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La Triada Repudiada

Chapter 59: La despedida y la promesa

Notes:

No soy un extraño para la oscuridad
"Escóndete", dicen
Porque no queremos tus partes rotas
He aprendido a avergonzarme de todas mis cicatrices
"Huye", dicen
Nadie te amará como eres

This is me - Keala Settle

Chapter Text

Jiang Cheng se detuvo a mitad de pasillo, tras notar la presencia de un par de policías resguardando la puerta de la habitación de Lan XiChen. ¿Qué? Aturdido, avanzó con un sinnúmero de ideas corriendo en círculos en su mente y el corazón colgando de un delgado hilo.

—¿Por qué están aquí? —Preguntó en cuanto los alcanzó.

Ambos policías compartieron una mirada, parecían discutir mentalmente sobre confesar o no la verdad. —J-joven Jiang, es que. . . 

—¿Cómo sabes quién soy?

El más alto de ellos se rascó la nuca con nerviosismo. —El señor Chen lo describió, joven Jiang. Dijo que solo usted tenía autorización para entrar a ver al señor Lan.

Mientras Jiang Cheng se preparaba para brindar una dulce y para nada venenosa respuesta (sarcasmo), Chen Zi salió de la habitación en compañía de un grupo de hombres en traje negro y un sujeto fornido que reconoció como parte de la división especial de policía de investigaciones.

—¡Joven Jiang, ya está aquí! —Chen Zi exclamó, tomándole por los hombros como de costumbre—. Lamento no haberle llamado antes pero las cosas sucedieron tan rápido que no me dio tiempo.

Jiang Cheng frunció el ceño. —Ve al grano.

Chen Zi suspiró, un tanto agobiado. —La señora Yang Yan vino durante la madrugada —dijo, provocándole una crisis inmediata a Jiang Cheng—. Absolutamente nadie notó su presencia hasta que. . . E-ella intentó matar al señor Lan. Una de las enfermeras la descubrió pero no pudo detenerla y la mujer huyó. 

De forma inmediata, Jiang Cheng abrió la puerta para irrumpir dentro de la habitación y prácticamente correr para cerciorarse de que Lan XiChen se encontraba a salvo. Lo halló sentado en completo silencio, observando atentamente el exterior como si allí pudiera encontrar respuesta a las tantas preguntas que acarrea desde su niñez.

—Ella me culpa por la muerte de WangJi —dijo, y su voz sonaba temblorosa y áspera—. Pensé que estaba soñando, que ella no sería capaz de estrangularme con sus propias manos pero. . . Me equivoqué.

—La muerte de tu hermano no es culpa tuya, Lan Huan —Jiang Cheng aseveró, sentándose en la orilla de la camilla con lentitud. 

Al oír esto, Lan XiChen volteó en su dirección. Sus ojos evidenciaban el dolor, resentimiento y furia que sentía en ese instante y Jiang Cheng no supo si, era contra él, contra el mundo o contra sí mismo.

—Intenté protegerlo durante años, Jiang Cheng —espetó, soltando un pequeño quejido de dolor tras elevar la voz—. Y él lo único que intentó hacer fue ayudarme aunque le rompiera el corazón permanecer en el borde y verme sufrir.

"Sé que muchos piensan que WangJi solo hacía de la vista gorda y disfrutaba de la libertad pero no es así —Jiang Cheng no pudo evitar preocuparse al notar cómo el rostro de Lan XiChen enrojecía por el esfuerzo—. Por años jugó a ser el hijo mimado de su madre con tal ganarse su confianza para. . . Para ayudarme a ser libre. Y yo le fallé."

Jiang Cheng se apresuró a sostenerlo por los hombros cuando comenzó a toser y a ahogarse por la carencia de oxígeno. —Lo lamento tanto, Lan Huan.

—Ni siquiera pude asistir al funeral —murmuró entre gemidos—. ¿Qué clase de hermano soy? Dime, Jiang Cheng, ¿quién soy? Por favor dime. . . Porque en lo único que puedo pensar, es que ella tiene razón.

Con suavidad y cariño, Jiang Cheng le sostuvo el rostro por ambas mejillas. —Eres el hombre que amo, Lan Huan. 

Al instante, la expresión de Lan XiChen se torció en una mueca de asombro puesto que, tras dos vidas, era la primera vez que escuchaba a Jiang Cheng profesar en voz alta que lo amaba. Si la situación fuese diferente, le habría provocado mucha gracia la manera en que el pecho del hombre se agitó y sus labios temblaron, como un niño que escucha la mejor noticia de toda su vida.

—¿Q-qué dijiste? —Preguntó, tomando a Jiang Cheng por la cintura—. Eso. . . Repítelo.

