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En el momento más álgido del piloto de ‘Girls’, emitido por primera vez en HBO hace justo 10 años, Hannah Horvath llegaba drogada a la habitación de hotel donde se alojaban sus padres y les decía la frase que perseguiría a la serie para siempre: “No quiero asustaros, pero creo que podría ser la voz de mi generación. O una voz, de una generación”. Interpretada por Lena Dunham con un timing cómico impecable y una desnudez emocional y, como todos sabemos, a menudo física, Hannah era la joven protagonista de una serie sobre un grupo de niñatas malcriadas que se trataban mal, a sí mismas y las unas a las otras, mientras intentaban dilucidar cuál era su papel en el mundo. Si es que querían tenerlo.

La dichosa frase, que llamó la atención desde el primer tráiler de la serie, era, como casi todo en ‘Girls’, un chiste. Por supuesto que esa chica privilegiada, vaga y narcisista, escritora autoproclamada, no era la voz de su generación. Ahí estaba la gracia, pero curiosamente muchos no lo pillaron y se sintieron hasta ofendidos por la desfachatez de esa tal Lena Dunham, una mujer que a sus 26 años había conseguido que HBO, la meca de la ficción televisiva, le produjera una serie creada, escrita, dirigida y protagonizada por ella misma. ¿Quién se había creído que era?

Lena Dunham, odiada por ser hija de

Internet se llenó de artículos que discutían sobre ‘Girls’ sin siquiera haberla visto. “¿Hablará la serie de Lena Dunham ‘Girls’ por su generación?”, se titulaba uno publicado tres meses antes de su estreno. La frase de marras había puesto en guardia al autor del texto, que la entendía como una declaración de intenciones de la creadora. “Como miembro de esa generación, tengo sentimientos encontrados sobre eso”, decía.

Muchos simplemente no se veían representados en Lena Dunham, considerada hija de la élite económica e intelectual neoyorquina. Su madre era la fotógrafa Laurie Simmons, quien pagó de su bolsillo los 50.000 dólares que costó ‘Tiny Furniture’, película escrita, dirigida y protagonizada por Dunham. Su debut gustó mucho en el festival South By Southwest, donde la vieron personas de la industria muy importantes, entre ellas Sue Naegle y Kathleen McCaffrey, ejecutivas de HBO que quisieron conocerla. Juntas dieron con la idea de hacer una serie parecida a su película y con tintes autobiográficos.

Pronto surgieron voces que criticaban a la joven creadora por su posición privilegiada, adinerada y con contactos en Hollywood. El casting del reparto principal no ayudó a desmontar esas críticas. Para interpretar a Marnie, la mejor amiga de Hannah, contrataron a Allison Williams, hija del periodista y presentador de noticias Brian Williams. Jemima Kirke, quien daría vida a Jessa, era amiga desde el instituto de Dunham y actriz en su primera película; su padre es Simon Kirke, batería británico afincado en Nueva York conocido por formar parte de las bandas Free y Bad Company. Shoshanna sería interpretada por Zosia Mamet, hija del dramaturgo David Mamet. “‘Girls’ es una serie de televisión sobre las hijas de gente rica y famosa”, decía una crítica en la web ahora cerrada Gawker.

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HBO
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Si hay algo que ni el dinero ni los contactos pueden comprar es el talento. Que Dunham lo tenía lo había demostrado con su primera película, pero también lo derramó en el documento de dos páginas que escribió para explicar la idea de su serie a HBO.“Entre la adolescencia y la adultez hay un territorio incómodo en el que las mujeres son lanzadas desde la universidad a un mundo en el que no hay glamour ni estructura”, decía el texto, en el que defendía que no se veía a sí misma ni a sus amigas cercanas representadas en la televisión. “Productos de la recesión, estas chicas están sobreeducadas e infraempleadas, están seguras de que son demasiado listas para sus puestos como ayudantes, niñeras y camareras pero no están necesariamente motivadas para demostrarlo”.

