Veinte poemas de amor, Pablo Neruda (1904�1973)

Pablo Neruda
(1904�1973)

Veinte poemas de amor
y una canci�n desesperada



I

Cuerpo de mujer; blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.

Fui solo como un t�nel. De m� hu�an los p�jaros
y en m� la noche entraba su invasi�n poderosa.
Para sobrevivirme te forj� como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche �vida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!

Cuerpo de mujer m�a, persistir� en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin l�mite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.



II

En su llama mortal la luz te envuelve.
Absorta, p�lida doliente, as� situada
contra las viejas h�lices del crep�sculo
que en torno a ti da vueltas.

Muda, mi amiga,
sola en lo solitario de esta hora de muertes
y llena de las vidas del fuego,
pura heredera del d�a destruido.

Del sol cae un racimo en tu vestido oscuro.
De la noche las grandes ra�ces
crecen de s�bito desde tu alma,
y a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas,
de modo que un pueblo p�lido y azul
de ti reci�n nacido se alimenta.

Oh grandiosa y fecunda y magn�tica esclava
del c�rculo que en negro y dorado sucede:
erguida, trata y logra una creaci�n tan viva
que sucumben sus flores, y llena es de tristeza.



III

Ah vastedad de pinos, rumor de olas quebr�ndose,
lento juego de luces, campana solitaria,
crep�sculo cayendo en tus ojos, mu�eca,
caracola terrestre, en fi la tierra canta!

En ti los rios cantan y mi alma en ellos huye
como t� lo desees y hacia donde t� quieras.
M�rcame mi camino en tu arco de esperanza
y soltar� en delirio mi bandada de flechas.

En torno a mi estoy viendo tu cintura de niebla
y tu silencio acosa mis horas perseguidas,
y eres t� con tus brazos de piedra transparente
donde mis besos anclan y mi h�meda ansia anida.

Ah tu voz misteriosa que el amor ti�e y dobla
en el atardecer resonante y muriendo!
As� en horas profundas sobre los campos he visto
doblarse las espigas en la boca del viento.



IV

Es la ma�ana llena de tempestad
en el coraz�n del verano.

Como pa�uelos blancos de adi�s viajan las nubes,
el viento las sacude con sus viajeras manos.

Innumerable coraz�n del viento
latiendo sobre nuestro silencio enamorado.

Zumbando entre los �rboles, orquestal y divino,
como una lengua llena de guerras y de cantos.

Viento que lleva en r�pido robo la hojarasca
y desv�a las flechas latientes de los p�jaros.

Viento que la derriba en ola sin espuma
y sustancia sin peso, y fuegos inclinados.

Se rompe y se sumerge su volumen de besos
combatido en la puerta del viento del verano.



V

Para que t� me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.

Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.

Y las miro lejanas mis palabras.
M�s que m�as son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.

Ellas trepan as� por las paredes h�medas.
Eres t� la culpable de este juego sangriento.
Ellas est�n huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas t�, todo lo llenas.

Antes que t� poblaron la soledad que ocupas,
y est�n acostumbradas m�s que t� a mi tristeza.

Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que t� las oigas como quiero que me oigas.

El viento de la angustia a�n las suele arrastrar.
Huracanes de sue�os a�n a veces las tumban.
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas s�plicas.
�mame, compa�era. No me abandones. S�gueme.
S�gueme, compa�era, en esa ola de angustia.

Pero se van ti�endo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas t�, todo lo ocupas.

Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.



VI

Te recuerdo como eras en el �ltimo oto�o.
Eras la boina gris y el coraz�n en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crep�sculo.
Y las hojas ca�an en el agua de tu alma.

Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recog�an tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ard�a.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.

Siento viajar tus ojos y es distante el oto�o:
boina gris, voz de p�jaro y coraz�n de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y ca�an mis besos alegres como brasas.

Cielo desde un nav�o. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
M�s all� de tus ojos ard�an los crep�sculos.
Hojas secas de oto�o giraban en tu alma.



VII

Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes
a tus ojos oce�nicos.

All� se estira y arde en la m�s alta hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como un n�ufrago.

Hago rojas se�ales sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un faro.

s�lo guardas tinieblas, hembra distante y m�a,
de tu mirada emerge a veces la costa del espanto.

Inclinado en las tardes echo mis tristes redes
a ese mar que sacude tus ojos oce�nicos.

