Francis Drake (V): Desmitificación de la Armada Invencible (no se llamó nunca Armada y no se llamó Invencible hasta el Siglo XIX) y no fue derrotada en ningún combate naval
A la hora de escribir sobre la Armada Invencible nos encontramos con los mismos asuntos por los que tratamos de escribir la seria de este año: separar la verdad de la propaganda (la estupidez, el complejo de inferioridad de los españoles en aceptar como bueno todo aquello que venga de fuera, el desapego a la historiografía española y la despreocupación por la propaganda del enemigo) y exaltar la profesionalidad y el valor de los hombres que formaron en la Armada española a lo largo de los siglos.
Por no llamarse la Armada no se llamó Invencible hasta los siglos XIX y XX. La flota española se llamó, en España, la Gran Armada y en Inglaterra, la Spanish Armada por un periodo superior a tres siglos.
El nombre de Armada Invencible fue puesto por un calígrafo italiano llamado Petruccio Ubaldini. Este fue un soldado mercenario italiano que estuvo al servicio de Enrique VIII y de Isabel I. Tradujo al italiano la historia de la derrota de la Armada española compilada para Lord Howard de Effingham y que, en una traducción de una carta, nombró de forma burlona a la Armada con el nombre de la Armada Invencible.
Nombre no usado hasta finales del siglo XIX, que en un proceso similar al seguido con la Leyenda Negra, cuando los intelectuales españoles fomentaron el uso de esta denominación.
En los documentos españoles de la época se denomina la Grande y Felicísima Armada.
Tenía por objetivo invadir Inglaterra con el auxilio de los Tercios españoles acuartelados en ellos Países Bajos a las órdenes de Alejandro Farnesio.
Pero la Armada no fue derrotada en ninguno de los combates ocurridos en el Canal de la Mancha. En los combates en las proximidades de Plymouth, Portland Bill y la Isla de Wight, ninguna de las dos armadas sufrió daños significativos.
La ausencia de puertos con calado suficiente, uno de los errores graves cometidos en el en la planificación, hizo que la Armada tuviera que fondear frente a Calais, un área sometida a fuertes vientos y corrientes, en espera del embarque de los soldados de los Tercios.
A la pregunta de Medina Sidonia sobre cuando están listos para embarcar los Tercios, Alejandro Farnesio contestó que tendrá listas las fuerzas en seis días, una eternidad para la Armada en la zona escogida de espera.
Otro error de planificación, las comunicaciones de la época no permitían una coordinación tan precisa como era necesaria entre ambas, Armada y Tercios, que partían de lugares tan lejanos.
Estando fondeados en Calais, la noche del 8 de agosta, los ingleses, que se habían mantenido a distancia, aprovechando los vientos y el lugar desabrigado del fondeadero, atacaron a la Armada lanzando ocho barcos convertidos en burlotes (barcos cargados de material combustible e incendiados dejados a favor del viento y las corrientes).
Las fuerzas ligeras de la Armada, los pataches (pequeñas embarcaciones destinadas en las escuadras a llevar avisos), desviaron a tres de ellos, pero la armada tuvo que cortar los cabos de las anclas y dispersarse para evitar que sus unidades se incendiaran.
En el caos siguiente, dos naves chocaron en la maniobra (la galeaza San Lorenzo y la nao San Juan de Sicilia) y el resto se dispersó maniobrando para evitar los peligrosos bajos de las costas de Flandes. Una vez pasado el peligro de los burlotes, intentaron volver a la formación y al área de fondeo, pero resultó imposible por las corrientes marinas de la zona.
La galeaza San Lorenzo, ingobernables después del accidente, quedó escorada y sin defensa frente al castillo de Calais. A pesar de su situación y el ataque de Drake, el buque no se rindió hasta la muerte en combate de su general Hugo de Mendoza.
Al nacer el día, con la llegada de la flota inglesa completa comenzó la batalla de Gravelinas. Cinco galeones de la Armada (el San Martín de Medina Sidonia, el San Juan de Juan Martínez de Recalde, el San Marcos de Peñafiel y otros dos de la armada portuguesa) formaron una cortina haciendo frente a toda la flota inglesa mientras los buques ligeros se encargaban de recuperar el resto de las naves para llevarlas al combate.
Poco a poco, según iban llegando los buques españoles aumentaron la capacidad defensiva de la Armada.
A pesar de la superioridad inglesa, solo un navío español fue hundido en combate, el María Juan, otros han sido seriamente dañados y tres de ellos: los galeones San Felipe, San Mateo y la galeaza San Lorenzo encallaran en las costas próximas.
A pesar de luchar mucho tiempo en manifiesta inferioridad, los ingleses tampoco consiguieron una victoria clara. Una vez completa la formación española, los ingleses abandonaron el combate mientras el fuerte viento empujaba a la formación española hacia el mar del Norte.
En tres ocasiones, en días sucesivos, una docena de buques españoles retaron a un combate a la escuadra inglesa, otras tantas veces rehuyeron el combate.
