Espejo, espejo (2022), de Marc Crehuet

Las cosas van a cambiar en la oficina de una empresa de cosméticos. El director Álvaro es un ególatra, vanidoso y aprovechado a todos los niveles; Paula es una joven que sueña con triunfar y ofrecer un nuevo aire a la empresa; Alberto es un tipo apocado, que carece de atractivo físico; y Cristina vive una vida infeliz y tiene dudas de identidad sexual. Esas cuatro personas discuten con sus reflejos en los espejos, reflejos que son como la otra cara de la moneda de sus vidas, de sus opiniones, de sus decisiones. Quizá ha llegado el momento de cambiar.

Comedia española con un planteamiento a priori original y que sirve algunas cuestiones interesantes, dentro de una trama por lo demás muy ligerita. Marc Crehuet (El rey tuerto) traslada la idea de que las personas no mostramos nuestro verdadero ser: la convenciones sociales, los miedos, los traumas, la timidez provocan que muchas veces no seamos nosotros mismos. Crehuet, autor también del guión, se vale del ocurrente recurso de los espejos para mostrar los otros “yo” que hablan en nuestro interior, ésos que nos reprochan nuestras hipocresías y miedos y que en el fondo nos descubren nuestros verdaderos anhelos. Es desde luego una eficaz manera de mostrar visualmente lo que tantas veces se ha llamado conciencia, el Pepito Grillo que todos llevamos dentro.

Otra cosa es el derrotero narrativo de Espejo, espejo que elige Crehuet para su historia. Para aportar conflictos de entidad, e incluso tensión dramática, lleva el desdoblameinto de los personajes al extremo: hay quien se ha creído su propio personaje perfecto desde niño, empujado por una madre autoritaria y posesiva; hay quien lucha por destacar tras haber sido siempre minusvalorada por su padre...; hay quien se ha convertido en el hazmerreír, sin personalidad ni carácter propio para afirmarse a sí mismo; hay quien se ha ocultado a sí misma su disforia de género y vive una vida infeliz. Crehuet aprovecha el enfoque del film para abanderar el totalitarismo de la libertad, del ser tú mismo al precio que sea (los tiempos cambian y tal); pero a la postre se critica también esa actitud del todo vale y se incide en no perder el norte en esa reivindicación sin límites; hay que imponer cordura y no caer en el ridículo ante las imposiciones de la “posmodernidad”. Abandonar la racionalidad y hacer caso de cualquier ocurrencia puede conducir al desastre.

En cualquier caso, no hay que tomarse muy en serio lo que vemos pues Espejo, espejo ofrece ante todo una ocasión para el humor y aunque hay algunos detalles groseros (el inicio, por ejemplo) se evitan momentos especialmente desgradables. Cuenta con un soberbio reparto de actores, algunos de los cuales solo tienen unos instantes en pantalla. Todos están bien, la verdad, aunque seguramente destacan Natalia de Molina y Carlos Areces.