x Felipe II rey de España: genealogía por Luis MANUEL de VILLENA CABEZA (lmvillena) - Geneanet

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x Felipe II rey de España
x Felipe II rey de España
Rey de España (1556-1598), Rey de Portugal (1580-1598)

  • Nacido el 21 de mayo de 1527 (sábado) - Valladolid, España
  • Bautizado el 5 de junio de 1527 (domingo) - Iglesia de San Pablo, Valladolid, España
  • Fallecido el 13 de septiembre de 1598 (domingo) - El Escorial, Madrid, España,a la edad de 71 años
  • Enterrado - Panteón de Reyes del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, Madrid, España
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 Padres

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 Casamiento(s) y/e  hijo(s)

 Hermanos

 Hermanastros y hermanastras

Por parte de x Carlos I de España y V de Alemania, Rey de España (1516-1556), Emperador de Alemania (1519-1556), Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro, nacido el 24 de febrero de 1500 (sábado) - Gante, Bélgica, bautizado el 7 de marzo de 1500 (miércoles) - Catedral de San Bavón, Gante, Bélgica, fallecido el 21 de septiembre de 1558 (domingo) - Monasterio de Yuste, Cáceres, España a la edad de 58 años, enterrado - Panteón de Reyes del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, Madrid, España

 Abuelos paternos, tíos y tías

 Abuelos maternos, tíos y tías

 Notas

Nota individual

Felipe II (1527-1598), rey de España (1556-1598), llegó a gobernar sobre el vastísimo conjunto de territorios integrado por las coronas de Castilla y Aragón, Navarra, el Rosellón, el Franco Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, el Milanesado, Nápoles, diversas plazas norteafricanas (Orán, Túnez), Portugal y su Imperio afroasiático, toda la América descubierta y Filipinas. Sin duda, la unidad territorial más amplia de la edad moderna puesta bajo un mismo cetro.

Hijo y heredero del rey Carlos I (emperador Carlos V) y de Isabel de Portugal, nació en Valladolid el 21 de mayo de 1527. En su preparación para hacerse cargo de su cometido regio y de gobierno se instruyó desde muy joven con Juan Martínez Silício y Juan de Zúñiga. Su papel en política interior y su protagonismo internacional fueron destacadísimos durante la segunda mitad del siglo XVI.

Las continuas ausencias centroeuropeas de su padre, en sus funciones imperiales y de defensa de la unidad religiosa, le procuraron una temprana labor de regencia desde 1543, año en que contrajo su primer matrimonio con su prima María de Portugal, hija del rey portugués Juan III. En julio de 1545 falleció María de Portugal tras dar a luz al primogénito, Carlos de Austria. En 1554, Felipe II volvió a casarse, esta vez con la reina de Inglaterra, María I Tudor. Poco después, las enfermedades del emperador Carlos V motivaron su abdicación de los títulos inherentes a las coronas de Castilla y Aragón en Felipe, el segundo con ese nombre tras su abuelo (el rey castellano Felipe I el Hermoso), en 1556. Dos años más tarde, falleció su segunda esposa.

Después de viajar por Italia y los Países Bajos y ser reconocido como sucesor regio en los estados flamencos y por las Cortes castellanas, aragonesas y navarras, se dedicó plenamente a gobernar desde la corte, establecida en Madrid de forma oficial en 1561, con gran actividad y celo. Dos años más tarde, dio comienzo la obra arquitectónica que habría de ser considerada el emblema de su dilatado reinado, el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, palacio y templo a la vez, erigido en las cercanías de la capital del reino.

