Solo nos tenemos a nosotros mismos. Ese es el mensaje de Ad Astra (estreno 10 de octubre 2022 en Netflix). Así, en general y en particular. En general: los seres humanos estamos solos en el Universo y eso debería ser más que suficiente (y aunque hubiera más seres, realmente qué más da). Y en particular: te tienes a ti mismo (que no está nada mal, ya sabes, vivir juntos, morir solos) y tienes a los seres humanos que te quieren y que te rodean, con los que tienes una obligación: quererles y cuidarles. Y no hay más. Esto, como te podrás imaginar, ni es la primera vez que alguien lo dice en la ficción, ni va a ser la última, pero es exactamente ese final explicado de Ad Astra. Es es la lección que aprende Roy McBride, el personaje de Brad Pritt de H. Clifford McBride, su padre, el personaje que interpreta Tommy Lee Jones. Es la lección que, indirectamente, le enseña su padre. Porque lo de indirectamente es importante. Cuando cuando parece que ya no le va a enseñar nada más, cuando parece que lo único que le ha enseñado ese hombre que le abandonó a él y a su madre cuando era un niño por la carrera espacial es una rígida ética del trabajo (que luego se ve que no era tan ética, pero bueno, ahora hablamos de ello), resulta que le da una nueva lección: solo nos tenemos a nosotros mismos, a los seres humanos, a la gente que nos quiere. Y Roy ha perdido a Eve (Liv Tyler). Y ha sido exclusivamente su culpa.

Se supone que los padres tenemos que dotar a nuestros hijos de las herramientas necesarias para que encuentren su camino. Clifford, el padre de Roy, sencillamente, no lo hace. Parece que lo hace, pero no lo hace. Ese padre famoso, ese super-astronauta, ese héroe nacional que abandona a su familia, que muere como un héroe, que siempre puso por delante el bien común al bien de sus seres queridos, falla a la hora de dotar a su hijo de las herramientas necesarias para que encuentre su camino. Por eso Roy está perdido. No sabe que ser astronauta no es lo más importante en la vida.

Pitt es incapaz de mantener una relación con su pareja porque es lo que aprendió de su padre: su padre no estuvo para ellos y él no está para nadie, incluida su pareja. Solo existe el trabajo. Solo existe el espacio. Pero, afortunadamente, Pitt no es su padre. Y esa es otra de las lecciones de la película, y es una de las lecciones de la película: si tus padres no están a la altura, eso no quiere decir que tú vayas a terminar siendo como tus padres. O dicho de otra manera: los errores de los padres no tienen por qué ser los errores de los hijos, por mucho que los hijos se empeñen en cometer los errores de los padres.

Clifford padre Roy Ad Astra Tommy Lee Jones
Francois Duhamel

Roy está tocado porque no ha hecho las paces ni con su padre, ni consigo mismo. Intuye que no puede ser más la carrera espacial que la familia, pero es capaz de enterrar ese sentimiento. Y, al mismo tiempo, parece que ha sido capaz de enterrar a su padre en el pasado, pero no lo ha hecho. Cuando descubre que su padre puede estar vivo todo vuelve a salir a la superficie. Cuando Roy accede a ir a Marte no lo hace por el Gobierno lo hace por él mismo. Y por eso es una buena película y no una película más de ciencia ficción. Por la motivación del personaje, por el motor que hace que se desencadene la acción. Es un tipo perdido que necesita encontrar al tipo que le ayudó a perderse, que resulta que fue su padre.

Y luego cuando descubre que su padre es un fraude, un loco perdido en su locura es cuando empieza a encontrar el camino. No es hasta ese momento que Roy empieza a saber quién es y qué quiere. Cuando por fin se encuentra con su padre ya lo tiene claro: él es Roy, es un ser humano, no lo ha hecho bien, pero cualquier cosa es mejor que estar perdido en el espacio buscando algo que puede ser y perdiéndose lo que, sencillamente, es.

Al final Clifford se convierte en una suerte de Kurtz, que ha perdido todo contacto con la vida real, con la diferencia de que no ha tenido ningún éxito. Pero de la misma manera se convierte en un símbolo. No es la única similitud con El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad: está la crítica furibunda al colonialismo, está el estudio de la locura, incluso está también, aunque no exactamente formulada de esa manera el famoso "¡exterminad a las bestias!". Escribe Conrad en su libro:

“Pero su alma estaba desquiciada. A solas en esa selva, había mirado dentro de sí mismo, y ¡por todos los cielos!, había enloquecido. Yo tuve, debido a mis pecados, supongo, que pasar también por el calvario de mirar dentro de mí mismo. Ningún ejercicio de elocuencia hubiera podido ser tan fulminante con la fe abstracta en la humanidad como su última explosión de sinceridad. Luchó consigo mismo. Yo lo vi, lo escuché. Yo vi el inconcebible misterio de un alma que no conocía la moderación, ni la fe, ni el miedo, y que sin embargo había luchado a ciegas consigo misma. Conservé la cabeza bastante bien, pero cuando lo tendí al fin en su lecho, y me sequé la frente, mis piernas temblaron como si acabara de arrastrar media tonelada sobre la espalda por una cuesta. Y sin embargo, yo solo había sostenido su brazo huesudo alrededor de mi cuello; nada que fuera más pesado que un niño.”

Pues sí, la película y el libro (nos saltamos a propósito Apocalypse Now) están conectados.

Y, luego, cuando Roy regresa a la Tierra no está bien. Regresar de Neptuno es terriblemente fácil, pero estar bien, sentirse bien, es terriblemente complicado. Pero Roy es un bizarro (que quiere decir valiente y no raro) y está dispuesto a disfrutar de la vida en esta segunda oportunidad. Por lo menos lo va a intentar. Sencillamente ha conseguido regresar. Regresar del espacio, pero también regresar del pasado, en el que estaba inmerso.

"Solo hay dos posibilidades: o estamos solos en el Universo o no lo estamos, y las dos son terribles", escribió Arthur C. Clarke. Roy no lo sabe al principio de la película. Al final sabe que es una verdad como un templo. Y eso su padre nunca lo aprendió.