Nacho Trelles: una leyenda del futbol mexicano que inició con 75 pesos - Grupo Milenio
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Nacho Trelles, una leyenda que inició con 75 pesos

Sin un físico corpulento, más bien flaco, incluso así le apodaban, pero con una gran velocidad y buena visión de campo, pronto llegó a las fuerzas básicas del Necaxa.

Ignacio Trelles, legendario director técnico del futbol mexicano y de Cruz Azul, murió a los 103 años en la Ciudad de México este martes por la noche. El entrenador hizo historia en el balompié nacional tras conseguir 15 títulos, convirtiéndose en el estratega con más trofeos, mismo logro que consiguió Ricardo Tuca Ferretti.

"Murió en paz y en casa; el lunes empezó a deteriorarse su condición y todo fue muy rápido. Murió anoche al cuarto para las ocho de la noche, aquí y tranquilo. Su corazón ya descansa", confirmó a MILENIO-La Afición una de sus hijas, Leti, quien se encargó 12 años de los cuidados del ex técnico del Marte, Zacatepec, Toluca, Cruz Azul y selección nacional de México. 

Quién fue Nacho Trelles

En 1916, cuando vio la primera luz –el 31 de julio para ser exactos–, ni siquiera existía la Federación Mexicana de Futbol. Solo estaba la Liga Mexicana que seis años después (1922) desapareció por completo para darle origen al organismo que actualmente rige el balompié nacional. 

Don Nacho (oriundo de Guadalajara, Jalisco) siempre fue muy atlético y aunque en su niñez práctico otros deportes, el futbol era el que le tenía un sitio reservado para la inmortalidad.

Durante la adolescencia, vivió en la colonia San Miguel Chapultepec, de la Ciudad de México, barrio al que llegaron a vivir sus padres tras dejar Guadalajara. 

“Me acuerdo que empleábamos una palanquita de madera para ajustar el balón, pero si se llegaba a romper la correa, luego de haber metido la cámara y el pivote por una pequeña abertura, todos los niños hacíamos el berrinche de nuestra vida, porque era una labor que nos podía llevar hasta media hora”, comentó don Nacho Trelles.

En 1930, cuando no existía la moda entre los jugadores de firmar autógrafos y el América era un equipo tan pobre que ni siquiera tenía una cancha propia para entrenar, los sueños de ser futbolista del joven Trelles iban por buen camino. 

Sin un físico corpulento, más bien flaco, incluso así le apodaban, pero con una gran velocidad y buena visión de campo, pronto llegó a las fuerzas básicas del Necaxa, en cuyo periodo recuerda que le daban 10 pesos como premio por haber ganado un partido. 

“Eran pequeños incentivos. También nos regalaban un bono para poder viajar diariamente en los mismos tranvías de la compañía. Otro de los obsequios consistía en boletos para ir a los toros”.

Gracias a esos boletos, Ignacio Trelles, hijo de un ingeniero mecánico electricista no titulado que anduvo en la Revolución, “mi padre jamás tiro balazos, componía transformadores, plantas de luz o lo que se presentara en ese momento”, se hizo muy aficionado a los toros. 


Debut de Ignacio Trelles como futbolista

En 1940 hizo su debut con el primer equipo del Necaxa al sustituir a un compañero con sobrenombre inolvidable: El Calavera Ávila. Un apodo cualquiera si se considera que ya destacaban otros ilustres jugadores como El Chanclas Zamudio, El Pipiolo Estrada, El Moco Rosas o El Pulques León. 

Fue justamente El Pulques León, portero del equipo Marte, cuya familia comerciaba con dicha bebida fermentada, quien al intentar rechazar una pelota, cayó en la pierna de don Nacho y le destrozó la tibia y el peroné. “El mundo se me vino encima y comprendí que para mí el futbol había llenado una ilusión a medias”. 


