¿Veremos más auroras boreales en España en los próximos días?

¿Veremos más auroras boreales en España en los próximos días?

«Es algo extraordinario», señala a ABC Javier Rodríguez-Pacheco, catedrático de la Universidad de Alcalá (UAH) experto en astrofísica solar

Normalmente se producen en latitudes más extremas, cercanas a los polos magnéticos de la Tierra; pero esta madrugada, estos destellos han sido visibles desde toda la península ibérica. ¿Por qué?

Tormentas solares: la amenaza invisible

Aurora boreal desde el pantano de la Baells eP
Patricia Biosca

Esta funcionalidad es sólo para registrados

El fenómeno ha despertado el interés y el asombro de toda Europa: las auroras boreales, que suelen ser comunes el norte de nuestro continente o directamente en los polos, han sido vistas este fin de semana mucho más abajo; tan abajo como Galicia, Zaragoza o Almería, cruzando la península ibérica e iluminando el Mediterráneo.

Desde luego, no se trata de un espectáculo recurrente en nuestros cielos: registros históricos de la prensa del momento recogen una aurora vista desde la Gran Vía a principios del siglo XX y no se tienen registros de una tormenta solar tan potente desde hace dos décadas. Si bien hace un año se captó una aurora boreal desde Cáceres, en ningún caso fue algo tan espectacular como lo ocurrido durante la madrugada de este sábado. Pero, ¿qué ha pasado exactamente? ¿Debemos temer algún tipo de apocalipsis?

Spoiler: no. Las auroras boreales son el resultado de que nuestro campo magnético, que es una suerte de 'rosquilla' invisible alrededor de nuestro planeta y generada desde el núcleo, se deforme en sus polos (o donde estaría el 'agujero' de la rosquilla magnética) por la acción de la radiación emitida por el Sol. Esto ocurre cuando nuestra estrella, que es una bola de gas activa, emite una suerte de llamarada o erupción de partículas cargadas de energía (conocida como eyección coronal de masa o, más comúnmente, tormenta solar) que impacta contra nuestra magnetosfera.

Este chorro energético colisiona con los átomos de oxígeno y nitrógeno de nuestro campo magnético, deformándolo y emitiendo los característicos colores verdosos y púrpuras cerca del 'agujero' de la rosquilla que normalmente vemos en fotografías, pero que esta noche han iluminado nuestro cielo.

El campo magnético de la Tierra es generado por el núcleo (en naranja). Protege la atmósfera frente al viento solar y la superficie de los rayos cósmicos ESA/ATG MEDIALAB

«Pero los polos magnéticos no coinciden exactamente con los polos geográficos de la Tierra», explica a ABC Javier Rodríguez-Pacheco, catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH) experto en astrofísica solar. «Sino que están un poco inclinados sobre la zona norte de América, en torno a Canadá». Es decir, que ese 'hueco' central se encuentra ladeado sobre el continente americano. «Es por eso que cuando estos fenómenos son más potentes, suelen ser visibles sobre lugares como Arizona o Nuevo México, pero muy extraños en Europa. Lo de esta noche ha sido algo extraordinario, histórico», reconoce Rodríguez-Pacheco.

Tormenta solar extrema

Es cierto y patente que en los últimos cuatro años las tormentas solares se han intensificado: extraña es la semana en la que no hay un aviso de este tipo. No obstante, no se trata de un fenómeno extraordinario, como las auroras en España. Al menos, no en parte. El Sol tiene un ciclo de más o menos once años en el que su propio campo magnético, diferente al nuestro, se voltea. Eso provoca que su actividad aumente, mostrando cada vez más y más manchas de las que surgen las tormentas solares. «Ahora mismo nos dirigimos hacia el máximo del ciclo, que se producirá, en principio, para 2025», señala el astrofísico de la UAH.

Sin embargo, este ciclo natural, que es el número 25 del que se tienen registros, sí que tiene algo de especial. Aunque se esperaba que fuese uno tranquilo, como el anterior, el Sol lleva sorprendiendo a los científicos desde diciembre de 2019, en su comienzo, cuando empezó a mostrar una actividad inusitada y muchas más manchas previstas por los modelos.

