Viaje fotográfico

Los escenarios de la Primera Guerra Mundial

En el norte de Francia se libraron algunas de las batallas más cruentas de la Primera Guerra Mundial. Hasta allí ha viajado para fotografiar estos escenarios Javier González, que nos cuenta de primera mano qué se siente en un lugar maravilloso donde todavía se masca el dolor y el sufrimiento de miles de personas. Allí donde el recuerdo ha perdurado durante ya más de 100 años.

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Foto: Javier González Prieto

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Homenaje a los soldados

La escultura de una mujer con gesto abatido ataviada con capa y encapuchada, preside la colina de Vimy. Representa a Canadá y forma parte del monumento que rinde homenaje a los cerca de 60.000 soldados de esta nacionalidad que perdieron la vida en los campos de batalla de Francia

Foto: Javier González Prieto

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Comines Warneton, Bélgica.

Amapola y alambre de espino en una de las trincheras que forman parte del monumento conmemorativo de la llamada Tregua de Navidad. 

Foto: Javier González Prieto

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A pesar del tiempo transcurrido, continúan apareciendo todo tipo de restos del conflicto. Museo de Péronne.

Foto: Javier González Prieto

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Memorial Canadiense de Vimy

Foto: Javier González Prieto

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Centro de Interpretación Sir John Monash dentro del Memorial Australiano de Villers-Bretonneux.

Foto: Javier González Prieto

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Memorial Canadiense de Vimy

Foto: Javier González Prieto

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Casco alemán, cien años después. Museo de Péronne

Foto: Javier González Prieto

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Caza biplano

Réplica del caza biplano de fabricación francesa Nieuport 17 pilotado por el as de la aviación gala Georges Guynemer. Museo de Thiepval.

Foto: Javier González Prieto

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Villers-Bretonneux

En el Memorial de Villers-Bretonneux se rinde homenaje a los cerca de 11.000 soldados australianos caídos en el frente occidental. Memorial Nacional Australiano y Centro Sir John Monash en Villers-Bretonneux.

Foto: Javier González Prieto

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Monumento Conmemorativo de Thiepval

“Apenas pasa un día en el Somme en el que no se deposite una corona en uno u otro de los cementerios y monumentos conmemorativos que constituyen el campo de batalla.” Martin Gilbert,  La batalla del Somme.

Foto: Javier González Prieto

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Monumento de Thiepval

El imponente monumento de Thiepval alberga en sus muros los nombres de más de 72.000 soldados desaparecidos y en su frente hay dos pequeños cementerios, uno de combatientes franceses y el otro de británicos; la mayor parte desconocidos.

Foto: Javier González Prieto

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Alambre de espino en el Museo de Péronne.

Foto: Javier González Prieto

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Los estremecedores testimonios grabados en piedra en el Memorial de Thiepval

Foto: Javier González Prieto

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Memorial británico de Ploegsteert, Bélgica

Foto: Javier González Prieto

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Trinchera reconstruida en el espacio Conmemorativo de Vimy

Foto: Javier González Prieto

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El primer enfrentamiento de carros de combate

Este cartel y una pequeña placa situados cerca de Villers-Bretonneux, dan testimonio del lugar en el que británicos y alemanes protagonizaron el que se considera el primer enfrentamiento de carros de combate de la historia.

Foto: Javier González Prieto

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Messines. Bélgica.

Torre tradicional conmemorativa  en homenaje a los soldados irlandeses caídos en el conflicto.

Foto: Javier González Prieto

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El recuerdo en las paredes del Centro de Interpretación de Vimy

Foto: Javier González Prieto

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Trincheras en Vimy

Foto: Javier González Prieto

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Resto de una trinchera en Beaumont-Hamel

Foto: Javier González Prieto

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Beaumont-Hamel, norte de Francia

Foto: Javier González Prieto

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Cementerio alemán de Bray Sur Somme

 

¿Cómo fotografiar el horror? ¿Es posible? ¿Es necesario o es obsceno? Hoy las imágenes del horror inundan nuestras retinas hasta hacerlas unas veces casi insensibles y otras hipócritamente sentidas.

