La Real y Pontificia Universidad de México

  • La Universidad se creó de acuerdo con los procedimientos de la Universidad de Salamanca y gozando de todos los privilegios de ésta
  • Seis fueron las cátedras creadas: Teología, Sagrada Escritura, Cánones, Leyes, Artes, Retórica y Gramática

Autor: Alberto María Carreño. Selección del texto: Hernando Luján

 Patio de la Real y Pontificia Universidad de México, tomada de Un destino compartido. 450 años de la presencia de la Universidad en la Ciudad de México, México, UNAM-Coordinación de Humanidades-PUEC, 2003, p. 46.

¿Por qué, expedida la real cédula de fundación en septiembre de 1551, la ceremonia primera, de carácter religioso, se verifica hasta el 25 de enero de 1553, día de la conversión de San Pablo? No se ha dado hasta hoy explicación especial, pero desde luego debe advertirse que aquella cédula ha de haberse recibido quizás hasta fines de noviembre o en diciembre, según la cercanía de la partida de una flota; todas las órdenes reales dilataban en llegar en promedio, no menos de dos meses.

Y aun suponiendo que desde que llegó la orden de 1547 y su ratificación de 1548 para que designaran propios y se creara la Universidad, hubiera hecho sus veces el Estudio General en el convento de Santo Domingo, era indispensable cuidar de todos los detalles para el funcionamiento del nuevo instituto, que iba a establecerse ya, de acuerdo con los procedimientos de la Universidad de Salamanca y gozando de todos los privilegios de ésta, salvo el de no pechar los graduados.

Vamos a ver todavía que entre aquella ceremonia y el acto de initio transcurren cinco meses. 

Como es sabido, seis fueron las cátedras creadas: Teología, Sagrada Escritura, Cánones, Leyes, Artes, Retórica y Gramática.

El libro de Alberto María Carreño.

¿Cuál fue el alcance de esas asignaturas? Uno mucho más amplio que el que sin meditación puede suponerse.

Entendíase entonces por Gramática algo que cuidadosamente se ha enseñado y se enseña en todas las Universidades y que en los últimos años se ha extendido a escuelas de segunda enseñanza, aunque en forma sencilla y simple: Latín, que, con ánimo preocupado, desterró don Justo Sierra de nuestra actual Universidad y que ya se ha restablecido.

¿Es inútil tal estudio, como llegó a creerse cuando se le suprimió? No lo es, si se quiere tener un conocimiento mediano de la lengua que hablamos y que en su mayor parte se deriva de aquélla, y si se quiere conocer lo que fue la ciencia de los otros días y la cultura de los otros siglos.

Patio de la Real y Pontificia Universidad de México, tomada de www.facebook.com/TecNMZongolica/photos/sab%C3%ADas-qué-la-real-y-pontificia-universidad-de-méxico-fue-una-universidad-del-vi/1442748955895923.

Porque piénsese que cuando la Universidad se creó, era la lengua latina la que servía para el estudio de todas las ciencias, no solamente la Teología, como torpemente se suele afirmar. Las Ciencias Naturales, las llamamos hoy; la Física, la Filosofía en sus diferentes aspectos, no se podían estudiar si se ignoraba el Latín. Caso curioso es, por ejemplo, el de fray Luis de Granada, modelo de hablista en Lengua Castellana, que escribió su Retórica, es decir, la base de los escritos literarios, en la lengua que hizo célebre a tantos hombres de la vieja Roma y de la vieja España.

Y bien, la Universidad, el día mismo en que abrió sus puertas a la cultura novohispánica, instituyó la clase de Gramática en que, tras de conocer la lengua misma, se hacía el análisis de los más grandes escritores que se han tomado por modelos del buen decir latino.

Pero la Retórica es el necesario coronamiento de aquellos estudios; ella se ocupa no solamente en el análisis de la estructura de una lengua, sino que de preferencia se asoma al pensamiento del escritor desde el punto de vista meramente artístico; ya que nadie puede dudar de que toda lengua es a manera de arcilla con la cual se puede lo mismo construir el artificioso edificio de la novela o el drama, que modelar la figura humana para presentarla vigorosa y fuerte, o destrozada por el dolor o la miseria. La lengua logra más todavía: nos reproduce el paisaje, nos hace contemplar los maravillosos celajes de un crepúsculo, o las embravecidas olas de un airado mar; y todavía su fuerza y su alcance son tales, que nos permite asomarnos a los sentimientos más nobles o depravados de los hombres, para que aborrezcamos éstos, para que enaltezcamos los primeros. 

Fotos 4 y 5. Real Cédula sobre la fundación de la Universidad otorgada por el rey Felipe II —en nombre de Carlos V—, Universidad, vol. 7, exp. 1, f. 4v, AGN, tomada de “#AGNRecuerda la apertura de la Real y Pontificia Universidad de México”, www.gob.mx/agn/articulos/agnrecuerda-la-apertura-de-la-real-y-pontificia-universidad-de-mexico, consultado el 25 de enero de 2022.