«De hecho, ahora presenta una región activa -es decir, una zona de manchas- que es enorme y que es visible desde la Tierra sin telescopios al atardecer o al amanecer, siempre con las medidas de protección adecuadas», explica Rodríguez-Pacheco. De todas esas manchas es de donde salió la tormenta solar de rango G5, la máxima calificación otorgada por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EE.UU. (NOAA, en inglés), uno de los principales organismos que monitorizan el clima espacial. Su potencia fue tal que 'agrandó' el centro de este 'donut magnético', por lo que pudimos ver las auroras desde nuestro país.

Un máximo solar que puede llegar antes de lo pensado

La actividad de nuestra estrella es tal que existen estudios que se replantean que el máximo se alcance a mediados de este año y no del que viene. «Pero que lleguemos al máximo no significa que se acaben estos fenómenos», señala Rodríguez-Pacheco. «De hecho, los más intensos se suelen dar al final del máximo, porque la actividad de nuestra estrella es parecida a una goma elástica: se carga de energía, soltándola súbitamente después».

Además, este ciclo ya nos ha regalado erizos, serpientes y 'cañonazos' espectaculares recogidos por las diferentes naves de camino al Sol, como la europea Solar Orbiter -y que transporta un instrumento EPD, un detector de partículas creado y operado por el equipo de Rodríguez-Pacheco) o la norteamericana Parker Solar Probe, además de radiotelescopios terrestres, como el Observatorio de Dinámica Solar de la NASA.

El clima espacial y el comportamiento del Sol son, de momento, bastante impredecibles: aunque las manchas sobre la superficie de nuestra estrella pueden dar pistas sobre las tormentas solares, nuestra tecnología aún no es posible predecirlas hasta unas horas antes de su impacto. Así, la NOAA avisó de la tormenta poco antes de que ocurriera. De hecho, la última tormenta solar calificada como G5 tuvo lugar en octubre de 2003 y provocó cortes de electricidad en Suecia y dañó algunos transformadores en Sudáfrica. Sin embargo, aquí, de momento, no se han reportado daños.

Que el clima espacial sea tan voluble hace imposible predecir a medio y largo plazo cuánto una tormenta espacial chocará contra la Tierra de nuevo. Si bien la NOAA emite alertas cada semana, la gran mayoría de las veces se trata de fenómenos más moderados y sin ninguna repercusión sobre nuestros cielos. Aún así, existen investigaciones que han medido la probabilidad de que tormentas de este tipo causen daños en la Tierra. Por ejemplo, un estudio publicado en 'Geophysical Research Letters' afirma que estos fenómenos pueden producirse una vez cada 25 años.

No debemos estar asustados, sino preparados

Aún así, el astrofísico señala que hay que mantener la calma. «No hay que estar preocupados, sino preparados. Y para eso está la ciencia. No podemos controlar la naturaleza, pero sí entenderla». Uno de los cometidos de Solar Orbiter será ofrecer nuevas pistas sobre el funcionamiento de nuestra estrella y ver, por ejemplo, qué ocurre en los polos, a donde ninguna misión se ha acercado hasta ahora.

«A partir de los datos de esta misión podremos afinar los modelos, comprender qué es lo que ocurre en estos ciclos solares y poder predecirlos mejor», señala Rodríguez-Pacheco. Porque las tormentas solares, si bien no provocan daños directos sobre la vida en la Tierra, sí que pueden tener consecuencias en los generadores eléctricos, interferir en las señales de radio o 'achicharrar' nuestros satélites. En Europa, aparte de que las tormentas solares suelen ser menos frecuentes, nuestras redes eléctricas están mejor preparadas en caso de tormenta solar severa, como la de este fin de semana (a la vista está que no se han reportado fuertes daños en el continente). El problema más 'terrenal' se produce en los aviones, cuyo sistema de radio se ve interferido por estos fenómenos. De hecho, los pilotos sortean la zona de los polos justamente por este motivo.

Estos fenómenos han ocurrido con anterioridad. La tormenta solar más potente jamás registrada, conocida como el evento Carrington, provocó cortes en la incipiente red de telégrafo transoceánica en 1859. Incluso existen estudios que señalan que las tormentas geomagnéticas son más comunes de lo pensado. Sin embargo, el astrofísico llama a la calma: «Si se toman las medidas oportunas, sus efectos perjudiciales se verán atenuados. Y, de hecho, los gobiernos y las agencias espaciales ya están en ello».

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación