(PDF) «El Jesús histórico o el Cristo de la fe: ¿Podemos fiarnos de lo que dicen los Evangelios acerca de Jesús? (Parte 1)», Síntesis 55.2 (2021) 3-8. | Matthew Leighton - Academia.edu
[p. 3] M. LEIGHTON, «El Jesús histórico o el Cristo de la fe: ¿Podemos fiarnos de lo que dicen los evangelios acerca de Jesús? (Parte 1)», Síntesis 55.2 (2021): 3-8. INTRODUCCIÓN: ¿QUÉ SE ESTÁ DICIENDO ACERCA DE JESÚS? Escepticismo navideño Alrededor del día 25 de diciembre suelen aparecer artículos en los periódicos que hablan de Jesús. No obstante, el Jesús al cual se refieren los diarios no suele ser el salvador del mundo, sino más bien una figura medio legendaria. Lo que sigue es un ejemplo de esto. Es un extracto de una entrevista de La Vanguardia con Antonio Piñero, catedrático en la Universidad Complutense de Madrid, publicada el día 24 de diciembre del 2018: (La Vanguardia) ¿Existió Jesús? (Antonio Piñero) ¿Qué Jesús? El del Evangelio. ¿O acaso hay otro? Sí: el Jesús histórico, Yeshua ben Yosef. ¿No es histórico el Jesús del Evangelio? Es un Jesús idealizado, recreado, mitificado, endiosado, adornado, medio inventado. Pero por debajo de este Jesús evangélico... ¿Qué? ...adivino al muy real Yeshua ben Yosef, un galileo del siglo I, hombre de carne y hueso. ¿Nació en Belén? No. Eso es invención. ¿Dónde nació, pues? Quizá en Nazaret. En todo caso, en Galilea. ¿Le visitaron en la cuna unos Reyes Magos, siguiendo una estrella? Estrella y Magos son leyenda. ¿María y José fueron sus padres? Sí. Y Yeshua tuvo un hermano, Jacobo. ¿Le adoraron unos pastorcillos al nacer? Más invención. ¡Pero qué bonita! No me estropee el belén navideño... Muy bonita: haga su belén, haga... ¿Qué sabemos de cierto sobre Yeshua ben Yosef, el Jesús histórico? Que era carpintero. Que estudió la ley judía por su cuenta. Que quizá se casó, quizá no. Predicó. Tuvo discípulos. Anduvo en Jerusalén menos de un año... y la autoridad romana le ejecutó, por sedición. El hombre fracasó en su familia, en su empresa, en su acción pública... ¡Fracasó en todo!1 Esta entrevista refleja el escepticismo acerca de Jesús que caracteriza a nuestra sociedad. Es común en las aulas académicas y en otros foros escuchar a personas como Piñero criticar la Biblia y ridiculizar la fe de los creyentes. Se dice que Jesús en realidad no era sobrenatural, no era divino, no hizo milagros y no resucitó de entre los muertos. Era más bien un sabio, un buen maestro, o quizá un predicador apocalíptico fracasado. Algunos incluso llegan a decir que tal vez ni existió. Una alternativa más para el reto de C. S. Lewis El escritor británico C. S. Lewis lanzó un retro a personas que estaban dispuestas a decir que Jesús fue meramente un buen maestro. Lewis dijo que, dadas las afirmaciones que Jesús hizo acerca de sí mismo en los evangelios, solo podemos concluir que era o bien un lunático, el mismísimo demonio, o el Hijo de Dios. Jesús mostró tener un concepto muy elevado de sí mismo, igualándose con el Padre, de modo que no deja la opción de afirmar que es meramente un buen maestro.2 El argumento de Lewis tiene fuerza si presuponemos la fiabilidad histórica de los evangelios del Nuevo Testamento. No obstante, a muchos les gustaría añadir otra alternativa a las que Lewis propone: los evangelios contienen fabricaciones. El Cristo que encontramos en sus páginas es más bien un invento de la iglesia de los primeros siglos. Es el resultado del embellecimiento y la imaginación piadosa de los creyentes primitivos quienes hablaban y escribían de él para saciar las necesidades de sus comunidades. El Jesús que realmente vivió no se creía ni decía ser el divino salvador del mundo. Si somos capaces de quitar los elementos legendarios que fueron añadidos posteriormente a su persona, veremos que era meramente un buen hombre. (Por cierto, Lewis sabía también de esta otra alternativa, como veremos). Una respuesta inteligente Las críticas escépticas del registro histórico de los Evangelios confunden a los nocreyentes y les da motivos para seguir en su rechazo o indiferencia hacia las afirmaciones de la fe cristiana. Muchas veces tales críticas también asustan a los creyentes. Tras escuchar reproches al retrato tradicional de Jesús, [p. 4] como la de Piñero, algunos creyentes se preguntan: ¿Por qué no he sabido de estas críticas antes? ¿Es