En el interior de la península Ibérica, cabe destacar diferentes aspectos de su gobierno. La monarquía personal de Felipe II se apoyaba en un gobierno ejercido por medio de consejos y de secretarios reales, así como en una poderosa administración centralizada. Pese a todo su poder, las bancarrotas, las dificultades hacendísticas y los problemas fiscales (entre otras actuaciones notorias creó el nuevo impuesto de millones que gravaba los alimentos básicos) fueron característicos durante todo su reinado. Su recurso al Tribunal de la Inquisición fue frecuente. Políticamente, dicho tribunal fue utilizado para acabar con los conatos de protestantismo descubiertos en la Meseta castellana. Así, el mantenimiento de la unidad religiosa estuvo siempre presente en la acción de gobierno de Felipe II, que con todo rigor se valió de los autos de fe, como los celebrados en Valladolid ya en 1559, para afianzar la Contrarreforma católica.

El secretario Antonio Pérez tuvo una enorme influencia en los negocios públicos hasta su caída en 1579. Además, en 1568 moría el príncipe Carlos de Austria, que había sido arrestado debido a sus contactos con los miembros de una presunta conjura sucesoria promovida contra Felipe II por parte de la nobleza. En ambos puntos empezó a afianzarse la leyenda negra antiespañola y buena parte de los problemas internos de su reinado.

El reinado de Felipe II (1556-1598) estuvo marcado por una serie de claves de carácter global, pero con unos referentes concretos ineludibles. Por un lado, el enfrentamiento con el Imperio otomano en el mar Mediterráneo, al cual pueden ser adscritos, de forma general, los ataques piráticos lanzados sobre las costas hispánicas desde el norte de África, así como el episodio local de la sublevación de los moriscos de Las Alpujarras (1568-1571). El punto álgido de este frente se alcanzó en 1571 con la batalla de Lepanto. Por otra parte, el enfrentamiento con Inglaterra, con el dominio del océano Atlántico como trasfondo subyacente, cuyo hito crucial se produjo en 1588 con la fracasada acción de la Armada Invencible. Con anterioridad, en 1566, había surgido otro foco que terminaría por convertirse en escenario de conflicto permanente para el Rey Prudente: los Países Bajos, rebelados contra la Corona por cuestiones políticas (búsqueda de la independencia), económicas (la zona era un eje básico del comercio de la época) y religiosas (abrazo del calvinismo frente al catolicismo que representaba la Monarquía Hispánica). Los principales enemigos de Felipe II fueron pues, musulmanes y protestantes (anglicanos ingleses y calvinistas flamencos), un reflejo, no casual, del papel de máximo defensor del catolicismo en que el soberano se erigió. En el plano teológico, este aspecto tuvo su máxima expresión en el Concilio de Trento.

De otro lado, los piratas berberiscos asolaban las costas mediterráneas. Aunque la expedición naval de García de Toledo consiguió la victoria en Malta (1565), el problema morisco estaba en el interior. Los moriscos de Las Alpujarras granadinas protagonizaron la principal sublevación desde 1568, que no terminaría hasta que el hermanastro del Rey, Juan de Austria, los derrotó en 1571.

Internacionalmente, para mantener y proteger su Imperio, estuvo inmerso continuamente en todos los conflictos europeos. Por esa razón, se multiplicaron las capitulaciones matrimoniales y contrajo sucesivas nupcias con las ya mencionadas María de Portugal y María I Tudor, así como con la francesa Isabel de Valois (1559) y su propia sobrina Ana de Austria (1570), hija del emperador Maximiliano II y madre de quien habría de ser su sucesor, Felipe III, nacido en 1578. Durante el reinado de Felipe II, los conflictos externos se sucedieron en varios frentes. El Rey actuó en todos ellos teniendo presentes siempre criterios políticos y religiosos.

