Mujeres pioneras

Gala, la carismática artista más allá de Dalí

Gala Dalí

Gala Dalí

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Dalí jamás habría sido Dalí sin Gala. Él mismo afirmó que Gala fue “la única que lo salvó de la locura y de una muerte temprana” y la reconoció como coautora de muchas de sus obras y, en general, del proyecto daliniano que ambos elaboraron en conjunto. Más allá de su relación con el pintor catalán, Gala fue una mujer indómita, cautivadora, intelectual y creativa que desarrolló su propia obra surrealista y se convirtió en uno de los personajes más icónicos del movimiento.

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De Moscú a París

Nacida en Kazán (Rusia) con el nombre Elena Ivánovna Diákonova el 7 de septiembre de 1894, Gala creció junto a sus hermanos Vadim, Nikolái y Lidia en un hogar en el que el dinero era tan abundante como los libros. A los once años, el padre de la pequeña falleció y, poco después, su madre, Antonina Deulina, una mujer rusa culta y aristócrata, se casó con Dimitri Illich Gomberg, un abogado moscovita a quien Gala consideró su verdadero padre. 

A los dieciocho años, Gala, que sufría de tuberculosis, dejó la fría Moscú para trasladarse al sanatorio Claudel, en Suiza. Allí le recetaron un fuerte medicamento que afectó gravemente a su salud física y mental, sin embargo, la estancia en el sanatorio también le trajo cosas buenas. Gala compartió el espacio con otros jóvenes artistas, entre los que se encontraba un incipiente poeta de diecisiete años conocido, por aquel entonces, como Paul-Eugène Grindel: era el futuro escritor Paul Éluard. 

"Tú eres yo y yo soy tú", le dijo Gala a Paul Éluard en una de sus cartas.

La atracción entre Gala y Paul fue inmediata: ella le leyó en voz alta una obra de Dostoievski y él quedó completamente cautivado. En Moscú, la joven había sido amiga y compañera de estudios de Anastasia Tsietáieva, la hermana menor de la poeta Marina Tsietáieva, y tanto las conversaciones con la escritora como el ambiente intelectual que se respiraba en su hogar habían despertado en ella una fuerte vocación literaria. De ahí que Gala hubiese leído ya a los grandes novelistas rusos y que hubiera empezado a desarrollar su escritura.

Dos años después de que Gala recibiera el alta del sanatorio, la joven se trasladó a París y se instaló en la casa familiar de Paul Éluard, que había sido llamado a filas. La pareja mantuvo una intensa relación epistolar en la que intercambiaron cartas y dibujos, conservando así la llama de su amor. “Verdaderamente nos hemos mezclado: tú eres yo y yo soy tú”, llegó a afirmar Gala.

Gala Dalí1

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Fotografía en la que aparecen Max Morise, Max Ernst, Simone Breton, Paul Éluard, Joseph Delteil y Gala Dalí.

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Un matrimonio abierto y frágil

En 1917, durante uno de los permisos de Paul Éluard, los jóvenes se casaron y apenas un año después llegó la pequeña Cécile, su única hija. Ser madre no entraba en los planes de Gala, que aseguró que de haber podido elegir no hubiese tenido hijos y, de tenerlos, hubiese preferido tener un varón llamado Pierre. Aún así, Gala aceptó la llegada de Cécile y, de esta manera, la pareja se convirtió en una familia. 

Sin embargo, pese a haber traído al mundo a una hija que los uniría para siempre, con el paso del tiempo, la relación entre Gala y Paul se empezó a enfriar. Fue entonces cuando Paul, decidido a darle una vuelta de tuerca a la situación, le propuso a Gala un "juego" para avivar la relación entre ambos. En una de sus cartas, el esposo le confesó que deseaba verla con otros hombres. "Tu fidelidad me conmueve", afirmó el poeta. 

El verano en la Costa Brava supuso el fin de la relación entre Gala y Paul.

A partir de entonces, tanto ella como él mantuvieron relaciones extramatrimoniales con otras personas. De hecho, incluso compartieron una relación triangular con Max Ernst, amigo de Éluard, que terminó cuando este empezó a sentirse dolido por la cercanía que se creó entre su esposa y el pintor. 

Durante el verano de 1929, la pareja bajó a la Costa Brava junto a algunos amigos (entre los que se encontraba el matrimonio formado por René Magritte y Georgette Berge, y el galerista belga Camille Goemans) para disfrutar de unas vacaciones en en Mediterráneo. Lo que ni Gala ni Paul sabían era que aquellos hermosos días frente al mar significarían el fin de su relación. 