 

¿Qué transmitir fotográficamente del sangriento sacrificio de toda una generación cuando es algo que sucedió hace cien años?

Te acercas, te aproximas desde tan lejos en el tiempo a las cifras, a la documentación, a los excepcionales testimonios gráficos del momento y por fin al terreno real, al escenario en el que se desarrollaron los combates.

En los cuatro meses y medio que duró la batalla del Somme cayeron una media de 7.500 hombres cada día

La belleza del valle del Somme, la exquisita pulcritud de todos y cada uno de los pueblos que le dan vida, se funde con una abrumadora presencia de recuerdos del conflicto en forma de no menos exquisitos y pulcros cementerios, unos enormes y otros minúsculos, grandes memoriales, museos, esculturas, cruces o lápidas conmemorativas.

Todo cuanto te rodea visitando esa zona del norte de Francia te mete de lleno en ese incomprensible acontecimiento. Y las cifras, las más frías que nunca cifras, te sobrecogen aunque tengas el espíritu forrado de uralita; las edades que se pueden leer en lápidas y cruces no suelen ir mucho más allá de los diecinueve, veintipocos años; en los cuatro meses y medio que duró la batalla del Somme cayeron una media de 7.500 hombres cada día, hasta rondar el millón de bajas, entre heridos y fallecidos de ambos bandos y estamos hablando de un frente de batalla de apenas 30 kilómetros.

7.500 al día.

Y todo cuanto ves a tu alrededor hoy es hermoso.

Cuando reflexiono y pienso en cómo afrontar el trabajo fotográfico no puedo evitar el imaginarme el día a día de aquellos chicos dentro de una trinchera y estoy convencido de que absolutamente nada que mi ojo y mi cámara puedan captar en esos cautivadores parajes de fértiles campos y coquetos bosques, se puede acercar ni como mero ejercicio visual, ni como evocador de sensaciones a lo vivido en 1916.

Muerte en las trincheras

¿En 1916? Sonido atronador de las permanentes explosiones de piezas de artillería de grueso calibre, todo tipo de obuses que los soldados aprendieron a identificar, veinticuatro horas al día, durante meses; no hay campos, lo que antes eran bosques no son sino una triste amalgama de “postes” que asoman de la tierra como recordando paradójicamente un cementerio; delante de las trincheras el terreno es un barrizal sembrado de cráteres y alambre de espino; los hombres se hunden a cada paso en un fango viscoso, casi líquido y ensangrentado que apenas les permite desplazarse unos metros en cada intento de avanzadilla; les llueven las balas de las ametralladoras y la tierra de las explosiones de los obuses que remueven una y otra vez el maltrecho camino; están rodeados de restos humanos y el hedor de los cadáveres de sus compañeros y de sus enemigos hace que difícilmente puedan respirar; muchos de esos cadáveres llevan allí días, puede que meses. Algunos incluso han podido recibir una sepultura digna, pero los obuses, si no respetan a los vivos, menos aún a los muertos. Y mientras tanto, las siempre presentes ratas del Somme correteando a sus anchas a pesar de las incomodidades que les proporcionaban unos y otros con sus peleas.

Y así un día, y otro, y otro…

7.500 hombres cada jornada de lucha.

Un día, dejé de hacer fotos, me senté al lado de las tumbas de soldados británico y me dije/les dije: “va por vosotros chicos”

Finalmente he optado por darle prioridad a la composición y a las lecturas visuales que inviten a la reflexión. De ahí la escultura de espaldas de Vimy, la amapola con el alambre de espino o un resto de trinchera con un pequeño cementerio que caprichosamente asoma soleado al fondo en Beaumont-Hamel.

El drama está grabado en los muros de Thiepval y en la penumbra de un cementerio en el que vemos una tumba de un soldado judío al lado de otro católico, ambos alemanes.

Un día, dejé de hacer fotos, me senté al lado de las tumbas de soldados británicos, algunos de los cuales salieron de su casa desde Australia o Terranova para ir a morir allí mismo, y me dije/les dije: “va por vosotros chicos”.

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