posible que los escépticos tengan razón? ¿Cómo debo contestar? El escepticismo moderno acerca de Jesús merece una respuesta. Veremos en este artículo dos verdades: Primero, si indagamos un poco y si somos capaces de aplicar el sentido común, se verá que el escepticismo moderno acerca de Jesús en realidad carece de fundamento. Segundo, existen muchos motivos para creer que los evangelios bíblicos son fiables y su retrato de Jesús es fidedigno. Procederemos en tres pasos: • En primer lugar, daremos un pequeño repaso histórico para entender cómo es que tantas personas, académicos y no académicos hablan con escepticismo acerca de Jesús. • En segundo lugar, examinaremos los presupuestos de estas personas y notaremos porque son problemáticos. • En tercer lugar, presentaremos algunas evidencias que apoyan el retrato tradicional de Jesús que se desprende del testimonio de los evangelios acerca de él. En otras palabras, veremos que el personaje que los evangelistas plasman como el Dios-hombre y salvador del mundo no es una fabricación, sino el mismo que anduvo en las tierras de Palestina en el primer siglo. 1. UNA MUY BREVE HISTORIA DEL ESCEPTICISMO HISTÓRICO ACERCA DE JESÚS Siempre ha habido resistencia al retrato histórico de Jesús que tenemos en la Biblia; aunque, históricamente hablando, normalmente ha venido de fuentes fuera de la iglesia. Por ejemplo, leemos en el Talmud que los rabinos de los primeros siglos después de Jesús no negaban sus obras asombrosas, pero decían que las hacía por hechicería, no por el poder de Dios.3 También diferentes sectas que se desviaron del cristianismo auténtico fabricaron sus propias versiones de Jesús que plasmaron en sus documentos (los evangelios gnósticos que comentaremos más adelante). Mas tarde, circulaba en ámbitos islámicos un documento llamado El evangelio de Bernabé en el cual se pinta a un Jesús que era el Mesías, pero no era divino.4 A lo largo de los siglos, la mayoría de los cristianos no han cuestionado la historicidad de los cuatro evangelios en su presentación de la persona de Jesús. No han dudado ni de los relatos de sus milagros ni de las afirmaciones de su divinidad. No obstante, a partir del siglo XVIII, varios eruditos en facultades de teología cristiana en Europa empezaron a cuestionar de manera sostenida la fiabilidad histórica de los evangelios canónicos. Dijeron que no nos podemos fiar de ellos, sobre todo del contenido que trata de los aspectos sobrenaturales de Jesús. Esta tendencia se extendió por todo el mundo y sigue en auge hoy en día. ¿Cómo se llegó a esto? 1.1. Presupuestos escépticos en el siglo XVIII 1.1.1. La autonomía humana del racionalismo El punto de partida principal del escepticismo que estamos describiendo se encuentra en pensadores asociados con el movimiento filosófico que llamamos el racionalismo, como René Descartes, Baruch Spinoza y Immanuel Kant. Pensadores como estos dijeron que la mente humana funciona mejor cuando no se sujeta a ninguna autoridad externa, incluyendo revelaciones supuestamente divinas. La humanidad, para llegar a la madurez, debe pensar y razonar de manera autónoma, sujeta únicamente a sus propios criterios. Los racionalistas decidieron que se debe estudiar la Biblia como cualquier otro libro de origen humano. Es decir, no se deben aceptar sus enseñanzas o sus afirmaciones históricas por venir de un libro inspirado, sino que se acepta solo lo que se puede verificar según criterios racionales. Si sus contenidos no se pueden explicar racional o lógicamente, se deben desechar o reinterpretar.5 1.1.2. El principio de la analogía ¿Qué criterios se deben usar, entonces, para valorar el testimonio histórico de la Biblia? Uno de los más importantes se le conoce como el principio de analogía.6 Este criterio establece que todos los acontecimientos históricos son similares en carácter. Lo que no experimentamos hoy en día no pudo haber ocurrido tampoco en el pasado porque el universo funciona de una manera regular y mecánica.7 Puesto que no vemos muertos resucitados hoy en día, ni teofanías, ni sanaciones, debemos dudar de las afirmaciones históricas acerca de ellos, o negarlas del todo. Por lo tanto, queda eliminada a priori la posibilidad de intervención sobrenatural en la historia, revelación y milagros. 