Los p�jaros nocturnos picotean las primeras estrellas
que centellean como mi alma cuando te amo.

Galopa la noche en su yegua sombr�a
desparramando espigas azules sobre el campo.



VIII

Abeja blanca zumbas -ebria de miel- en mi alma
y te tuerces en lentas espirales de humo.

Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdi� todo, y el que todo lo tuvo.

�ltima amarra, cruje en fi mi ansiedad �ltima.
En mi fierra desierta eres la �ltima rosa.

Ah silenciosa!

Cierra tus ojos profundos. All� aletea la noche.
Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.

Tienes ojos profundos donde la noche alea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.

Se parecen tus senos a los caracoles blancos.
Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra.

Ah silenciosa!

He aqu� la soledad de donde est�s ausente.
Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas.

El agua anda descalza por las calles mojadas.
De aquel �rbol se quejan, como enfermos, las hojas.

Abeja blanca, ausente, a�n zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.


Ah silenciosa!


IX

Ebrio de trementina y largos besos,
estival, el velero de las rosas dirijo,
torcido hacia la muerte del delgado d�a,
cimentado en el s�lido frenes� marino.

P�lido y amarrado a mi agua devorante
cruzo en el agrio olor del clima descubierto,
a�n vestido de gris y sonidos amargos,
y una cimera triste de abandonada espuma.

Voy, duro de pasiones, montado en mi ola �nica,
lunar, solar; ardiente y fr�o, repentino,
dormido en la garganta de las afortunadas
islas blancas y dulces como caderas frescas.

Tiembla en la noche h�meda mi vestido de besos
locamente cargado de el�ctricas gestiones,
de modo heroico dividido en sue�os
y embriagadoras rosas practic�ndose en m�.

Aguas arriba, en medio de las olas externas,
tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos
como un pez infinitamente pegado a mi alma
r�pido y lento en la energ�a subceleste.



X

Hemos perdido aun este crep�sculo.
Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
mientras la noche azul ca�a sobre el mundo.

He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos.

A veces como una moneda
se encend�a un pedazo de sol entre mis manos.

Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que t� me conoces.

Entonces, d�nde estabas?
Entre qu� gentes?
Diciendo qu� palabras?
Por qu� se me vendr� todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?

Cay� el libro que siempre se toma en el crep�sculo,
y como un perro herido rod� a mis pies mi capa.

Siempre, siempre te alejas en las tardes
hacia donde el crep�sculo corre borrando estatuas.



XI

Casi fuera del cielo anda entre dos monta�as
la mitad de la luna.
Girante, errante noche, la cavadora de ojos.
A ver cu�ntas estrellas trizadas en la charca.

Hace una cruz de luto entre mis cejas, huye.
Fragua de metales azules, noches de las calladas luchas,
mi coraz�n da vueltas como un volante loco.
Ni�a venida de tan lejos, tra�da de tan lejos,
a veces fulgurece su mirada debajo del cielo.
Quejumbre, tempestad, remolino de furia,
cruza encima de mi coraz�n, sin detenerte.
Viento de los sepulcros acarrea, destroza, dispersa tu ra�z so�olienta.

Desarraiga los grandes �rboles al otro lado de ella.
Pero t�, clara ni�a, pregunta de humo, espiga.
Era la que iba formando el viento con hojas iluminadas.
Detr�s de las monta�as nocturnas, blanco lirio de incendio,
ah nada puedo decir! Era hecha de todas las cosas.

Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos,
es hora de seguir otro camino, donde ella no sonr�a.
Tempestad que enterr� las campanas, turbio revuelo de tormentas
para qu� tocaria ahora, para qu� entristecer�a.

Ay seguir el camino que se aleja de todo,
donde no est� atajando la angustia, la muerte, el invierno,
con sus ojos abiertos entre el roc�o.



XII

Para mi coraz�n basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegar� hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.

Es en ti la ilusi�n de cada d�a.
Llegas como el rocio a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.

He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los m�stiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.

Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nost�lgicas.
Yo despert� y a veces emigran y huyen
p�jaros que dorm�an en tu alma.



XIII

He ido marcando con cruces de fuego
el atlas blanco de tu cuerpo.
Mi boca era una ara�a que cruzaba escondi�ndose.
En ti, detr�s de ti, temerosa, sedienta.

Historias que contarte a la orilla del crep�sculo,
mu�eca triste y dulce, para que no estuvieras triste.
Un cisne, un �rbol, algo lejano y alegre.
El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal.

