Ángel Parra Trío: una historia total de su música disco por disco - La Tercera

Ángel Parra Trío: una historia total de su música disco por disco

Ángel Parra Orrego

Del jazz de club, a la música popular de viejo cuño, la obra del trío liderado por el guitarrista, disponible en las plataformas digitales, se caracteriza por su constante reinvención. En una larga carrera que ya se acerca a la treintena de años, hay un recorrido por diferentes sonidos, técnicas de grabación y cruces con otros géneros como el rock y el pop. Y también un espacio para rescatar a figuras señeras de la bohemia chilena. En conversación con Culto, Parra rememora la historia de cada álbum.


Angel Parra Trío (1992) - Un ecléctico comienzo

Mientras el país se acomoda a la transición, y las primeras canciones de Los Tres lograban cierta atención, el guitarrista Ángel Parra aprovechó los tiempos libres que le dejó el trabajo de Álvaro Henríquez con el Gran Circo Teatro, para dedicarse a su inquietud por el jazz en un trío junto a Roberto “Titae” Lindl y Francisco “Pancho” Molina, también integrantes la banda originaria de Concepción. Por entonces consiguió la atención del sello Alerce, el mismo a cargo del debut de los penquistas.

“Me llena de orgullo recordar que hubo un interés de una compañía discográfica por financiar el disco -cuenta el músico-. Era un momento en que el jazz en Chile, y todo en realidad, estaba medio muerto”. Por ello, todavía le sorprenden ciertos detalles. “Tuvimos un presupuesto que nos permitió estar diez días grabando en un estudio, lo que es insólito, rarísimo para un disco de jazz. Tiene un sonido muy digital, porque se usaron grabadoras digitales”.

Según Parra, en el largaduración participaron solo amigos suyos. Además de Molina y Lindl, menciona a un joven Cristián Cuturrufo, al baterista Pedro Greene y el saxofonista Marcos Aldana. Asimismo, la grabación estuvo a cargo de Eduardo Vergara, “un amigo al que le tengo mucho respeto, que fue sonidista de Los Jaivas y Congreso, quien también participó en el disco”.

“Es un disco que está lleno de ímpetu juvenil -recuerda Parra-. Eran muchas cosas en un solo disco, muchas músicas diferentes, por eso es que hay influencias que vienen desde el jazz más tradicional, como Wes Montgomery y todo eso, pero también hay unos coqueteos con el jazz rock. Hay gente que lo encuentra muy ecléctico, pero a mí me encanta por eso”.

Patana (1995) - Jazz rock a tiempo de Miles

Tres años después las cosas comenzaron a cambiar. Con la partida de Pancho Molina para formar su proyecto Los Titulares, el trío incorporó a un viejo conocido, Moncho Pérez. “Encontramos que era un baterista muy sensible a lo que significaba acompañar a un solista en un trío de jazz y eso es algo que cuesta mucho encontrar -explica Parra-. Tenía la capacidad de escuchar muy bien lo que estaba haciendo yo y estar, a la vez, muy emparentado con el ‘Titae’”.

La fuerza de esta nueva conjunción propulsó los primeros ejercicios compositivos de Parra y Lindl registrados en un estudio de grabación. “Hay dos temas míos y uno del Titae (‘Trimno’), que creo que era el primero que grababa”, agrega.

En esos días, de ensayos y pruebas, el gusto por el jazz rock se coló entre los vericuetos de las melodías y figuras rítmicas de dos canciones en particular; “Hans” y “Quemalecho”. “Nuestra idea en esos temas era sonar como los discos de Miles Davis de los setentas, el Bitches Brew o el Jack Johnson, una onda un poco más volada -señala el guitarrista-. Para eso invitamos al Andrés Pollak en los teclados, que tocó el Fender Rhodes y Claudio Ortúzar en percusión”.

