Amigos hasta la muerte (2023), de Javier Veiga

Suso rompió con María, pues ésta le fue infiel con Nacho, el mejor amigo de ambos. En el laboratorio de análisis clínico donde trabaja, María se entera de que a Nacho le queda poco tiempo de vida, así que queda con Suso para pedirle que se reconcilie con él, ya que lleva sin hablarle desde que se enteró de su traición. Puesto que el enfermo terminal desconoce su condición, Suso y María se confabulan para que sea feliz el tiempo que le queda.

Forjado en la desastrosa serie Gym Tony, Javier Veiga debuta como director y guionista en el campo del largometraje con una comedia romántica con la que se ha esforzado a la hora de conseguir frescura, y que habla en un tono tragicómico de temas de altura, como la reconciliación, el perdón y la muerte. Por desgracia, no están bien construidas las motivaciones de los personajes, que después toman decisiones ilógicas. Además, se apoya en un humor muy simplón –como ocurría en la citada serie televisiva–, resulta reiterativa y se alarga en exceso. Y para rematar, presenta una visión muy frívola de las relaciones de amistad y de pareja.

Se nota que ha recibido subvención gallega, por la omnipresencia de planos de localizaciones de Orense, concebidos con fines publicitarios. Mauricio Ochmann, que llegó a trabajar con Kevin Costner en Mensaje en una botella, en un rol muy secundario, realiza una composición insulsa de Nacho, mientras que a Marta Hazas le falta algo de inspiración para dar vida a María. El propio Veiga fracasa por completo, pues exagera al dar vida a Suso, el tercer protagonista. Resulta cansino pese a la brevedad de su trabajo Fele Martínez, en su línea habitual, esta vez como camarero de un restaurante italiano.