«Eyes Wide Shut» (1999): lo que se oculta a simple vista | Crítica - Revista Cintilatio

Eyes Wide Shut
Lo que se oculta a simple vista

País: Reino Unido
Año: 1999
Dirección: Stanley Kubrick
Guion: Stanley Kubrick, Frederic Raphael (Novela: Arthur Schnitzler)
Título original: Eyes Wide Shut
Género: Drama. Intriga
Productora: Warner Bros., Stanley Kubrick Production, Hobby Films, Pole Star
Fotografía: Larry Smith
Edición: Nigel Galt
Música: Jocelyn Pook
Reparto: Tom Cruise, Nicole Kidman, Sydney Pollack, Marie Richardson, Leelee Sobieski, Rade Serbedzija, Todd Field, Vinessa Shaw, Alan Cumming, Sky Dumont
Duración: 159 minutos

País: Reino Unido
Año: 1999
Dirección: Stanley Kubrick
Guion: Stanley Kubrick, Frederic Raphael (Novela: Arthur Schnitzler)
Título original: Eyes Wide Shut
Género: Drama. Intriga
Productora: Warner Bros., Stanley Kubrick Production, Hobby Films, Pole Star
Fotografía: Larry Smith
Edición: Nigel Galt
Música: Jocelyn Pook
Reparto: Tom Cruise, Nicole Kidman, Sydney Pollack, Marie Richardson, Leelee Sobieski, Rade Serbedzija, Todd Field, Vinessa Shaw, Alan Cumming, Sky Dumont
Duración: 159 minutos

En su última (y posiblemente más críptica) película, estrenada a finales de los noventa, Stanley Kubrick usa el sexo para reflexionar sobre la dualidad de la condición humana y sobre la naturaleza del poder en la sociedad.

¿Por qué es el cine (o cualquier producto artístico en este caso) relevante para el individuo? Desde luego, existe en él un componente de entretenimiento así como un importante factor social. No obstante, esto por sí mismo no separaría al arte de otras actividades como la asistencia a eventos deportivos o fiestas. Y es que además de lo ya citado, el arte tiene una función adicional, la de ayudarnos a entender el mundo y, por extensión, a nosotros mismos. Este factor es el que, a la larga, decide qué obras de arte triunfan y se convierten en piezas imprescindibles de nuestro universo cultural y cuáles caen en el olvido. Y este es quizá el factor que haga brillar a la última película rodada por el genio Kubrick, Eyes Wide Shut (1999). Una película que basa su atractivo en proveer al espectador con una serie de conocimientos imprescindibles para entenderse tanto a sí mismo como a mundo que le rodea.

La cinta nos narra la historia de Bill, un importante médico de Nueva York que acude a la fiesta de uno de sus clientes más importantes, el millonario Victor Ziegler. En la fiesta, se encuentra con su viejo amigo Nick, un pianista que le invita a ir a verle tocar en el local donde trabaja, para posteriormente salvar a una joven con la que Ziegler mantiene relaciones sexuales de morir de sobredosis mientras su mujer Alice flirtea con un desconocido. Ya de vuelta en casa, el matrimonio mantiene una discusión en la que Alice revela una ocasión en la que deseó serle infiel, la cual termina abruptamente cuando Bill es llamado a causa del fallecimiento de uno de sus clientes. Cuando llega al hogar del finado, la hija de este trata de mantener relaciones sexuales con el protagonista que él evita. Tras abandonar el lugar, se encuentra con una prostituta con la que está a punto de mantener relaciones sexuales pero a la que finalmente rechaza para, en su lugar, ir a local de jazz donde toca su amigo. Ahí, ambos hombres tienen una conversación en la que Nick le revela a Bill que esa misma noche va a tocar en una misteriosa fiesta secreta de carácter sexual a la que decide unirse. Gracias a los consejos de su amigo logra infiltrarse en la mansión donde la fiesta está teniendo lugar, únicamente para encontrarse con una misteriosa orgía en la que personas vestidas con máscaras mantienen relaciones sexuales bajo las órdenes de una misteriosa persona vestida de rojo. Tras ser descubierto, Bill es expulsado de la fiesta y al día siguiente comienza a investigar sobre el extraño suceso, pero todas las pista parecen haber desaparecido misteriosamente. Estas pesquisas le llevan hasta Ziegler, el cual reconoce ser un participante de la fiesta y le revela que se trata de un evento organizado por personas muy poderosas y que seguir investigando podría costarle la vida. De regreso a su casa, Bill le cuenta todo a su mujer la cual le insta a olvidarse del asunto.