Al mencionar al célebre trompetista, Parra no puede evitar entusiasmarse. Aunque resulta uno de los puntos totémicos del género, el guitarrista destaca que este fue parte de una era particularmente estimulante. “Me gusta harto, pero además ese período fue luminoso en todos los ámbitos, como que los artistas se sacaron el polvo de los antiguos clubes de jazz y los ternos y hacerse parte de una música más arriesgada, pero es parte de la evolución de un artista, además él siempre iba un paso adelante de los demás. Incluso los discos poperos de él, me encantan”.

Piscola Standards (1996) - Tocando como los viejos

Antes que una agrupación de músicos competentes, el Ángel Parra Trío era un espacio de reunión para melómanos inquietos. Por ello, en que a mediados de los noventa, la camaradería era tan importante como los ensayos. “Nos juntabamos mucho -recuerda Parra-. Nos comprábamos unas botellas de Horcón Quemado, fumábamos unos caños y nos poníamos a ver videos en mi casa. Veíamos unos VHS de Keith Jarrett, Buddy Rich, Barney Kessel, orquestas de Big Band, mucho Frank Sinatra. Compartíamos mucho, era una época muy libre”.

Por ello es que Piscola Standards es, a la vez, una referencia a esas noches (en la contraportada aparecen los músicos con el vaso largo de rigor), y un esfuerzo por recrear el sonido con el que trabajaron aquellas glorias inoxidables que dejaron varios de los standard de Jazz más conocidos. “Yo vivía en Providencia, donde teníamos una sala y pasábamos horas de horas tocando. Entonces teníamos un sonido muy afiatado, pero comenzamos una búsqueda sonora más hacia el pasado”.

De esta manera, decidieron grabar siguiendo la forma de trabajo del pasado. “Se hizo con dos micrófonos, en un día nomas, a la antigua -cuenta Parra-. Hay temas de Bud Powell, René Thomas y Thelonius Monk, quien tenía harta importancia en nuestra música”. Tanto fue el interés por emular el sonido acústico del jazz de viejo cuño, que incluso hubo tiempo para probar cosas diferentes. “En un par de temas, ‘Strictly confidential’ y ‘Meeting’, el Moncho Pérez toca las plumillas arriba de la caja de mi guitarra Gibson de los años 50 -cuenta Parra- éramos muy fanáticos de la música de Wes Montgomery y estábamos tratando de imitar solamente eso”.

El álbum también incluye algunos tracks registrados fuera del estudio. “Los últimos dos temas los grabamos en vivo en un local de jazz que se llamaba la Calle del delfín verde, que ya no existe -afirma el artista-. Parece que los locales de jazz tienen esa tendencia porque no se financian muy bien (bromea)”.

Tequila (1998) - El acordeón de “Rabanito”

La vinculación de Los Tres con los músicos de la antigua bohemia santiaguina, durante el período de mayor fama del grupo, tuvo repercusiones en varios niveles. Una consecuencia fue la sociedad entre el Ángel Parra Trío y Rafael Berríos, “Rabanito”, un acordeonista de la vieja escuela -fallecido en 2005-, que destacó por su dominio de un repertorio popular que iba desde la cueca al jazz. Incluso, en su juventud pudo tocar con Violeta Parra.

Fue en las noches de la Yein Fonda (1996), donde Ángel conoció al músico. “Con el Álvaro [Henríquez] empezamos a buscar gente -recuerda el guitarrista-. Miramos los discos que grabó mi papá y el tío Roberto. Ahí tocaba Iván Cazabón, y él tenía grabaciones con ‘Rabanito’. Además Pepe Fuentes lo conocía muy bien. Ellos tenían caracteres muy diferentes; ‘Rabanito’ era muy reservado y Pepe Fuentes era como altanero, como más potente, pero ellos grabaron mucho juntos en Los Pulentos de la cueca”.

Pero durante los ensayos, Parra captó que el veterano acordeonista dominaba un lenguaje mucho más extenso que el de las cuecas. “Cuando dejábamos de tocar nos quedábamos conversando con él. Entonces empezaba a tocar bossa nova y otras melodías jazzeras que conocía, que eran muchas, se sabía cientos de temas”.