“Han estado tomando estimulantes desde los 12 años y anticonceptivos desde los 15 (incluso aunque no empezaran a tener sexo hasta la universidad”, continuaba el documento. “No están buscando compañeros románticos con dinero o estatus. Solo chicos que les hagan sentir delgadas, graciosas o superiores. Algunos de sus novios se han vuelto gays. Otros se han vuelto republicanos (estas chicas no están necesariamente interesadas en la política, pero quieren asegurarse de que los abortos son una posibilidad. Siempre. Después de todo, ¿quién puede acordarse siempre de los condones?). Siguen enviando mensajes a al menos uno de dichos exes cuando están borrachas o tristes. Las han criado para follar sin remordimientos y después pedir perdón por ello”. HBO le compró la idea.

El fenómeno que nunca debió ser

El hecho de que siguiera las vidas de cuatro mujeres en Nueva York provocó comparaciones con otra serie insignia de HBO con la que ‘Girls’ poco tendría que ver. ‘Sexo en Nueva York’ era un retrato aspiracional, glamuroso y sexy. La primera imagen del piloto de ‘Girls’ es un primer plano muy cerrado de Hannah (o Lena Dunham, es indiferente: para muchos el personaje y la actriz serían lo mismo durante toda la serie) sorbiendo espaguetis con torpeza. Eso sí es una declaración de intenciones. A los pocos minutos aparece desnuda en una bañera comiéndose un cupcake, mostrando un cuerpo lleno de curvas y tatuajes, piel blanca y flácida y michelines; una imagen que atentaba contra lo que se había establecido como el ideal de belleza femenina. Cuando sus padres le retiran su apoyo financiero y le obligan a buscar un trabajo, su peor pesadilla es tener que recurrir a trabajar en McDonald’s. “No vas a trabajar en McDonald’s”, le dice Marnie, recordándole que tiene una carrera universitaria. “Diles a tus padres que eres una artista”, recomienda Jessa. Cuando les dice a sus padres que quiere continuar desarrollando su carrera como escritora, esta es la propuesta de Hannah: “Lo único que necesito es 1.100 dólares al mes durante dos años”.

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Lena Dunham en ’Girls’

Si ‘Sexo en Nueva York’ era el reflejo de una generación de mujeres trabajadoras que lo habían conseguido todo gracias a la emancipación para darse cuenta de que seguían estando insatisfechas, las mujeres que mostraba ‘Girls’ estaban atrapadas entre una crisis económica devastadora y un sentimiento de superioridad y autocompasión. Las chicas de Lena Dunham se acercaban más al esperpento, eran hípsters de la peor calaña, la que se cree mejor que el resto, sus relaciones eran tóxicas y sus encuentros sexuales tristes, cuando no traumáticos. Ellas lo tenían todo gracias a sus padres, seguían insatisfechas y se comportaban como si el mundo les debiera algo.

Muchos empezaron la serie como quien está en una fiesta y espera ver entrar por la puerta a la mujer más guapa, elocuente y divertida; de repente apareció una chica más bien feúcha, socialmente incómoda, quejica y algo vulgar. Gran parte del público se revolvió y agrió su gesto; algunos nos enamoramos hasta las trancas. ‘Girls’ nunca estuvo diseñada para ser una serie de masas, le habría ido mucho mejor si hubiera llegado sin tanto ruido alrededor, un producto de nicho recomendado con pasión por unos pocos.

Al día siguiente de la emisión de su primer episodio la periodista Madeleine Davies escribía esto: “Con toda la fanfarria alrededor de ‘Girls’, el estreno de anoche llegó un poco por sorpresa. ¿En serio esta serie no ha estado emitiéndose años? Llevamos tanto tiempo hablando sobre ella y todo el mundo parece ya haber desarrollado una fuerte opinión sobre si la ama o la odia”. La crítica era negativa, como muchas otras.

‘Girls’ fue una de las primeras series discutidas masivamente en redes sociales, blogs y medios tradicionales. Era analizada y criticada hasta el más mínimo detalle, algo que la propia serie alentaba con sus muchos momentos incómodos, transgresores y problemáticos. O incidiendo en eso de lo que el público más se quejaba, como los constantes desnudos de Dunham. “Creo que he visto sus pechos más que los míos”, decía una periodista en un artículo del Hollywood Reporter titulado “¿Ha ido demasiado lejos Lena Dunham?”. Había más gente que hablaba (mal, sobre todo) de ‘Girls’ que gente que veía ‘Girls’.