La vergüenza lo hizo titubear. Si bien logró convertirse en un ser humano capaz de reconocer y afrontar sus emociones, aún le es difícil expresar en voz alta algo tan cursi. Aún así, se las arregla para coger una bocanada de aire y mirar a Lan XiChen a los ojos. —Te amo.

Pero, no dejaré que me hagan polvo
Sé que hay un lugar para nosotros
Porque somos gloriosos

A pesar de sus deseos de mantenerse aislado del mundo, el mundo insistió en atormentarlo durante toda su estadía en el hospital. Si no eran los oficiales de policía, eran los representantes de todas las familias de los ancianos del consejo o su propio equipo legal que intentaba mantenerlo lejos de prisión. A pesar de que nadie le apuntó con el dedo, Lan XiChen ansiaba deshacerse de todos ellos para hallar, aunque sea, una sola hora de paz.

Pero con un juicio pendiente y uno por venir, Lan XiChen supo que la batalla aún no acababa y es que, por un lado, debía conseguir hundir a su madre y a Lan QiRen, quienes ya se encontraban en manos de la policía; y por otro, estaba siendo presionado por los principales accionistas del conglomerado de su familia, quienes le querían de regreso para tomar su lugar como CEO.

Pero lo que Lan XiChen no esperaba, fue que la visita de Jiang Cheng ese día, sería la última.

—El secretario Chen y yo tuvimos una reunión con tu equipo legal —Jiang Cheng le informó en voz baja—. Existe la posibilidad de que seas absuelto de los cargos por asesinato si la defensa demuestra que fue en legítima defensa y. . . Uhm. . . Y por. . . Por no estar dentro de tus facultades mentales.

La forma en que Jiang Cheng evitó su mirada le generó un mal presentimiento. —Comprendo. . . ¿Hay algo más?

Jiang Cheng aclaró su garganta de forma dramática. —Es. . . Todos estamos de acuerdo en que debes someterte a un tratamiento psicológico.

Como si hubiese sido apuñalado, Lan XiChen se sobresaltó. —¡Me niego! No voy a ser encerrado en una clínica de salud mental, ¡no puedes hacerme eso, Jiang Cheng!

Shh, tranquilo, nadie te va a encerrar.

Progresivamente, Lan XiChen bajó la guardia. —¿Entonces?

—Necesitas ayuda, Lan Huan —Jiang Cheng declaró con angustia—. Y por mucho que me duela reconocerlo. . . Yo no puedo vivir así, viéndote perder el control y ser atormentado por todo. . .

Lan XiChen es consciente de que Jiang Cheng está en lo cierto, no obstante, esa parte tan herida dentro de él le dice que, si acepta que está loco, significa que su madre siempre estuvo en lo cierto. —Qué debo hacer entonces. . .

Jiang Cheng le miró de soslayo, nervioso y adolorido. —El secretario Chen me comentó acerca de tu residencia en Shudong. Ambos creemos que sería bueno que te traslades allá y recibas el tratamiento que necesitas. Él se asegurará de encontrar a los mejores profesionales y hacer que tu estadía sea. . .

—Tu vendrás conmigo, ¿verdad? —Lan XiChen le interrumpió, esperanzado. Pero el silencio de Jiang Cheng, sumada a la manera en que mantenía su rostro inclinado en dirección al suelo, le arrancaron de tajo esa pequeña esperanza. Entonces, ¿Jiang Cheng planeaba abandonarlo? —. No. . . No vienes. . .

Tras perder la batalla en contra de sus emociones, Jiang Cheng comenzó a llorar. —No puedo, Lan Huan. 

—Pero tu. . . Tu dijiste que me amas. . . —Musitó, como a quién acaban de romperle el corazón—. No entiendo. . . ¿Qué hay de nuestro hijo?

—Te amo, Lan Huan —Jiang Cheng aseveró, sosteniendo las manos del hombre—. Pero todo esto. . . Es demasiado para mí. Sé que no lo entenderás ahora pero. . . Te necesito completo, no así, en piezas.

Lan XiChen desesperó. —Yo sé que debo. . . Ugh. . . No me abandones. Quiero estar contigo. Con mí hijo.

Jiang Cheng le tomó por las mejillas y lo miró con una sonrisa. —Yo lo sé, Lan Huan. Es por ello que debes ir.

—No lo lograré si no estás ahí —lloró, tan agitado que su pecho subía y bajaba con rapidez.

—Escucha —Lan XiChen le miró—. Tienes que intentarlo, ¿sí? Para que puedas volver conmigo. Yo te estaré esperando, no importa cuánto tiempo necesites, no iré a ningún otro lado.