Por ello, el músico fue el invitado estelar en “Tequila”, un álbum compuesto por canciones que en su mayoría eran parte de su repertorio. “Estos eran puros temas que él sabía muy bien. ‘Tequila’, para qué decir, lo hacía mierda -recuerda Ángel-. Por ejemplo, ‘Saudade’ lo aportó ‘Rabanito’. También estaba ‘September song’, una balada con la que él hacía suspirar al público, porque le ponía un sonido muy melancólico, medio de bandoneón”.

La contribución del artista se escucha en otros rincones menos evidentes del álbum. “También grabamos ‘Play the blues and go’, un tema que siempre tocamos con ‘Titae’. Entonces ‘Rabanito’ tocaba el blues de una forma muy particular, porque no lo tenía tan incorporado -cuenta Parra-. Tenía una manera muy chilena de tocar el blues, muy única. Yo diría que era como la forma en que el tío Roberto tocaba el jazz guachaca”.

No junta Ni pega (2000) - La hora de los teclados

A la manera de los Beatles en discos como A Hard Day’s Night o Rubber Soul, en que hay instrumentos que definen ciertas cualidades sonoras del material (la guitarra Rickenbacker de 12 cuerdas o la Fender Stratocaster), en la discografía del Ángel Parra Trío hay momentos en que el sonido definió algunos momentos. En el quinto álbum, fue la introducción de los teclados.

“El ‘Titae’ componía harto en el teclado -recuerda Parra-. Tenía uno antiguo en su casa, un Yamaha, que sonaba increíble. Tratamos de emular esos sonidos”. Por tal razón decidieron incorporar a Raúl Morales, un músico de Concepción -padre de la violonchelista Felicia Morales- a quien conocían desde los inicios de Los Tres.

“En su casa se escuchaba mucha música, muchísima -cuenta Ángel-. Cuando tocábamos con Los Tres o el trío en Conce, después nos pasábamos la tarde piscoleando y él tenía una muralla completa con una colección de cassettes. Y también tenía muchos, pero muchos videos. Él nos mostró harto jazz, fue fundamental en nuestra formación”.

Tiempo después, agregaron a Camilo Salinas quien tocó en los últimos conciertos de Los Tres. Entonces, el elepé tuvo una inédita formación con dos músicos a cargo de los teclados. “Fue un bonito desafío tener a dos tecladistas tan diferentes, pero que compartían muchas influencias”, recuerda Parra. “Andábamos con un Farfisa y un Hammond que tenía Camilo”.

Por tal razón, el álbum cuenta con material muy diverso. “Hay varias composiciones del ‘Titae’ muy lindas como ‘Fruta y pollo’, además una de Moncho Pérez, ‘Forro de Manuela’ que es una obra maestra y también está ‘Gato flojo’ que es mía”.

Por otro lado, el oyente más atento reconoce los samplers que suenan al comienzo de “María Gambrelli”. “Fue algo muy atrevido, eran pedazos de una película de la saga de La Pantera Rosa, que se llama Un disparo en la oscuridad (1964). En ese tiempo no existía YouTube ni nada de eso, así que dijimos, ‘ya, pongámoslo nomás’’.

De alguna forma, esa pieza introdujo la influencia del cine en la obra del grupo. “Después se va a hacer un poco más notorio, por lo teclados, la obra de Henry Mancini, Morricone, etc”. Además en este disco está “Delirio Urbano”, usado como cortina para el programa Cine Video, de TVN. “Es un jazz muy rápido, como un bebop -explica Para-. Se sale un poco del repertorio del disco”.

La Hora Felíz (2002) - Esto es un éxito

El trío comenzó la nueva década con una popularidad creciente, que le permitió fichar por Warner. Pero una llamada inesperada, abrió una posibilidad insólita. “Los de Lucky Strike, empezaron a tener problemas con el avisaje y de repente tuvimos la suerte de que nos llamaron. -recuerda Parra-. Nos dieron un presupuesto, tampoco multimillonario, para incluirnos entre los miles de eventos que hicieron. Y con eso financiamos todo”.

