Críticas de El último tango en París (1972) - FilmAffinity
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El último tango en París

Drama. Romance Una mañana de invierno un maduro norteamericano y una joven muchacha parisina se encuentran casualmente mientras visitan un piso de alquiler en París. La pasión se apodera de ellos y mantienen relaciones sexuales en el piso vacío. Cuando abandonan el edificio, ambos se ponen de acuerdo para volver a encontrarse allí, en soledad, sin preguntarse ni siquiera sus nombres. (FILMAFFINITY)
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Críticas 121
Críticas ordenadas por utilidad
21 de junio de 2013
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las obras maestras pierden el encanto cuando decidimos analizarlas y descomponerlas. "El último tango en París" es todo lo que se supone ha de ser el cine, en una palabra: vida. Dos personas se encuentran y van aprendiendo a descodificar el mundo del otro desde distintas perspectivas, Paul (Marlon Brando) posee el dolor, la experiencia, la madurez y a su vez el desconocimiento de la sociedad burguesa europea; mientras Jeanne (Maria Schneider) sigue descubriendo su cuerpo, vive admirando la figura de su padre, tiene miedo a perder los recuerdos de su niñez y esto impide que piense como mujer. Sigue siendo la película más europea y más universal, Bernardo Bertolucci conoce su sociedad europea y los individuos que en algún momento tuvimos contacto con ese mundo podemos afirmar que es verdad.
Penisola Iberica
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31 de julio de 2012
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El portentoso Marlo Brando que nos encontramos en esta película, su entrega total a un papel complejísimo y el prodigioso resultado que consigue ya es un elemento más que suficiente para elevar a esta película a los altares, pero no se queda ahí, ‘El ultimo tango en París’ tiene un guión esplendoroso basado principalmente en los diálogos y una fotografía para enmarcar, con una iluminación triste y grisácea, irradiación superlativa del estado de ánimo de dos personajes perfilados en cada una de sus células a los que llegamos a conocer profundamente, dolorosamente.

Cuenta la leyenda que Brando improvisó gran parte de sus diálogos con el consentimiento tácito de Bertolucci, si es así, el acierto es primoroso, porque la cadencia con la que va narrando sus pensamientos este personaje perturbado, triste, solo, asqueado tras el suicidio de su mujer, la ironía que desprende de cada una de sus palabras, la angustia que produce el saber que detrás de sus frases yace la experiencia… no sé, los diálogos que fluyen de Brando pueden tener un cariz casi absurdo, abyecto incluso en otras bocas, por las atrocidades que suelta con tanta espontaneidad, pero de los labios de este personaje mancillado, vienen acompañadas de la losa de la verdad absoluta, palabras con un sentido filosófico y racional que significan mucho más de lo que quieren decir.

Es una lástima que la película haya pasado a la historia más por sus escenas eróticas que por otras de sus virtudes, aunque indiscutiblemente la imbricaciones sexuales que muestra la película merecen su lugar en la historia del cine, eso sí, no esperen nada demasiado explícito, porque aparte de algunos desnudos integrales de la bellísima María Schneider, no verán nada más, ya que el director cuida mucho la escena para hacer del sexo algo casi poético y es ahí donde entran en escena el vaho de la ducha, las cortinas de visillo, las sábanas entreveladas, para dar más poder a la imaginación que a la visión, un resultado que personalmente me gusta más.

En cualquier caso, el sexo en sus diferentes variedades, formas y posturas, tienen también (al igual que los diálogos) algo más que el sentido literal del placer. En la famosa escena de la mantequilla (Cuenta también la leyenda que la misma se rodó sin el consentimiento de la actriz) el coito anal no es ya una penetración, sino una profanación de los valores derruidos del personaje de Brando y en el caso de Schneider, una sumisión a su aburguesamiento que le esperan a las puertas de una boda (“No se lo que hacen los adultos, acabo de empezar a serlo”, le contesta en una escena).

Y con tanto cuerpo entrelazado, mi escena favorita de esta bellísima obra no tiene nada de erótico. El monólogo que mantiene Brando hablándole a su difunta mujer corpore in sepulto’ es de lo mejor que se ha hecho jamás en el cine, la fuerza de la escena sobrecoge irremediablemente, algo que también consigue el final, poético, dramático… la guinda perfecta.