1.1.2. Fechas tardías para los Evangelios Muchos escépticos también tomaron por sentado que los evangelios fueron escritos no en el primer siglo sino en el segundo, más alejados en el tiempo del Jesús histórico. No fueron escritos por los autores a que los solemos atribuir, ni por testigos oculares, sino por comunidades cristianas muy posteriores. Si los evangelios fueron escritos más tarde, daría tiempo para que las tradiciones orales acerca de Jesús que circulaban en las iglesias primitivas pudiesen ser embellecidas, exageradas y alteradas, convirtiendo al Jesús original –mero hombre, buen maestro, de pueblo y no tan culto– en el salvador divino confesado posteriormente en los credos de la iglesia. 1.1.4. El deseo de hacer la fe inteligible al hombre racional En esos tiempos, varios eruditos bíblicos, sobre todo en Alemania, se esforzaban en construir puentes con no creyentes sofisticados. Querían hacer un cristianismo atractivo a la gente culta del día. Sintieron la presión de acomodar el cristianismo a la mentalidad ilustrada, con su racionalismo y su rechazo de la posibilidad de inter- [p. 5] vención divina en la historia. Intentaron encontrar maneras de explicar los orígenes y los contenidos de la Biblia que serían aceptables a sus contemporáneos escépticos según sus sensibilidades morales y culturales, muchas veces obviando los milagros, profecías y entendimientos de Jesús como divino.8 Curiosamente, estos eruditos, a pesar de su escepticismo, no querían abandonar por completo la figura religiosa de Jesús, muchos de ellos siendo muy religiosos en sus vidas privadas. Más bien buscaban a un Jesús compatible con sus filosofías, aceptable para la mente racionalista. 1.2. La Búsqueda del Jesús histórico9 1.2.1. Terminología Antes de hablar más acerca de cómo estos presupuestos influyeron en la historia de la interpretación de los evangelios, será de ayuda introducir un poco de terminología: a) La búsqueda del Jesús histórico La historia de la aplicación de estos principios al estudio de los evangelios es llamada por muchos la búsqueda del Jesús histórico. Se llama «búsqueda» porque en esta época se quiso retar el consenso dogmático en la iglesia en cuanto al retrato tradicional de Jesús. La acusación era que este retrato estaba cargado de doctrina desarrollada posteriormente a su vida. Se tenía que buscar al Jesús histórico debajo o detrás de esta doctrina. Para encontrar a este Jesús histórico, el que realmente existió, se creía que era necesario quitar todo lo posteriormente añadido, como se quitan las capas de una alcachofa para llegar al corazón. b) El Cristo de la fe y el Jesús histórico El personaje plasmado en los Evangelios y en los credos de la iglesia, el que es sobrenatural, el que murió y después resucitó, ha sido llamado por muchos académicos escépticos el Cristo de la fe. «De la fe» significa que este es el Cristo creído por la iglesia y, a la vez, una creación de ella. Se cree en él por la fe sin fundamento histórico. Es un Cristo legendario. Se dice que el Cristo de la fe no corresponde al Jesús que realmente vivió y caminó por las tierras de Palestina en el primer siglo. Este otro personaje se llama el Jesús histórico. Se le conoce como «histórico» porque es el Jesús supuestamente auténtico, históricamente hablando. El Jesús histórico y el Cristo de la fe son, según los escépticos, dos personajes muy diferentes.10 c) Método histórico crítico La aplicación de los criterios históricos racionalistas se conoce como el método histórico crítico. No se trata meramente de estudiar los textos en sus contextos históricos (lo que se hace según el método histórico gramatical), sino de aplicar los presupuestos racionalistas, como el principio de analogía mencionado anteriormente, de una manera científica al estudio del texto para juzgar y verificar sus méritos históricos. Resumiendo: el punto de partida de esta industria es que el Jesús que encontramos en nuestras Biblias, el Cristo de la fe, no es el Jesús real. Hace falta ir detrás de los documentos bíblicos, quitando de ellos lo no-histórico para encontrar el Jesús auténtico, el Jesús histórico. Ahora pasamos a ver la historia de la aplicación de los principios del método histórico crítico en la práctica. Se habla de esta historia en términos de unas tres búsquedas para el Jesús histórico. 