¿Qué abarcaba la signatura llamada Artes? Una serie de conocimientos generales que más tarde fueron agrupados en las universidades bajo el título general de Filosofía: es decir, que además de la Lógica, por ejemplo, se comprendían las Matemáticas, la Física, la Astronomía, las Ciencias Naturales, y vamos a ver que durante largos años en México abarcó también la Medicina, hasta que se crearon separadamente las dos facultades. Por separado también se creó, según veremos, la cátedra de Astrología, que llamaríamos hoy Astronomía.

Más vengamos a la Teología, que tanto preocupa a quienes no tienen conocimiento de la amplitud de este estudio en los siglos XVI y XVII. Se supone, y en ello está el error, que los teólogos solamente se encumbran hasta la Metafísica para acercarse a Dios. Y no; si en parte los teólogos esto hacían, consagraban otra gran parte de sus enseñanzas filosóficas a establecer normas de gobierno y de justicia entre los hombres. Un jurisconsulto mexicano, el licenciado Toribio Esquivel Obregón, ha llamado la atención hacia el hecho notable de que quien hoy es considerado el verdadero fundador del Derecho Internacional, fray Francisco de Vitoria, expuso sus principios desarrollando, nada menos que su curso de Teología. Pero ¿qué más?, el célebre teólogo dominico Santo Tomás de Aquino, creador de una de las grandes escuelas filosóficas, consagra una gran parte de su famosa Summa Theologica nada menos que a exponer normas para el mejor régimen de los pueblos, es decir: principios de política interna.

Y lo que se dice de la Teología puede afirmarse de la cátedra de Biblia o de Sagrada Escritura, que se puso a cargo nada menos que de uno de los sabios más notables que tuvo México en el siglo XVI, el agustino fray Alonso de la Veracruz, que en las obras que dejó, muchas de ellas impresas en la Nueva España, cuando apenas la imprenta surge en nuestro suelo, demuestran cómo su horizonte filosófico es de una amplitud tan enorme que con admirable conocimiento nos lleva a vislumbrar el mundo físico, que no se aparta de muchas de las concepciones de hoy. Su cátedra de Biblia se convierte entonces en un conjunto de enseñanzas que estuvieron lejos del falso concepto que se ha llegado a tener de la Universidad de México en sus principios.

Fotos 4 y 5. Real Cédula sobre la fundación de la Universidad otorgada por el rey Felipe II —en nombre de Carlos V—, Universidad, vol. 7, exp. 1, f. 4v, AGN, tomada de “#AGNRecuerda la apertura de la Real y Pontificia Universidad de México”, www.gob.mx/agn/articulos/agnrecuerda-la-apertura-de-la-real-y-pontificia-universidad-de-mexico, consultado el 25 de enero de 2022.

También pudiera pensarse que el establecimiento de la Facultad de Cánones fue absurdo, porque el Derecho Canónico se ocupa sólo en la materia eclesiástica; y también el hecho es falso. De tal manera fue inmensamente mayor su alcance en los siglos primeros de la Universidad de México, tomando en cuenta la estrecha liga que había entre la vida civil y la eclesiástica, que es de admirar que la mayor parte de los juristas que vinieron a formar la Real Audiencia estaban doctorados en Cánones. Muchos de ellos hasta aquí, en nuestra Universidad, se graduaron en Leyes, que comprendían la Instituta y el Decreto, es decir, los principios jurídicos planteados por Justiniano y las leyes que, de acuerdo con la existencia de aquellos días, iban emanando de la voluntad del soberano, asesorado por el Consejo de Indias, y de la voluntad del Pontífice Romano.

Hay algo por extremo interesante, que hemos de tener ocasión de recordar una vez más: apenas se establecen las Escuelas, como en aquellos lejanos días fue nombrada la Universidad, cuando de hecho se crea la Facultad de Medicina, pues el primer médico incorporado en el claustro, categóricamente se incorpora a esa Facultad, como en ella se incorporan y gradúan quienes constituyen la base de tan importante rama del saber.

Luego vendría su indispensable complemento: la Anatomía y la Cirugía, y se acudirá al libro por excelencia para su estudio: el cuerpo humano.

Después surgirán otros estudios, indispensables si se toma en cuenta el medio en que la Universidad operaba: el indio era todavía la porción más importante de la población de la Nueva España; sus lenguas y dialectos lo apartaban espiritualmente del resto de la comunidad social y era indispensable crear cátedras de lenguas indígenas, como se hizo a medida que mejor se fue comprendiendo este trascendental problema, y a medida también que el progreso científico de otros pueblos, de la misma España, fue abriendo nuevos caminos a nuestra Universidad.

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