Militó en equipos como América (de 1943 a 1946); Monterrey y en 1948 se dirigió a Estados Unidos, específicamente a Chicago para jugar con los Vikings, en ese mismo año regresó al Atlante, club en el que se retiró

En febrero de 1948 se acabó la carrera de un incipiente mediocentro que llegó a recibir 75 pesos al mes en su primer salario, suficientes para darse el gusto de comprar un traje de vestir y unos zapatos de charol. A partir de ese momento, le quedó la 'pierna chueca'. 

Ignacio Trelles, el técnico

Don Nacho Trelles dice que jamás fue de esos técnicos aparatosos que intentan suicidarse si pierden un partido histórico en el último minuto. Y lo advierte él, que en el Mundial de Chile 1962, cuando la selección mexicana estaba a punto de conseguir un valioso empate contra España, en la agonía del juego, en el último aliento, cuando los nervios hacen cosquillas en la boca del estómago, tras un tiro de esquina a favor, Gento recuperó un balón y corrió por toda la cancha para anotarle a la Tota Carbajal. 

“La única vez que lloré fue por la muerte de mi madre”, recuerda el entrenador que ayudó con su estrategia desde el banquillo para que México consiguiera su primera victoria en una Copa del Mundo. Pocos estrategas en el orbe podrían medirse con él. 

En julio de 1949 debutó como entrenador del club Zacatepec, de la Segunda División, por un sueldo de 700 pesos al mes. Viajó 5 años en autobús hasta Morelos y no tardó en llevar al ascenso a la escuadra cañera. “Allí dirigí al famoso Coruco Díaz, un futbolista alegre, pícaro, sobresaliente. No contaba con grandes jugadores, todos eran obreros de los ingenios azucareros o las fábricas de la región”. 

Sumó títulos de liga con Marte (1953-1954), Zacatepec (1954-1955 y 1957-1958), Toluca (1966-1967 y 1967-1968), y Cruz Azul (1978-1979 y 1979-1980), y entre sus múltiples tareas que aprendió con la selección mexicana en las tres Copas del Mundo en que dirigió – Suecia 1958, Chile 1962, Inglaterra 1966-, estaba la de levantar el ánimo del Jamaicón Villegas. “Extraordinario futbolista, que sin ser zurdo era una gran defensa izquierda. Su problema era que tenía frecuentes depresiones, porque le entraba la nostalgia en el extranjero. Extrañaba su tierra. A veces conseguía sacarlo de su tristeza y otras veces no tanto”.

Su retiro como director técnico se dio en 1991, año en el que estuvo al frente del Puebla. Entre otro de los clubes que dirigió están el Atlante y Leones Negros.

Es curioso que a Nacho Trelles no le gustaban los elogios. Incluso, alguna vez reconoció como un rasgo importante de su carácter nunca haber cultivado las relaciones públicas, porque era enemigo de las falsedades. 

Quizás por eso mismo, jamás le interesó la política, “porque los políticos son para mí, sinónimo de hipocresía”. Eso debió haber pensado cuando en alguna ocasión, tras saludar de mano a Díaz Ordaz, el ex presidente bromeó con ofrecerle un lugar en su gabinete. 

El niño que soñaba también con ser bombero, trapecista o piloto, finalmente tuvo que acostumbrarse a lo largo de más de 70 años de técnico o asesor en clubes, a que hasta el barrendero más humilde le dijera Profe

Los nombres de muchísimas leyendas se le escurrían como si trajera entre las manos un montón de estampas de Panini. Que si Garrincha, que si Pelé, que si Puskas, que si Di Stéfano, que si Bobby Charlton, que si Gordon Banks, que si Isidoro Lángara, que si Horacio Casarín, que si el Pirata Fuente, que si el Charro Moreno, que si Chanclas Zamudio, que si el “Manco” Castro. 

A los 13 años de edad tuvo su primer balón. “Nunca volví a tener otro ni me acuerdo cómo desapareció”. 

ZZM

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