1.2.1. La primera búsqueda a) El comienzo El erudito al que muchas veces se atribuye el comienzo de la búsqueda del Jesús histórico es H. S. Reimarus (1694-1768). Unos escritos suyos referente a su escepticismo acerca de la historicidad de los evangelios fueron publicados tras su muerte (aparentemente no tuvo la valentía de publicarlos durante su vida). En estos escritos Reimarus dijo que Jesús no pensaba ser divino, sino que se concebía a sí mismo como mesías solo en el sentido de ser destinado a liberar al pueblo judío de la opresión de Roma. Fracasó en su misión, muriendo en la cruz, y tras su muerte sus discípulos robaron el cuerpo y difundieron la mentira de su resurrección.11 Nadie siguió a Reimarus en sus conclusiones; no obstante, es conocido como el primero en criticar tan abiertamente los contenidos sobrenaturales de los evangelios. b) Versiones racionalistas de Jesús según teólogos liberales Algunos después de Reimarus intentaron dar explicaciones naturales de aspectos sobrenaturales del relato bíblico. Según estos intérpretes, todo lo registrado ocurrió, pero los discípulos no entendían bien lo que pasaba. Por ejemplo: Jesús realmente no multiplicó los panes y los peces, sino que unos ricos que estuvieron en el grupo aquel día vieron al niño que dio lo que tenía y fueron inspirados a compartir de lo suyo. Jesús no caminó sobre las aguas del mar, sino que andaba en la orilla entre la niebla y los discípulos no le vieron bien. Jesús tampoco murió en la cruz, sino que se mareó y luego fue reanimado en el frescor de la tumba.12 Así sostenían la idea de que Jesús fue un mero ser humano que enseñaba acerca del amor de Dios y la hermandad de todos los hombres. b) El uso del mito Pero estas explicaciones naturalistas no satisficieron mucho. Era evidente que no se podía extraer de los evangelios al Jesús de los liberales. El Jesús de los evangelios es demasiado sobrenatural, hace demasiados milagros, es demasiado claro en su misión mesiánica y escatológica, y predica la redención y la salvación eterna por la fe en él. Así que, otros intentaron explicar los elementos de los evangelios difíciles de aceptar por la mente moderna a través de la idea del mito. [p. 6] Un mito es un relato religioso que tiene el propósito de edificar, pero es ficticio. Un mito no es historia real. Es un medio creativo de comunicación, una representación que tiene la intención de expresar realidades divinas o trascendentes en términos del mundo humano actual. Se decía que los mitos (exorcismos, milagros, atributos divinos de Jesús, etc.) son, en realidad, fabricaciones que surgieron en las generaciones posteriores a Jesús. Reflejaban la importancia que la iglesia primitiva atribuía a la persona de Jesús, pero no se basan necesariamente en la historia. Para muchos intérpretes a partir de la ilustración, lo sobrenatural se puede considerar mítico. Los mitos son las capas de los evangelios que se tienen que quitar para destapar al Jesús histórico escondido debajo. ¿Cómo entraron los contenidos míticos en los evangelios? Algunos, como D. F. Strauss (1808-74), pensaban que la creación de los mitos en los evangelios no fue intencional.13 Más común fue pensar que los mitos fueron invenciones utilizadas como propaganda para promover sus causas teológicas o eclesiales, como argumentaba F. C. Baur (1792-1860).14 ¿Cómo es posible que surgieron tantos mitos sobre la persona de Jesús? Según los escépticos de esta época, los evangelios fueron escritos en la segunda mitad del siglo segundo después de Cristo, lo cual era mucho más tarde de lo que tradicionalmente se había creído. Esto hubiera dado tiempo para desarrollar los mitos, que con el tiempo se iban exagerando cada vez más. Bart Ehrman, un escéptico moderno, compara el proceso de transmisión de las historias acera de Jesús con el juego del teléfono.15 En este juego, se empieza con un mensaje original que el primer jugador susurra al oído del siguiente jugador, y el mensaje se propaga así sucesivamente en un círculo de muchas personas. El mensaje final, después de pasar por tantos filtros, resulta muy diferente. Según los escépticos, pasó algo parecido con los evangelios, generando como resultando distorsiones significativas en el relato acerca de Jesús. c) La primera búsqueda termina con Albert Schweitzer. El erudito alemán Albert Schweitzer