Mad Heidi (2022), de Johannes Hartmann

Suiza. Hace 20 años que triunfó en el país el monopolio de la empresa de quesos Meili. Desde entonces, el líder de la corporación se ha convertido en presidente del país y domina el terriorio con mano de hierro. Cualquiera que se salte las leyes es eliminado. En este estado totalitario vive Heidi, una joven guapa que “disfruta” de su noviazgo con el cabrero Peter. Aunque el abuelo de Heidi le advierte sobre Peter, pues efectivamente tiene negocios ilegales de tráfico de queso, la chica está enamorada y hace oídos sordos. Pero las autoridades, con el sanguinario Knorr a la cabeza, descubren al contrabadista y lo asesinan, mientras que Heidi será llevada prisión, en donde conocerá a la reclusa Klara y a la malvada alcaidesa, la señorita Rottweiler.

Gamberrada descacharrante y divertida que es un homenaje a la películas de serie B de los años 60 y 70, esas dobles sesiones que hacían las delicias de Quentin Tarantino. Al parecer se trata de una producción largamente acariciada, totalmente independiente y financiada por crowfunding. Pero que esta procedencia no haga creer que Mad Heidi no tiene la suficiente calidad, pues en realidad los debutantes en el largometraje Johannes Hartmann y Sandro Klopfstein logran entregar una película nada cutre, narrada con competencia, que sorprende por su originalidad y es tan grotesca como tronchante. Además de reírse de la historia clásica de Heidi escrita por Johanna Spyri, muchas veces llevada a la pantalla, con su bucólico ambiente y su idílico modo de vida, estamos ante una parodia absoluta de las películas de nazis (y de los suizos: si eres impuntual estás muerto), con una estética estudiada y con un presidente que actúa como un Gran Hermano payasete y cruel, que sueña con expandir su imperio quesero a todo el mundo. Tiene la mar de gracia cómo anima a los ciudadanos a delatar a los sujetos indeseables, esto es, a los intolerantes a la lactosa (jajaja), incapaces de probar sus quesos. Porque ¿qué sería entonces del modo de vida suizo?

De acuerdo con el estilo iconoclasta de las películas exploitation (aquí “swissploitation”, jajaja), el planteamiento de Mad Heidi mezcla un tono desenfadado, con numerosas escenas de violencia gore, nunca especialmente repulsivas (hay chorros de sangre al estilo Kill Bill, pero también muchas “actos” fuera de campo), con excesos visuales que podrían haberse obviado, como varios exhibicionismos gratuitos y momentos un tanto repugnantes con el rezumante queso como protagonista. Asimismo, a lo largo de la trama se aprecian leves homenajes humorísticos a distintas películas, como la citada Kill Bill, pero también a Gladiator, Terminator 2 o Planet Terror.

Por demás, las imágenes están bastante trabajadas, al igual que la planificación y el tratamiento fotográfico de Eric Lehner. Respecto a los actores tiene especial gracia la presencia de Casper Van Dien como el dictador Meili, mientras que la protagonista Heidi está correctamente encarnada por Alice Lucy.