Heredero de la guerra contra Francia, a pesar de la Tregua de Vaucelles (1556) y nada más comenzar su reinado, ambas casas reales (la francesa Valois y la española Habsburgo) iniciaron su lucha por el control de Nápoles y el Milanesado. En ese contexto, Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba, defendió las plazas italianas, atacando los Estados Pontificios del papa Pablo IV para deshacer la alianza de éste con Enrique II de Francia. Mientras tanto, los ejércitos castellanos y fuerzas mercenarias derrotaban a las tropas francesas en su propio territorio (San Quintín y Gravelinas, en 1557 y 1558, respectivamente), origen de las negociaciones de la tan beneficiosa para los intereses felipistas Paz de Cateau-Cambrésis del 3 de abril de 1559, en la que se acordó asimismo su matrimonio con la hija de Enrique II, Isabel de Valois, fallecida en 1568. No obstante, la pugna secular por el control europeo entre ambas monarquías continuó con la intervención española a favor de la católica familia de los Guisa en las guerras de Religión francesas, hasta que el rey Enrique IV abjuró del protestantismo en 1593, rubricándose en mayo de 1598 la Paz de Vervins.

Paralelamente, otro gran problema estratégico, comercial y de unidad de la fe era el peligro de la piratería, el bandidaje y las incursiones berberiscas y turcas en el Mediterráneo. Para conjurar dicha amenaza, constituyó, con Venecia, Génova y el papa Pío V el bloque principal de la Liga Santa contra el Imperio otomano. La flota al mando de Juan de Austria con la participación asimismo de Luis de Requesens y Zúñiga y de Álvaro de Bazán, primer marqués de Santa Cruz obtuvo en 1571 la renombrada aunque no decisiva victoria naval de Lepanto.

El rey español Felipe II construyó a finales del siglo XVI una flota de gran poder con la esperanza de acabar, no sólo con las incursiones inglesas sobre ciudades españolas y la actividad de los piratas sobre los buques españoles, sino de invadir y conquistar Inglaterra. En 1588, 130 grandes galeones pusieron rumbo a Inglaterra. Los ingleses no pudieron detener a la flota en duelos de cañonazos a largo alcance, por lo que emplearon buques bien artillados para atacarla. La conocida como Armada Invencible eludió el fuego artillero navegando por el norte de las islas Británicas pero las fuertes tempestades hundieron la mayor parte de los buques frente a las costas de Escocia e Irlanda y sólo regresaron 67 buques a España.

Contra Inglaterra los resultados fueron menos afortunados, debido al control marítimo militar inglés. Muerta su esposa María I Tudor en 1568, las relaciones con la sucesora de ésta, la reina Isabel I, se enrarecieron, hasta que chocaron sus contrapuestas políticas religiosa y económica. En su pugna permanente, apoyando a todos los enemigos castellanos, Isabel de Inglaterra acabó con los católicos reyes escoceses, mientras apoyaba la piratería en el Caribe (donde destacó la actividad de Francis Drake) y a los rebeldes holandeses. La conclusión militar vino determinada en 1588 por la derrota de la Armada Invencible, comandada por Alonso Pérez de Guzmán, séptimo duque de Medinasidonia. A partir de entonces, el poderío naval español en el Atlántico comenzaría su declive.

Felipe II tampoco pudo solucionar el conflicto político-religioso que fue uno de los motivos del inicio en 1556 de la guerra de los Países Bajos. Ninguno de los sucesivos gobernadores de ese territorio, desde Margarita de Parma (1559-1567), pudo conseguir sus objetivos. A partir de 1573, tras las victorias del duque de Alba, que ejecutó al conde de Egmont y a Felipe de Montmorency-Nivelle, conde de Horn, ni Luis de Requesens (1573-1576), ni Juan de Austria (1576-1578), ni Alejandro Farnesio (1578-1592) consiguieron doblegar la rebelión de los mendigos del Mar calvinistas. Alternando procedimientos suaves con otros métodos muy enérgicos, no consiguieron aplacar la sublevación de los Estados Generales y la definitiva emancipación de Holanda, Zelanda y el resto de las Provincias Unidas, cuya independencia fue reconocida por Inglaterra y Francia en 1596 y por la propia España años después de la muerte de Felipe II.

