Tentaciones comunes en el matrimonio | Coalición por el Evangelio

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Me encanta todo lo relacionado con las bodas centradas en Cristo. Celebro las canciones de amor, las decoraciones festivas, las sonrisas contagiosas, las tradiciones honradas en el tiempo. Me encanta la teología que representa el matrimonio y el milagro que Dios realiza al unir a un hombre y una mujer en uno. También aborrezco el divorcio. Detesto todo el daño que deja a su paso. Odio cómo el pecado ataca lo que Dios ha bendecido y todo lo que Satanás hace para atentar contra esos votos.

Así que, cuando mi esposa y yo iniciamos la consejería prematrimonial con una pareja, les digo que pareceremos el policía bueno y el policía malo. Mi esposa expresa abiertamente su gozo a la pareja de novios, mientras que yo mantengo una cara inexpresiva durante las seis reuniones, escarbando deliberadamente para ver si su relación está suficientemente edificada sobre el fundamento sólido de Cristo.

Con demasiada frecuencia, las parejas llegan al matrimonio cegadas ante los problemas que tienen delante porque miran su relación a través de unos lentes color de rosa. Luego, poco después de la luna de miel (si es que dura tanto), los lentes se caen y la pareja se ve abrumada por lo que parecen problemas dolorosos e «irreconciliables». Igualmente tristes y trágicos son los matrimonios que superan los primeros años solo para ceder a sentimientos de soledad, resentimiento o indiferencia, y luego la pareja abandona el matrimonio en sus años siguientes.

No sé dónde te encuentras relacionalmente, pero escribo para animar a las parejas casadas o a punto de estarlo: si tú y tu cónyuge aman a Cristo, tu matrimonio puede sobrevivir y prosperar. Así que, con el propósito de perseverar en su pacto, compartiré tres desafíos comunes que todos los matrimonios entre pecadores enfrentan, mostrando a Cristo como la única solución confiable para cada desafío.

1. Recuerda quién es el verdadero enemigo.

Si tu matrimonio a menudo se parece más a un campo de batalla que a un lecho de rosas, no estás loco. En la película cristiana Cuarto de guerra, una anciana y sabia patrona, la Sra. Clara, le dice a una joven esposa que lucha en su matrimonio: «Estás luchando contra el enemigo equivocado». Ojalá todas las parejas cristianas tuvieran en cuenta este peligro. Satanás estudió a Adán y desarrolló un plan específico y a la medida,. ¿Qué hizo? Fue tras la esposa de Adán. Engañó a Eva en su exitoso ataque contra su unión (Gn 3:1-6; Ap 12:9). La Biblia nos advierte que su plan de guerra contra el matrimonio no ha cambiado.

Antes de decir a los esposos cristianos lo que se espera de ellos en Efesios 5, el apóstol Pablo escribe tres capítulos enteros para fundamentarnos en la abundante gracia que es nuestra en Cristo. Esa gracia es el medio por el que las parejas pueden hacer que nuestros matrimonios reflejen a Cristo y Su amor por la iglesia (Ef 5:22-31). Si no caminamos juntos con regularidad en el evangelio de Efesios 1-3, el matrimonio se convertirá fácilmente en peleas centradas en las necesidades y quejas personales.

Luego, en Efesios 6, Pablo explica a los creyentes por qué necesitamos todas las bendiciones de los capítulos 1-3: Satanás y su horda de demonios siguen librando una guerra contra nosotros (Ef 6:10-12), igual que hicieron contra Adán y Eva. Estás en guerra con Satanás, y tu matrimonio es el campo de batalla.

¿Cuál es la receta? Recuerda que tu cónyuge no es tu enemigo. ¿Con qué frecuencia volvemos nuestras armas el uno contra el otro y desatamos allí nuestra ira? Así es como Satanás construye lentamente un campamento para lanzar sus ataques contra el matrimonio (Ef 4:26-27). Nuestro Señor nos enseñó que una casa dividida contra sí misma no puede sostenerse. La estrategia de Satanás es utilizar el fuego amigo —cónyuges que se atacan entre sí—, para derrotar a nuestros matrimonios.

No encontrarás contentamiento en conseguir lo que tu carne quiere, sino en estar satisfecho en lo que Dios te ha dado en Cristo

Es imperativo, pues, que las parejas aprendan a entrar en una guerra espiritual (no conyugal). Las guerras espirituales solo pueden ganarse con armas espirituales. Por tanto, pónganse toda la armadura de Dios, todos los dones de gracia que Dios les ha dado en Cristo. «Resistan, pues, al diablo y huirá de ustedes» (Stg 4:7).

2. Rechaza cualquier voz que rechace a Dios.

Satanás habló a través de la serpiente para confrontar a Eva con una elección: creer lo que Dios había dicho o aceptar lo que ella estaba escuchando ahora. Ella eligió creer la mentira de la serpiente. Creyó que podía apartarse de la autoridad de Dios y decidir por sí misma lo que estaba bien y lo que estaba mal. Cuando Satanás dirigió, Eva lo siguió, y cuando Eva dirigió, Adán la siguió. El orden de la creación se alteró, con Dios en el último lugar. Para que no pensemos que a nosotros nos habría ido mejor, así es como funciona siempre el pecado en un matrimonio; sí, incluso nuestro pecado.