escribió un libro en 1906 titulado Investigaciones sobre la vida de Jesús.16 En este libro, Schweitzer critica y desmonta varias de las teorías hasta su día acerca de un Jesús histórico que supuestamente se puede extraer del texto bíblico, o bien por explicaciones racionalistas o por la separación del mito de los hechos. Argumentó que las versiones liberales de Jesús se parecen más a sus autores que al Jesús verdadero.17 La crítica de Schweitzer acerca de las versiones de Jesús fue penetrante. No obstante, él mismo no fue capaz de salir de los presupuestos de la historiografía de la ilustración. Schweitzer argumentó a favor de otra versión de Jesús: un personaje que creía que la venida del reino de Dios era inminente y que él mismo podría forzar su entrada y el final de la historia, muriendo como rescate por el pecado del pueblo. No obstante, Jesús murió, y el mundo continuaba. La implicación, según Schweitzer, fue que Jesús estuvo equivocado en cuanto a su misión y murió inútilmente en la cruz. A pesar de concebir a Jesús como un fracaso, Schweitzer intentó espiritualizar a Jesús, sacando ideas de los evangelios que él creía válidas para la modernidad, como el amor y la reverencia por la vida, dejando atrás lo sobrenatural y escatológico. 1.2.2. No búsqueda Al principio del siglo XX, el racionalismo había llevado a muchos eruditos a un escepticismo extremo en cuanto a lo que se puede conocer acerca del Jesús histórico. Muchos llegaron a pensar que no se puede saber casi nada acerca de él. Tantas capas se habían quitado de la alcachofa que ya quedaba muy poco. El erudito más conocido de este periodo fue Rudolf Bultmann (1884-1976). Bultmann dijo que el hombre moderno no puede aceptar la cosmovisión de la Biblia porque es mítica: «No podemos usar luces eléctricas y radios, ni aprovecharnos de los modernos instrumentos médicos y clínicos cuando estamos enfermos y, al mismo tiempo, creer en el mundo maravilloso del Nuevo Testamento».18 No obstante, él creía que no se pueden quitar elementos mitológicos en una búsqueda de un Jesús histórico sin erradicar el mensaje principal del NT. Así que, él abogaba no a favor de la eliminación de los mitos, sino por la reinterpretación de ellos para llegar al sentido verdadero del texto. El escepticismo extremo de Bultmann le llevó a decir en un punto de su carrera que lo único que podemos saber acerca de Jesús es que existió.19 Si tan poco del contenido de los evangelios es verdaderamente histórico, ¿cómo explicamos el origen de lo demás? Eruditos de este periodo eran partidarios de relacionar los dichos puestos por los evangelistas en la boca de Jesús con algún contexto histórico de la iglesia primitiva. Decían que tal contexto indicaría el origen del dicho porque, según ellos, los dichos fueron elaborados según las necesidades de las comunidades en cuestión.20 Por ejemplo, el Jesús histórico no habló de la disciplina en la iglesia, sino que las palabras de Mateo 18:15-20 fueron puestas en su boca décadas más tarde según la necesidad que hubo de poner orden en las congregaciones ya desarrolladas.21 1.2.3. La segunda búsqueda Algunos estudiantes de Bultmann, como Ernst Käsemann (1906-98) y James M. Robinson (1924-2016) no se contentaban con saber casi nada de Jesús. Dijeron que es necesario saber más acerca de él; por ejemplo, si vamos a concluir que predicó tal o cual mensaje (del existencialismo, que estaba de moda entonces), debemos asegurarnos que Jesús mismo lo creía. Emprendieron lo que fue llamado entonces la nueva búsqueda del Jesús histórico, conocido hoy en día como la segunda búsqueda. [p. 7] Estos eruditos fueron un poco más optimistas en cuanto a la historicidad de los evangelios, aunque no mucho. Afirmaban que se puede saber lo siguiente acerca de Jesús: era de Nazaret, fue bautizado por Juan, enseñó parábolas acerca del reino de Dios, pensaba que el reino estaba por venir en un futuro no lejano, hizo exorcismos (o por lo menos se creía que los hizo), tenía un grupo de discípulos, se asoció con los marginados de la sociedad, retó a los líderes judíos de su día, fue arrestado y acusado de blasfemia y fue crucificado por los romanos.22 Los eruditos de la segunda búsqueda aún sospechaban de lo sobrenatural, de modo que su retrato de Jesús fue el de un hombre religioso, tal vez un genio, digno de imitación, pero no el mismo personaje que encontramos en una lectura sencilla de los evangelios. Esta búsqueda duró poco, teniendo protagonismo solo en las décadas 1960 y 1970. 