En cambio, consiguió un gran triunfo político al conseguir la unidad ibérica con la anexión de Portugal y sus dominios, haciendo valer sus derechos sucesorios en 1581 en las Cortes de Tomar, un año después de reclamar el trono portugués por ser nieto de Manuel I el Afortunado. Las obras del monasterio escurialense llegaron a su fin en 1586 y, en 1591, una nueva vicisitud asaltó los últimos años de su gobierno monárquico: las llamadas alteraciones de Aragón, en las que estuvo implicado su ex secretario Antonio Pérez, relacionadas con la defensa de los fueros de aquel reino. Felipe II falleció el 13 de septiembre de 1598 en El Escorial, cuatro meses después de acordar con el rey francés Enrique IV la citada Paz de Vervins y de nombrar a su propia hija Isabel Clara Eugenia gobernadora de los Países Bajos. Le sucedió su hijo Felipe III.


Artículo de Federico Jiménez Losantos

FELIPE II: La Monarquía Hispánica

Fue hijo de Carlos I y de la reina Isabel e Portugal. Amó la música, la caza, la pesca y el coleccionismo. Iba a misa andando y se paraba en la calle a hablar con los niños y ancianos. Como rey de Portugal, culminó la unión peninsular. Su mayor fracaso fue el naufragio de la Armada Invencible.

Felipe II fue hijo del emperador más poderoso de su tiempo y de la reina más hermosa que ha tenido España: Isabel de Portugal.

Nació en Valladolid en 1527, tan delgado y frágil, con la piel tan blanca, los ojos de un azul tan claro y el pelo tan rubio que parecía albino, hijo de la Luna. Ninguno de los razonables temores sobre su salud se cumplieron y se convirtió en un joven de estatura mediana tirando a baja, talle esbelto, andar erguido, hablar pausado, sonrisa blanca, elegante y sencillo en su atuendo, cuidadosísimo de su higiene, con un talante amable, gentil, y un punto de lejanía melancólica. En su cara dominaron de joven los ojos y de viejo, la mirada. Los labios sensuales fueron acuchillándose con el tiempo. No habló cinco idiomas, como su padre: sólo español y portugués con el latín para entenderse. Su educación fue sólo parcialmente buena: en vez de Luis Vives tuvo al cardenal Silícco, en realidad apellidado Guijarro, pero el príncipe, con su amor a los libros, a las artes y a las ciencias, fue forjándose una admirable formación intelectual.

Creó la biblioteca privada más importante del mundo, con voluntad expresa de hacerla accesible a todos. Desde niño amó la música, la caza, la pesca y el coleccionismo. Solitario casi de profesión, quiso ser querido, dentro de lo posible. Su espejo único, fuente de emulación y de inseguridad, fue su padre. El acusadísimo sentido de la responsabilidad que lo dominó durante toda su vida nació de la obediencia al emperador y del escondido afán de superarlo.

Carlos V no pudo legarle el Imperio Alemán como hubiesen querido ambos, pero sí el proyecto en marcha de un imperio atlántico formidable, con España como pieza esencial, instalada en ambas orillas, asomada al Pacífico y guardando las espaldas mediterráneas.

El principal problema heredado fue la división religiosa de Europa, que no pudo remediar Carlos y que se convirtió en el problema esencial de Felipe y de toda Europa. Convertido por destino y convicción en defensor del catolicismo y de Roma frente al protestantismo, fue, curiosamente, el único rey de su tiempo que vestía como un burgués de los que seguían a Calvino. Iba a misa andando; se paraba en la calle a hablar con niños, mendigos o ancianos, y bebía con ellos el agua que le ofrecían.

Identificado absolutamente con su papel de rey y escudo de la fe, trató no obstante de construirse una vida privada, como un rico hombre anónimo. En parte lo consiguió y eso lo volvió muy vulnerable a la Leyenda Negra protestante, que lo presenta como un monstruo sanguinario, porque no es fácil trazar el perfil completo, en lo particular y en lo general, de un rey humano, demasiado humano.

