«El gran reemplazo» de Europa

El trípode

«El gran reemplazo» de Europa

La baja natalidad europea, que ni siquiera alcanza a la tasa de reposición, hace además necesaria la llegada de mano de obra que tiene en esa masiva inmigración su cómoda y aparente solución.

La tesis del «gran reemplazo», la sustentan sus promotores en la amenaza que supone para Europa Occidental –que un día fue la Cristiandad– la gran cantidad de inmigrantes de la África musulmana, que acceden ilegalmente a sus diferentes países. Los defensores de la misma afirman que al ritmo que avanza esa población va a ser mayoritaria muy pronto en grandes capitales europeas, como antesala de serlo también en el conjunto de la UE. Para ellos, estamos ante un fenómeno no espontáneo ni basado, ni única ni, sobre todo, en una necesidad económica y laboral, sino en una estrategia planificada por las élites globalistas que, asentadas en Bruselas, trabajan para un Nuevo Orden Mundial, para el que los «estados-nación» europeos son un obstáculo a eliminar. Son Estados que poseen raíces de las que han brotado sociedades con culturas y valores basados en el cristianismo, muy distintas de las sociedades nacidas del islam. Su religión, la misma idea de la mujer y de sus derechos, del matrimonio y la familia, que es la base de toda sociedad, difieren sensiblemente de la europea de acogida, por lo que una deseable integración social resulta muy difícil en la práctica.

La consecuencia es una sociedad «multicultural» que algunos desean y que en realidad son meras sociedades divididas en guetos y sin convivencia social, sino en simple coexistencia, (pacífica), en el mejor de los casos. Ese horizonte dibuja un escenario de futuro muy poco atractivo, pero que es consecuencia de una Europa que ha dejado de ser cristiana, benéfica y admirada por muchas naciones, para convertirse en un mero satélite político y económico que orbita en torno a los EE UU, la superpotencia de nuestro mundo actual. La baja natalidad europea, que ni siquiera alcanza a la tasa de reposición, hace además necesaria la llegada de mano de obra que tiene en esa masiva inmigración su cómoda y aparente solución. Esa carencia de inclusión social está en la génesis de las tasas de criminalidad que son ya motivo de singular preocupación, y que tiene destacada presencia en el debate político por medio de formaciones calificadas por los titulares del dogma de la corrección política como xenófobas y ultraderechistas. Lo cierto es que quien se opone a sus dogmas, sean estos climáticos, migratorios, ecosostenibles o históricos, es acusado de «negacionista» por las terminales políticas y mediáticas de esas elites globalistas, lo que dificulta un debate serio y riguroso sobre esa importante cuestión. Los teóricos del «gran reemplazo» pueden acabar teniendo razón si la UE y los Estados que la integran no afrontan el problema con la seriedad y la justicia que requiere.