Resumen de El mercader de Venecia

William Shakespeare

El mercader de Venecia

Esta comedia en cinco actos en verso y prosa de William Shakespeare fue escrita, seg�n algunos, en 1594 (alusi�n en el acto IV, escena I, a la ejecuci�n del jud�o Rodrigo L�pez el 17 de junio de 1594, bajo la acusaci�n de haber intentado envenenar a la reina Isabel I); seg�n otros, sobre todo por consideraciones de estilo, en oto�o del 1596. Las dos fechas podr�an conciliarse suponiendo una revisi�n por parte de Shakespeare. Fue publicada en cuarto en 1600 y en folio en 1623.

Los dos motivos principales del argumento, el del pr�stamo hecho por un jud�o a un cristiano por una libra de carne, y el de una elecci�n entre objetos de aparentemente distinto valor, son antiguos y recurrentes. El primero lleg� a conocimiento de Shakespeare por medio de Il Pecorone de Giovanni Fiorentino (escrito hacia 1318 y publicado en 1558), y, para el detalle del rapto de la hija del usurero, por medio de Zelauto (1580), relato de Anthony Munday (1553-1603).

El segundo motivo le vino por medio de la versi�n de Richard Robinson de los Gesta Romanorum (publicada seg�n parece en 1517). Los dos motivos pudieron encontrarse reunidos en un drama preexistente, El Hebreo (1578), que s�lo conocemos indirectamente (su argumento era "la codicia de los que prefieren los bienes terrenos y el alma sanguinaria de los usureros"). Shakespeare refundi� probablemente este drama, conservando de �l alguna parte, quiz� los vers�culos contenidos en los cofrecillos.

Argumento

Basanio, noble veneciano que ha malgastado su caudal, pide al rico mercader Antonio, amigo suyo, tres mil ducados para poder continuar dignamente su noviazgo con la rica heredera Porcia, que vive en tierra firme, en Belmonte. Antonio, que ha empleado todo su dinero en especulaciones de ultramar, se propone hacerse prestar el dinero por Shylock, usurero jud�o a quien antes hab�a insultado por la usura que ejerc�a. Shylock consiente en prestar el dinero bajo una condici�n: si la cantidad no es pagada el d�a fijado, Shylock tendr� derecho a tomarse una libra de carne del cuerpo de Antonio.


Al Pacino interpretó a Shylock
en El mercader de Venecia (2004)

Porcia, por disposici�n testamentaria de su padre, se casar� con el pretendiente que entre tres cofrecillos (uno de oro, uno de plata, otro de plomo) escoja el que contenga el retrato de ella. De todas partes llegan ilustres aspirantes; fracasan el pr�ncipe de Marruecos y el de Arag�n, que abren respectivamente el cofre de oro y el de plata; pero Basanio, con sensata reflexi�n, escoge el buen cofrecillo, el de plomo, y se casa con Porcia, que lo ama, y su amigo Graciano con la doncella de Porcia, Nerisa.

Mientras tanto llega la noticia de que los nav�os de Antonio han naufragado, que su deuda no ha sido pagada dentro del plazo convenido, y que Shylock pide su libra de carne. El asunto es llevado ante el Dux. Porcia se disfraza de abogado y Nerisa de escribano y, sin saberlo sus maridos, se presentan ante el tribunal para defender a Antonio.

Despu�s de haber intentado en vano obtener el perd�n del jud�o, ofreci�ndole el triple de la cantidad debida, Porcia solicita que sea concedida la petici�n del hebreo, pero le advierte que perder� su vida si derrama una sola gota de sangre, puesto que la obligaci�n s�lo le da derecho a la carne. Argumenta despu�s que Shylock debe pagar con la vida el delito de haber atentado, siendo extranjero, contra la vida de un ciudadano de Venecia.

El dux perdona a Shylock la vida, pero asigna la mitad de sus riquezas a Antonio, y la otra mitad al Estado. Antonio renuncia a su parte si Shylock se hace cristiano, y deja su caudal, cuando muera, a J�sica (hija de Shylock), que ha huido, despu�s de haber tomado dinero de los cofres del padre, para casarse con un cristiano, Lorenzo, y por ello ha sido desheredada. Shylock acepta; Porcia y Nerisa, que no han sido reconocidas, piden por toda paga los anillos que Basanio y Graciano recibieron de sus esposas, y de los cuales prometieron no separarse nunca. Ellos los ceden despu�s de haber resistido en vano. Al regresar a su casa sus esposas les reprueban aquella acci�n, pero al fin les revelan su a�agaza. Finalmente se sabe que tres de los buques de Antonio han regresado sanos y salvos.

El drama figura entre los m�s famosos y afortunados de Shakespeare, sobre todo por el personaje de Shylock, trazado con robustez y veracidad y que ha movido siempre a los grandes actores a representarlo. Tiene escenas que figuran entre las m�s dram�ticas y brillantes que Shakespeare escribi�: la escena del contrato (I, 3); aquella en que Shylock se lamenta por la fuga de su hija con su dinero (III, 1); la de la elecci�n de los cofrecillos por parte de Basanio (III, 2); la escena ante el tribunal de justicia (IV, 1); y la de la m�sica al claro de luna (V, 1). En fin, la habilidad con que Shakespeare ha combinado motivos diversos y pintorescos y la conclusi�n del drama, que celebra la victoria de la caridad sobre la r�gida justicia (motivo que Shakespeare volver� a tratar en Medida por medida), han ejercido su hechizo en el p�blico teatral de todas las �pocas.

Algunas incongruencias y prolijidades del drama casi desaparecen en la fiel construcci�n del conjunto. Se ha llamado la atenci�n acerca de la atm�sfera de la obra, que tiene car�cter italiano no s�lo por los nombres de los personajes y alguna alusi�n precisa (menci�n del Rialto, pont�n que une a Venecia con la tierra firme, y de la exacta distancia entre Belmonte, esto es, Montebello, y Padua), sino tambi�n por cualidades m�s generales que han hecho ver a un cr�tico (A. Quiller-Couch) los dos aspectos del Renacimiento, el mundo de los ricos mercaderes y el refinamiento art�stico de las costumbres, simbolizado por Venecia y Belmonte; una atm�sfera italiana que no tiene en modo alguno la calidad siniestra de los dramas isabelinos.

Aunque el tema central (la extracci�n de la libra de carne) sea tan cruel y tr�gico, Shakespeare h�bilmente distrae de �l al espectador mediante las escenas que se desenvuelven en la villa de Porcia; de manera que, por ejemplo, despu�s de la escena culminante del proceso, que dejar� una impresi�n fuerte y amarga, podemos deleitarnos en la sublime poes�a de la noche lunar, con la m�sica y el di�logo de los amantes.

C�mo citar este art�culo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].