—No quiero dejarte, no quiero estar solo.

Cuando sintió que Jiang Cheng lo abrazaba, Lan XiChen lo estrechó con fuerza y se derramó con tanta fuerza que todo su cuerpo comenzó a doler. —Tienes que curarte, por favor. Hazlo por ti, por nosotros, por nuestro hijo.

Hazlo, Lan XiChen. 

Necesitas ayuda, hermano.

—Lo haré —prometió finalmente, escondiendo su rostro en la curva del cuello de Jiang Cheng—. Seré el hombre que mereces.

—Prométeme que no dejarás de intentarlo, Lan Huan —Jiang Cheng murmuró entre caricias a su cabello—. Así como yo te prometo que te esperaré.

—Lo prometo.

 

Cuando las palabras más agudas me quieran cortar
Enviaré una inundación, las voy a ahogar
Soy valiente, soy quien estoy destinado a ser
Este soy yo
Cuidado, porque aquí vengo
Y estoy marchando al ritmo que yo marco
No tengo miedo de ser visto
No me disculpo, este soy yo

 

La residencia en Shudong estaba particularmente viva. Había un gran número de enfermeros esperándolo, liderados por una pareja de psiquiatras, un médico y un par de maestros de meditación. También tenían un cachorro.

Pero, a pesar de ser consciente del esfuerzo de Chen Zi para hacerle sentir en casa, el grupo de guardias a las afueras del edificio eran un recordatorio diario de que no tenía permitido salir libremente a menos que fuese en compañía. Tampoco se le permitió el acceso a aparatos tecnológicos como teléfono, televisión, entre otros; de modo que su única conexión con el exterior eran los comentarios del personal y Chen Zi.

Perdió la cuenta de las veces en las que rompió el mobiliario producto de las muchas crisis, o el sinnúmero de ocasiones en las que intentó escaparse con tal de regresar a Lanling. Sin embargo, aunque todo esto le produjo amargura, también lo hicieron consciente de que la decisión de Jiang Cheng había sido la correcta. 

Es un hombre partido en muchos trozos. Y ello lo convierte en un peligro, no solo para quienes lo rodean, sino para sí mismo porque eso significa sabotearse a cada instante y estancarse.

Puedo hacerlo. 

Por mí, por Jiang Cheng, por mí hijo, por Xue Yang, por WangJi.

Y bueno, también por Tarzán.

El Golden Retriever, que estaba destinado a ser su perro de asistencia y apoyo emocional, se convirtió rápidamente en su cable a tierra y también el único capaz de hacerle sentir como un ser humano normal. En un lapso de dos meses, una de las paredes de su habitación se llenó de instantáneas de Tarzán y fotos de Jiang Cheng, Xue Yang, Lan WangJi y copias de las ecografías de su hijo.

—Sé tocar el piano —dijo, mientras él y el cachorro se encontraban extendidos a lo largo y ancho de la cama—. Pero la última vez que estuve delante de uno fue a los once años.

Tarzán le contestó con un bostezo.

—¿Debería pedirle al secretario Chen que me consiga uno? Me aburro.

Una pata peluda le golpeó la mejilla.

—¿Eso es un sí?

Se quejó cuando el cachorro lo mordió en la oreja.

—Extraño a Jiang Cheng —de inmediato, Tarzan le ladró mostrando su descontento—. Ya sé que hablo de Jiang Cheng todo el santo día pero no puedo evitarlo, ¿ok?

 

Otra ronda de balas golpea mi piel
Bueno, dispara
Porque hoy no dejaré que la vergüenza se hunda en mí
Estamos brillando a través de las barreras
Y alcanzando el sol
Somos guerreros
Sí, en eso nos hemos convertido

 

Jiang Cheng necesitó ser intervenido una semana antes de lo previsto. Por desgracia, el avanzado embarazo le produjo un par de complicaciones en uno de sus riñones y por ende, cayó de urgencias en el quirófano.

—Se estuvo quejando de que faltaba demasiado para que le sacaran el bebé —Xue Yang se burló, recibiendo un golpe en el hombro de parte de Meng Shi—. ¡¿Qué?! Solo digo.

—Solo espero que el señor Chen no le haya avisado a XiChen —Meng Yao dijo, a sabiendas que todo podía irse al caño si el hombre se enteraba de lo sucedido.

—¿No tenía que enterarse? —Jin ZiXuan preguntó totalmente confundido.

—Papá, ¿qué hiciste?

—Pues. . . Solo le envié mis felicitaciones con uno de los enfermeros. . .

Todos se golpearon el rostro con la palma de la mano.

 

Y sé que merezco tu amor
No hay nada que no me merezca