CVC. Donde habita el recuerdo: memoria de Luis Cernuda. Antolog�a (rota)
Invocaciones [antes Invocaciones a las gracias del mundo] (1934-1935)

Este libro es el �ltimo de la primera versi�n de La Realidad y el Deseo, tal y como apareci� en la edici�n de 1936. Para los cr�ticos, cierra el llamado primer per�odo po�tico, y viene a ser como un resumen de todo lo manifestado anteriormente: el amor, la desilusi�n, la frustraci�n, la belleza, la cr�tica del medio social. Sus poemas son apasionados y se percibe en ellos, sobre todo en la descripci�n de la belleza, una tendencia clasicista, que no es nueva en �l. Incluye este libro el extenso y conocido poema �El joven marino�, que apareci� publicado aparte, y del que ofrecemos fragmentos especialmente representativos.

 

El joven marino

El mar, y nada m�s.

Insaciable, insaciable.
Con pie desnudo ibas sobre la olvidadiza arena,
Dulcemente trastornado, como el hombre cuando un placer espera,
Tu cabello segu�a la invocaci�n fren�tica del viento;
Todo t� vuelto apasionado albatros,
A quien su tr�gico desear brotaba en alas,
Al �nico maestro respond�as:
El mar, �nica criatura
Que pudiera asumir tu vida posey�ndote.

[...]

Mas �qu� importan a mi vida las playas del mundo?
Es �sta solamente quien clava mi memoria,
Porque en ella te vi cruzar, sombr�o como una negra aurora,
Arrastrando las alas de tu hermosura
Sobre su dilatada curva, semejante a una pomposa rama
Abierta bajo la luz,
Con su armadura de altas rocas
Ca�da hacia las dunas de adelfas y de palmas,
En l�nguido paraje del perezoso sur.

[...]

Cambiantes sentimientos nos enlazan con este o aquel cuerpo,
Y todos ellos no son sino sombras que velan
La forma suprema del amor, que por s� mismo late,
Ciego ante la mudanza de los cuerpos,
Iluminado por el ardor de su propia llama invencible.

Yo te adoraba como cifra de todo cuerpo bello,
Sin velos que mudaran la rec�ndita imagen del amor;
M�s que al mismo amor, m�s, �me oyes?,
Insaciable como t� mismo,
Inagotable como t� mismo;
Aun sabiendo que el mar era el �nico ser de la creaci�n digno de ti
Y tu cuerpo el �nico digno de su inhumana soberbia.

[...]

Cambian las vidas, pero la muerte es �nica.
A�n oigo aquella voz exang�e, que en su vago delirio
Lleg� hasta m�, a trav�s de las velas ca�das en la arena, como alas arrancadas;
Alguien que conoc�a tu ausencia, porque sus ojos te vieron muerto, tal una rosa
                                                                                                   [abandonada sobre el mar,
Dec�a lentamente: �Era m�s ligero que el agua�.

Qu� desiertos los hombres,
C�mo chocan sin verse unos a otros sus frentes de verg�enza,
Y cu�n dulce ser� rodar, igual que t�, del otro lado, en el olvido.
As� tu muerte despierta en m� el deseo de la muerte,
Como tu vida despertaba en m� el deseo de la vida.


Cerrar