Una noche en Miami... (2021), de Regina King

1964. Tras una peregrinación a La Meca y otros viajes, Malcolm X cambia su percepción del mundo y de cómo debe ser la lucha por las libertades civiles. Mientras, Sam Cooke triunfa como autor y cantante de temas de ‘rhythm and blues’ blanditos, con letras que no se meten en polémicas. Y Jim Brown bate récords como jugador de fútbol americano. Estas tres personalidades afroamericanas se reunirán con una cuarta, el púgil Cassius Clay –que baraja cambiar su nombre por Muhammad Ali–, para celebrar que se ha convertido en campeón mundial tras derrotar a Sonny Liston en el Convention Hall de Miami Beach.

Debut como realizadora de largometrajes de Regina King, quien se consagró como actriz tras recibir el Oscar a la mejor secundaria por El Blues de Beale Street, y que ya tenía una larga experiencia como directora televisiva. Adapta una obra teatral de Kemp Powers, coguionista y codirector de Soul, de Pixar, que parte de un encuentro real entre los cuatro líderes negros protagonistas, si bien no existe constancia de los temas de los que hablaron, así que el texto especula que sobre todo discutieron qué estaban haciendo para acabar con la marginación de la población afroamericana, aprovechando su privilegiada posición. Los excelentes diálogos también dan a entender que esta minoría no ha avanzado demasiado desde los años 60, y que existe un techo de cristal que impide a los hermanos negros hacerse con puestos de poder.

Juega a su favor la asumida sencillez, pues se limita a ofrecer una conversación más o menos distendida, con algunas pequeñas acusaciones de alguno de los protagonistas a otros, sobre todo de Malcolm X a Cooke. Logran ofrecer esta sensación los cuatro estupendos protagonistas, Aldis Hodge (Jim Brown), Leslie Odom Jr. (Sam Cooke), que destacó como el vicepresidente Aaron Burr en el musical Hamilton, Kingsley Ben-Adir (un Malcolm X que no llega a la altura del trabajo de Denzel Washington en su momento pero da el pego) y sobre todo Eli Goree, conocido por la serie Riverdale, que convierte a su Cassius Clay en un tipo que con su fanfarronería trata de ocultar algo de fragilidad. Tras un arranque brillante que introduce a los cuatro protagonistas, todo se reduce a una conversación, sin grandes alardes de planificación y montaje, por lo que se echa en falta algo de dinamismo.