1.2.4. La tercera búsqueda En la década 1980 empezó aún otra búsqueda. Los eruditos asociados con esta tercera búsqueda tratan de estudiar a Jesús más dentro de su contexto judío del primer siglo, mientras que Bultmann y otros encontraban el origen del material en los evangelios casi exclusivamente en la iglesia primitiva.23 Toman más en serio cuestiones como: ¿Por qué mataron a Jesús? Ven claramente que ser meramente un predicador del amor al prójimo no sería motivo suficiente para que le matasen; tenía que haber dicho y hecho algo más. Los eruditos asociados con esta búsqueda suelen ser más optimistas en cuanto a la fiabilidad histórica de los evangelios, y suelen afirmar más (o muchos más) detalles acerca de la vida de Jesús más allá de un mero esqueleto de eventos. Varias de las reconstrucciones de intérpretes que se pueden clasificar en este grupo no son del todo tradicionales (como las de J. P. Meier, E. P. Sanders y J. D. G. Dunn). Otros, no obstante, son de persuasión más bien conservadora y tienen presentaciones excelentes acerca de la persona de Jesús (como C. L. Blomberg, C. E. Evans y B. Witherington). Podríamos decir que este último grupo no aplica el método histórico crítico, por lo menos no como lo definimos arriba, porque son sobrenaturalistas en su teología y cosmovisión, mientras que los de la primera y segunda búsqueda no lo eran. Volveremos a este punto más adelante. 1.3. The Jesus Seminar Dejando la consideración de las búsquedas del Jesús histórico, pasamos a comentar dos manifestaciones más del escepticismo acerca de Jesús que se han dado en las últimas décadas. La primera es el llamado Jesús Seminar. El Seminar consistió en un grupo de eruditos que se reunieron en diferentes encuentros entre 1985 y 1991 para votar acerca de la autenticidad histórica de los dichos de Jesús registrados en los evangelios canónicos y El evangelio de Tomás. Este proyecto tuvo lugar en el tiempo de la tercera búsqueda que acabamos de explicar, aunque fue un poco anacrónico, en cuanto aplicaba al texto de los evangelios unos criterios bastante escépticos que se asociarán más bien con la segunda búsqueda. El Seminar publicó sus resultados diciendo que solo un 18% de los dichos atribuidos a Jesús en los evangelios se puede atribuir con confianza a él. El resto seguramente fue puesto en su boca por autores posteriores, como el producto de ampliaciones, exageraciones o creaciones de las comunidades de la iglesia primitiva. Cabe decir aquí que, en realidad, los partícipes en el Jesus Seminar fueron una minoría de eruditos, utilizando una metodología no solamente incoherente con la fe cristiana, sino también desfasada en la comunidad académica más amplia. No obstante, sus resultados fueron publicados en los medios populares como si fuesen el consenso de la erudición bíblica moderna. Aún recuerdo ver en las estanterías de un supermercado la portada de la revista Time que publicaba un artículo acerca del seminario en 1996.24 1.4. El código Da Vinci y otras publicaciones tipo teoría de conspiración Otra manifestación reciente del escepticismo acerca de Jesús es una publicación no académica sino popular que ha tenido gran impacto. En 2003 Dan Brown publicó la novela El código Da Vinci. Es una obra de ficción, pero el trasfondo histórico que propone parece plausible a mucha gente. Este trasfondo incluye una supuesta plétora de otros evangelios que circulaban en la iglesia primitiva, aparte de los cuatro que tenemos en nuestras Biblias. Según la novela, estos documentos son igual de válidos como fuentes históricas acerca de Jesús, pero fueron reprimidas por una conspiración por parte de Constantino y los líderes de la iglesia del cuatro siglo porque no se conformaban a sus necesidades teológicas y políticas. A pesar del carácter ficticio de El código Da Vinci, a veces se repite la historia de esta supuesta conspiración juntamente con otras falsedades plasmadas en el libro, como que a Jesús no se le consideraba divino hasta el Concilio de Nicea, y que este concilio decidió los libros del canon del Nuevo Testamento, incluyendo solo los libros que favorecían la