Su condición silenciosa, su reserva, vienen de la madre. Cuando Isabel de Portugal lo traía al mundo mandó bajar la luz de las bujías, se tapó el rostro con un pañuelo y contestó a Leonor de Mascarenhas, que le animaba a gritar para relajarse: ½Näo me faleis tal, minha comadre, que eu morrerei, mas näo gritarei». El estilo de Felipe II es, pues, reservado de nacimiento. Huérfano a los 12 años, se acostumbró a controlar sus emociones y extremar su cortesía mientras se preparaba a colaborar con su padre el emperador, que pronto dispuso de un príncipe tan inteligente como discreto. A los 17 años era ya regente efectivo y estaba casado con la jovencísima y gorda María Manuela de Portugal, que murió en el parto del primogénito, Carlos, una maldición de nacimiento.

Una vez embarazada María Manuela, Felipe tuvo su época de juerguista y mujeriego, hasta el punto de alarmar a su padre que le llamó la atención. Las damas que trataba eran las de sus hermanas y acabó enamorándose de verdad de Isabel Osorio, con la que pasó días muy felices en la ciudad de Toro. Fue un gran amor, evidentemente imposible.

Viudo a los 18 años, se paseó por Europa a los 21 y cautivó a todas las cortes: apuesto, culto, distinguido, sensible... En 1554 viajó a Inglaterra para casar con María Tudor, enamorada de él por el soberbio retrato de Moro. Felipe no correspondía a esa pasión, aunque fue muy considerado con su poco agraciada esposa. Los roces de su séquito con la corte inglesa no afectaron nunca al comportamiento del príncipe español que, al parecer, enamoró también a Isabel, la hija de Ana Bolena y futura reina y rival. Los supuestos embarazos de María, bastante mayor y bastante enferma, fueron sólo fruto de la hidropesía y de la histeria.

En 1556, Felipe recibió de su padre la corona de España, clave de sus inmensos dominios. El emperador murió en Yuste en 1558, el mismo año en que Felipe quedaba viudo por segunda vez. Para entonces, ya había conseguido su mayor victoria militar en tierra. San Quintín, aplastando a los franceses. Fruto de un sueño y de esa victoria fue su gran obra personal, cultural, religiosa y política: el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Una joya para albergar muchas joyas, un símbolo religioso en el que tuvieron parte la astrología y la magia, un lugar de paz y apartamiento que para Felipe significó algo parecido a una casa propia.

El gran proyecto atlántico suponía el cerco de Francia ya trazado por Fernando el Católico y la paz con Inglaterra. Por eso, al quedar viudo trató de casarse con Isabel. Sin embargo, la nobleza de Inglaterra no aceptaba un futuro de supeditación a España y la consolidación de Isabel supuso la cancelación de esa boda y su creciente inclinación al protestantismo, que Felipe trató de impedir, así como la excomunión de Isabel por Roma. Inglaterra, la aliada deseable, no le correspondió. Y Felipe e Isabel, que pudieron ser amantes y luego esposos, se hicieron enemigos íntimos, radicales.

Pacificó sus relaciones con Francia por el tratado de Cateau-Cambresis y en 1560 casó con la joven y atractiva Isabel de Valois, destinada en principio a su hijo Carlos. Por entonces, el príncipe era ya un desequilibrado que gustaba de matar animales por verles sufrir; glotón, borrachín y putañero desde la adolescencia y encaprichado de una novia convertida en madrastra.

El matrimonio con Isabel dio paso a la mejor época de su vida, afincado ya en España, con El Escorial en marcha, con dos hijas, Isabel y Catalina, a las que adoraba y una esposa que lo hacía casi feliz. Sólo la creciente locura del príncipe Carlos, al que apenas calmaba la joven reina, le obsesionaba. Por la terrible tradición de locura en la familia temía lo peor y sus temores se cumplieron.

