El príncipe Baltasar Carlos
Hacia 1636. Óleo sobre lienzo, 158 x 113 cmDepósito en otra institución
Baltasar Carlos había nacido en octubre de 1629. Era hijo de Felipe IV e Isabel de Borbón y hasta su muerte, en 1646, fue príncipe heredero. Como tal, fue protagonista de numerosas pinturas, que en su mayor parte se relacionan con Velázquez y su taller. Se trata de un conjunto de gran interés para la historia del retrato español y para conocer las nociones asociadas a la condición de príncipe. Así, junto con imágenes en las que se desarrolla una iconografía específica -La lección de equitación (Londres, colección duque de Westminster) o Baltasar Carlos con un sirviente (Boston, Museum of Fine Arts), ambas de Velázquez- convive un numeroso grupo de pinturas cuyo contenido es muy similar al de los retratos de su padre, con lo que se insiste en el tipo de responsabilidades que le esperan cuando herede el trono. Varios de esos retratos lo representan todavía niño, de pie y en un contexto cinegético. El punto de referencia de la serie es El príncipe don Baltasar Carlos, cazador, realizado por Velázquez cuando tenía seis años. El mismo niño y los mismos perros aparecen en un retrato (Gran Bretaña, colección privada) que lo representa en un interior, protegido por un cortinaje y con un ancho fondo de paisaje (López-Rey, 1963, núm. 309). Va tocado con sombrero y, mientras que con su mano derecha sostiene un arcabuz de caza, la izquierda se apoya en el pomo de una espada corta. Su traje es mucho más rico que el del retrato de Velázquez y en él abundan los motivos decorativos en oro. La riqueza de su traje es comparable a la que aparece en Baltasar Carlos, cazador (Szépmüveszeti Múzeum, Budapest), que a veces se atribuye a Alonso Cano. El traje, la pose y los instrumentos de caza se repiten en el retrato objeto de estas líneas, que presenta algunas variantes respecto al anterior. El príncipe lleva la cabeza descubierta y su sombrero reposa respetuosamente sobre un cojín en el suelo. Se encuentra aislado, sin perros que lo acompañen, y el paisaje tiene un desarrollo menor. La presencia de los animales en el cuadro compañero invita a fechar ambos con posterioridad a la pintura de Velázquez, es decir, hacia 1636. A pesar de ambientarse en un interior, se trata de una obra que tiene como punto de referencia la caza, como prueban las armas que porta el príncipe o el paisaje del fondo, en el que vemos en último término el perfil de la sierra de Guadarrama y, más acá, un terreno boscoso que sin duda evoca el Pardo, el principal lugar de los alrededores de Madrid donde la familia real española desarrollaba su acendrada afición a la caza. Ese contexto invita a pensar que el lugar donde se representa al príncipe -si es que efectivamente posa en un espacio real- es el palacio del Pardo o la Torre de la Parada. La utilización de alusiones cinegéticas en retratos reales no es simplemente un reflejo de su pasión por la caza, pues escondía también un signifi cado político. En esa época se aseguraba con frecuencia que la caza es imagen de la guerra y, en consecuencia, constituía un contexto muy apropiado para aludir a las responsabilidades militares que aguardaban al futuro rey.
Portús Pérez, Javier, El príncipe Baltasar Carlos (h. 1636). En Ruiz Gómez, L.: El retrato español en el Prado. Del Greco a Goya, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2006, p.96, n. 23