Análisis psicológico de "The Father": una mirada profunda.

Análisis psicológico de la película “The Father”

Verificado Redactado por Neuropsychterapia el 17 diciembre 2021. Artículo revisado, actualizado y verificado por nuestro equipo de psicólogos el 18 mayo 2023.
Análisis psicológico de "The Father", una película que muestra la realidad de la demencia desde la perspectiva de un hombre y su hija.

Sinopsis de la película

“The father” cuenta la historia de un hombre de edad avanzada que se enfrenta a un proceso degenerativo, hablamos de una demencia, y de cómo se desarrolla la vida diaria, desde el punto de vista de su hija Anne, con la que convive. Observamos las dificultades que presenta esta situación desde los ojos de Anne y de su padre.

¿Por qué queremos hacer mención a esta película?

Estamos acostumbrados a escuchar hablar sobre demencias en cantidad de ocasiones, los típicos fallos de memoria, la desorientación, las alteraciones en los comportamientos de los afectados… Y nos ponemos en su lugar y pensamos “qué pena, dichosas enfermedades, cómo la cabeza de uno puede llegar a esas cosas”. Pero, muchas veces, no nos fijamos en todo lo que hay detrás de una persona con una demencia; estamos hablando de los cuidadores principales de estas personas.

Esta película, nos acerca, de una manera muy sencilla e interesante, a la perspectiva del cuidador que convive y se encarga de supervisar el día a día del enfermo. En este caso, sería nuestra protagonista “Anne”.

La demencia: primeras dificultades de la cuidadora principal

Desde un primer momento, Anne nos permite ver la otra cara de la moneda que puede existir con este tipo de enfermos, y es que estas enfermedades, a pesar de tener unas características, digamos, comunes, en la mayoría de personas, se manifiestan de manera diferente en cada caso.

Observamos cómo el inicio de la existencia de señales de alarma comienza a preocupar a Anne. Pero no es solo eso, es que Anne empieza a sentirse agobiada al intentar mantener un equilibrio entre su vida laboral y personal y cuidar a su padre. Como alternativa, Anne recurre a algo muy común y necesario en estos casos como es la búsqueda de otra persona que pueda ayudarles durante el día, pero, como suele ocurrir en muchas ocasiones, el padre de Anne no es consciente de sus limitaciones, rechaza toda ayuda externa y se niega a aceptar que entre nadie ajeno en su casa.

Esto genera un conflicto entre padre e hija que desencadena sentimientos de desesperanza en Anne, de no saber cómo seguir adelante, unidos al sentimiento de culpa que es muy común encontrar en este tipo de cuidadores. Por un lado, Anne se enfrenta a la incomprensión por parte de su padre de que ésta necesita un apoyo, el cual alude más bien al “quieres deshacerte de mí”, algo muy doloroso para Anne, que está encargándose sola de todo el cuidado. Por otra parte, Anne posee ciertas ideas que llamamos «irracionales», muy fácilmente visibles en nuestra sociedad, como son los sentimientos de responsabilidad y obligación de volcarse por nuestros padres, puesto que ellos ya lo hicieron con nosotros siendo pequeños; esa sensación de tener que dedicarse por completo a ellos, situando nuestras necesidades y deseos en un segundo plano.

¿Qué ocurre cuando se hace esto? Como vemos, en Anne se empieza a desarrollar un cansancio emocional, al no ver recompensado su esfuerzo continuado, todo lo contrario, recibiendo críticas y acusaciones por parte de su padre, unido a lo doloroso de verle deteriorarse poco a poco.

Ocultación de información al entorno cercano

Anne evita compartir muchas de las situaciones y sentimientos con su pareja, porque sabe que haciéndolo su pareja le va a poner en una situación comprometida. ¿Por qué? Porque su pareja empezará a ver con otros ojos a su padre, e insistirá en que ella busque alternativas que le permitan delegar ese cuidado, y tomar esa decisión para Anne es muy complicado.

A todo ello, hay que sumarle que nadie nace sabiendo cómo enfrentarse a la aparición de una demencia en la familia. En ocasiones, el haberlo experimentado de manera profesional o con otro familiar, nos da una base de conocimiento sobre la cual actuar, pero esto no siempre es así, y como os comentábamos antes, cada enfermo es un mundo.

Es muy común que los cuidadores principales decidan guardarse información dolorosa para sí mismos. Por un lado, no quieren preocupar al resto de familiares, y, además, no quieren cambiar esa imagen de la persona que siempre fue aquel que ahora padece demencia al resto de familiares. A ello hay que juntarle que, muy frecuentemente, el enfermo se comporta de una manera mucho más hostil con el cuidador principal, dando una imagen bastante diferente al resto de personas que salen de dicho cuidador.

Tomar una decisión sobre el futuro: la culpabilidad

Conforme avanza la película, podemos observar una evolución del carácter y de la situación de Anne. Sobre todo empujado por la impotencia frente al rechazo que su padre muestra ante todo tipo de ayuda, y apoyado por su pareja, Anne finalmente decide buscar una residencia para su padre. Ese desamparo y la falta de una adecuada solución para poder mantener a su padre en casa, llevan a Anne a darse cuenta de que, a pesar del amor que siente por su padre, ella no puede asumir la responsabilidad de cuidar de él en la manera que lo requiere su enfermedad.

Es en este punto en el cual Anne experimenta un alivio de la sobrecarga que ha vivido durante el último tiempo y se permite retomar su vida y mudarse a París con su pareja. Sin embargo, es evidente que el alivio experimentado sobre todo actúa sobre la carga física. Si bien es verdad, que Anne tiene más tiempo para su vida, haber tomado esta decisión le deja con un sentimiento de culpabilidad grave. Sus expresiones casi nos hacen sentir que siente haber fallado cómo hija. Ese tipo de pensamiento o sentimiento es muy común y puede perseguir a los familiares de las personas que viven en una residencia a lo largo de toda su vida.

La culpa está muy ligada a esa sensación de abandono que mencionamos al comienzo. Tenemos la falsa concepción de que pedir ayuda de recursos específicos para ello, como Centros de Día o Residencias, significa rendirnos por nuestra parte y abandonar a nuestro familiar. Cuesta que se afiance en la sociedad la comprensión de que llega un momento en que es necesario acudir a profesionales especializados, a un equipo multidisciplinar dedicado a ello, y ya que nosotros no lo somos, en ocasiones, aunque sea desde una buena intención, no estamos cuidando a nuestros familiares como necesitan en ese momento.

Esto nos enseña que la salud del cuidador, su calidad de vida y el trabajo sobre esos pensamientos y sentimientos merece la misma atención que la que obtiene la persona que sufre el trastorno degenerativo. Vivir con sentimientos de culpa puede destruir una vida, y es fundamental aliviar esa carga emocional en el cuidador, para que aprenda que a pesar de tratarse de un familiar, personas o instituciones externas pueden ofrecer una mejor atención, sin que eso implique haber fallado cómo hijo, espos@ o herman@. Es crucial entender que para cuidar a los demás, tenemos que partir de un punto de partida sano propio; si no nos cuidamos a nosotros mismos, no seremos capaces de dar un cuidado de calidad a nuestro familiar.

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