Jimena Coronado, la discreta y profesional esposa de Joaquín Sabina | Gente | EL PAÍS
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Jimena Coronado, la discreta y profesional esposa de Joaquín Sabina

La pareja, que se casó el pasado lunes tras dos décadas de relación, se conoció en Lima cuando ella trabajaba como fotógrafa y se las ingenió para hacerle un reportaje

Jimena Coronado y Joaquín Sabina, en octubre de 2019.
Jimena Coronado y Joaquín Sabina, en octubre de 2019.Carlos Alvarez (Getty Images)

Jimena Coronado Merel, esposa del cantautor Joaquín Sabina, cumplió la semana pasada 51 años. De nacionalidad peruana, sus conocidos y amigos en Lima la describen como una persona con gran capacidad de trabajo y buena lectora de narrativa. Cuando conoció a Sabina hacía fotos para revistas y publicaciones de un diario de Lima; después trabajó en la librería La Casa Verde y administraba un bar que ella misma abrió, Sazu, en un centro comercial ubicado al pie del malecón de Miraflores, en la capital de Perú. La discreción es otro de sus rasgos como se ha podido comprobar en la organización de su boda, celebrada el pasado lunes.

“Lo conocí en diciembre de 1994”, contó en una entrevista con Juan José Millás, en la que Sabina se enorgullecía de que ella recordara el mes. “Fue un par de días después de la muerte de Julio Ramón Ribeyro”, aclaró entre risas Coronado. La frase no era casual: en su biblioteca tenía “todo Alfredo Bryce y todo Ribeyro”, explica una de sus amistades, aludiendo a dos grandes de la narrativa peruana contemporánea.

Estudió en el Liceo Franco-Peruano en Lima, donde la recuerdan como deportista y agradable. “Siempre fue una chica popular, con muchos amigos, y un poco introvertida. Practicaba atletismo en el colegio y era una belleza: seguro muchos andaban enamoradísimos de ella”, comenta una compañera de su promoción.

Su padre, Pedro Coronado, fue presidente del Banco Central de Reserva de Perú durante el primer gobierno de Alan García -entre 1987y 1989- y su madre es la artista plástica Eida Merel, quien se formó como pintora en Lima y París. A finales de la década de los años 80 Jimena ingresó en la Pontificia Universidad Católica del Perú, en Lima, para estudiar Letras, pero abandonó poco después y viajó a Nueva York, donde realizó cursos en el International Center of Photography.

Joaquín Sabina y Jimena Coronado, el día de su boda.
Joaquín Sabina y Jimena Coronado, el día de su boda.

Al retornar a Lima, fue pareja durante algunos años de Jorge Durand, baterista del grupo de rock Frágil, una de las bandas más importantes de Perú, pionera del rock progresivo desde su surgimiento en 1976. “En los 90, Jimena tenía un laboratorio (de revelado e impresión de fotografía) en su casa de Miraflores y a algunos amigos nos permitía usarlo. Para llegar al laboratorio, al pasar por su habitación, uno veía todo Sabina: libros, afiches, música. En ese tiempo en Perú él aún no era conocido. Como fotógrafa, siempre tenía la parte estética a flor de piel, andaba buscando la mejor luz natural”, comenta una excolega. Otra excompañera de trabajo de Coronado recuerda que cuando Sabina llegó a Perú en 1994, había mucha disputa entre los fotógrafos por hacer ese trabajo, ya que los artistas internacionales habían dejado de dar conciertos en el país sudamericano durante más de una década a causa del terrorismo. La visita del artista español generó grandes expectativas en un período en que los atentados de Sendero Luminoso habían disminuido y el país intentaba salir de una grave crisis económica.

“En ese tiempo, los fotógrafos del servicio especial de edición del diario El Comercio ganaban de acuerdo a los trabajos que realizaban; entonces había mucho lobby de los fotógrafos para que les asignaran trabajo. Jimena no hacía lobby. Varios de los fotógrafos eran juergueros y Jimena también, pero ella nunca fallaba, tenía buena cabeza”, añade la excolega.

“Era una buena retratista, por eso el reportaje de Sabina era de ella, y varios sabíamos que estaba al tanto de quién era él. En 1994 trabajábamos con slides (diapositivas) y negativo en blanco y negro, no había la noción de dirección de arte ni de producción fotográfica en la prensa, sino un trabajo intuitivo en ese aspecto. Jimena trabajaba con Lena Demartini, que hacía la labor que hoy llamaríamos producción. Aún trabajan juntas en Madrid”, agrega una exreportera de El Comercio. Coronado y su socia Demartini administraron un bar hasta hace algunos años en Madrid. El fotógrafo Andrés Longhi, que dirigió el área de fotografía del servicio especial de edición de El Comercio en los 90, comenta a EL PAÍS que Coronado “fue parte de un grupo de élite de fotógrafos, los mejores del país”. Además, sostiene que ella ideó “una forma de crear imágenes, sobre la base de un concepto” y tenía mucha capacidad de organización. “Producir 800 fotos para un catálogo de una tienda por departamentos, en cinco locaciones diferentes, con más de diez fotógrafos en trabajo analógico -no fotografía digital-, en cinco días con sus noches y más de tres viajes de ida y vuelta a 300 kilómetros: si ella no estaba, eso no funcionaba”, asegura Longhi.

Lealtad y riendas

Su círculo coincide en que valora mucho a sus amistades y cuida a las personas que quiere. Sabina no es el único que la ha mencionado en una canción. Cuando fue pareja del baterista de Frágil, el grupo de rock incluyó su nombre en la canción Serranio, como un personaje del relato. El tema, grabado en 1989, cuenta en primera persona la historia de un peruano que deja su comunidad campesina y migra a la ciudad. “Yo te juro pues, Jimena, que este taita (señor, en quechua) no se dejará absorber”, dice la canción que da nombre al disco. En la canción Rosa de Lima, Sabina dice de ella: “Jimena no traiciona por 30 lucas” (soles, la moneda nacional en Perú). El cantautor ha ponderado su influencia al contar –también en la entrevista con Millás–, que él no puede ir a dar un concierto si ella no va, y que si es un resucitado del ictus de 2001, se lo debe a ella. El director de la editorial peruana Peisa, Germán Coronado –que no es pariente de Jimena– ha recordado que ella tiene las riendas de la vida pública de la pareja. En el año 2000, su editorial publicó un poemario de Sabina que presentaron en Lima. “Fue cuando ya se habían unido. Ella se encargó de ver conmigo cada detalle de la presentación y de la cena ulterior. Todo se hizo siguiendo un guion. Al finalizar la cena, pedí la cuenta. Me paré para ir a atender ese asunto y de pronto vi a Jimena a mi lado, intentando persuadirme de que no pagase”, comenta. Habían ido al restaurante más caro de Lima y terminaron pagando a medias. La esposa de Sabina tiene cuenta en Instagram desde 2011 y solo ha publicado 12 fotos desde entonces. Hacer pública su vida no está entre sus intereses. De esas imágenes, cuatro son de sus gatos -Negrín, Marguita y Margarito-, cuatro son de alimentos y una es un bodegón de la boda de esta semana.

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