Rusas entrenadas para matar y morir | El Batallón de la Muerte - XL Semanal
';

Rusas entrenadas para matar y morir La vergüenza de los desertores en la Primera Guerra Mundial El Batallón de la Muerte

Eran trescientas mujeres cuyo extremado valor debía avergonzar a los posibles desertores del Ejército ruso durante la Primera Guerra Mundial. Así era el Batallón de la Muerte, la primera unidad militar integrada solo por mujeres.

Por José Segovia

Viernes, 20 de Enero 2023, 11:35h

Tiempo de lectura: 5 min

Su bautismo de fuego se produjo durante la batalla de Smarhon, en la actual Bielorrusia, en 1917. En las mangas de sus uniformes llevaban el símbolo alemán de totenkopf ('cabeza de muerto'), que mostraba su deseo de acabar con los odiados prusianos. Durante tres días, 170 mujeres y sus compañeros repelieron 14 ataques de los alemanes, pero tuvieron que retirase al no recibir refuerzos. Al concluir la batalla, 30 mujeres habían perecido y más de 70 resultaron heridas. Todas ellas pertenecían al Batallón de la Muerte, una serie de unidades militares formadas únicamente por mujeres. Con ellas, el Gobierno Provisional Ruso formado tras la Revolución de febrero de 1917 quería estimular el fervor guerrero de los rusos que, hartos del conflicto, rechazaban combatir contra otros proletarios. Eran tiempos de efervescencia bolchevique. A las mujeres las comandaba María Bochkariova (en la imagen anterior, sentada, la segunda por la derecha), una treintañera de origen humilde que había nacido en una familia de campesinos. Su padre, exmilitar, fue un hombre agresivo y alcohólico que obligó a María a sobrevivir como pudo. A los 16 ya se había casado para escapar, pero su primer marido era un borracho que le pegaba y el segundo, un delincuente adicto al juego que también la maltrataba.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Bochkariova pensó que la vida militar, las armas y la disciplina podían ser su tabla de salvación. Sin embargo, sus ambiciones guerreras chocaron con la realidad. Las mujeres que ingresaban en el Ejército solo lo hacían como enfermeras o en tareas auxiliares. Aun así, María escribió una pomposa carta al zar Nicolás II para que le permitiera llevar a cabo el servicio de armas. Ante la incredulidad de los oficiales, el zar dio su autorización.

alternative text
Chicas duras. Eran mujeres «de acero líquido». El durísimo entrenamiento hizo que, de las dos mil muchachas que se presentaron, solo aguantarán trescientas. |Foto: Getty Images

Aquella aguerrida mujer logró entrar en el 25.º Batallón de Reserva del Ejército Imperial Ruso, donde endureció todavía más su carácter. Cuando María entró en combate, sus compañeros observaron que luchaba con una valentía que rayaba en el suicidio. Fue herida dos veces y condecorada en tres ocasiones.

«Mi corazón me arrastraba al caldero de batalla en ebullición, para ser bautizada por el fuego y endurecida en lava. Me sentí abrumada por un sentimiento de autosacrificio. Mi país me llamaba», escribió en sus memorias. María se crecía ante el estruendo de las ametralladoras y los bombardeos artilleros. Tampoco le abrumaban las miserias que sufrió en las trincheras, con aquellos piojos que se incrustaban en la piel. María solo vivía para las armas y para defender al Imperio ruso.

Mientras ella luchaba en el frente, el 23 de febrero de 1917 las mujeres de Petrogrado se manifestaron para exigir pan y alimentos. Pronto recibieron el apoyo de los obreros. Los días siguientes las huelgas se generalizaron y el 2 de marzo el zar Nicolás II abdicó. En aquellos momentos de incertidumbre, muchos soldados rusos estaban hartos de la guerra y otros pensaban que como proletarios no debían luchar contra otros trabajadores alemanes o austriacos. En ese ambiente antibélico, el nuevo ministro de Guerra, Aleksandr Kérenski, apoyó a María para que pusiera en pie el Batallón de la Muerte, íntegramente compuesto de mujeres.