http://palomitasconchoco.wordpress.com
Palomitasconchoco
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29 de septiembre de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen en el lenguaje cinematográfico, muchas herramientas, que usadas por un inteligente ilusionista, son capaces de disfrazar cada acción. Pasolini, las conocía, y no por nada, su discípulo Bernardo Bertolucci (quién comenzó como asistente de Pasolini), también supo hacer buen uso de ellas.
Una es el raccord (cuando se mantiene la continuidad de los planos), y otra, el falso raccord (cuando se altera conscientemente esta linealidad). El falso raccord puede ser tan sutil que no lo notemos, excepto en cámara lenta. En el "Último tango en París" (1972), el gran Bernardo Bertolucci proyecta esta especie de magia, la cual es producto de un reflexivo proceso de creación intelectual. Existe un falso raccord que modifica todo el sentido conceptual del film y lo transforma de manera revolucionaria.
Así lo que parecía ser de una forma, queda invertido ante el descubrimiento de esta sutil técnica cinematográfica.
Lo lindo de esto es sentirnos como niños de nuevo, mediante la sorpresa (un poco vergonzosa) de descubrir que aquello que vimos y pensamos que era de una manera resultó ser de otra completamente distinta.

Paul (Marlon Brandon) de 45 años, es un reciente viudo, hastiado de la moral establecida socialmente. Un hombre de mundo que vivió toda la miseria, guerras y destrucción. Que está más allá de todo, porque justamente no posee nada.
Jeanne (Maria Schneider), es una joven de 20 años consentida e inmadura. Ella aparenta ser rebelde y romper con los moldes de lo establecido. Sin embargo, su indomabilidad es puramente superflua.
En un principio al ver el aclamado film se pensaría que es una historia de amor y sometimiento erótico. Sin embargo envuelve un sentimiento de aversión a la sociedad burguesa imperante en la Europa Occidental de los años 70 (mas precisamente en Francia) y de inconformismo existencial.
El film lejos de ser pornográfico es una gran demostración de cómo se pueden exhibir desnudos de forma elegante y armoniosa, bajo el sensual saxo del Gato Barbieri, y el delicado ojo del director de fotografía Vittorio Storaro (Apocalypse Now de Coppola, Dick Tracy y Reds de W. Beatty, Novecento, también de Bertolucci; etc). Pero no se escapa de cierta crudeza, haciendo que generalmente se confunda la trama.
"La relación se caracterizará por una fuerte violencia verbal y sexual ejercida por él (Paul) hacia Jeanne, en un afán de dominar también su mente. Ella, prometida para casarse con otro, un joven director de cine (Jean Pierre Léaud) que la convoca a la filmación de una película por las calles de París-, parece no darse cuenta de la violencia de que es objeto" cita textual de wikipedia, que si ser una fuente especializada, es la mas leída.
Si lo pensamos así, Jeanne se transforma en la inocente e inexperta, que se involucra con un hombre que sólo quiere sacarle provecho sexual. Pero, el falso raccord nos dirá todo lo contrario.
En el principio del film, antes del encuentro sexual, se da un falso raccord cuando Jeanne toca el timbre y “hace como” que ingresa al edificio, pero no. Mira su reloj y se va.
Desde el punto de vista simbólico, el edificio representa la pareja, ya que es el lugar donde tendrán sus encuentros. Que Jeanne no entre al edificio, cuando aparentó que lo hacía, habla de su compromiso con la relación. Jeanne nunca entra a la relación de manera profunda, para ella, su relación con Paul, es un mero affair. El tener un amante es su forma de “romper” con el orden social establecido, ya que ella está comprometida con otro joven. Pero su motivación no es profunda.
Mientras, Paul, busca un acercamiento mas sincero, lejos de las convenciones. Sin nombres, sin historias, como una tabla rasa donde se escriben nuevas experiencias, como un superhombre capaz de crear su propio sistema de valores. Su amor es mas consciente, mas honesto, puesto que conoce del dolor de la pérdida.
Así, lo que parecía un rompecabezas fácil de armar, devela que tiene varios niveles de lectura, y que es necesario conocer ciertas herramientas del lenguaje cinematográfico para descifrarlos.

Es por eso que las obras de Bertolucci, suelen tener eso que también tiene la buena poesía. El poder disfrazar una idea, desfigurarla hasta que se disemine su latente significado.

www.losojosdelolita.com.ar
Nadya Palacios
LOLITA
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17 de marzo de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"En París todo el mundo quiere ser un actor, nadie se contenta con ser un espectador". Cita célebre del novelista y poeta Jean Cocteau que parece venir que ni pintada a este film del director italiano Bernardo Bertolucci (Soñadores, Novecento, Antes de la revolución...) donde todos queremos ser el actor, todos queremos ser Marlon Brando (El padrino, Apocalypse Now, Un tranvía llamado deseo...).

Una hombre de mediana edad y una muchacha se encuentran visitando un desolado piso de la capital francesa, la pasión descontrolada e impulsiva se apodera de ellos entre esas deshabitadas paredes. Sin apenas mencionar palabra entre ellos, y sin decir sus nombres, acuerdan encontrarse en su madriguera sexual donde el sexo arrastrara a un espacio oscuro, de fracturación emocional y psíquica... Con nombre de guerra.