Carlos mataba caballos por verlos desangrarse, le hizo comer a un zapatero unas botas que no le gustaron, se rompió la cabeza persiguiendo a una criada y alternaba grandes comilonas con ayunos delirantes. Finalmente, en 1567 emepó a conspirar con los flamencos rebeldes contra su padre. Después de unos meses de torturada espera, el rey, tras un retiro espiritural, vistió su coraza y al frente de un grupo de guardias prendió al príncipe y lo encerró en el castillo de Arévalo, donde murió unos meses después, anoréxico y loco. Isabel, siempre muy delicada de salud, murió poco después. Aquel maléfico año 68 el rey anunció que, en adelante, vestiría sólo de negro.

Y negra como su Leyenda, se tornó la gobernación de sus reinos, mientras el rey se aburría con su cuarta esposa, Ana de Austria. Lo peor fue la rebelión de los Países Bajos, con hombres que habían sido sus paladines, como Egmont y Montigny, luego Guillermo de Orange, convertidos en enemigos a los que liquidó implacablemente. Ni la represión del duque de Alba, ni la maquinaria atroz del Santo Oficio, ni siquiera la formidable victoria de su hermano bastardo Juan de Austria en Lepanto contra los turcos lo aplacaron. Al contrario, don Juan se convirtió en una obsesión, como figura internacional con aspiraciones regias que Felipe ni podía ni quería contentar.

Su éxito político en los Países Bajos propició un episodio siniestro: el asesinato del secretario Escobedo por orden del secretario del rey, Antonio Pérez. Felipe lo permitió o al menos no lo persiguió, aunque desconocemos por qué preocupaba el rey el chantaje entre dos compinches corruptos: Escobedo y Pérez.

Luego fue Antonio Pérez, muy querido por Felipe II, el que con la intrigante y fascinadora princesa de Eboli, acabó en la cárcel. Pero se fugó a Zaragoza y convirtió un viejo litigio nobiliario y fuerista en verdadera rebelión. No merecía tanto el traidor Pérez, que escapó, ni tan poco el joven Justicia Juan de Lanuza, decapitado injusta e innecesariamente. Más grave, por la conexión exterior, fue la rebelión de los moriscos de las alpujarras; y más caro y humillante el naufragio de la Armada Invencible. Pero desde 1580, como rey de Portugal, Felipe II culminó la unión peninsular y de los dos imperios americanos. En fin, aunque gracias a él son hoy católicas Francia o las Filipinas, aquellas islas lejanas por las que pudo decirse que "en sus dominios no se ponía el sol", su figura yace, desde 1598, en una fría y reservada sombra.

Iglesia_de_San_Pablo_en_Valladolid.JPG

Partida de Nacimiento:'''

“Nasçió este illustrissimo príncipe en Valladolid martes a XXI de mayo a ora del medyo dya o más tarde. Hyzyeronse en su nasçimiento muchas alegryas como era razón hazer por tan gran prínçipe del qual se espera tan gran byen en los reynos de Castilla, de Toledo, León (y) otros. Fue baptizado en la dycha villa de Valladolid, myércoles a V de junyo, con grandysyma solenmidad como convenya a tan gran prínçipe; baptizóle don Alonso de Fonseca, arçobispo de Toledo, presentes otros muchos arçobispos y obispos. Llamóse don Phelipe, fue padryno don Yñygo de Velasco, condestable de Castilla, y este le levó (llevó) en los braços hasta la yglesia donde le baptizaron, que fue en el collegio de Sant Pablo, que la emperatris posava ally junto y le bolbyo asy; fue otro padryno el duque de Béjar y este levava las manos puestas (en) los pies y el marqués de los Veles levava una gorra sobre la cara del prínçipe un poco alçada. Fue madryna madama Leonor, hermana del emperador, reyna de Françia y la marquesa de Zenete y condesa de Nasao, camarera mayor de la emperatriz. Ovo en este baptismo tantas solemnidades quantas no se vyeron muchos tyempos ha en Castilla en tal aucto. Supe de esto de Juan Lorenço, escrybano, vecino de Valladolid y natural de Santoyo. Ita est, el bachiller Juan Cabrero (recogido en fol.75 v.).”

