me encantó la historia. Me pareció fascinante mezclar mitología con fantasía, realismo mágico, terror...Y romanticismo al lado de Javier Rey, uno de los grandes actores de nuestro cine.Fíjate que, cuando lo vi en Fariña, dije: «¡Pero, por favor, de dónde ha salido este tipo!». No le ponía nombre ni apellidos... De repente, hace ese personaje tan espectacular, tan fantástico, con tanta verdad, y se convierte en uno de los actores más requeridos y preciados. Es encantador y superdivertido. ¡Y yo, cuando me divierto en el set, es que doy gracias! Y, luego, verlo a él, tener enfrente a a lguien con quien puedes mantener un diálogo que va más allá de las palabras, es un gustazo. ¿Sabes? A veces te hacen la pregunta típica de: «¿Hay química?». O: «¡Cuánta química tenéis!». Pero la química no se consigue por obra y gracia de Dios. ¡Nos pagan para que haya química! Aunque odies al otro (ríe), que no es el caso. Con Javier había una conexión muy chula, muy honesta, muy franca. Cuando te encuentras con gente que es buena delante y detrás de la cámara, el viaje es muy bonito. Y así ha sido trabajar con él.

¡En este reparto estelar también está tu hija, Ava!

¡Sí! De momento el cine es sólo un juego para ella, pero le gusta, ha sido una experiencia que ha disfrutado mucho. Recuerdo el primer día de rodaje, en el que Ava tenía que salir corriendo porque la perseguían en el bosque. ¡Y, de repente, la tía cogió y lo hizo con toda la angustia! Dije: «¡Wow, cómo ha entendido lo que es ser actor!».

¿Qué es ser actor?

Lanzarse sin pensarlo. A veces no es bueno intelectualizar mucho ni el personaje ni las escenas. Se trata de tirarse a la piscina. Me gustó mucho ver que mi hija sabe hacerlo. Y para mí fue una oportunidad que le ofrecí como madre porque es lo que yo tengo en las manos para mostrarle una profesión en la que hay un trabajo en equipo inmenso, algo que le puede ayudar también a gestionar la vida. Es valioso inculcar a los niños que todo el mundo es importante, que de nada vale lo que tú haces sin lo que hacen los demás. Esto sirve para cualquier oficio, y se nos olvida.

Hablando de oficio: ¿seguirás en España?

Sí, y es precisamente por una cuestión familiar por lo que quiero tener aquí mi campamento base. La verdad es que me quedé más tiempo en Estados Unidos del que había planeado, pero, a la vez, el haber estado 14 años fuera ahora me permite vivir donde yo quiero y poder seguir trabajando allí, donde tengo a mi equipo y películas esperando a que pase la pandemia para estrenarse: 13 Minutes, American Night y Rambo: Last Blood, junto a Sylvester Stallone. Así que estoy feliz aquí y sin parar de trabajar en otras partes.

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Americana de Stella McCartney.
Borja de la Lama

Desde la cima de ese lugar privilegiado, ¿cómo ves la industria del cine?

Pese al parón de la taquilla, hay mucho movimiento en las producciones: a l fina l, se necesita contenido para las plataformas. El haber estado encerrados –o incluso pensar que eso puede volver a sucedernos– hace que todo lo artístico se reactive, porque la cultura es lo que nos ha ayudado a sobrevivir a todo esto. ¿Qué habría sido de nosotros en la pandemia sin Netflix, sin libros, sin música?

Mi hija, Ava, se estrena conmigo en el cine. A l final, es lo que tengo en mis manos para mostrarle un oficio en el que se trabaja en equipo, algo que ayuda a gestionar también la vida. De nada vale lo que tú haces sin lo que hacen los demás

En el terreno personal, ¿que te ha enseñado vivir una historia que ha parado en seco a la humanidad?

Que todo en la vida pasa por algo. A lo mejor, a pesar de su dureza, la pandemia nos ha ayudado. A lo mejor íbamos muy rápido y teníamos que echar el freno, darnos cuenta de lo importante que es un abrazo o un beso. Ahora, de repente, ver a tu madre es una cosa muy intensa, muy fuerte. Lo revalorizas todo. Yo lo pude vivir con Orson, mi marido. Cayó con el virus. Y, cuando se lo llevaron en silla de ruedas a urgencias, pensé: «¿Y si no lo veo más? ¡Que horror!». Me entró una angustia... Salí llorando; llamé a mis amigos, decía: «No me lo puedo creer, ¿y si se pone malo?». Y ya. Fue una sensación tremenda. Aquí el virus entró en casa y cayó toda la familia: mi hermana, mi suegra... Pero, afortunadamente, no ha quedado nadie con secuelas. Y eso que Orson estuvo 10 días en la unidad de críticos de La Paz. Luego se recuperó rapidísimo, a los pocos días de llegar a casa ya estábamos jugando al tenis. Así que, como mucha gente, me quedo con lo bueno, con que hay vacunas, con que hemos aprendido a valorar las pequeñas cosas. Y con que le hemos dado una tregua a la naturaleza, que ha resurgido, ha respirado.

paz vega entrevista para elle
Chaqueta de MM6 by Maison Margiela y vestido de Zimmermann.Butaca de cuero de Mido Decoración.
Borja de la Lama

Precisamente, dedicamos este número de ELLE a impulsar la conciencia ecológica. ¿Cuáles son tus rutinas sostenibles?

Con el tema de la carne, ya es obvio que no se puede sostener el consumo de la humanidad. Yo ahora estoy muy concienciada con el pescado: en casa sólo tomamos pequeñas especies; los grandes peces hay que evitarlos porque son los que pasan más tiempo en el mar, y, como el mar está envenenado, son los que más metales pesados acumulan. Hay un documental en Neftlix demoledor para ver con los niños; se llama Seaspiracy: la pesca insostenible. Lo recomiendo porque ayuda a entenderlo de golpe todo.

El cuerpo es nuestro ecosistema. Acabas de celebrar unos espléndidos 45. Por favor: ¡¿se puede saber cuál es tu secreto?!

(Ríe). Lo que es verdad es que desde los 35 años me hago tratamientos de cabina, uso la radiofrecuencia y los ultrasonidos. Me gusta mucho ir al centro de Maribel Yébenes en Madrid. Hay algo que descubrí recientemente y me ha encantado. Se llamaHIFU: actúa en capas internas y genera, a través de pequeñas heriditas, colágeno natural para quitarnos la flacidez. Yo todo lo que yo me pongo son cosas no invasivas, donde no se emplean aguja ni relleno. Te confieso que no uso ni bótox ni nada de eso porque iría en contra de mi trabajo como actriz. Y, por ahora, la verdad es que me siento bien por dentro y por fuera. Al fin y al cabo, ya tengo 45 años, he vivo la mitad de la vida. No me puedo quejar de nada