Yo que viv� en un puerto desde donde te amaba.
la soledad cruzada de sue�o y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inm�viles.

Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.
Algo con alas de p�jaro, algo de angustia y de olvido.
As� como las redes no retienen el agua.
Mu�eca m�a, apenas quedan gotas temblando.
Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces.
Algo canta, algo sube hasta mi �vida boca.
Oh poder celebrarte con todas las palabras de alegr�a.
Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco.
Triste ternura m�a, qu� te haces de repente?
Cuando he llegado al v�rtice m�s atrevido y fr�o
mi coraz�n se cierra como una flor nocturna.



XIV

Juegas todos los d�as con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres m�s que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada d�a.

A nadie te pareces desde que yo te amo.
D�jame tenderte entre guirnaldas amarillas.
Qui�n escribe tu nombre con letras de humo entre
las estrellas del sur?
Ah d�jame recordarte c�mo eras entonces, cuando a�n no exist�as.

De pronto el viento a�lla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombrios.
Aqu� vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.

Pasan huyendo los p�jaros.
El viento. El viento.
Yo s�lo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.

T� estas aqu�. Ah t� no huyes.
T� me responder�s hasta el �ltimo grito.
Ov�llate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corri� una sombra extra�a por tus ojos.

Ahora, ahora tambi�n, peque�a, me traes madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegr�a muerde tu boca de ciruela.

Cu�nto te habr� dolido acostumbrarte a m�,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero bes�ndonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crep�sculos en abanicos girantes.

Mis palabras llovieron sobre ti acarici�ndote.
Am� desde hace tiempo tu cuerpo de n�car soleado.
Hasta te creo due�a del universo.
Te traer� de las monta�as flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.

Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.


XV

Me gustas cuando callas porque est�s como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas est�n llenas de mi alma,
emerges de las cosas, llena del alma m�a.
Mariposa de sue�o, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancol�a.

Me gustas cuando callas y est�s como distante.
Y est�s como quej�ndote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
d�jame que me calle con el silencio tuyo.

D�jame que te hable tambi�n con tu silencio
claro como una l�mpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque est�s como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.



XVI

Par�frasis a R. Tagore.

En mi cielo al crep�sculo eres como una nube
y tu color y forma son como yo los quiero.
Eres m�a, eres m�a, mujer de labios dulces,
y viven en tu vida mis infinitos sue�os.

La l�mpara de mi alma te sonrosa los pies,
el agrio vino m�o es m�s dulce en tus labios:
oh segadora de mi canci�n de atardecer,
c�mo te sienten m�a mis sue�os solitarios!

Eres m�a, eres m�a, voy gritando en la brisa
de la tarde, y el viento arrastra mi voz viuda.
Cazadora del fondo de mis ojos, tu robo
estanca como el agua tu mirada nocturna.

En la red de mi m�sica est�s presa, amor m�o,
y mis redes de m�sica son anchas como el cielo.
Mi alma nace a la orilla de tus ojos de luto.
En tus ojos de luto comienza el pa�s del sue�o.



XVII

Pensando, enredando sombras en la profunda soledad.
T� tambi�n est�s lejos, ah m�s lejos que nadie.
Pensando, soltando p�jaros, desvaneciendo im�genes, enterrando l�mparas.
Campanario de brumas, qu� lejos, all� arriba!
Ahogando lamentos, moliendo esperanzas sombr�as, molinero taciturno,
se te viene de bruces la noche, lejos de la ciudad.

Tu presencia es ajena, extra�a a m� como una cosa.
Pienso, camino largamente, mi vida antes de ti.
Mi vida antes de nadie, mi �spera vida.
El grito frente al mar, entre las piedras,
corriendo libre, loco, en el vaho del mar.
la furia triste, el grito, la soledad del mar.
Desbocado, violento, estirado hacia el cielo.

T�, mujer, qu� eras alli, qu� raya, qu� varilla
de ese abanico inmenso? Estabas lejos como ahora.
Incendio en el bosque! Arde en cruces azules.
Arde, arde, llamea, chispea en �rboles de luz.
Se derrumba, crepita. Incendio. Incendio.

Y mi alma baila herida de virutas de fuego.
Qui�n llama? Qu� silencio poblado de ecos?
Hora de la nostalgia, hora de la alegr�a, hora de la soledad,
hora m�a entre todas!
Bocina en que el viento pasa cantando.
Tanta pasi�n de llanto anudada a mi cuerpo.

