El nacimiento de la civilización

Jericó, la primera ciudad fortificada de la historia

Sus poderosas murallas, mencionadas en la Biblia, datan del VIII milenio a.C., según demostró la arqueóloga Kathleen Kenyon, que trabajó en el yacimiento utilizando el método de excavación en cuadrículas, mucho más científico. Pero en Jericó nunca se hallaron las famosas murallas de la Edad del Broce Tardío que, según el relato bíblico, los israelitas derribaron con el sonido de sus trompetas.

Vista general de las ruinas de la antigua Jericó. En primer término, la torre circular.

Vista general de las ruinas de la antigua Jericó. En primer término, la torre circular.

Vista general de las ruinas de la antigua Jericó. En primer término, la torre circular.

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Uno de los episodios más famosos relatados en la Biblia es el de la conquista de Jericó por Josué, lugarteniente y sucesor de Moisés en la conquista de Canaán, la Tierra Prometida por Yahvé al pueblo de Israel. El Antiguo Testamento narra el asedio de la ciudad, que se prolongó siete días durante los cuales los israelitas, por orden de Yahvé, marcharon alrededor de las murallas. Al séptimo día, los israelitas rodearon Jericó siete veces e hicieron sonar las trompetas, a cuyo sonido "comenzaron a gritar a voz en cuello y la muralla de la ciudad se vino abajo. Entonces avanzaron directamente contra la ciudad y la tomaron". 

Más allá de este episodio, Jericó fue una ciudad importante del antiguo Israel, y en los primeros siglos del cristianismo recibió la visita de quienes deseaban contemplar el escenario del célebre asedio de Josué. El llamado "peregrino de Burdeos", que viajó por Palestina en el año 333 d.C., escribió: "Aquí surgía la ciudad de Jericó, en torno a cuyas murallas giraron los hijos de Israel con el Arca de la Alianza y cuyas murallas cayeron. No se puede ver nada de ella, excepto el lugar donde se alzaba el Arca y las doce piedras del Jordán que llevaron los hijos de Israel".

Primeros trabajos

Situada en Tell es-Sultan, un montículo de forma ovalada y cuatro hectáreas de extensión que se eleva sobre el valle del Jordán, la antigua Jericó quedó despoblada poco tiempo después, y surgió una nueva ciudad bizantina en las proximidades.

Los primeros arqueólogos modernos que visitaron el lugar en busca de restos de las derruidas murallas de Jericó comprobaron que apenas quedaban huellas de la antigua ciudad. A finales del siglo XIX, Charles Warren, miembro de la British Palestine Exploration Fund y primer excavador de la ciudad, escribió: "Se encontró muy poca cosa, excepto jarros de cerámica y morteros de piedra para moler el grano"; ante tan escasos hallazgos, concluyó que no valía la pena seguir excavando allí.

Los primeros arqueólogos que visitaron Jericó comprobaron que apenas quedaban huellas de la antigua ciudad.

Ruinas en el yacimiento de Tell es-Sultan.

Ruinas en el yacimiento de Tell es-Sultan.

Ruinas en el yacimiento de Tell es-Sultan.

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Tiempo después, Ernest Sellin y Carl Watzinger, bajo los auspicios de la Orient Gesellschaft, dirigieron nuevas excavaciones entre 1907 y 1911. Esta misión austro-alemana aplicó unos métodos arqueológicos más modernos, basados en criterios estratigráficos, que les proporcionaron una cronología más precisa. Así, lograron localizar unas murallas que parecían corresponder a las presuntamente destruidas por Josué y las dataron en torno a los siglos XIV-XIII a.C. 

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Más antigua de lo esperado

Sin embargo, entre 1930 y 1936, el arqueólogo británico John Garstang detectó que los niveles más antiguos de la ciudad se remontaban hasta el Mesolítico (12000 a.C.), algo que en aquel momento era verdaderamente sorprendente e inesperado, y que obligó a Garstang a situar la destrucción de Jericó en un período anterior a la Edad del Bronce. Las murallas de Josué se resistían a aparecer. 

El enigma de Jericó y de sus murallas sólo empezó a resolverse definitivamente a principios de la década de 1950 gracias a Kathleen Kenyon, una notable arqueóloga británica cuyo trabajo supuso, además, una revolución en la arqueología de campo en el Próximo Oriente. Kenyon se rodeó de un equipo internacional: "En Jericó, nuestro personal ha sido internacional. Hemos tenido británicos, norteamericanos, jordanos, daneses, holandeses, alemanes y franceses trabajando como ayudantes; y el contingente británico comprendía, además, a los súbditos del Reino Unido, australianos y canadienses".

El trabajo de la británica Kathleen Kenyon supuso una revolución en la arqueología de campo en el Próximo Oriente.