Gala Dalí

Gala Dalí

Gala y Salvador Dalí en Port Lligat, noviembre 1957.

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Cuando Gala conoció a Dalí

En cuanto Paul presentó a Gala a Salvador Dalí, un joven de 25 años con aspiraciones artísticas a quien el poeta había conocido en París, la historia del arte cambió para siempre. Dalí, diez años menor que Gala, se quedó absolutamente prendado de la esposa de su amigo. "Toda mi pasión está en el amor que siento por Gala y no tengo sitio para nada más", afirmaría el surrealista décadas más tarde. 

El romance entre ambos empezó durante aquellos días en Cadaqués y continuó cuando Paul regresó a París y Gala se quedó en la Costa Brava, asegurando que lo hacía para beneficiar la salud de su pequeña hija. En la capital francesa, André Breton, padre del surrealismo, había introducido a la pareja en el círculo artístico de la ciudad, donde ambos habían deslumbrado a los intelectuales; especialmente Gala, que no dejaba indiferente a nadie. Pero tras conocer a Salvador Dalí, la joven creadora rechazó regresar a aquel mundo, dejando al gran poeta Éluard por un joven artista al que aún no conocía nadie. 

Ese mismo año, Gala se divorció de su marido y se trasladó a Cataluña. Sin embargo, pese a terminar su relación romántica, Gala y Paul mantuvieron durante el resto de sus vidas una amistad que quedó registrada en las apasionadas cartas que intercambiaron hasta la muerte de él, en 1952.

Dalí firmó sus "mejores obras" con el nombre conjunto de ambos, "Gala Salvador Dalí". 

Gala y Dalí se casaron a principios de la década de los años 30 por lo civil y en 1958 por la iglesia. Pero, más allá de esta doble alianza, lo que verdaderamente unió a ambos fue su vocación artística y pasión creativa. En aquel momento, Dalí era un joven caótico e inseguro y Gala, que llevaba años en el mundo artístico y había tanto iniciado su obra literaria como colaborado con la de su exmarido, se convirtió no solo en su mayor fuente de inspiración y modelo, sino también en su consejera, administradora y comercial de su obra. 

Gala supervisaba todas las ideas y pinceladas de Dalí, de ahí que el pintor firmara sus "mejores obras" (tal y como aseguró él mismo) con el nombre conjunto de ambos "Gala Salvador Dalí", un gesto que, salvando las distancias, recuerda a la historia de la pareja de fotógrafos que retrataron la Guerra Civil española bajo el conocido seudónimo "Robert Capa". 

Gala y Dalí

Gala y Dalí

Fotografía de Gala y Dalí.

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artista con una habitación propia

En 1969, Dalí le regaló a su compañera el castillo de Púbol, un espacio que fue para Gala la famosa habitación propia que Virginia Woolf reclamaba para las mujeres creativas. La artista aceptó el regalo con una única condición: Dalí solo podía entrar en el castillo si ella le mandaba una invitación previa. Así, Gala se refugió entre las paredes de lo que ser convirtió en su pequeño universo, un lugar en el que floreció como escritora y como artista de objetos surrealistas. 

A lo largo de los años, Gala redactó sus memorias en una libreta Moleskine repleta de cambios, tachaduras y correcciones, detalles que ponen en evidencia el perfeccionismo y la voluntad literaria de la autora. Este brillante texto, publicado hace pocos años bajo el título La vida secreta: Diario inédito por la editorial Galaxia Gutenberg, muestra el talento de Gala como escritora y, tal y como apuntan en el libro, "permite una aproximación inédita a la mujer que se escondía y alimentaba el mito de Gala". 

Gala quedó resguardada para siempre bajo los cimientos de su habitación propia.

Tras toda una vida dedicada al arte, Gala falleció en la residencia que el matrimonio compartía en Portlligat el 10 de junio de 1982 y posteriormente fue enterrada en su preciado castillo de Púbol, donde Dalí había ordenado construir dos criptas, una junto a la otra, en las que las manos se entrelazaban bajo tierra. Desconsolado, el artista se trasladó al castillo, donde deseaba permanecer los últimos años de su vida hasta que pudiera ocupar el espacio vacío que había quedado junto a Gala. Sin embargo, a causa de un incendio en 1984, Dalí tuvo que trasladarse a Figueras, donde fue enterrado cinco años más tarde.

Así, Gala quedó resguardada para siempre bajo los cimientos de su habitación propia, su templo creativo, el lugar en el que, lejos de la mirada pública y para desconocimiento de muchos, vivió una de las artistas más icónicas y desconocidas del movimiento surrealista.