Sacudida de todas las ra�ces,
asalto de todas las olas!
Rodaba, alegre, triste, interminable, mi alma.

Pensando, enterrando l�mparas en la profunda soledad.
Qui�n eres t�, qui�n eres?



XVIII

Aqu� te amo.
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan d�as iguales persigui�ndose.

Se desci�e la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.

O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma est� h�meda.
Suena, resuena el mar lejano.
Este es un puerto.
Aqu� te amo.

Aqu� te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando a�n entre estas fr�as cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.

Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.
Son m�s tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida in�tilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Est�s t� tan distante.

Mi hast�o forcejea con los lentos crep�sculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
la luna hace girar su rodaje de sue�o.

Me miran con tus ojos las estrellas m�s grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento,
quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre.



XIX

Ni�a morena y �gil, el sol que hace las frutas,
el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas,
hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos
y tu boca que tiene la sonrisa del agua.

Un sol negro y ansioso se te arrolla en las hebras
de la negra melena, cuando estiras los brazos.
T� juegas con el sol como con un estero
y �l te deja en los ojos dos oscuros remansos.

Ni�a morena y �gil, nada hacia ti me acerca.
Todo de ti me aleja, como del mediod�a.
Eres la delirante juventud de la abeja,
la embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga.

Mi coraz�n sombr�o te busca, sin embargo,
y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada.
Mariposa morena dulce y definitiva,
como el trigal y el sol, la amapola y el agua.



XX

Puedo escribir los versos m�s tristes esta noche.

Escribir: por ejemplo: �La noche est� estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.�

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos m�s tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella tambi�n me quiso.

En las noches como �sta la tuve entre mis brazos.
La bes� tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo tambi�n la quer�a.
C�mo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos m�s tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

O�r la noche inmensa, m�s inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el roc�o.

Qu� importa que mi amor no pudiera guardarla.
la noche est� estrellada y ella no est� conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi coraz�n la busca, y ella no est� conmigo.

la misma noche que hace blanquear los mismos �rboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cu�nto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su o�do.

De otro. Ser� de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como �sta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque �ste sea el �ltimo dolor que ella me causa,
y �stos sean los �ltimos versos que yo le escribo.



La Canci�n Desesperada


Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El rio anuda al mar su lamento obstinado.

Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir; oh abandonado!

Sobre mi coraz�n llueven fr�as corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de n�ufragos!

En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los p�jaros del canto.

Todo te lo tragaste, como la lejan�a.
Como el mar; como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!

Era la alegre hora del asalto y el beso.
la hora del estupor que ard�a como un faro.

Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!

En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Te ce�iste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumb� la tristeza, todo en ti fue naufragio!

Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve m�s all� del deseo y del acto.

Oh carne, carne m�a, mujer que am� y perd�,
a ti en esta hora h�meda, evoco y hago canto.

Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te triz� como a un vaso.
Era la negra, negra soledad de las islas,
y all�, mujer de amor; me acogieron tus brazos.

Era la sed y el hambre, y t� fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y t� fuiste el milagro.

Ah mujer, no s� c�mo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!

Mi deseo de ti fue el m�s terrible y corto,
el m�s revuelto y ebrio, el m�s tirante y �vido.

Cementerio de besos, a�n hay fuego en tus tumbas,
a�n los racimos arden picoteados de p�jaros.

Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.

Oh la c�pula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.

Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.

�se fue mi destino y en �l viaj� mi anhelo,
y en �l cay� mi anhelo, todo en ti fue naufragio!

Oh sentina de escombros, en ti todo ca�a,
qu� dolor no exprimiste, qu� olas no te ahogaron.

De tumbo en tumbo a�n llameaste y cantaste
de pie como un marino en la proa de un barco.

A�n floreciste en cantos, a�n rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.

P�lido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Es la hora de partir, la dura y fr�a hora
que la noche sujeta a todo horario.

El cintur�n ruidoso del mar ci�e la costa.
Surgen fr�as estrellas, emigran negros p�jaros.

Abandonado como los muelles en el alba.
S�lo la sombra tr�mula se retuerce en mis manos.

Ah m�s all� de todo. Ah m�s all� de todo.

Es la hora de partir. Oh abandonado!




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