De esa forma, casi por una casualidad, se concretó la idea de grabar un concierto en el Teatro Oriente, dividido en secciones con los diferentes estilos y sonidos que abarcaba el repertorio del grupo; de ahí a que hubo una “hora bossa”, una “hora electrónica”, una “hora swing”, y así. “Warner nos apoyó con algo del aparataje técnico, pero casi todo fue una gestión mía”, asegura Parra.

Por supuesto, hubo invitados. “En el trío ha habido un afán de hacer justicia con músicos del pasado que estaban medios abandonados y eso nos ayudó a aprender a tocar música bien, para qué estamos con cuestiones”, explica el guitarrista.

Al respecto, el músico recuerda un caso en especial, el de la cantante Nelly Sanders, una estrella de la era de las orquestas de las radios, de mediados del siglo XX, a quien contactaron para la ocasión. “Llegamos a ella por Pepe fuentes -cuenta-. La ubicamos por la SCD, fuimos a su casa y ahí vimos que se había ganado un trofeo como la mejor intérprete de tango en Buenos Aires, en no sé qué año”.

Por cierto, también estuvieron algunos viejos conocidos. “No hubo tantos ensayos, porque ya teníamos harta experiencia tocando. Entonces ya sabíamos que por ejemplo, estaba el Tío Lalo, y tocábamos ‘La cueca de los Parra’, también estaba ‘Rabanito’ de vuelta y tocamos cosas que ya sabíamos con él”.

Con la presencia del grupo Los Mismos -en los temas “Seres” y “Samba”-, Parra se permitió reconectar con un rincón de sus comienzos. En específico, por la amistad con uno de sus integrantes, Silvio Paredes, el histórico bajista de Electrodomésticos. “Él fue una de las primeras personas con las que me puse a tocar música cuando era más chico, antes de irme a estudiar a Europa -recuerda-. Estuve tocando dos años con él, teníamos un grupo que se llamaba Aceite Humano. No pasaba mucho porque él también es diseñador y hacía otras cosas”.

Pero el momento más recordado, al menos en términos de impacto masivo, fue el sencillo promocional “No puedo quitar mis ojos de ti”, que es parte de la sección llamada “la hora swing”, en que el grupo incursionó en dicho estilo de viejo cuño. Para tocarlo correctamente, armaron una banda ad-hoc.

“En la hora swing armamos el grupo con el Micky Mardones, un gran saxofonista chileno, le decíamos ’oye, necesitamos el arreglo de ‘No puedo quitar mis ojos de ti’, ‘When you’re smilin’, ‘Just a gigoló’, ‘I ain’t got nobody’ y ‘Jump, jive and wait’, que eran temas que él conocía de los 50′ seguramente -señala Parra-. Y él llegaba con las partituras, tenía toda la información. Además, se sumó el ‘parquímetro’ [Héctor Briceño, fallecido en 2019], Cuturrufo, y salió esa parte. Era nuevo que una banda de jazz tocara ese swing como bailable, fue un golpe grande”.

En esos días, en las radios y en los canales de música, circuló la poderosa versión de “No puedo quitar mis ojos de ti”, cuyo título original en inglés es “Can’t take my eyes off you”, y fue popularizada por Frankie Valli en 1967. Pero a los músicos chilenos llegó por otra vía. “Se la habíamos escuchado a Frank Sinatra y estaba en la memoria colectiva, son discos que uno escuchó cuando chico”.

A cargo de la voz en esa parte del show estuvo el exvocalista de los Santos Dumont, Julián Peña. Un hito que marcó el comienzo de un período de colaboración del cantante con el trío. “Yo creo que su presencia es muy importante en todos los discos que estuvo -asegura Parra-. Tiene esa capacidad de crooner que no la tiene ningún cantante en Chile; habla bien inglés, canta muy bien, tiene mucho swing para cantar”.