No hay suficiente diversidad en esta serie de autor(a)

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D.R.
’Girls’


Una de las pegas que le pusieron fue su falta de diversidad étnica, especialmente teniendo en cuenta la realidad multicultural de Nueva York. “Es alienante, un grupo de cuatro personajes diseñados para atraer a un sector muy específico de la audiencia televisiva, cuando la serie tiene el potencial de ser mucho más grande que eso. Y eso es una gran decepción, joder”, escribía en un exaltado texto la periodista del New York Times Jenna Wortham. Dunham contestó a las quejas diciendo que había escrito la serie desde las tripas y que las cuatro protagonistas eran una extensión de sí misma. Prometió añadir personajes no caucásicos en las temporadas siguientes, pero lo cierto es que la gran mayoría de los roles con enjundia de la serie siempre fueron blancos.

Algunas voces salieron no tanto en defensa de Dunham sino para señalar que el problema de falta de representación era estructural. “¿Dónde están los artículos de opinión afeándole a las cadenas la millonésima serie procedimental sobre un hombre policía o la millonésima comedia sobre un tío que tiene problemas con mujeres?”, escribía la periodista Maureen Ryan en un artículo argumentando que ‘Girls’ no era más racista que la industria televisiva en general. “¿Por qué estamos llevando a la hoguera a Lena Dunham en vez de a los jefes de las cadenas y los estudios? Me inquieta, y no solo porque sea más fácil (y perezoso) atacar a una mujer de 25 años que está empezando que atacar a los hombres que le doblan la edad y realmente controlan la industria”. “No estoy muy interesado en que Lena Dunham refleje las aspiraciones de gente que puede que conozca o no. Me interesa su visión específica e individual”, escribía el periodista y activista negro Ta-Nehisi Coates. “Si esa visión es totalmente blanca, que así sea. No creo que un narrador pueda crear grandes personajes a través de la culpa”.

Una serie que llegó antes de tiempo y cambió la televisión

A ‘Girls’ siempre le pesaron las expectativas que se le impusieron, la idea de que tendría que ser el retrato millennial definitivo, algo que no se le exigía a series creadas por hombres que sin duda habían influido en Dunham, como ‘Curb Your Enthusiasm’ o ‘Louie’. “Creo que el concepto de la voz de la generación se está volviendo cada vez menos vigente. El mundo está cada vez más lleno. Nuestra generación no solo son chicas blancas. Hay chicos. Mujeres de color. Personas homosexuales. La idea de que podría hablar por todos ellos es absurda”, se defendía Dunham en una entrevista. “Pero lo que estaría bien es que yo pudiera hablar por mí misma y eso resonara en la gente”.

Después llegaron Michaela Coel ('Podría destruirte'), Phoebe Waller-Bridge ('Fleabag') e Issa Rae (a la que, por cierto, no se le afeó que todos los personajes de ‘Insecure’ fueran negros, porque entendíamos que esa era la realidad de Rae y así tenía que representarla). O Leticia Dolera ('Vida perfecta'), Claudia Costafreda, Ana Rujas ('Cardo') y Abril Zamora ('Todo lo otro'). Todas ellas le deben algo a Lena Dunham y ‘Girls’, una serie de la que se puede decir eso tan manido de que se adelantó a su tiempo.

¿Por qué se lanzó tanto odio contra Dunham y su serie? ¿Cuál fue su gran pecado? Quizá su imagen de un grupo de personas privilegiadas, narcisistas, confundidas, perezosas y absolutamente equivocadas no estaba tan lejos de ser el retrato de una generación, y con su claridad tocó en hueso. En la última temporada Hannah decía otra de sus geniales frases: “Tengo una opinión fuerte sobre todo, incluso temas de los que no estoy informada”. Quizá sí fue la voz de su generación, pero escucharla nos daba demasiada vergüenza.

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Javier P. Martín

Licenciado en Comunicación Audiovisual, es el típico que entró en la carrera queriendo ser director de cine hasta que se le quitó la tontería a los 15 minutos. Le encanta escribir sobre series, pero también lo hace sobre películas. Marvel, terror, HBO o dramones indies, cualquier género, forma y medio es bueno si la historia lo vale. Las entrevistas y el cine español son su debilidad, y está enganchado a ‘Drag Race’.