Crítica | Hello World (2019): nacimiento y destrucción - Revista Cintilatio

Hello World
Nacimiento y destrucción

País: Japón
Año: 2019
Dirección: Tomohiko Itō
Guion: Mado Nozaki
Título original: Hello World / ハロー・ワールド
Género: Animación, Ciencia ficción, Romance
Productora: Graphinica Inc
Edición: Shigeru Nishiyama
Música: Kōki Okamoto
Reparto: Takumi Kitamura, Tôri Matsuzaka, Minami Hamabe, Haruka Fukuhara, Minako Kotobuki, Rie Kugimiya, Takehito Koyasu
Duración: 98 minutos

País: Japón
Año: 2019
Dirección: Tomohiko Itō
Guion: Mado Nozaki
Título original: Hello World / ハロー・ワールド
Género: Animación, Ciencia ficción, Romance
Productora: Graphinica Inc
Edición: Shigeru Nishiyama
Música: Kōki Okamoto
Reparto: Takumi Kitamura, Tôri Matsuzaka, Minami Hamabe, Haruka Fukuhara, Minako Kotobuki, Rie Kugimiya, Takehito Koyasu
Duración: 98 minutos

El nipón Tomohiko Itō, en su último trabajo, reflexiona sobre las relaciones interpersonales, los sentimientos y el amor mismo, dándole una ambientación de ciencia ficción que envuelve el resultado final y lo eleva como una obra a tener en cuenta.

Destino, curioso concepto, ¿verdad? Su sola presencia cambia por completo la percepción que se tiene del mundo mismo y de los actos. ¿Todo está ya escrito? Hay quienes quieren creer que son dueños y señores de lo que hacen, dicen o piensan. Que son los únicos con el control de sus propias vidas, así también de cómo vivirla. Por otro lado, hay quienes prefieren pensar que todo pasa por algo, que el final ya está escrito y que, entonces, somos simplemente meros figurantes que solo son espectadores de los acontecimientos que se suceden a lo largo del tiempo que les ha tocado vivir. No hay nada que hacer, solo mirar. Tomohiko Itō —uno de los creadores de la famosísima serie Sword Art Online (2012) y director de la siempre interesante Desaparecido (Erased) (2016)— firma una cinta de corte romántico aderezada con una bastante inspirada ciencia ficción—la cual deja claros sus referentes desde el mismo inicio— que funciona bien, entretiene, pero que sobre todo nos insta a reflexionar acerca del mundo y de la forma en la que nos relacionamos con aquellos a quienes les tenemos aprecio. Siguiendo la vida del joven estudiante Naomi Katagaki, la aparición de su yo futuro ante él hace que su mundo cambie por completo, acentuando sus sentimientos hacia su compañera Ruri Ichigyō y entrando de este modo en una espiral de acontecimientos de la que es complicado salir ileso. De esta forma comenzarán su relación.

Las iluminaciones y paisajes que aparecen a lo largo del metraje embelesan sin miramientos.

No es un secreto que el que escribe estas líneas es completo detractor de la combinación de la animación 3D con la 2D en las películas de esta índole, puesto que la mezcla de estilos resulta realmente incómoda para el espectador, ya que no sabe muchas veces —si está llevada de forma caótica, como suele ocurrir— qué es exactamente lo que está ocurriendo en pantalla. Ni que decir tiene que Hello World (Tomohiko Itō, 2019) hace uso de este recurso, pero de una forma un tanto peculiar. Usando el tan habitual estilo cel shading para perfilar los modelados, dicha animación está presente de manera continua a lo largo del metraje, es decir, los personajes están realizados en tres dimensiones. Al contrario, los escenarios por los que se mueven, en muchas ocasiones, se puede ver que realmente son dibujos planos que solo poseen dos dimensiones. La combinación resulta curiosa, está claro, y desde el inicio del filme se puede comprobar como, en ocasiones, chocan. La decisión artística es sorpresiva viniendo de Itō, ya que tanto en Desaparecido como en SAO —siglas por las que se conoce a la mencionada anteriormente Sword Art Online— no suele abusar de este recurso, estando presente, en el caso de la segunda, en alguna que otra secuencia de acción con mucho artificio. En Hello World, tanto por temas de guion como por temas estéticos y de facilidad para las secuencias más psicodélicas, la animación 3D funciona de forma sorprendente —ya que se utiliza de forma lógica y coherente— y ayuda bastante a desarrollar la acción que transcurre en ciertos encuadres, aportando esa profundidad que normalmente no se tiene en la animación tradicional. En cuanto a los paisajes, poco hay que decir. El trabajo realizado con el detalle de los fondos y la iluminación de las escenas —particularmente espectacular en los amaneceres— es realmente evocador y contrapone la ciencia ficción con la bella naturaleza de la ciudad de Kioto.