Acaso evocando la popularidad de la canción original -en la voz de Valli llegó hasta el #2 del Billboard Hot 100-, su revisión en clave swing a la chilena alcanzó una sorprendente presencia en los medios. “Un día me llaman de Warner y me dicen: ‘Oye, esto es un éxito’.‘ ‘¿Qué éxito?’ les digo yo. ‘No puedo quitar mis ojos de ti’, me responden -cuenta, todavía algo incrédulo-. Entonces era muy raro que una banda de jazz lograra algo así”.

Vamos que se puede (2003) - Jazz posmoderno

Con la popularidad del grupo en alza, el grupo editó un nuevo trabajo en que acaba por consolidar su aproximación, muy particular, con el jazz. “Veníamos en una buena racha -recuerda el artista-. El grupo había tomado un camino medio postmoderno como dijeron algunos musicólogos; partimos tocando un jazz como el que se escucha en los clubs de jazz, pero terminamos en una mirada de la chilenidad y de la estética que nadie se la esperaba”.

Y ese jazz posmoderno se escucha en una colaboración, nuevamente, con Julián Peña con quien trabajaron dos composiciones; “13 caras del disfraz” y “No te escondas”, ambas con un evocador órgano al estilo de los setentas, que por momentos recuerda a Los Ángeles Negros. La segunda fue un single con buena rotación en la época. “Hicimos una incursión de composición con el ‘Titae’ y el Julián, que dio buen resultado porque había una muy buena relación entre nosotros, mucha empatía, mucha amistad forjada en tantos años de trabajo. Además hicimos un videoclip, cosa insólita”.

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Como en buena parte de la discografía del trío, hay invitados. En el piano estuvo Carlos Silva y en el órgano repite uno de los nombres claves en esta etapa del grupo, Raúl Morales, quien incluso firma una composición. “Él compuso ‘Panchita’, un tema muy bonito en 5/4”, cuenta Parra. Además, las tardes de música en la casa de Morales inspiraron una de las composiciones de Moncho Pérez. “‘Tucapel 80′ es por la dirección de Raúl Morales en Concepción, por eso Moncho le hizo ese blues tan choro”.

En el tercer track, hay una referencia hacia la obra de un hombre que entonces conocían solo por su trabajo en los discos, pero que tendrá un rol clave en el siguiente álbum. “Está ‘No te vayas por fin’, un tema que tiene un guiño directo a la música de Óscar Arriagada”

Playa Solitaria (2005) - Es la guitarra de Óscar

Fue durante una entrevista en la radio Bio Bio que Ángel concretó un viejo anhelo. “Andábamos haciendo promoción en la radio y dijimos, ‘oye si está por ahí Oscar Arriagada, pucha queremos conocerte, queremos grabar contigo’ -recuerda-. Y justo llamó a la radio, fue muy lindo”.

Hábil guitarrista, Arriagada fue un nombre que se hizo de gran popularidad en el auge de la Nueva Ola, gracias a su “Rock del esqueleto”. Pero en su trabajo hay mucho más. Destacó también por su dominio del bolero e incluso por sus guiños a la música tropical. Sin embargo, para el nuevo milenio su nombre estaba difuminado en la larga noche del olvido. El ánimo de rescatar su música fue suficiente para motivar a Ángel.

“En la época de La Hora Feliz nos empezamos a quedar pegados con el disco Guitarra Hits (1965) de Óscar -explica Ángel-. Un disco que suena muy bien y la guitarra tiene unos sonidos retro increíbles. Pero no teníamos idea de quién era esa persona, no sabíamos si estaba vivo, si estaba muerto, qué onda”.

Tras contactarlo por la radio, el veterano guitarrista fue hasta el edificio de la emisora para conocer a los músicos. Allí comenzó a tomar forma la idea de una nueva colaboración. “Se apareció, nos juntamos, nos tomamos un café y partió esta nueva travesía”.

Óscar Arriagada

Así comenzó el trabajo del álbum Playa Solitaria que reunía parte del repertorio de Arriagada. “Había una música que era como de Beethoven que no la quisimos grabar porque era demasiado kitsch, pero el resto del repertorio era música maravillosa -cuenta Parra-. O sea, ‘Playa solitaria’ es un tema increíble. Además están ‘Juárez’, ‘Vacaciones en Hawaii’, todas esas canciones tienen una chilenidad espectacular”.

