La primera profecía (2024), de Arkasha Stevenson

1971. Hasta Roma llega la joven novicia Margaret, dispuesta a tomar los hábitos en un convento dedicado a la educación de chicas jóvenes. Será recibida con cariño por el cardenal Lawrence y comenzará con ilusión su trabajo de profesora. Pero Maggie sufre continuas visiones que no le dejan vivir en paz, lo cual se acrecienta con ciertos modos de actuar, digamos inquietantes, de sus compañeras en el convento. Las cosas empeorarán para ella cuando un sacerdote le pide ayuda desesperadamente, al tiempo que le cuenta una disparatada historia sobre apareamientos diabólicos y la inminente llegada del anticristo.

Las monjas y el terror diabólico hacen buenas migas, al menos aparentemente, como se puede desprender de un sinfín de películas que usan esos dos elementos. La primera profecía explota el look referido para ofrecer –como dice el título– una especie de precuela de La profecía, ejemplar film setentero que se cuenta entre los mejores del género. No es lo que ocurre con esta producción que llega casi cincuenta años después de la protagonizada por Gregory Peck y Lee Remick, aunque eso no quite que se trata de una potente producción, dirigida con ritmo e intensidad por el desconocido Arkasha Stevenson, con momentos de oscuridad que ponen los pelos de punta.

Tiene a su favor La primera profecía la ambientación romana de los años 70, con una tonalidad fotográfica que nos traslada a la época con eficacia. El trío de guionistas no se anda con chiquitas a la hora de dibujar una comunidad monjil de los más singular, con madre superiora siniestra, religiosas que se recrean con chistes licenciosos, postulantas que se escapan para disfrutar de la noche romana y por supuesto monjas con comportamientos extraños, suicidios espeluznantes, etc. Puede aducirse que todo tiene su explicación en la historia, es cierto, lo cual no es óbice para que el conjunto delate una visión repelente y tenebrosa de la Iglesia Católica.

En general, el argumento y la imaginería de ciertas escenas raya en la locura del más puro fantaterror, aunque toque temas tan serios como la presencia del diablo y la llegada del anticristo. Funcionan más o menos las horripilantes visiones que sufre la protagonista, pero no se evita el recurso facilón del susto hipersonoro e imprevisible, solución poco inteligente en este tipo de película que se supone que ha de dar miedo con su historia. Y es una lástima que el exceso de truculencias y violencia efectista cercana al gore se sitúe en las antípodas de la sutileza de ilustres predecesoras como La semilla del diablo o la ya mentada La profecía, lo cual rebaja inevitablemente su seriedad. El reparto, con un buen elenco de rostros conocidos, hace un trabajo eficaz, especialmente en lo que se refiere la protagonista Nell Tiger Free.