Dios no ha llamado al esposo a liderar porque sea superior a su esposa (no lo es). El esposo debe liderar porque Dios intencionalmente hizo al hombre para liderar y a su esposa para ayudar (Gn 2:18). Dios observó ese tipo de matrimonio y vio que «era bueno en gran manera» (Gn 1:31). Satanás vio la misma dinámica y la aborreció, así que vino a derribarla. Intentó hacer de la esposa la cabeza; de la cabeza, el ayudante; y de Dios, el enemigo. De nuevo, él está susurrando las mismas mentiras hoy. Quiere que las mujeres se irriten ante la idea de la sumisión y que los hombres huyan del llamado al liderazgo.

¿Cuál es el remedio? Una vez más, observa cómo Pablo teje la historia del matrimonio en Efesios. Las esposas están llamadas a someterse a sus esposos (Ef 5:22-24) y los esposos están llamados a amar y servir sacrificadamente a sus esposas de la misma manera que Cristo amó a la iglesia (Ef 5:25-30). Este tipo de matrimonio solo es posible cuando las esposas y los esposos están llenos del Espíritu Santo (Ef 5:18). En otro lugar, Pablo añade que los creyentes estamos llenos del Espíritu Santo cuando estamos llenos de la Palabra de Dios (Col 3:16).

Así pues, lee con regularidad la Palabra de Dios, por tu cuenta y en pareja, y aplica por fe lo que leas. Sepan que cuando oigan una voz que contradiga la Palabra de Dios, en la sociedad, en sus círculos de relaciones, en su propia mente pecaminosa, están oyendo la voz del enemigo (1 Ti 4:1). Satanás agita el espíritu de las sociedades para que se rebelen contra los caminos de Dios (Ef 2:2-3). Cuando aconsejo a parejas que luchan, me aseguro de hacer preguntas como estas: ¿Cómo ha sido su tiempo en la Palabra de Dios? ¿Con qué regularidad asisten al estudio de la Biblia y a la escuela dominical para adultos? No es sorprendente que las parejas que luchan en sus matrimonios usualmente no estén escuchando consistentemente la Palabra de Dios por fe.

3. Resiste el impulso de idolatrar el matrimonio.

Hasta ahora, solo he mencionado el fallo de Eva en la caída, así que déjame pasar al principal responsable de la caída: Adán. ¿Dónde estaba él?

La acusación que Dios levantó contra él fue porque había «escuchado la voz de [su] mujer» (Gn 3:17). ¿Qué había de pecaminoso en que Adán escuchara a su mujer? Sabemos que Dios da una esposa para ayudar a su esposo, y supone que el hombre escuchará bien sus consejos. El libro de Proverbios personifica la sabiduría como una mujer a la que el hombre debe abrazar y escuchar. Llega a su clímax con un hombre que encuentra una esposa cuyas sabias palabras le son inmensamente útiles (Pr 31:26). Sin embargo, preferir a alguien o algo por encima de Dios (o en contra de Su voluntad) es hacer de esa persona o cosa un ídolo.

No sabemos mucho sobre la primera mujer, Eva, pero Moisés deja claro al menos una cosa sobre ella: su esposo se deleitaba en ella (Gn 2:23). La serpiente, entonces, parece haber usado el deleite del hombre en su contra. Satanás la utilizó para conseguir que Adán la eligiera a ella en lugar de a Dios. Si se lo permitimos, hará lo mismo en nuestros matrimonios hoy. ¡Cuántas veces las parejas pecan para tratar de conseguir lo que quieren el uno del otro (Stg 4:1-2)! Siempre que estés dispuesto a pecar para conseguir algo (o a pecar porque no lo consigues), tienes un ídolo.

La esperanza para nuestros desafíos matrimoniales es el mejor y último Adán, Cristo

¿Cuál es el remedio? Si estás pecando en tu matrimonio, dale seguimiento a ese patrón hasta el ídolo y arrepiéntete de ello. Dios bendijo a las parejas para que disfrutaran el uno del otro en el matrimonio, pero nunca debemos permitir que nuestro deleite en el matrimonio suplante nuestro deseo por Dios. Ya sea que tu cónyuge te dé mucho o poco, el verdadero contentamiento nunca vendrá de su parte. No puede venir del otro. Así que, deja de decirte eso. Si tu cónyuge pudiera satisfacer tu alma, ¿para qué necesitaríamos el Pan de vida y la Fuente de agua viva (Jn 6:35; 7:37-38)?

Abraza el secreto del contentamiento (en el matrimonio y en toda la vida): que no encontrarás contentamiento en conseguir lo que tu carne quiere, sino en estar satisfecho en lo que Dios te ha dado en Cristo (Fil 4:12-13).

Más grande que nuestros desafíos

Lamentablemente, debido al pecado y a las consecuencias del pecado, tendremos que enfrentarnos a más desafíos que estos en nuestros matrimonios. La caída nos robó el shalom con Dios, con nuestro cónyuge y con el mundo. La esperanza para nuestros desafíos matrimoniales es el mejor y último Adán, Cristo. Dios, que conoce el fin desde el principio, prometió en Génesis 3:15 que enviaría a otro hombre que sometería a la serpiente y restauraría el reino justo de Dios sobre nuestra creación rebelde.

Con Su muerte y resurrección, ese Hombre reconcilia todas las cosas con Dios. Él es la esperanza de tu matrimonio y Su nombre es Jesús.

No, todavía no ha levantado la maldición de la creación. Por lo tanto, ninguno de nosotros tiene un matrimonio libre de luchas. Sin embargo, Él ha vencido al pecado y a Satanás por nosotros. Él es Emanuel —Dios con nosotros— y es toda la gracia que necesitamos para superar los desafíos comunes a nuestros matrimonios.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Eduardo Fergusson.
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