Pese a los años, Arriagada mantenía intacta su habilidad para tocar la guitarra. “Tenía una manera de poner la uñeta muy especial, que hacía que sonaran muy stacatto sus melodías -recuerda Parra-. También lo vi tocar guitarra acústica un par de veces y me impresionó la destreza para tocar boleros. Era un músico muy versátil, muy simpático, muy chicha fresca”.

Además de músico y compositor, Arriagada se dedicaba a la fabricación y reparación de guitarras. “Él pintaba sus guitarras con spray comprado en las ferreterías y no sé cómo se le daba tan bien la construcción de instrumentos, era una hueá impresionante”, asegura Ángel.

FOTO : PABLO OVALLE ISASMENDI/ AGENCIAUNO

“Un día llegó con una guitarra de dos brazos; el de arriba de seis cuerdas y abajo de doce. Yo creo que se debe haber demorado no se, dos meses en hacerla. Y le dijimos, ¡guau qué increíble la guitarra! -cuenta Ángel-. Hasta que otro día llegó a ensayar con la misma guitarra, la miramos ¡y le había cortado un brazo! era un eterno buscador de la perfección sonora, diría que era como el Les Paul chileno. Y hasta hoy, sigue tocando con la misma destreza. Es muy talentoso”.

Además del invitado estelar -y la voz de Julián Peña en “Heredia”-, el álbum contó con otra colaboración ilustre; Jorge González, entonces batallando en los últimos meses de actividad de la reformada alineación de Los Prisioneros (que se disolvió definitivamente en febrero de 2006). “Tenía un amistad muy simpática con él y Jorge accedió a ir rápido al estudio porque le gustaba el ‘Rock del esqueleto’ y tenía muchas ganas de estar presente en el disco -rememora Parra-. Tiempo después yo toqué en algunos conciertos con él”.

Pero a González no le bastó con participar en la nueva versión del tema. Haciendo gala de su conocido gusto por la electrónica, además le hizo un remix. “Le quedó increíble. En esa época Pro Tools no era lo que es hoy entonces él hizo un trabajo de cortar y pegar alucinante; agarró dos notas de mi guitarra, agarró un riff y la batería e hizo un remix”.

¿Cómo reaccionó Arriagada ante la presencia del Prisionero para cantar su canción? “Óscar no podía creerlo -recuerda Ángel-. Le parecía increíble tener a Jorge González cantando su tema”.

Un año más (2007) - La once donde Valentín

Aunque el regreso de Los Tres con el álbum Hágalo usted mismo (2006), obligó a mantener el pausa al trío, un año después Parra y Lindl se abocaron a trabajar junto a dos leyendas de la música popular de antaño; el guitarrista Panchito Cabrera y el célebre Valentín Trujillo, hombre que varias generaciones conocieron por su participación en programas de televisión, sea acompañando al piano a Don Francisco, o como aliado de Pin Pon o el Profesor Rossa.

“Él nos llamaba la atención desde siempre, también Panchito Cabrera a quién empezamos a ir a ver tocar al Cinzano, con el ‘Titae’ -cuenta Ángel-. Y bueno, resulta que se conocían con Valentín, entonces resultó un viaje muy potente de unos dos años tocando con los dos”.

Poco a poco, el grupo comenzó a planificar el trabajo. “Teníamos reuniones en la casa de Valentin en que tomábamos once -recuerda-. La señora Ida, su esposa, nos tenía siempre unas cositas dulces. Había algo muy cariñoso que se daba en el trato; en Valentín siempre está ese cariño por la familia Parra, y viceversa, por la familia Trujillo”.

Valentín Trujillo

“Después nos íbamos a la pieza de él, y partía la jam session. Ahí íbamos encontrando las canciones solas, era muy fácil, muy espontáneo -cuenta-. Panchito Cabrera también aportó con lo suyo, con el tema ‘Panchology’. Además incluimos repertorio chileno, como el ‘Un año más’ y temas de Django Reinhardt como el ‘Swing Menor’”.