doctrina de la divinidad de Jesús. Lamentablemente, estos errores se repiten a menudo, incluso a veces en las aulas universitarias.25 1.5. Resumen Existe mucho escepticismo hoy en día acerca de Jesús, tanto en el mundo académico como en el público general. Tanto es así que La Vanguardia puede publicar la entrevista con Antonio Piñero antes citada y agradar a la mayoría de sus lectores. Cabe decir aquí, no obstante, que este escepticismo no refleja necesariamente el consenso de los eruditos bíblicos a nivel internacional. Muchos que se identifican con la tercera búsqueda son bastante más optimistas, incluso conservadores en sus conclusiones. [p. 8] NOTAS 1 V. M. AMELA, «Jesús existió: Entrevista con Antonio Piñero», https://www.lavanguardia.com/lacontra/20181224/453724246542/jesus-existio.html (consulta 3 junio, 2021). 2 C. S. LEWIS, Mero cristianismo (Madrid: RIALP 2017), 82-83. 3 Ver b. Sanh. 43a. 4 Debido a anacronismos que contiene, se sabe que el original del documento era tardío, seguramente del siglo XIV. Ver J. JOOSTEN, «The Date and Provenance of The Gospel of Barnabas», JTS (2010): 1-16. 5 Los racionalistas de la ilustración no solían negar la existencia de algún tipo de dios; más bien afirmaban que no puede ser el objeto del estudio histórico. En cuanto a Jesús, dijeron que su enseñanza puede ser de valor, pero no de valor exclusivo. Las verdades que Jesús enseñó son más bien generales, pudiendo ser conocidas por cualquier persona que razona bien, con o sin la Biblia. 6 Plasmado así por E. Troeltsch (1865-1923). Troeltsch habló de dos criterios más: el criticismo y la correlación. Troeltsch no inventó estos criterios historiográficos, sino que codificó sus reglas. 7 Este planteamiento concuerda con la visión deísta, que Dios creó el mundo y luego dejó de intervenir en él. 8 Este fue el propósito expreso de F. Schleiermacher (1768-1834) en su conocida obra Sobre la religión: Discursos a sus menospreciadores cultivados. Schleiermacher no entraba tanto en temas exegéticos como otros autores que comentaremos en este artículo. No obstante, su discurso teológico refleja claramente el deseo de acomodar el cristianismo a las corrientes culturales de su día. 9 He elaborado esta sección (1.2) con la ayuda de diferentes fuentes, sobre todo S. NEILL – T. WRIGHT, The Interpretation of the New Testament 1861-1986 (Oxford: OUP, 2003); y R. B. STRIMPLE, The Modern Search for the Real Jesus: An Introductory Survey of the Historical Roots of Gospels Criticism (Phillipsburg: P&R, 1995). 10 Tan diferentes que G. E. Lessing (1729-1781) ilustró la distancia entre ellos con la figura de una «gran zanja fea». Pensaba que no se pueden comprobar verdades religiosas con la historia porque estas no se pueden investigar ni racional ni empíricamente. Algunos, como R. Bultmann (ver abajo) dijeron que era imposible cruzar esta zanja para llegar al Jesús verdadero. El problema con esta manera de pensar es que conocemos y creemos muchos hechos históricos sin poder comprobarlos ni racional ni empíricamente. No es justo aceptar el relato acerca de la vida de Napoleón y rechazar el de Jesús: los dos no son comprobables según el estándar de Lessing. 11 Sobre su afirmación de la teoría del robo del cadáver de Jesús, ver S. H. REIMARUS, On the Goal of Jesus and His Disciples (trad. G. W. Buchanan: Leiden: Brill 1970), 129-33. La teoría de Reimarus se parece a la fabricación promulgada por los líderes judíos para explicar la tumba vacía (Mt. 28:11-15). 12 Esta explicación de la resurrección fue dada por H. E. G Paulus (1761-1852). Ver STRIMPLE, The Modern Search, 21-24. 13 Strauss argumentó que las expectativas mesiánicas judías relacionadas con Jesús y la influencia poderosa de su personalidad hicieron que las historias míticas crecieran alrededor del recuerdo de él (ver M. A. TABET, David F. Strauss: La vida de Jesús [Toledo: Editorial Magisterio Español 1997], 91). Según Strauss, los discípulos deseaban tan profundamente ver a Jesús resucitado que al final experimentaron alucinaciones según las cuales creyeron haberle visto (ver TABET, 34). Esta explicación de la resurrección se llama «la hipótesis de la visión». La idea del mito no tuvo su origen con él, pero Strauss fue el primero en aplicarla «en su pleno significado, a toda la historia evangélica, y de modo más radical» (TABET, 35). Muchos otros después de él emplearon el mismo concepto con diferentes matices. 