A los compositores que integran la escuela francesa, una de las más influyentes del nacionalismo de la historia de la música, le hemos dedicado algunos capítulos con los más significativos y, posiblemente, los más populares y conocidos como son Camille Saint-Saëns, Gabriel Fauré, Claude Debussy, Erik Satie y Maurice Ravel.
Pero en la escuela francesa hay muchos más, algunos desgraciadamente han quedado en el olvido, tal vez algo relegados a un segundo plano por las grandes figuras que hemos mencionado anteriormente, pero entre todos ellos hicieron que la música clasica compuesta en Francia al final del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX, tuviera una importancia capital en la historia de la música.
A continuación vamos a detallar algunos nombres más con una breve reseña a su labor más significativa como compositores.
Édouard Lalo (1823 – 1892). Entre sus obras destacan La sinfonía española (1874) y la ópera Le Roi d’Ys (1888)
Félix-André Guilmant (1837 – 1911). Extraordinario organista, compuso, entre otras, la Sonata para órgano nº 1 y la Sonata para órgano nº 7 como las más sobresalientes.
Cécile Chaminade (1857 – 1944). La primera compositora a la que se le concedió la Legión de Honor, tuvo que luchar en su patria contra los prejuicios acerca de las mujeres compositoras, alcanzando más renombre en Inglaterra y Estados Unidos.
Henri Duparc (1848 – 1933). Desgraciadamente el propio Duparc destruyó gran parte de su obra, así que han llegado hasta nosotros unas pocas canciones, algunas de ellas son Canción triste (1868), Le manoir de Rosemonde (1879), Phydylé (1882) y La vida anterior (1884).
Vincent d’Indy (1851 – 1931). Célebre en su tiempo, ahora su música apenas se interpreta. Una de sus contribuciones a la música francesa, además de componer, fue crear la Schola Cantorum, rival del Conservatorio de París, donde estudiaron algunos de los más célebres compositores de la escuela francesa. Algunas de sus obras son Symphonie cévenole (1886), la ópera L’Etranger estrenada en 1903 y la obra orquestal Día de verano en la montaña.
Emmanuel Chabrier (1841 – 1894). A Chabrier se le considera uno de los primeros compositores impresionistas y fue, naturalmente, admirado por Debussy y Ravel. Entre su producción musical destacan: Piezas pintorescas para piano (1880), España (1883) orquestal y Marcha alegre (1888).
Ernest Chausson (1855 – 1899). Alumno de Jules Massenet, su obra Poema (1896) para violín y orquesta es la más popular en la actualidad.
Reynaldo Hahn (1874 – 1947). A este compositor se le recuerda y permanece de actualidad gracias a sus exquisitas canciones musicando poemas de Verlaine, a pesar de haber compuesto ballets, ópera y opereta, sus canciones son las que le dieron la fama que aún perdura.
Paul Dukas (1865 – 1935). Paul Dukas es el compositor de la obra orquestal El aprendiz de brujo (1867), popularizada por la película Fantasía. Otra obra destacada es la ópera Ariana y Barbazul (1907) y el ballet La Péri.
Albert Roussel (1869 – 1937). Uno de los compositores franceses que no recibió en su momento la atención merecida. A decir de los especialistas, la música de Roussel es la mejor del periodo de entreguerras. Destacamos: El festín de la araña, ballet (1913), Sinfonía nº 3 (1930), el ballet Baco y Ariana (1931).
Joseph Canteloube (1874 – 1947). Apasionado de la música popular, alcanzó su mayor éxito con Cantos de Auvernia (1923 – 1954).
Lili Boulanger (1893 – 1918). Boulanger fue la primera mujer que ganó el Premio de Roma en 1913, el mismo año que compuso su cantata Fausto y Helena. Con una salud precaria, murió a los veinticinco años de edad dictando, en su lecho de muerte, un conmovedor Pie Jesu a su hermana Nadia, que fue profesora de composición.
Jacques-François Ibert (1890 – 1962). Ibert es otro de los nombres que merece recordarse en este breve elenco de compositores de la escuela francesa. Con un estilo neoclásico, destacan entre sus obras la ópera Angélica (1927), Divertimento (1926) y el Concierto para flauta (1933)