El álbum significó algunos cambios en la formación. Por esos días, Julián Peña se ocupó de otros proyectos, mientras que el histórico Moncho Pérez dejó el grupo y en su lugar, entró Andy Baeza a la batería, quien además de sumar años en la escena del jazz nacional, había participado en la grabación de Sueños en Tránsito (1997), de Nicole. “El disco fue un golazo, se grabó en vivo en la SCD de forma muy orgánica, con pocos micrófonos y ahí estuvimos como dos años girando con ellos”, detalla Parra.

Para el guitarrista, este disco supone una reivindicación a la figura del pianista. “Se le dio a Valentin un crédito que estaba medio extraviado, porque la gente al verlo tanto en televisión como que subvaloraba su talento enorme”.

Espérame (2009) - Un espacio para Violeta

El impulso del trabajo con Valentín Trujillo fue tal, que alcanzó para grabar otro álbum en conjunto. Sin embargo, en Espérame, el grupo recorrió otro rincón de los intereses musicales del pianista . “Él tiene un lado nostálgico y romántico, muy palpable -detalla Ángel-. En los conciertos siempre hacia sus solos y tocaba unos boleros increíbles, quedábamos locos; eran puros clásicos de los 40′, los 50′”

“Entonces ahí decidimos grabar ese repertorio. Había temas como ‘Maria Elena’ y ‘Para mi eres divina’, que son puras proposiciones de Valentín”, rememora el músico.

Además, hubo espacio para un rescate de otra figura señera de la música popular chilena, el compositor y arreglista, Vicente Bianchi. De su repertorio, tomaron la canción “Abejorros”. “Valentín siempre nos hablaba de la importancia de Vicente Bianchi, que había tenido poco crédito, pero al final le dieron el Premio Nacional de Música (2016)”.

El largaduración ofrece otros cruces, como una inesperada versión del “I follow the sun” (1964) de los Beatles titulada “Yo sigo al sol”. También se cuenta el tema “Me voy pal pueblo”, en donde se vuelve a escuchar la voz de Julián Peña.

Pero hubo otro músico que dejó su impronta en este trabajo.”El ‘Macha’ Asenjo estaba muy cercano a nosotros, entonces lo invitamos a tocar al trío varias veces. Como él estaba metido con el ska, esos temas como ‘María Elena’ se tocan como ska”.

Sin embargo, un aspecto relevante de la sociedad con Trujillo, es que permitió a Parra trabajar sobre una antigua inquietud. “Tenía ganas de marcar una presencia de mi abuela en el trío, porque en tantos años de música, nunca habíamos grabado una canción de ella”.

Si en el el álbum anterior había una versión de “La Jardinera”, en este trabajo destaca una incursión en clave jazz de “Casamiento de negros”, una de las dos primeras canciones como solista que la foclorista grabó en 1953 (la otra era “Qué pena siente el alma”).

“Yo había grabado un disco de boleros con mi papá en el que tocamos boleros de la Violeta, pero comencé a sentir una necesidad de que ella tuviera una presencia en mi música -recuerda-. Por eso hicimos el ‘Casamiento de negros’, le hice un arreglo, a Valentín le encantó la idea”.

Dulce Compañía (2016) - Un nuevo comienzo

“Era como La Hora Feliz, pero chica, esa era la idea”, recuerda Ángel sobre el segundo disco en directo del trío, grabado en el Teatro Baquedano -el de la Universidad de Chile-, durante el frío agosto de 2015. “Era como un homenaje a ese disco, pero también era el momento de marcar un nuevo camino en mi vida también”.

No exagera. La grabación es asimismo un registro de la reinvención del conjunto tras la salida de “Titae” Lindl, el otro hombre clave, poco tiempo después de la renuncia de Parra a Los Tres. “Ya me había salido del grupo, y el impacto que tuvo eso en mi vida y la banda no fue menor. Entonces ‘Titae’ siguió por su lado, yo seguí por el mío”.

