La carta secreta (2016), de Jim Sheridan

Un ejemplo de manual acerca de una pésima versión de un sugerente título original. Con “Las Secretas Escrituras” queda muy bien plasmada la idea de una mujer anciana, recluida la mayor parte de su vida en un centro psiquiátrico, que mantuvo un diario personal secreto en las páginas de una biblia, el libro de Job se convirtió en el libro de Rose, y ahí entre líneas y con dibujos, plasmó los recuerdos de un amor y maternidad truncados por culpa de la cerrazón de un hombre ofuscado por ella. En cambio, “La carta secreta” no dice absolutamente nada.

En cualquier caso, un buen título no es sinónimo de una buena película, y esta ciertamente no lo es, qué pena como ha caído en picado la carrera de un director “in illo tempore” excelente, se nos ha perdido definitivamente Jim Sheridan, qué lejos queda el director de Mi pie izquierdo o En el nombre del padre, o incluso En América. Aquí el irlandés adapta una novela de Sebastian Barry, que al menos en la pantalla es un culebrón de credibilidad cero. Hay quien sostiene que en realidad ha tratado de hacer una parábola de una Irlanda algo perdida en su propia identidad, pero, la verdad, esa teoría no cuela.

En la actualidad un psiquiátrico va a cerrar, se va a convertir en balneario, y antes de trasladar a los pacientes llega al lugar el doctor Grene, para evaluar a la paciente ya entrada en años Rose, que ingresó ahí muchos años atrás, al matar a su bebé recién nacido estrellándolo contra unas rocas. Se trata de la sórdida versión oficial, pero la Biblia que mencionábamos al principio y los recuerdos borrosos de Rose ofrecen otro relato, que se nos ofrece con flash-backs, cuando la mujer, siendo joven en los años de la Segunda Guerra Mundial, se trasladó de Belfast a Irlanda a casa de una tía, tras morir su madre. Ahí se encontró una sociedad cerrada y asfixiante, con un sacerdote, el padre Gaunt, extrañamente obsesionado con ella, y un grupo de varones que tratan de cortejarla con muy escasos modales. Un piloto abatido y acogido en secreto, el enamoramiento subsiguiente y otros sucesos que tampoco es cuestión de destripar, precipitarán la tragedia.

Más allá de que lo que se cuenta suene a folletín, un cineasta competente se las habría arreglado para insuflar a la historia emociones y un pelín de verosimilitud. Pero no, nada funciona, la narración es torpe y todos los actores parecen fuera de su sitio, como no creyendo nada de lo que les toca interpretar. Rooney Mara y Vanessa Redgrave, en las dos versiones joven y vieja del personaje protagonista, andan desubicadas, aunque el papel más desafortunado es para Theo James, un cura sencillamente increíble.