Kubrick logra una estética visual que roza lo onírico.

Como todas las obras de Kubrick, existe con esta película todo un universo de lecturas que hace en ocasiones complicado separar lo que el director quiso decir de aquello que los fans han querido ver. No obstante, es evidente que estamos ante una película con una doble lectura: una centrada en el individuo y la psicología humana y otra que se centra en el aspecto social. En el caso de la primera, estamos ante la exploración por parte de Kubrick de la relación entre el sexo y la naturaleza humana, después de que ya hiciera lo mismo con otros temas en otras películas, desde la guerra o la violencia hasta el existencialismo y la relación con lo desconocido. Es así que Bill se presenta en los primeros compases de la trama como un hombre que tiene sus pulsiones sexuales que se ubican en lo socialmente aceptable y perfectamente controladas. No obstante, esta forma de entender su propia sexualidad no es más que una fachada que Kubrick sabe cómo cuestionar de forma sutil. Momentos, como cuando flirtea con dos modelos en la fiesta o está auscultando a una joven y atractiva paciente desnuda en su clínica nos muestran visualmente cómo el personaje interpretado por Tom Cruise está permanentemente tentado por una sexualidad que su lado racional está constantemente rechazando.

Los eventos de la película, por lo tanto, suponen una suerte de descenso a las profundidades de su propio ser en las que Bill se encuentra cada vez más expuesto a sus pulsiones sexuales más básicas. Cuando visita la casa de su paciente fallecido, su hija se le ofrece sexualmente. Aunque la rechaza, esto ya anticipa lo que el protagonista va a ver durante el resto de la cinta: la ruptura de los tabúes con respecto a la sexualidad. Tras esto, acude al piso de una prostituta con la que está a punto de mantener relaciones sexuales y únicamente se abstiene de acostarse con ella tras recibir una llamada de su mujer. Es fundamental aquí el doble rol de la trabajadora sexual y su significado sobre Bill. Además de las leyes escritas que prohíben las relaciones sexuales con menores o personas que no consienten, la sexualidad tiene una serie de leyes no escritas confeccionadas por el sistema para defender sus propios intereses, y tradicionalmente la sociología ha estudiado cómo las diferentes sociedades humanas han premiado con el éxito sexual al modelo de hombre que mejor se adapta a sus intereses. Recientemente estas reflexiones han encontrado respaldo científico de la mano de investigaciones como las del psicólogo David Buss o la socióloga Yue Qian, las cuales concluyen que, como toda interacción humana, las relaciones sexuales (heterosexuales en este caso) han de entenderse dentro de una lógica social en la cual las mujeres entienden el sexo (de forma no necesariamente consciente) como elemento para premiar y fomentar determinadas características o comportamientos masculinos que, precisamente a causa de este refuerzo positivo, se terminan convirtiendo en norma social, generalmente una que responde a los intereses de las ideologías dominantes de dicha sociedad. En este sentido, el trabajo sexual y la figura de la prostituta supone el único espacio en que la sexualidad masculina puede ser experimentada de forma libre, sin ser producto del condicionamiento social o estar limitada por las normas morales del sistema.

Una película adelantada a su tiempo que nos alerta sobre el riesgo de la manipulación social por parte de las élites y que estudia cuestiones como la dualidad del alma humana.

Para Bill, el acercamiento a la figura de la prostituta supone precisamente eso, el abandono de una sexualidad que está al servicio de la sociedad y condicionada por las normas de la misma para, en su lugar, abrazar una sexualidad que surge de sus propios deseos y necesidades. Y aunque nunca llegan a mantener relaciones sexuales como tal, este punto de la historia supone para el protagonista un hito en su adentramiento en un mundo de deseos y tensiones sexuales cada vez más primarias y oscuras. Este punto funciona como una puerta de acceso desde el sexo socialmente aceptable (vainilla, dentro del matrimonio, etc.) hacia lo tabú y lo prohibido. A partir de este momento, se observa una caída casi onírica de Bill que poco a poco se va encontrando con situaciones sexuales mas oscuras. Primero, el sexo con una adolescente en la tienda de disfraces y después el punto álgido de la película: la misteriosa orgía en la mansión. Es menester descartar que la forma en que estas situaciones sexuales se van sucediendo casi parece representar una materialización de las pulsiones sexuales más ocultas de la psicología del protagonista, una manifestación de sus impulsos sexuales socialmente inaceptables que en el contexto de una noche casi surrealista se permiten aflorar a la superficie. Todo lo sórdido de estas situaciones sexuales, por lo tanto, reflejan lo oculto y reprimido de los propios instintos sexuales del protagonista.

