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En una fría noche de invierno, la actriz Shannen Doherty invitó a cenar a unos amigos a una casa de alquiler en Venice, California. La suya, la de verdad, está en Malibú, 32 kilómetros al norte, pero ella y su esposo, el fotógrafo Kurt Iswarienko, habían tenido que huir unos meses antes, cuando un incendio forestal quemó más de 40 hectáreas. Su hogar sobrevivió a las llamas, pero los daños que sufrió lo hicieron inhabitable. A la cena sólo estaban invitadas sus personas de confianza: su marido y los amigos que conocían a la verdadera Shannen, y no a la caricatura de los tabloides de los años 90: la chica mala y malhumorada. Allí estaban la actriz Sarah Michelle Gellar, la modelo Anne Marie Kortright, el agente inmobiliario Chris Cortazzo y un médico de Los Ángeles llamado Lawrence Piro. Doherty había diseñado la lista de invitados, pero fue Piro, su oncólogo, quien condujo la conversación. Entonces habían pasado menos de dos años desde el final de su tratamiento contra el cáncer de mama, y la enfermedad había vuelto. Por eso él estaba ahí. El cáncer era ahora metastásico, lo que significa que se había extendido más allá de la mama y los ganglios linfáticos. La noticia era devastadora, y la actriz había invitado al doctor para que pudiera contestar a las preguntas que sabía que tendrían sus amigos. ¿Moriría por esto? Probablemente. ¿Morirá pronto? Probablemente no. ¿Por qué ocurrió? Era imposible saberlo. ¿Podría tratarse? Sí, hasta cierto punto.

Cada año se diagnostica cáncer de mama a alrededor de dos millones y medio de mujeres en el mundo. En la mayoría de los casos, el tratamiento es eficaz y la paciente se cura. Pero en una parte importante de estos, el tumor reaparece: en la mama, en los ganglios linfáticos cercanos o en otras partes del cuerpo.

En su caso, a pesar de la intervención quirúrgica, la quimioterapia y la radioterapia a las que se sometió en su primer diagnóstico, parecía que algunas células cancerosas habían sobrevivido al asalto y se habían abierto paso hasta su columna vertebral. Lo más probable es que la enfermedad se extienda al cerebro, los pulmones o el hígado. A pesar de eso, había motivos para la esperanza. El cáncer de mama metastásico antes era una sentencia de muerte, pero ha habido muchos avances en los últimos años, y las pacientes viven más tiempo y tienen una mejor calidad de vida. Algunas sobreviven durante una década, incluso más. El tratamiento incluiría una terapia hormonal, además de un segundo fármaco para estabilizar la enfermedad. Si no funcionaba, podían probar otras combinaciones, pero el resultado era el mismo: Doherty estaría bajo supervisión médica durante el resto de su vida.

shannen doherty
Kurt Iswarienko

Mientras Piro explicaba todo esto, su paciente estaba apoyada en la mesa, escuchando. Casi 30 años después de haber interpretado a Brenda Walsh en 'Sensación de vivir', la actriz sigue siendo una mujer resplandeciente. "Creo que la gente tiene una imagen mental del cáncer en fase IV como alguien sentado en una bata gris de hospital, mirando por una ventana en su lecho de muerte", dice Iswarienko. "Cuando la miro, no veo a una enferma. Veo a la misma mujer de la que me enamoré, sana y llena de vida".

Como si un incendio masivo y un diagnóstico de cáncer metastásico no fueran suficientes, había más malas noticias por llegar. Semanas después de la cena, el coprotagonista de la serie que le dio la fama, Luke Perry, falleció a causa de un infarto. Se habían distanciado, pero en los últimos años conectaron de nuevo. En un homenaje a Perry, Doherty vio a Brian Austin Green, el único otro compañero de reparto de la serie al que podía llamar amigo. Durante el funeral, Green intentó convencerla de participar en el 'reboot' de la serie, 'BH90210'. Todos los protagonistas de la original habían firmado, excepto ella. La década de los 90 convirtió a la actriz en un nombre conocido, pero le dejó muchas cicatrices y parecía tener problemas allá a donde iba. La prensa rosa publicaba historias sobre ella peleando con productores, guionistas y actores. Era una diva, una 'zorra', decían, imposible de tratar. Una portada de la revista 'People' de 1993 declaraba que estaba "fuera de control", después de que su exprometido la acusara de amenazarle con daños físicos. Uno de los muchos artículos que se publicaron decía que había "dejado un rastro de deudas, familias destrozadas, amistades consumidas y relaciones rotas". Incluso hubo un boletín de noticias dedicado a hablar mal de ella. "Cuantas más historias se escribían sobre mí, más a la defensiva me ponía", cuenta. Había tenido que trabajar mucho para superar esa época. No quería volver ni a la prensa rosa ni al 'set' con sus compañeros de reparto. Pero la muerte de Perry lo cambió todo. Tal vez, podría ser una especie de homenaje. Tal vez era una oportunidad para demostrarse a sí misma que el cáncer de mama no significaba el fin del trabajo. Tal vez fueran ambas cosas. "Sabía que, en cuanto volviera al programa, volvería toda la 'mierda'. Y así fue", relata. El director de la serie y varios guionistas dimitieron antes de que comenzara el rodaje, y se rumoreó que ella estaba detrás de su decisión. "Lo abordé inmediatamente", dice. En Instagram, publicó: "Me niego a que me den el mismo papel de villana porque los periodistas carezcan de imaginación... Tengo mi propia historia". Aclaró que los rumores a su alrededor eran falsos y que era una persona más compleja de lo que los titulares decían: "Te prometo", escribió, "que no me conoces".