Los israelitas, liderados por Josué, derriban las murallas de Jericó con el sonido de sus trompetas. Grabado. 1851-1860.

Los israelitas, liderados por Josué, derriban las murallas de Jericó con el sonido de sus trompetas. Grabado. 1851-1860.

Los israelitas, liderados por Josué, derriban las murallas de Jericó con el sonido de sus trompetas. Grabado. 1851-1860.

PD

La presencia de tantas personas planteaba dificultades de logística: "El problema de dar alojamiento a un personal tan numeroso fue considerable, ya que éramos de veinte a veinticinco personas […]. Cada año, algunos miembros han tenido que dormir bajo las tiendas de campaña en el pequeño jardín que circunda el arroyo". Aun así, valía la pena formar parte de aquello: "Las condiciones de vida son espartanas y estamos amontonados, pero puede soportarse por tres meses. Estas molestias encuentran su compensación en la belleza del lugar y en el espectáculo de la salida del sol por encima de las montañas de Gilead, que puede contemplarse desde la entrada de nuestra tienda de campaña". 

Métodos modernos

Lo más destacado de las excavaciones de Kenyon fue la aplicación del método arqueológico de cuadrículas, ideado por el también arqueólogo británico sir Mortimer Wheeler. En vez de perforar el terreno indiscriminadamente, se trazaban cuadrados regulares y se iba retirando la tierra al tiempo que se registraban con total exactitud los objetos hallados en los diferentes niveles o estratos antes de retirarlos.

Se trazaban cuadrados regulares y se iba retirando la tierra al tiempo que se registraban los objetos hallados.

Fotografía de las antiguas excavaciones arqueológicas en el yacimiento de Jericó. 

Fotografía de las antiguas excavaciones arqueológicas en el yacimiento de Jericó. 

Fotografía de las antiguas excavaciones arqueológicas en el yacimiento de Jericó. 

Cordon Press

A ello se sumó el cada vez mayor conocimiento de la evolución de la cerámica y, con él, la posibilidad de afinar más en las dataciones. Y es que la excavación de Jericó es el reflejo de diferentes momentos de la historia de la arqueología; con Kathleen Kenyon se entró de lleno en los modernos métodos de excavación, más científicos y rigurosos, hasta el punto de que ella misma, consciente de que en el futuro aún serían mejores, dejó escrito: "Los métodos arqueológicos mejoran constantemente y lo seguirán haciendo. Por tanto hay que dejar material para los futuros excavadores".

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Jericó, por fin desvelada

Al término de siete campañas de excavación, Kenyon y su equipo lograron reconstruir las grandes etapas de la historia de Jericó. El origen de la ciudad se situó en el Mesolítico y se remontó hasta el año 12000 a.C. Uno de sus más importantes hallazgos fue una torre defensiva circular, de ocho metros de altura, que la arqueóloga británica dató entre 7000 y 8000 a.C.

Por otro lado, en los niveles neolíticos del año 7000 a.C., Kenyon halló unos cráneos humanos modelados con yeso y con conchas en los ojos que la arqueóloga relacionó con un culto especial a los muertos, así como dos grandes estatuas humanas estilizadas y decoradas en el mismo estilo que los cráneos; ambos elementos aparecieron más tarde en otros yacimientos de la franja del Mediterráneo oriental, como Ain Ghazal, en Jordania. 

Kenyon halló unos cráneos humanos modelados con yeso y con conchas en los ojos.

Cráneo modelado en yeso descubierto en Jericó. Museo Británico, Londres.

Cráneo modelado en yeso descubierto en Jericó. Museo Británico, Londres.

Cráneo modelado en yeso descubierto en Jericó. Museo Británico, Londres.

Zunkir (CC BY-SA 4.0)

En cambio, Kenyon decepcionó a los que soñaban con localizar las murallas destruidas por Josué. Sus investigaciones demostraron que durante el Bronce Medio (1800-1550 a.C.) en Jericó se levantó un potente sistema defensivo que seguramente fue destruido por un terremoto a finales de este período. No hay pruebas de que las murallas se reconstruyeran y resistieran, por tanto, el asedio de los conquistadores israelitas. Como escribió la misma Kenyon, "hasta ahora, en ninguno de los yacimientos hemos podido probar que sobrevivieran las murallas de la Edad del Bronce Tardío, o sea, del período de Josué, hacia los siglos XIV-XIII a.C.". Es más, parece que la ciudad no fue densamente ocupada de nuevo hasta la Edad del Hierro (1200 a.C.).

La arqueología y la Biblia no coincidieron en esta ocasión, pero las excavaciones de Jericó revelaron un dato mucho más importante. En palabras de Kathleen Kenyon, "Jericó puede proclamarse orgullosamente como la ciudad más antigua que hasta ahora se ha conocido en el mundo".