La segunda parte de la cinta, en la que vemos a Bill regresando a la mansión y revisitando los lugares de su viaje sexual nocturno previo, pero esta vez en un contexto totalmente diferente, mucho menos sensual y más realista, se siente casi como la resaca de la noche anterior y representa la dualidad entre las dos formas de entender su sexualidad: la racional, socialmente aceptable y realista, o la salvaje, primaria y reprimida. El control o el desenfreno. Manejar los impulsos sexuales o ceder ante ellos. Esta es la reflexión que Kubrick nos ofrece sobre la naturaleza de la sexualidad humana. Si bien el cine del director de Nueva York se suele caracterizar por el análisis de la relación entre el individuo que pugna por ser libre y el sistema que trata de oprimirle, en su última cinta lleva este debate al terreno de lo sexual y disecciona la tensión entre las pulsiones sexuales subconscientes y las formas de expresión sexual consideradas comúnmente como socialmente aceptables sin llegar nunca a defender abiertamente a ninguna de ellas sobre la otra, sino en todo caso mostrando el lado oscuro de ambas. El personaje de Bill y su viaje a través de sus pulsiones sexuales a lo largo de la película, por lo tanto, reflejan la dualidad humana entre las dos sexualidades, aquella que es aceptable por el ojo público y aquella que por su naturaleza permanece enterrada en lo más profundo de nuestro subconsciente.

La película hace un gran trabajo explorando los aspectos más oscuros de la psicología humana.

Dicha dualidad también es mostrada de forma visual por el director, haciendo de Eyes Wide Shut una excelentemente sólida narración visual. El carácter casi onírico de las escenas correspondientes a la noche de aventuras de Bill se ilumina con luces de colores varios, un diseño de producción recargado y casi surrealista y una paleta cromática que en todo momento acentúa la irrealidad de la situación, casi como si el propio director quisiera hacernos dudar sobre si estamos contemplando un sueño o la realidad. Por contra, las escenas diurnas del día posterior muestran un registro visual totalmente diferente, mucho más frío, realista y plano, generando mediante la cinematografía un contraste visual que materializa los temas fundamentales de la película y refuerza el mensaje que el realizador nos quiere transmitir. Kubrick demuestra su dominio no únicamente del manejo de temas complejos, sino de su capacidad para plasmarlos en el celuloide de una forma extremadamente hábil en un ejemplo excelente de cómo usar la estética de una película para complementar la historia que se nos cuenta.

Pero una película de Kubrick no sería una película de Kubrick si no estuviera rodeada de toda una leyenda que en este caso confluye con una lectura política paralela a la psicológica que el director incluye de manera muy consciente en la obra. Uno de los mayores arquetipos que han existido históricamente en la literatura y en el cine ha sido el de la asociación entre grandes élites políticas y económicas y prácticas sexuales que escapan a la legalidad o, cuando menos, a lo moral y socialmente aceptable. En el caso del cine, estas narrativas pueden remontarse incluso a épocas casi fundacionales como es el ejemplo de Metrópolis (Fritz Lang, 1927), pero Kubrick les otorga una dimensión más profunda gracias a su habilidad para manejar el lenguaje cinematográfico.

En primer lugar es interesante el uso de paralelismos planteado por el director. En la primera parte de la película vemos a los personajes protagonistas asistir a una fiesta organizada por las clases más altas de la ciudad de Nueva York. Este primer acto sirve como reflejo casi idéntico de la misteriosa fiesta sexual de carácter secreto que tiene lugar más adelante en la cinta. Incluso en la primera de las fiestas ya se anticipan por parte del cineasta ciertos aspectos que veremos más adelante, como el flirteo de los protagonistas con otros invitados o la amante de Ziegler padeciendo una sobredosis. Estas dos fiestas funcionan para Kubrick como la cara y la cruz de la misma moneda, dos representaciones de las élites sociales. Una, la que es visible de cara al mundo, la punta del iceberg, en la que se da una imagen acogedora y agradable; y otra, la que permanece oculta y representa las actividades secretas y más siniestras de estas élites, las cuales son causa y a la vez consecuencia de sus enormes conexiones sociales, su riqueza o su poder político. Esto permite construir en el imaginario de los espectadores una perfecta metáfora visual que da a entender perfectamente el mensaje del director. Tras el mundo público que todos podemos ver existe otro paralelo, oculto, pero cuya influencia se extiende a todos los aspectos de la sociedad. Un mundo de poder y de misterio en donde las leyes (oficiales y sociales) son incapaces de limitar los deseos y las ambiciones de quienes se pueden permitir pertenecer a el.