Por entonces, Ángel recibió la oferta para trabajar como productor en el álbum Retrato Iluminado, de Manuel García, una experiencia que con los años valora en toda su dimensión. “Al producir ese disco con él se me abrieron otras posibilidades de grabar con presupuestos grandes y había un tema que era ‘Mr.Brown’, que lo usábamos de cortina para empezar los shows de Manuel”.

FOTO : PABLO OVALLE ISASMENDI/ AGENCIAUNO

De esta manera, decidió abrir el show con una nueva versión para dicha composición. Para ello, fue clave la banda de apoyo. “Esta es una versión mucho más ecléctica, en que por ejemplo, está el DJ Caso (Makiza, Tunacola) y el bajo de Roberto Trujillo, uno de los mejores bajistas de este país por el swing que tiene para tocar el bajo, que no hay nadie que lo pueda imitar”. El cuarteto base se completó con Ariel Pino, en el órgano.

Y por cierto, la obra de Violeta Parra volvió a resonar en tres versiones cantadas junto a una nueva voz. “Estábamos con Consuelo [Schuster] que es una intérprete maravillosa. Con ella tuvimos un periodo largo de trabajo en que fuimos a tocar al Festival de Jazz de Haití, por ejemplo”.

“Entonces se dio la posibilidad de grabar ‘Maldigo del alto cielo’ -recuerda-. También ‘En los jardines humanos’, una versión que me gusta mucho por lo volada, por los cambios en las armonías de Violeta Parra. Y está ‘El gavilán’, un tema que tenía muchas ganas de grabarlo con alguien, entonces fue como un intento de liberarse de ese antojo y bueno, la Consuelo lo canta increible”.

Consuelo Schuster. FOTO:YVO SALINAS/AGENCIAUNO

Para Ángel, el acercamiento a la música de Violeta le ofreció una nueva perspectiva del trabajo musical de su célebre abuela. Un proceso que luego derivó en la revisión del álbum Las últimas composiciones de Violeta Parra (2017), el último grabado en vida por la cantautora, junto a su hermana Javiera. Un hito que cruza parte de la historia del músico.

“Grabé las Anticuecas cuando tenía 25, que fue una forma de empezar a entender el cerebro de mi abuela. Además mi papá siempre me obligaba a acompañarlo a tocar canciones de ella -señala-. Entonces en ese disco tuve la posibilidad de aprender sus letras porque justo me operaron del hombro y estuve un periodo largo sin tocar guitarra. Ahí me reencontré mucho con su mundo”.

Desde entonces, el Trío se ha mantenido en actividad, pero Ángel ha lanzado obras en solitario como Travesuras (2019), un trabajo recopilatorio de trabajos de cine, que el músico define como un espacio para “marcar una libertad absoluta en el camino de la composición y no ponerse ninguna barrera en términos estéticos y plantearse metas en el futuro”.

Aunque en Spotify figura un disco titulado Latin Jazz Music vinculado al trío, para el músico no cuenta como parte de la discografía oficial del grupo, pues en rigor corresponde a una colaboración de Parra a título personal con otros músicos.

Pero la música continúa. Porque si algo define a la obra de Ángel Parra Trio, es la reinvención constante marcada por la chilenidad. En estos días, el guitarrista prepara un trabajo basado en la guitarra acústica y anuncia un nuevo álbum del conjunto para el próximo año. “La idea es que sea un estilo cercano a la música de Jimmy Smith, medio big band, pero medio easy listening no muy complicado en el nivel jazzístico sino que más rítmico y afro setentero”.

Parra, quien ya superó la cincuentena afirma que las ganas siguen, pese a todo. “Hasta hoy me pongo metas sobre el futuro del trío”. Y como si comprendiera el valor inmaterial de su trabajo, afirma con orgullo “Cada disco tiene la gracia de pegar un golpe en la memoria de los chilenos, y eso uno lo agradece mucho”.

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