Inspirarse hoy en día en obras de otros directores es la norma. El trabajo del de Kasugai no esconde sus precedentes y los esgrime con orgullo, dando las pinceladas de carácter propio suficientes para no considerar el conjunto como una burda imitación. Películas como la trilogía Matrix de las hermanas Wachowski, que han influenciado a tantos, o algunas de las ideas planteadas en la más reciente Código Fuente (Duncan Jones, 2011) tienen cabida en este último trabajo del director. Siendo ya el tema de la percepción de la realidad un habitual en los trabajos de los directores de animación oriental, con algunos ejemplos particularmente reveladores en Perfect Blue (Satoshi Kon, 1997) o King of Thorn: El rey del espino (Kazuyoshi Katayama, 2009), en Hello World ésta se combina con el más puro existencialismo típico de la ciencia ficción además de con una buena dosis de romance —no estando exento de, en algunas ocasiones, caer en algún que otro cliché que enturbia un poco el resultado final—. ¿Si el mundo en el que vives es virtual, acaso eres también tú un producto cuya existencia es irreal? ¿Cuántos universos virtuales puede haber si en todos existe la máquina que los crea? Incógnitas realmente interesantes sobre las cuales divagar es altamente satisfactorio. La informática es, ahora en nuestros tiempos, central, y su presencia en la cinta no está para nada encubierta, ya que el mismo título hace referencia al clásico primer programa con el que se inicia la gente en el mundo del desarrollo, conocido coloquialmente como «Hello World». ¿Llegará el día en el que podamos vivir en mundos creados a medida en los cuales nada salga mal? ¿Sería eso bueno para nosotros? Por otro lado, clara está la influencia de la obra del cineasta Makoto Shinkai en cuanto al tratamiento de las relaciones románticas en el anime. El estilo del director ha calado hondo en los fans de este medio, y los directores no han sido ajenos al fenómeno que se ha creado en torno a algunos de sus trabajos. Your Name (Makoto Shinkai, 2016) ha resultado un antes y un después en cuanto a la percepción de una relación romántica idílica en la animación nipona se refiere, y es complicado no ver las maneras de Shinkai en el desarrollo de los acontecimientos que rodean a las vivencias de Naomi Katagaki y Ruri Ichigyō, así como el propio clímax de la cinta, distando bastante de simplemente ser una historia romántica, ya que en sus diferencias reside la particular belleza que envuelve el filme.

En Hello World la animación 3D funciona de forma sorprendente y ayuda bastante a desarrollar la acción que transcurre en ciertos encuadres, aportando esa profundidad que normalmente no se tiene en la animación tradicional.

El fin justifica los medios, ¿sí o no? Tomohiko Itō reflexiona ante esta cuestión —entre otras ya comentadas— largo y tendido a durante los 98 minutos de duración de la película. Querer algo con toda tu alma y hacer lo que sea necesario para conseguirlo, aunque el objetivo sea «el correcto», desde el momento en el que para alcanzarlo se hace daño a otras personas, ¿está bien? La moralidad es un tema complejo de tratar, más si se tiene en cuenta las propias consecuencias de los actos. Toda acción tiene su repercusión. Puede ser buena, puede ser mala, pero es una repercusión al fin y al cabo. Como bien enuncia Edward Norton Lorenz en su visión del efecto mariposa, si partimos de dos mundos casi idénticos, pero habiendo en uno de ellos una mariposa aleteando y en el otro no, en un futuro lejano, el mundo que posee la mariposa acabará siendo completamente diferente. Tomará su propio camino. Tendrá su propio nacimiento. Tendrá su propia destrucción.

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