Su creación tuvo un motivo propagandístico. Kérenski pensaba que el ejemplo de estas muchachas revitalizaría a las cansadas tropas y esperaba que su presencia en el frente avergonzara a los más remisos.

alternative text
La líder. Retrato de María Bochkariova. De ella dijeron que su forma de luchar era suicida. |Foto: Shutterstock

El objetivo de María Bochkariova era juntar en un solo batallón a todas las muchachas dispersas en el Ejército, muchas de las cuales sufrían maltrato por parte de sus compañeros. Creía que si las mujeres soldados estaban unidas serían indestructibles. Al igual que Kérenski, estaba convencida de que su presencia en el campo de batalla incitaría a los hombres a no dejar la lucha.

Más de dos mil muchachas acudieron a la llamada a filas. A todas les afeitaron la cabeza. Había empleadas domésticas, campesinas y universitarias. «En este batallón tendré todo el poder e insistiré en la obediencia», escribió María. El durísimo entrenamiento hizo que el número de mujeres soldados fuera bajando. Al cabo de unas semanas, de las dos mil iniciales, solo quedaron trescientas. Todas tenían menos de 35 años y eran lo que Bochkariova quería que fueran: «mujeres de acero líquido». En una conferencia de prensa, un periodista le preguntó con qué moral acudían al combate, a lo que ella respondió tajante: «Iremos y moriremos».

Fue herida dos veces. «Mi corazón me llama para ser bautizada por el fuego y la lava» escribió

Al mismo tiempo que muchos varones defendían que Rusia debía abandonar la guerra, las mujeres rapadas agrupadas por María pedían a gritos entrar en batalla. El 8 de julio de 1917, las trescientas mujeres al mando de Bochkariova arremetieron con determinación contra las filas enemigas. Fueron las más feroces durante las batallas de aquellas semanas. Kérenski, que no dejaba de recibir solicitudes femeninas para ingresar a la milicia, creó otros batallones similares en Moscú, Petrogrado y Kubán.

Pero la Revolución de Octubre acabó con aquel experimento. El 30 de noviembre de 1917, el nuevo Gobierno bolchevique ordenó oficialmente la disolución total de cualquier formación militar femenina. Aun así, algunas mujeres de los batallones de Petrogrado y de Kubán permanecieron ligadas a sus campamentos hasta 1918.

alternative text
Arma de propaganda. El ministro de la Guerra, Kérenski, pensaba que el ejemplo de estas mujeres revitalizaría a las cansadas tropas y las animaría a seguir en combate. Había empleadas domésticas, campesinas y universitarias. A todas ellas les raparon la cabeza. |Foto: Getty Images

El 3 de marzo de ese año, los líderes revolucionarios firmaron el Tratado de Brest-Litovsk con Alemania, que apartó a Rusia de la guerra. La paz permitió a los bolcheviques centrar toda su atención en otro conflicto civil que empezó entonces contra el Ejército Blanco contrarrevolucionario y sus aliados europeos. El recién creado Ejército Rojo, dirigido por Trotski, enroló a miles de antiguos oficiales del zar para combatir a los que trataban de hundir la Revolución.

Bochkariova estaba en el frente cuando los revolucionarios tomaron el poder. Días después le comunicaron que el batallón se disolvía y que ella debía dejar las armas. Desolada, regresó a Petrogrado, donde fue detenida y acusada de contrarrevolucionaria, aunque poco después la liberaron.

Fue entonces cuando decidió llevar un comprometido telegrama a Lavr Kornílov, general del Ejército Blanco contrarrevolucionario, cuyas fuerzas se enfrentaban al nuevo poder de Rusia. Los bolcheviques descubrieron la conspiración y la volvieron a detener. Cuando estaban a punto de fusilarla, uno de los soldados que había luchado con ella intercedió a su favor. Tras ser liberada, María se trasladó a Estados Unidos en 1918, donde trabó amistad con la multimillonaria Florence Harriman, quien la ayudó a viajar a Washington para conocer al presidente Woodrow Wilson.

Luego visitó Londres, donde la recibió el rey Jorge V, y desde allí viajó a su país y contactó con el general Alexander Kolchak, jefe de un efímero gobierno anticomunista. Su objetivo era derrotar al Ejército revolucionario, pero fue capturada y condenada a muerte, acusada de ser «enemiga del pueblo». Bochkariova fue fusilada el 16 de mayo de 1920. Tuvieron que pasar 72 años para que el Gobierno ruso la rehabilitara como heroína de la patria.