"La industria de la moda y el mundo necesita a John. Necesitamos genios creativos como él que nos ayuden a soñar, fantasear y que inspiren a las nuevas generaciones", reza uno de los comentarios en Instagram a colación del desfile Alta Costura primavera-verano 2024 de Maison Margiela. "Show y colección absolutamente increíbles. Galliano en su mejor momento. Me dan mucha envidia los que lo vieron en directo", escribe otro. "Talentoso, brillante, increíble, sorprendente, espectacular, nunca igual, totalmente único", publica, entusiasmado, un tercero. Estas tres críticas improvisadas y escritas por seguidores de la moda anónimos resumen el sentir general de una industria que ha quedado fascinada ante las propuestas de John Galliano para la colección Alta Costura primavera-verano 2024 de Maison Margiela y que recupera el espíritu teatral e historicista del creador en su etapa al frente de Dior.

El desfile, que se celebró el pasado jueves al anochecer en un local de sofás desgastados y mesas de billar viejas oculto bajo unas escaleras cercanas al mítico Pont d'Alexandre III, fue una sucesión de personajes procedentes de los bajos fondos parisinos que dejó boquiabiertos a los asistentes. Los allí presentes vitoreaban cada nueva salida alejados de la impasividad con la que en la mayoría de las ocasiones se presencian los desfiles y mostrando una inusitada pasión por todas las creaciones y criaturas de la historia orquestada por John Galliano. El diseñador gibraltareño, que fue defenestrado después de soltar varios comentarios antisemitas en 2011, volvió a la moda tres años después de aquello como director creativo de Maison Martin Margiela.

john galliano para martin margiela conquista la alta costura de paris
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Inspirándose en los retratos de Brassai –fotógrafo, escultor y cineasta húngaro-francés conocido por su influyente retrato de la vida parisina– disparados en los años veinte y treinta en los barrios más sórdidos de París, Galliano llenó la pasarela de esos personajes de dudosa reputación que podían estar merodeando a orillas del Sena a altas horas de la madrugada. Hombres con abrigos raídos tras una posible pelea, mujeres que cubren sus cuerpos después de un probable encuentro sexual o gánsteres ataviados con cárdigans desteñidos deambulaban por la pasarela en un escenario cinematográfico y onírico. ¿El punto común? Una silueta de reloj de arena que fue el hilo conductor de toda la propuesta.

Los corsés extremos, las caderas abultadas y los vestidos transparentes que incluso dejaban el vello púbico al descubierto –en realidad eran merkins (postizos) colocadas sobre la ropa interior– generaron esa fascinación que solo la provocación bien ejecutada es capaz de conseguir y distorsionaron la anatomía humana tirando incluso de prótesis para lograrlo. Los modelos aparecieron calzados con el diseño Tabi, uno de los zapatos más deseados del momento, reimaginados bajo la lente de Christian Louboutin y su defensa del tacón.

El show, que fue filmado y distribuido como si fuera una película, fue el resultado del trabajo de un año y, desde el grasiento maquillaje a cargo de Pat McGrath hasta la puesta escena, dieron buena cuenta de ello. Sin olvidar a la actriz Gwendoline Christie (Juego de Tronos) cerrando el desfile enfundada en un vestido de látex o la ausencia de Galliano, que no salió a saludar, un gesto que no hizo sino aumentar el misterio presente en toda la presentación.

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En un tiempo en el que la creatividad extrema brilla por su ausencia y en el que las colecciones se alimentan una y otra vez de las mismas tendencias del pasado que regresan de manera cíclica y mueren nada más nacer, la industria de la moda celebra esta apuesta por la moda en su sentido más artístico, esa que roza el arte si es que acaso no lo es.

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