No ha de entenderse el contenido sexual de la cinta como gratuito (recordemos que en la novela original esta orgía se limita a un medio baile de personas desnudas, algo, seamos sinceros, bastante tibio para la moral sexual occidental actual), sino que la orgía con tintes de misa negra sirve como metáfora ideal de la visión del director sobre el poder. La capacidad de los integrantes de la orgía para satisfacer unos deseos sexuales inaccesibles para el común de los mortales y que ejemplifica su posición como élites y cómo el disponer de dinero o poder permite la satisfacción de los deseos más ocultos. Para Kubrick, el sexo es una manifestación del poder, tener uno y poder conseguir el otro van inherentemente ligados. Y también ligado a esto va la absoluta degradación ética de aquellos que detentan esta posición de poder dentro de la sociedad.

Uno de los temas principales de la obra es la asociación entre sexo y poder.

La alegoría del director no termina ahí, y la segunda parte de la película, en la que Bill trata sin éxito de desenmarañar el secreto sobre los individuos detrás de esta secta nos presenta un modelo a escala del mundo contemporáneo. Si la orgía representa el poder ilimitado y la falta de límites morales de las élites cuando estas creen que no son vistas, la búsqueda por parte de Bill de respuestas refleja lo elusivo de la verdad, la incapacidad del individuo promedio de entender la realidad de este mundo detrás del mundo cuando todas sus fuentes de información están manipuladas y controladas por aquellos que pretenden ocultarse a sus ojos. En el tramo final de la cinta, el personaje interpretado por Tom Cruise tiene una conversación con Ziegler, el poderoso magnate que confesó ser partícipe en la orgía. Este, tras advertirle de los riesgos de investigar a unas personas tan poderosas, reconforta a Bill asegurándole que no hay nada que investigar, asegurándole que su amigo pianista está a salvo con su familia, que la muerte de la mujer que le ayudó fue totalmente accidental y no relacionada con los eventos de la mansión y que no hay en esa fiesta nada de lo que alarmarse salvo un grupo de personas haciendo una actividad sexual un tanto peculiar. Esta versión de la verdad, si bien contradice totalmente todo lo que se nos ha mostrado durante el resto del metraje, ofrece una excusa relativamente confortable para desentenderse de los eventos vividos. A fin de cuentas, una fuente de información fiable nos ha dicho que no hay de qué preocuparse.

Esta conversación con Ziegler sirve como metáfora de los medios de comunicación y su rol como gestores de la opinión pública a través de la dosificación y el tratamiento de la información. Ziegler nos dice una «versión oficial» diseñada para eliminar cualquier incomodidad ante las cuestionables actuaciones de esta élite. Creerse esa información o no (a pesar de los evidentes indicios que apuntan a su falta de honestidad) es cosa de cada espectador. Aquella persona que decida quedarse con la confortable historia que nos cuenta Ziegler creerá que la preocupación de Bill es innecesaria. Quien dude de esas palabras, en cambio, se alarmará doblemente al constatar la futilidad de la búsqueda de la verdad por parte del protagonista, algo que no es nuevo en el cine y que, de manera diferente, ya se trató en obras como Blow-Up (Deseo de una mañana de verano) (Michelangelo Antonioni, 1966). La pasividad de la esposa de Bill cuando su marido le cuenta la verdad viene a reflejar el gran drama de la sociedad actual, que no es únicamente que aquellos con poder abusen del mismo, sino la pasividad absoluta del resto del mundo.

Eyes Wide Shut puede pasar como una película menor dentro de la filmografía de Kubrick, una obra que no busca más que provocar con sus escenas sexuales y de argumento algo anodino, pero únicamente cuando se analizan sus temas se puede comprobar la realidad de la última película del genial director, en la que, fiel a sus patrones, estudia cuestiones como la dualidad del alma humana y sus rincones más siniestros o el uso y abuso del poder por parte de aquellos que lo detentan. Pero más allá de todo eso, y más allá de lo atrevido y provocador de su imaginería y su contenido sexual, estamos ante una película adelantada a su tiempo que nos alerta sobre el riesgo de la manipulación social por parte de las élites y que, si en su momento fue criticada por sus imágenes subidas de tono, si hubiera sido estrenada hoy en día lo hubiera sido por alimentar teorías presuntamente conspirativas. Y por algún motivo que nadie sabe pero todos podemos intuir, son precisamente ésta clase de películas las que terminan convirtiéndose en cintas de culto. Y que así sea por muchos años.

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