Figura indiscutible del ciclismo vasco, Jesús Loroño fue uno de los más grandes. Dejó impresa su huella en el Tour. En su primera participación, el ciclista de Larrabetzu ofreció lo mejor de su catálogo en la carrera francesa, un mundo nuevo para Loroño, un formidable escalador.

Después de los primeros días de carrera, en la que era obligatorio aclimatarse, Loroño mascullaba la idea de atacar cuando asomaran los Pirineos. Dalmacio Langarica era su compañero de habitación. Escribió Josu, su hijo, en este diario que la conversación entre ambos fue la siguiente: “Estás loco, dónde vas a ir con toda esta gente, en el pelotón estamos bien”. Pero no, lo tenía decidido y así se lo confirmó al de Otxandio: “Mañana es la etapa reina y voy a atacar, no aguanto más”. “Allá tú" fue la respuesta de Langarica.

Llegó mañana y Loroño, valiente y decidido, elevó el tono. El allá tú fue la compuerta de su triunfo de etapa en la carrera francesa. Ocurrió en la décima jornada entre Pau y Cauterets, el 13 de julio de 1953 . Fue, como le llamaba Jesús “el día del Aubisque”. Loroño aprovechó que había un paso a nivel cerrándose y logró pasar mientras el pelotón quedaba cortado. Delante de él había tres fugados.

Cuando empezó el Aubisque, Loroño dio caza a los escapados y continuó, puro arrebato y pasión, hacia la cima. Cañardo le comunica que sacaba tres minutos a Hugo Koblet, que era un consumado kamikaze en las bajadas. El suizo no pudo interceptar al vizcaino y Loroño afrontó el ascenso de Soulor con una buena renta en las alforjas. La diferencia se vio aumentada en la cima a 5:20 y al final conquistó la etapa con tiempo suficiente para disfrutarla. Ese Tour del 53 lo terminó el 50 en la general, pero dejó su firma de gran escalador.

En París, en el celebérrimo Parque de los Príncipes, con el objetivo ya cumplido, fue consciente de su logro. Además del triunfo de etapa, el ciclista vizcaíno conquistó el maillot de la montaña. Loroño fue agasajado en la embajada española como era de rigor, pero lo que le llenó de orgullo fue la visita que le realizaron los hermanos del lehendakari José Antonio Aguirre. El regreso a su casa en Larrabetzu fue un festejo. Logroño fue recibido como un héroe. Su hazaña trascendió. El Tour de 1953, su bautismo en la Grande Boucle, marcó la carrera deportiva de un ciclista extraordinario que festejó la afición con pasión.