Felipe II de España, apodado "el Prudente", nació en Valladolid el 21 de mayo de 1527 y falleció en San Lorenzo de El Escorial el 13 de septiembre de 1598. Fue hijo de Carlos I de España v V de Alemania y de Isabel de Portugal. Perteneció a la dinastía de los Austrias.

Felipe II fue rey de España desde el 15 de enero de 1556 hasta su muerte. También fue rey de Nápoles y Sicilia desde 1554, y de Portugal y los Algarves -como Felipe I- desde 1580, logrando una unión dinástica que duró sesenta años. Fue asimismo rey de Inglaterra e Irlanda iure uxoris, por su matrimonio con María I, entre 1554 y 1558.

Durante su reinado, España alcanzó la cima de su poderío y se convirtió en una de las potencias más importantes del mundo. Su gobierno se caracterizó por una política exterior activa y compleja, con conflictos como la guerra contra Francia y el conflicto con los Países Bajos.

En el ámbito interno, Felipe Il promovió el desarrollo cultural y artístico, siendo mecenas de artistas como El Greco y patrocinando la construcción de monumentos como el Monasterio de El Escorial.

Felipe II dejó un legado duradero en la historia de España y del mundo, y su reinado es un período fascinante y complejo de la historia europea.

Felipe II de España, conocido como "el Prudente", nació el 21 de mayo de 1527 en Valladolid. Fue el único hijo varón del emperador Carlos V y de su esposa, Isabel de Portugal. Desde su infancia, Felipe II fue preparado para las labores de gobierno, aprendiendo latín, italiano y francés, y recibiendo instrucción en el oficio de las armas.

En 1556, Felipe II ascendió al trono de España, convirtiéndose en el monarca más poderoso de su época. Heredó todas las posesiones europeas y americanas que constituían el Imperio español de su padre, Carlos V, a excepción del Sacro Imperio Germánico. Durante su reinado, Felipe II se dedicó a la defensa de la fe católica, combatiendo la propagación de la Reforma protestante en Europa y los avances del Imperio Otomano en el Mediterráneo.

Bajo su gobierno, el Imperio español se extendió hasta dimensiones nunca vistas con la incorporación de Portugal y de sus colonias africanas y asiáticas. Sin embargo, sus intentos de consolidar la hegemonía en Europa se encontraron con la expansión del protestantismo y la oposición de las potencias rivales. Las campañas militares para frenar las revueltas protestantes de los Países Bajos desangraron la hacienda española, y el intento de someter a Inglaterra se saldó con la derrota de la "Armada Invencible" en 1588.

Además de rey de España, Felipe II fue rey de Nápoles y Sicilia desde 1554, de Portugal y los Algarves desde 1580, y rey consorte de Inglaterra por su matrimonio con María l entre 1554 y 1558. También fue duque de Milán y soberano de los Países Bajos.

Felipe II murió el 13 de septiembre de 1598 en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Su muerte marcó el inicio de la decadencia española.

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x Felipe I el Hermoso, Rey de Castilla 1478-1506
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x Juana la Loca reina de Castilla y Aragón, Reina de Castilla 1479-1555
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x Manuel I el Afortunado rey de Portugal, Rey de Portugal 1469-1521
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x María de Aragón reina de Portugal, Reina de Portugal 1482-1517
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x Carlos I de España y V de Alemania, Rey de España 1500-1558
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x Isabel de Portugal, Reina de España 1503-1539
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x Felipe II rey de España, Rey de España 1527-1598