14 Baur creía que se podía explicar el origen de los documentos del NT según el conflicto entre el cristianismo judaico y el cristianismo paulino/gentil, y su síntesis en el segundo siglo (Baur era hegeliano). Según él, cada documento representaba alguna tendencia partidista y funcionaba como propaganda. Baur pensaba que los evangelios incluían ficción conscientemente elaborada, de acuerdo con la etapa de la síntesis en que cada uno fue escrito. Para más sobre Baur, ver NEILL – WRIGHT, The Interpretation of the New Testament, 20-30; STRIMPLE, The Modern Search, 38-43 15 Ver, por ejemplo, B. EHRMAN, Jesus, Interrupted: Revealing the Hidden Contradictions in the Bible (and Why We Don’t Know About Them) (New York: Harper 2009), 147. A diferencia de escépticos de los siglos XVIII y XIX, Ehrman concede que los evangelios fueron escritos todos en el primer siglo. Veremos la importancia de las fechas tempranas de los evangelios abajo. 16 A. SCHWEITZER, Investigaciones sobre la vida de Jesús (trad. J. M. Díaz Rodelas: Valencia: EDICEP 1990). 17 Por ejemplo, Schweitzer dijo: «En los círculos cultos se llegó al convencimiento de que a ellos se debía la auténtica imagen de Jesús, experimentando una inmensa alegría al descubrir en él, al menos en los puntos capitales de su doctrina, a un hombre moderno, pionero de la religiosidad liberal.» (SCHWEITZER, Investigaciones, 282). 18 Traducción del autor de R. BULTMANN, «New Testament and Mythology; The Problem of Demythologizing the New Testament Proclamation», en R. BULTMANN, New Testament & Mythology and Other Basic Writings (trad. S. M. Ogden: Philadelphia: Fortress, 1984), 4. 19 Más tarde, Bultmann rectificó un poco y afirmó algo más del registro histórico de los evangelios. No obstante, según Bultmann, hace falta desmitificar el NT entero. Esto no se hace quitando capas míticas de los evangelios, sino que se debe considerar todo el NT como mítico y resulta necesario interpretarlo según la filosofía existencial de Heidegger. Lo importante es ver en los evangelios una llamada a la existencia humana auténtica. En vez de distraerse y perderse en lo mundano de la vida del día a día, el ser humano debe rendirse en fe a Dios, lo cual le permite hacer frente al futuro sin miedo, incluso a la muerte. Se critica a Bultmann, no obstante, porque en su sistema no existe base histórica alguna para fundamentar esa fe en Dios. 20 Bultmann y otros pensaban que la iglesia primitiva no distinguía entre lo que Jesús mismo dijo y lo que continuaba diciendo por medio de sus profetas. Así iban en aumento las tradiciones sobre Jesús. Contra esta idea, ver 1 Co. 7:10 y 12 donde Pablo distingue claramente entre su propia aportación y la tradición de lo que Jesús mismo había dicho. 21 Según Bultmann, todo lo de Jesús como divino redentor y salvador del mundo no fue original con Jesús, sino que se debía más bien a la influencia griega en la iglesia cuando el mensaje salió de Palestina. 22 Aunque escribe décadas después del ápice de la segunda búsqueda, las conclusiones de A. Piñero acerca de lo que se puede conocer sobre el Jesús histórico son parecidas a las de los eruditos asociados con la segunda búsqueda. Ver A. PIÑERO, Aproximación al Jesús histórico (Madrid: Trotta 2020), 293-309. 23 Esta búsqueda se beneficia del descubrimiento de muchos textos judíos previamente desconocidos, sobre todo desde los manuscritos del Mar Muerto. Con la publicación de estos textos, se estudian los Evangelios con el contexto judío en mente. De hecho, se puede decir que la tercera búsqueda trata de estudiar a Jesús en el contexto del judaísmo del segundo templo, como es llamado hoy. 24 D. VAN BIEMA, «The Gospel Truth?» Time (April 8, 1996) 52-59. La primera línea del artículo decía: «El iconoclasta y provocador Seminario de Jesús sostiene que no se puede confiar en gran parte del Nuevo Testamento. Si es así, ¿qué deben creer los cristianos?» (traducción del autor). 25 Como veremos más adelante en este artículo, los primeros cristianos ya creían que Jesús era divino. Y, mientras es cierto que el reconocimiento del canon del NT fue un proceso histórico, el Concilio de Nicea no tuvo nada que ver con ello, dado que no se habló del tema allí.