¿Habría sido tan apreciable 'El último tango en París' sin Brando? Su destacable actuación conpagina perfectamente con la visceralidad de la trama y su propio personaje. Sus monólogos obscenos y escatológicos mantienen el poder de la urbanidad en la obra de Bertolucci. Despojando esas emociones de un hombre desesperado, con su bendita locura, palpable su enternecimiento. Junto a su pareja de baile, María Schell, enmarcados en una fotografía soberbia constituida por Storaro.

La suma de grandes ideas hacen este tango parisino una atractiva película, a su vez devenida por la superficialidad de la trama secundaria protagonizada por Schell y Jean Pierre Leaud en contraste con la relación central. Los encuadres descentrados se multiplican con planos largos inundados de monólogos de Brando, esos reflejos en los espejos y varias raciones de auténtico cine acompañados de estupendas piezas musicales de saxo.

Iniciando una tendencia en el cine erótico teatral, Bertolucci crea una obra concisa y cautivadora con la premisa de una relación sexual sin preguntas, sin nombres, sin amor pero con una estrella en todos su esplendor: Marlon Brando. Gritos ahogados entre unas paredes solitarias asociados a la lúgubre conciencia de la soledad. La subtrama cuasi amorosa, punto flaco de la obra, queda engullida por la trama principal que va acabando con todas las ilusiones de la pareja rematando la faena con un desenlace detestablemente encantador.
Paco Garrido
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24 de julio de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que puede verse en “EL ÚLTIMO TANGO EN PARÍS”, es de esa suerte de historias que me producen absoluto desconcierto. Lo de menos en ella, es el escándalo que levantó esa hipócrita iglesia en la que, decenas de curas de parroquia “encerraban” a los pequeños acólitos en las sacristías para desfogar su libido… A los alumnos en los seminarios, quienes hacían de instructores, les cambiaban a Dios por Baco… Y otro tanto ligaba con las “buenas” vecinas y con las monjas en los conventos, para probarles que, ellos, eran muy hombres. ¡Toda una orgía en nombre de Dios y del celibato!

Creo que, para directores como Godard, Malle, Fellini… y Bertolucci, “escandalizar”, era sobre todo una disposición a confrontar la hipocresía de los detentores del poder, cuya moral era de puertas pa’fuera, mientras que entre las cuatro paredes a diario ejercían como verdaderos demonios. Si se mira objetivamente las escenas “eróticas” de “EL ÚLTIMO TANGO EN PARÍS”, no se ve más que sugerencias a las que cada espectador debe añadir su propio nivel de morbo. Pero, aún con sus atractivos pechos, Maria Schneider es lo menos parecido a una mujer sensual, y el gran Marlon Brando, se mofa de los moralistas simulando acciones “pecaminosas” que deben de haberle resultado la mar de aburridas.

Lo que interesa también aquí, ya que el filme fue realizado por un director de gran cultura y con un amplio bagaje artístico, son las relaciones humanas entre dos seres antagónicos que, llevados por su soledad y sus vacíos afectivos, el acceso a un espacio impune, los lleva a desfogar su libido para calmar, Paul, su rabia contra sí mismo y su frustración tras el suicidio de su esposa quien tenía un amante, y Jeanne, la vacuidad existencial, no obstante que tiene un novio que juega a cineasta con lo autobiográfico y la improvisación de La Nouvelle Vague. Éste, un claro juego sarcástico que sin duda apunta a Truffaut, al usar como intérprete a Jean-Pierre Léaud.

A diferencia, el filme de Bertolucci luce cuidado en cada imagen; la atmósfera intimista y sórdida está perfectamente lograda; los encuadres transmiten eficaces sensaciones de turbamiento, angustia y soledad; y Brando se conecta con su personaje hasta lograr transmitirnos su desesperación y su desencanto con la vida. Pero, al preservarse esta situación como eje de la historia y sin esperanza alguna, lleva a que dicha conexión no dure lo suficiente y las improcedencias de Paul, terminen por resultarnos molestas y abominables… Así, el desenlace termina por parecernos más que ajustado a los requerimientos de la vida, aunque haya algo que nos dice que no debía ser así.

En fin, que se sale con el alma en el piso de esta película, pero Bertolucci ha logrado que percibamos la enorme complejidad que posee cada ser humano... y esto tiene su significado. A propósito, tiene alguien una clara idea de ¿por qué se suicidó Rosa?

Mención de aplauso para la notable banda sonora de Gato Barbieri, con cuya música en general, y una copa de vino, he pasado de maravilla unas cuantas noches.
Luis Guillermo Cardona
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