Doherty es una paciente de cáncer de mama que sabe que nunca superará por completo la enfermedad. Hay que lidiar con los efectos de la quimioterapia, o la pérdida de un pecho natural que nunca podrá reemplazarse del todo, ni siquiera con cirugía. Y el terror del diagnóstico, porque sabes que, aunque acabes el tratamiento, la enfermedad puede reaparecer. Iswarienko estaba en Manchester (Inglaterra) cuando Piro llamó para decir que el PET mostraba que su cáncer de mama había vuelto. Ella estaba sola. Paseó, lloró y empezó a buscar ensayos clínicos en Europa. Pensó en todas las cosas que no había podido hacer. Un viaje a Botsuana, por ejemplo, y a Kenia. Pero, sobre todo, pensó en su trayectoria personal: "Me dije: '¿Tengo un buen karma? ¿Tengo un mal karma? ¿Por qué iba a tener un mal karma?'. Hice balance de mi vida". Su reputación en los 90, admite, no era del todo inmerecida: "A los 19 años, la diplomacia no es algo que entiendas", dice. En el plató de 'Sensación de vivir', los directores y productores le decían que se callara y que se limitara a hacer su trabajo: "Me trataban como si fuera un perro y tuviera que seguir órdenes". Y en medio de todo esto, se tuvo que enfrentar a algo que no tenía nada que ver con la interpretación. Su padre, Tom, que falleció en 2010, sufrió varios infartos y derrames cerebrales durante el rodaje de la serie. Le diagnosticaron diátesis y, finalmente, insuficiencia renal. "Era mi roca, mi mejor amigo, mi mentor", admite. Gracias a la serie, la actriz pudo pagar las facturas médicas de su padre. Tras ser despedida, protagonizó 'Charmed', pero los supuestos enfrentamientos con su compañera Alyssa Milano provocaron su salida. A partir de entonces, empezó a protagonizar 'tv movies', series de corta duración y hasta un 'reality show' sobre la planificación de su boda, que la hizo parecer un libro abierto. Fue entonces cuando llegó el diagnóstico del cáncer de mama. "Me despojé de todo eso. Fue como si todos esos muros se disiparan". Con el cáncer, ya no había que esconderse. En 2016, publicó una foto en Instagram afeitándose la cabeza. Unos meses más tarde, acudió a una alfombra roja con un pañuelo en la cabeza. Después de tres décadas siendo el centro de todas las miradas, dejó que sus fans (y sus 'haters') la vieran vulnerable.

Sarah Michelle Gellar recuerda que hace unos años Doherty acudió a un evento y la gente se acercaba a ella dirigiéndole grandes palabras de apoyo. La antigua Shannen se habría mostrado escéptica, sin embargo, después del cáncer, todo cambió: "Su imagen pública coincidió finalmente con su imagen privada, y eso le dio paz", afirma su amiga. El día que recibió el diagnóstico de cáncer metastásico, llegó a una conclusión: "Tengo un buen karma. Puede que no lo parezca, pero he sido una buena persona".

Doherty e Iswarienko regresaron a su casa de Malibú a principios del año 2020, después de un año entero en habitaciones de hotel y casas de alquiler o de amigos. Como persona con una enfermedad mortal, la actriz ha aprendido a vivir con ella, con todo lo que eso supone. Ha catalogado mentalmente sus posesiones y ha pensado qué objetos deben ir a quién. "No me he sentado a escribir el testamento, pero lo tengo que hacer", dice. «"Necesito decirle algunas cosas a mi madre, y que mi marido sepa lo que ha significado para mí", cuenta mientras se le quiebra la voz. También ha barajado la idea de grabar un vídeo para que lo vean después de su muerte. "Aunque cuando llega el momento, siento que es una despedida y decido no hacerlo", dice. "Es difícil cerrar tus asuntos cuando sientes que vas a vivir otros 10 o 15 años". Desde su diagnóstico, ha rodado más de diez proyectos. Entre ellos, un programa de televisión para ayudar a otras mujeres con cáncer de mama metastásico. "Cualquier persona con estadio IV se enfrenta a esta situación; todos te tratan como si estuvieras a punto de irte. Y no estoy preparada para irme. Me queda mucha vida".