Las bajas españolas son de unos 600 muertos y 800 heridos, las bajas inglesas se ocultaron y, aún hoy, son desconocidas. En despacho de la reina se habla de: “28 bajeles muy mal tratados y a Pechelingas (Flesinga,) treinta y dos y en peor orden y con poca gente y que era muerta otra mucha muy particular y su piloto mayor; y que la Reina había hecho publicar un bando que nadie fuese osado en todo su reino a decir el suceso (éxito) de la Armada”.
La moral de las tripulaciones españolas continúa alta y la Armada mantenía una disciplinada formación en media luna.
El 9 de agosto, en consejo de guerra se analizó las dos alternativas posibles: volver a las costas flamencas a recoger a los Tercios o volver a España por el Mar del Norte y las costas de Irlanda. Aunque el consejo decidió volver a Flandes, los vientos y las mareas lo hicieron imposible.
El 11 de agoste, a la altura de Escocia, perdieron de vista a la escuadra inglesa. Esta tenía problemas de avituallamiento y la tripulación estaba infectada de tifus.
La Armada española había movilizado para la campaña 141 naves, por 226 de la Escuadra inglesa.
De ellos 127 zarparon de La Coruña, pero en el Canal de la Mancha solo entraron 122, que quedaron reducidos a 117 (20 unidades auxiliares se retiraron antes de entrar en combate) frente a los 180 ingleses.
De las 117 unidades: 24 eran galeones y galeazas de guerra; 48 eran mercantes armados; 28 embarcaciones auxiliares y 24 urcas de avituallamiento.
En esencia, la Armada española era un gran convoy protegido y formado, la mitad, por unidades de combate y el resto por grandes buques de transporte, bastantes más lentos y pesados que los galeones y las naos españolas, necesarios para trasportar toda la impedimenta necesaria para la invasión y el abastecimiento de los Tercios de Flandes. Esto explicó otro de los mitos ingleses, que los navíos españoles eran lentos y pesados.
De los 117 buques que entraron en el Canal de la Mancha: tres se perdieron allí por accidente; un fue hundido en combate, dos galeones portugueses dieron de través y un patache, al mando de Baltasar de Zúñiga, fue enviado a España con las noticias.
Es decir, cuando se dobló la costa escocesa, la Armada estaba formada por 110 unidades y seguía siendo una poderosa unidad de combate, apenas dañada. Una Armada que no cumplió su misión de trasportar la fuerza invasora, pero que no fue derrotada.
A partir de entonces, sobre la Armada tuvo que sufrir más de un mes de terribles y sucesivos temporales. Padeció temperaturas extremas y racionamiento de alimentos que dañaron la salud de las tripulaciones.
La costa irlandesa es accidentada, con grandes acantilados y apenas conocida por entonces. En ella se perdieron la mayor parte de los 28 buques. La mayoría no fueron españoles, sino buques de las otras nacionalidades con cascos más endebles y gobernados por pilotos menos expertos en la navegación por el Océano. Otro de los errores en la planificación, la falta de pilotos y tripulaciones que conocieran el Canal o que tuvieran experiencias en la navegación oceánica.
En la última decena de septiembre, empezaron arriban los primeros buques de la Armada del Mar Cantábrico. El mayor número, 50 unidades, llegaron a Santander y Laredo junto a la nave capitana. El resto siguió llegando a los puertos cántabros durante el resto del año. Algunos regresaron el año siguiente.
Los náufragos en tierras irlandesas sufrieron distintos destinos: unos fueron masacrados por los ingleses, otros encontraron refugio entre los irlandese, pelearon en favor de los señores que los acogieron y fueron ayudados a llegar a Escocia y de ahí a las costas flamencas.
Las aventuras del capitán Francisco de Cuellar y de Diego López, dan idea de las penalidades pasadas por los náufragos españoles.
Como siempre, la propaganda inglesa vendió el fracaso estratégico español como una gran victoria naval. Victoria que unieron a la incursión del Drake el año anterior a la bahía de Cádiz, el Algarve, a algunas islas de las Azores y con un único triunfo serio, la captura de la carraca San Felipe cargada de mercancías procedente de los dominios españoles del continente americano.
Joaquín de la Santa Cinta
Para saber más:
- Facundo Riaño. Juan. La Armada Invencible. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
- Fernández Duro, Cesáreo. Los náufragos de la armada española en Irlanda (1588). Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
- Downwy, Declan. La Armada Invencible no fue un fracaso para España. University College of Dublin.
- La Gran Armada. Simposio Hispano Británico, Junio – noviembre de 1988. Cuadernos Monográficos del Instituto de Historia y Cultura Naval. N.º ·. Madrid 1989.
- Fernández Duro, Cesáreo. La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y de Aragón. Museo Naval. 1972.
- Chinchilla, Pedro Luis. La Historia de la Armada de 1588.
- Johnson, Ben. The Spanish Armada. Historic UK.